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Cartas a un cabrón
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Libro electrónico96 páginas50 minutos

Cartas a un cabrón

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Información de este libro electrónico

El libro contiene una recopilación de cartas a lo largo de varios años, en su mayoría expreso el sentimiento de verme sola con dos adolescentes inteligentes y rebeldes, en una situación económica precaria causada por la depresión, dela ciudad tuve que salir para poder continuar con la vida, llevando de la mano a mis dos hijos. Día con día lo superamos tanto económica como emocionalmente, mi fuerza radica en ellos (mis hijos) y en los recuerdos que se encuentran en las cartas. Si en tu vida has tenido un "cabrón" o "cabrona" te vas a identificar.

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento1 ago 2016
ISBN9786078466320
Cartas a un cabrón

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    Cartas a un cabrón - Yvonne Devars

    © Yvonne Devars

    © Grupo Rodrigo Porrúa Ediciones, S.A. de C.V.

    Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac

    C.P. 11450, Del. Miguel Hidalgo

    México, Distrito Federal

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    1a. Edición, agosto 2016

    ISBN: 978-607-8466-32-0

    Impreso en México - Printed in Mexico

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

    Características tipográficas y de edición

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodríguez /

    Rodolfo Perea Monroy

    Diseño de portada: Ariadne Alvarez

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa

    Ilustraciones interiores: Miguel Angel Briseño

    A Yhoda, Ary y Lafa

    por existir.

    Diferente...

    Son casi las doce de la noche y llueve. Desde la ventana de mi cuarto he visto empezar la tormenta y tengo miedo de quedar a obscuras y no poder terminar lo que comienzo.

    Las primeras gotas eran pequeñas, como perlas que se quedaban pegadas a las hojas de los árboles, produciendo destellos en la noche con la apenas perceptible luz de luna.

    En estos días ha llovido tanto que los charcos no acaban de consumirse en la tierra cuando el agua se nos viene nuevamente. Me imagino lo molesto que debe ser para los mil bichos de allá afuera, que acostumbran asolearse en los jardines, pues algunos se meten a la casa por la rendija que deja la puerta, entre ella y el piso gris manchado; seguramente por eso no los noto hasta que los tengo cerca.

    Comenzaré por decirte que no eres sólo una persona más suspendida en mi recuerdo, sino alguien latente y vivo en mi.

    El verde musgoso comienza a ascender por mi memoria; parece trepar los muros y escalar los largos años.

    A lo lejos en el tiempo, veo aquel aire tuyo, desprovisto de ambición y arrogancia; vacío de maldad y de mentira, que a uno le costaba entender en este mundo. Era como un conocimiento sólo accesible a quienes como yo, espiábamos en tu interior.

    Rodeado de gente de poca valía que llevaba sus costumbres impregnadas, gente por la que me parecía sentías vergüenza ajena.

    Para su existencia tú constituías lo diferente. Un pensador de los 60´s, en los que la filosofía de libertad flotaba en el aire. Un ávido y ansioso aprendiz de lo que sea; siempre que lo que sea engorde el acervo cultural. Arañabas la importante cultura del amigo de larga y blanca barba, que además tuvo a bien vislumbrarnos como pareja: Me decía: Tú tienes la inteligencia y él la fuerza, y nos contemplaba como una amalgama excelente, en la cual él había descubierto los elementos químicos exactos.

    Guardabas cada fracción de conocimiento en tu legajo imaginario, y lo ponías en el sobaco bajo el brazo. Parecía que tu único interés era saber las cosas importantes de la vida.

    Y bueno, de pronto vuelvo al presente y pienso en la cantidad infinita de razones que tuve día a día para escribir todo lo que se encuentra en las siguientes páginas.

    La lluvia ha cesado y la noche es aún más obscura; ahora me doy cuenta de la ausencia del tintinear del agua en mi ventana, porque escucho el ir y venir de los vehículos en la autopista.

    En aquellos años bastaba acercarse a ti para saber la substancia que te componía y te daba un rango aparte. ¡Eras tan fuera de lo común y de lo cotidiano!

    Ahora repentinamente también me acuerdo de mí; de mi risa que nunca fue sensual, pero siempre sana, sincera y abierta. Y de que como tú, fui joven y especial, tan especial que me amaste mucho tiempo.

    Con mi manera de ser y hacer impulsiva e inesperada, que me parecía que de alguna manera te daba regocijo, diversión y que al igual a

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