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Observación infantil y planificación educativa
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Libro electrónico169 páginas3 horas

Observación infantil y planificación educativa

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La etapa más rápida y significativa en el desarrollo de un niño se sitúa en los tres primeros años de la vida. Una observación eficaz y una buena planificación, durante esta etapa, son fundamentales para los procesos de aprendizaje y desarrollo de bebés y niñas y niños menores de tres años.

El libro, basándose en los más recientes estudios e investigaciones, examina la relación entre observación, programación y evaluación. Partiendo de un enfoque holístico en apoyo del aprendizaje de niños y niñas, señala cómo distintas estrategias de observación pueden proporcionar pistas muy eficaces acerca del desarrollo socio-afectivo, físico y cognitivo infantil, y muestra de manera práctica el modo en que las educadoras y educadores pueden desarrollar técnicas de planificación y observación adecuadas para bebés y niños pequeños. Un libro muy útil y manejable, con abundantes ideas y actividades, que garantiza a los educadores el que los niños y niñas a su cuidado obtengan unos niveles de competencia plenamente satisfactorios.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2023
ISBN9788427720466
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    Observación infantil y planificación educativa - Helen Bradford

    1

    Un currículo de calidad para bebés y niños menores de tres años

    El capítulo examina de forma general las características estructurales de la atención y educación en la primera infancia (Wertfein et al. 2009), así como sus efectos en la calidad de la prestación educativa dirigida a bebés y niños menores de tres años.

    Las características estructurales incluyen factores como el número de niños por grupo, la comprensión por parte del equipo docente de sus necesidades de aprendizaje y del desarrollo de cada grupo de edad, y el tiempo de preparación, incluida la planificación.

    Además, en el capítulo se analiza de qué modo el centro de educación infantil puede hacer que la calidad de su prestación educativa sea la consecuencia de un trabajo bien planificado.

    Por último, el capítulo plantea qué recursos de un centro educativo: los profesionales de la educación infantil, el entorno físico (el espacio escolar así como el lugar en que está integrado) y los medios disponibles para atender a los niños (juguetes, material para su cuidado, comida), son los más apropiados para satisfacer las necesidades específicas de los bebés y los niños menores de tres años.

    En este sentido, una atención adecuada, orientada al correcto desarrollo de los bebés y niños menores de tres años, tiene que constituir un indicador significativo de la calidad del currículo ofrecido por el centro de educación infantil.

    CÓMO CONSTRUIR EL CURRÍCULO EN ESTE PERIODO

    Una de las conclusiones del estudio EPPE¹ (Sylva et al. 2010) sugiere que los centros de educación infantil que funcionan eficazmente sacan mayor partido de un equipo docente que está familiarizado con el currículo y conoce a fondo cómo aprenden los niños pequeños. Cuando pensamos en la expresión «currículo», tendemos a fijarnos en el aprendizaje que el niño hace en distintas materias, lo que tiene que saber y lo que hay que enseñarle en un área curricular determinada, como las matemáticas o la lectoescritura. Con el tiempo, el niño alcanzará algunos de los objetivos o resultados fijados y podrá pasar a… ¡aprender aún más!

    Sin embargo, en los últimos años muchos países europeos han revisado sus programas de educación infantil y han introducido nuevos marcos de regulación que se centran más en la importancia de lo que ocurre en relación con las experiencias de atención al niño —tanto en el hogar como en los centros de educación infantil— durante sus años formativos, que en el desarrollo de determinadas materias.

    Como consecuencia de estos planteamientos, reforzados y respaldados de forma significativa por los resultados actualizados de investigaciones recientes, la comprensión del perfil de los niños de cero a tres años ha crecido de un modo muy significativo en los últimos años hasta constituir un elemento central de una buena práctica educativa —vital e inclusiva— dirigida a la primera infancia².

    Debido a que comprendemos y sabemos mucho más, por las investigaciones realizadas en ese campo, acerca de las áreas de desarrollo social, afectivo y físico de los bebés y niños menores de tres años, un currículo apropiado debe abarcar mucho más que el mero aprendizaje de las materias (aunque este sea importante), ya que los niños de este grupo de edad requiere unos cuidados y un apoyo físico-emocional que se sitúan realmente en un nivel muy básico. Han de satisfacerse una serie de necesidades específicas. Por consiguiente, ¿qué tipo de currículo debería establecerse en un centro de educación infantil para facilitar y garantizar tanto experiencias de aprendizaje como un desarrollo adecuado de los niños y niñas?

    Sostiene Nyland (2000) que son las experiencias cotidianas las que constituyen el fundamento del currículo de los primeros años; la definición de «currículo» debe por tanto extenderse a un número mucho más amplio de elementos del centro en el que se atiende a bebés y niños menores de tres años, y también a la manera en que los profesionales de la educación infantil (educadoras, maestras, cuidadoras, etc.) responden a cada uno de ellos de forma individual.

    En educación infantil, se han obtenido niveles de competencia positivos en aquellos centros en los que se prestan cuidados y apoyo físico-emocional a los niños y se favorece su aprendizaje y desarrollo tempranos (Snow y Van Hemel, 2008). La obtención de niveles de competencia preescolar, cognitiva y lingüística, más avanzados se asocia con una educación infantil de mayor calidad (Burchinal et al., 1996; NICHD, 2006). Pero, ¿cómo puede garantizarse la adquisición de unos niveles de competencia tan positivos y avanzados?

    Para decirlo con las palabras a las que alude el título de este libro, ¿cómo pueden planificarse —para los bebés y niños menores de tres años— experiencias de calidad que tengan como horizonte esos niveles? Si examinamos el currículo de este modo puede resultarnos incomprensible: ¿Por dónde se supone que han de empezar las educadoras y educadores? En cualquier caso, es posible elaborar un currículo razonable que dibuje un panorama sólido y coherente, y que tenga sentido siempre que se examine de un modo holístico.

    Cabe señalar que el marco para la Etapa de Educación Infantil de Base, al que antes se ha hecho referencia (Tickell, 2011: 2) afirma que:

    Los primeros años en la vida de un niño son de una importancia crucial. Los datos recogidos a nivel internacional muestran de forma contundente que las bases se sientan en los primeros años de vida y que, en caso de ser débiles, podría haber un impacto permanente y perjudicial en el desarrollo del niño a largo plazo. Las elecciones futuras de un niño, su bienestar y sus logros, su felicidad y su capacidad de adaptación y resistencia, están en gran medida condicionados por la calidad de la orientación, el cariño y la atención que reciben los niños durante estos primeros años.

    Con este fin, Tickell (2011: 20) propone la reestructuración de la Etapa de Educación Infantil de Base para poner el acento en tres áreas de desarrollo esenciales: comunicación y lenguaje; desarrollo personal y social; y desarrollo físico. Lo esencial de la propuesta de Tickell es que son estas tres áreas las que, con toda razón, engloban «las bases fundamentales para que los niños y las niñas tengan un desarrollo saludable, una actitud positiva hacia las relaciones personales y el aprendizaje, y para que progresen en competencias fundamentales como la lectura y la escritura». El informe propone además un resumen escrito obligatorio acerca del desarrollo de los niños entre los 24 y 36 meses en cada una de esas tres áreas globales. Son los profesionales de la educación infantil —incluidas las cuidadoras— quienes deberán escribir estos resúmenes.

    La información —de todos y para todos— se empleará entonces para identificar a los niños cuyo progreso sea insuficiente en alguna de esas áreas primordiales o en todas y para reforzar el apoyo y la ayuda que deben recibir. El objetivo está claro: lo primero de todo son las necesidades de desarrollo de los niños y poner el acento en crear unas bases sólidas que hagan posible el aprendizaje futuro de cada uno de los niños y niñas.

    Parece lógico profundizar aún más en lo que se entiende por un currículo y por una atención adecuada antes de que cada escuela infantil se pregunte hasta qué punto habría de cambiar la práctica educativa presente. Sin duda, se trata más bien de examinar las buenas prácticas consolidadas existentes en la actualidad, a la luz de los cambios propuestos. Y, en cualquier caso, no será necesario cambiarlo todo. De hecho, de lo que se ocupa este libro es de la revisión, evaluación e implementación de las modificaciones propuestas, en relación con la planificación y la observación, en prácticas educativas probablemente ya consolidadas; unos procesos que son inherentes a una práctica reflexiva y de calidad.

    UNA PRESTACIÓN DE CALIDAD EN LOS CENTROS DE EDUCACIÓN INFANTIL

    Wüstenberg y Schneider (2008, cit. en Wertfein et al., 2009:20) sostienen que existen siete indicadores de calidad importantes en la atención diaria a bebés y niños menores de tres años. Son los siguientes:

    El proceso de adaptación individual. Se refiere al proceso de ayuda individual que todo niño recibe para adaptarse al centro de educación infantil. Es importante tener en cuenta que si bien el centro puede tener una política general en relación con la atención que se brinda a las familias y a sus hijos, Wüstenberg y Schneider subrayan la importancia del individuo en su visión del proceso de adaptación. Estamos por tanto ante un proceso que debería estar sometido a una revisión continua en relación a cada niño, ya que habrá periodos —tras una enfermedad o vacaciones por ejemplo— que potencialmente podrían desestabilizar a un niño por lo demás perfectamente adaptado.

    Una persona de confianza (o «persona clave») a la que el niño acepta y ante quien responde. La persona (o educador) clave da una atención continuada a cada niño y constituye un vínculo fundamental entre el hogar y el centro infantil, haciendo que se mantenga una estrecha comunicación con los padres. La existencia de esta relación significa que, a la hora de hacer una planificación individual para cada niño, se contará con información esencial, como por ejemplo sus gustos personales, las canciones infantiles o libros ilustrados que prefiere, o bien sus rutinas asistenciales. Esta clase de información ayuda a que haya continuidad en la atención entre el centro y el hogar, favoreciendo y ampliando aún más el concepto de adaptación individual descrito anteriormente.

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