Un Leve Rastro de Versos
Por FERNANDO CODINA
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Esta poesía te está hablando directamente. Se dirige hacia las emociones, a los sentimientos, quizás incluso a tu alma y a tus sueños. Y todos ellos puedes encontrarlos entre las palabras que forman un verso
Nos han dicho que la poesía no vende
No hay lugar para los versos
Que te vas a morir de hambre
Si no eres alguien no vas a conseguir que te hagan caso
Es un universo muy competitivo
Y, sin embargo, se sigue vendiendo poesía. Todos los días alguien elige un libro de esa estantería de la tienda y se lo lleva a casa
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Un Leve Rastro de Versos - FERNANDO CODINA
Agradecimientos
Agradecer a mis lectores que han confiado en mí durante todo este tiempo: Ana Mari, mi hermana, mi madre, Azucena, Marina, Aroa, César, Carmen… por citar a algunos de ellos
Y luego, por supuesto, a mi hermosa dama Inma, para quien han nacido muchos de estos versos
Y, por último pero no menos importante, a ti, siempre, mi querido lector desconocido, que has optado por darle una oportunidad a mis versos. Sin ti, nada de esto sería posible
Prefacio
Un viaje hacia los sentimientos, por Beatrice Golden
Soñar nunca es caro, basta con una almohada, una manta, y una cama que no se mueva demasiado, como la de Regan, en El Exorcista. Pero, amigo, alcanzar ese estado de perfección que solamente se da en lo más profundo de los sueños, eso solamente podrás conseguirlo entre las páginas de un libro como este.
Porque en él descubrirás facetas de ti mismo que ignorabas, sentimientos quizás reprimidos o demasiado primarios, pero en todo caso, no saldrás de él indemne.
Hay que ser muy valiente, como editorial, para apostar por la poesía de un desconocido, por lo cual quiero dar las gracias a Cordel d´Prata por darle una oportunidad a mi amigo Fernando Codina.
Son ya muchas las tardes que hemos compartido, sentados en la cocina de su casa, con un tazón de té entre las manos, hablando de la poesía, de la novela, de la creación literaria en todo caso. A veces he tenido que animarle, cuando sus sueños caían en pequeños pedazos. Pero él ha seguido adelante, persiguiendo una realidad bien distinta, y poco a poco, lo está consiguiendo.
Gracias a ti, querido lector, que has apostado por este compendio de versos, por este pequeño sueño, convertido en realidad. Espero que disfrutes con la aventura.
Dos almas antiguas
Mi alma te busca, incesantemente, a través de mil vidas,
cruzando mil cielos ardientes, bajando a las simas abisales,
reclamando tu presencia, clamando por tu inclemente ausencia.
La vida, la última vida, me la he pasado siguiendo tus sombras,
tus múltiples facetas, tus huellas en la arena y en la piedra,
en el corazón frío y oscuro de la Ciudad Eterna.
He recorrido cientos de kilómetros por playas calcinadas,
he caminado entre árboles milenarios convertidos en piedra,
atravesando las junglas naturales y las hijas del hombre.
Por todas partes he encontrado tu rastro: en miles de sitios,
de gentes, de ambientes, de rasgos, de cielos, de nubes,
en las casas y las calles, en cloacas y azoteas.
He recorrido desiertos y montañas, cumbres y valles,
y cada piedra, cada paso, me acercaba más a ti,
y lo sentía en mi cuerpo, en mi alma y en mi mente.
Y, al final, te he encontrado en el lindero, en las brumas,
en la frontera entre dos mundos, almas antiguas que se buscan,
se pierden, se hallan, se encuentran, se extravían, se funden, se besan.
Dos almas antiguas que, por fin, terminan encontrándose en el sudor,
en el campo de batalla de las sábanas revueltas, en los cuerpos
entrelazados, con el reflejo del deseo satisfecho en los ojos.
Dos cuerpos que se funden en uno solo, dos almas reencontradas,
la mía y la tuya, cantando la más antigua tonada del multiverso,
pues, en el fondo, hacer el amor es precisamente eso.
Tú eres mi alma antigua, mi alma gemela y al encontrarte, lo supe;
al escribirte, lo confirmé; al escribirte, lo rubriqué con un etéreo beso;
al abrazarte, te encontré, y besándote, intercambiamos las almas.
¡Qué extraño me parece, a través del averno de tus ojos, terminar
la noche en un cuerpo de mujer, en tu cuerpo, y mirarme con tus ojos,
y besarme a mí mismo con tus labios, y probar mi sabor de tus labios!
¡Qué misterio conocerme, reconocerme, a través de tus manos,
de tus caricias, de tus besos, de tu piel comprimida en los límites
de tu cuerpo de varón pero sin olvidar mi naturaleza de mujer!
Y lenta, dulcemente, en medio de aquel tierno silencio nos
amamos en el límite de nuestro ser y de nuestros cuerpos,
con las almas cambiadas y, tras el goce, llega la ternura.
Y regresan las almas a su lugar, los corazones laten satisfechos
trazando arabescos sobre la piel de tu espalda, mientras tú me
acaricias el cuello y tus ojos me reclaman un último beso.
El mensaje del alma
Me gusta mirar tu foto cuando estoy triste,
porque tus ojos me hablan de universos desconocidos,
de verdades, de alegrías, de mentiras y de lágrimas.
Alma antigua encontrada por azar,
incluso sin conocerte en persona,
creo, siento, que hay alguna cosa
que nos llama, a ti y a mí, para encontrarnos.
Fenómeno curioso, que se produce entre dos personas,
pero que tal vez no sea más que una simple repetición
de los encuentros y de los sentimientos de otra vida.
Miro tus ojos castaños en los cuales vislumbro,
una fuerza indomable pero también
una necesidad de amor, de pasión tan grande
que eres capaz de perder la cabeza, literalmente,
por culpa de un espejismo amoroso, de una mirada,
de una caricia. Soy un experto en la materia, ¿sabes?,
a veces, basta con rozar al otro con la mirada,
para enviar el mensaje, claro, inequívoco, universal:
Ven, acércate a mí. No temas nada.
No estoy seguro de mi pasado, ni de mi presente,
ni siquiera de mi futuro. Pero este momento, aquí,
nos pertenece. Si tú me aceptas, soy tuyo.
Siempre la misma historia, mezcla de amor,
de deseos, de remordimientos. No importa que seas
hombre o mujer, homo, hetero o bisexual.
Pues el amor y la pasión son el lenguaje universal.
A veces, me pregunto cómo sería mi vida,
si un día, por desgracia o por azar, dejase de amar,
si me volviese incapaz de sentir cualquier cosa.
Creo que me moriría, que me marchitaría lentamente,
como una rosa azul se muere por un golpe de sol,
o como las glicinas con la escarcha del otoño.
Pero sobre todo, alma antigua, en tus ojos veo mi vida,
mis amores, mis ternuras, esa eterna búsqueda
de un alter ego, de alguien que me pueda amar
hasta la locura, con quien mi pasión pudiera desbordarse,
de una manera tan egoísta, tan absoluta y absorbente,
que el exceso de amor se transformase en norma, en ley.
Si la amistad no es más que una forma de amor sublimada,
si tenemos la impresión de conocernos desde siempre,
sin habernos visto jamás, ni besado, ni abrazado,
entonces creo que nos amamos con locura.
Quien sabe, tal vez en la próxima vida te veré,
y nos reconoceremos un poco antes. Antes
de todo compromiso, antes de cualquier otro amor,
si es posible, antes incluso de conocer el sentido
de esa palabra, en aquellos años de la infancia,
tan inocentes, cuando la vida es más sencilla,
donde no existe un mañana, ni un ayer, solo el hoy.
Y tú también me reconocerás, en una