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Quien bien te quiere…
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Libro electrónico298 páginas3 horas

Quien bien te quiere…

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Quien bien te quiere… es un libro que los ayudará a conocer al Luberta que nosotros conocimos, ese que jamás dejó de ser cubano cubanísimo, nos acerca al ser humano y al humorista, ese que gozaba de un sentido del humor inigualable. El libro pone a disposición de los lectores libretos escritos originalmente para Alegrías de Sobremesa y parodias de su autor.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento20 may 2023
ISBN9789597268345
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    Quien bien te quiere… - Caridad Martínez González

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    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, com-prendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

    Edición y corrección: María Eugenia de la Vega

    Diseño y maquetación: María Elena Gil Mc Beath

    Ilustración de cubierta: Ares

    Epub: Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral

    © Caridad Martínez González y Jorge A. Piñero (Jape), 2022

    © Ediciones en Vivo, 2023

    ISBN: 9789597268345

    En-vivo-ICRT

    Instituto Cubano de Radio y Televisión

    Ediciones en Vivo

    Calle N, No.266, entre 21 y 23

    Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

    CP 10400

    E-mail: envivo@icrt.cu

    www.envivo.icrt.cu

    www.tvcubana.icrt.cu

    Un día sin risa es un día perdido.

    Si esa sentencia de Charles Chaplin es real,

    yo llevo muchos, pero muchos años,

    sin perder un solo día de existencia.

    Alberto Luberta Noy

    Prólogo

    Alberto Luberta Martínez

    No sé si escribir el prólogo de un libro tiene reglas no escritas, de esas que no están dictadas, pero que todo el mundo cumple. No lo sé, porque nunca he escrito un prólogo y resulta que en el primero que me encargan el hijo y el profesional tienen que ponerse de acuerdo.

    El hijo, impactado al recorrer las páginas de Quien bien te quiere..., al ver la opinión que tienen de Alberto Luberta personas que escriben desde el cariño, desde el respeto, desde la admiración más profunda. El profesional, reconociendo, una vez más, el humor finísimo de Alegrías de Sobremesa, del que siempre hay algo que aprender. Alegrías… o el programa de Rita y Paco, como le decía gran parte del público, fue una especie de cronista de nuestro tiempo, durante los 52 años que estuvo en el aire, cinco décadas en las que gozó de la preferencia del público, en las que se coló en los hogares cubanos durante las sobremesas de comida y almuerzo, por ese orden.

    Son muchos los que me preguntan, todavía hoy, más de cuatro años después de la salida al aire del programa: "¿Por qué no pudo mantenerse en el aire Alegrías de Sobremesa? El profesional responde: Porque escribir un programa humorístico diario no es cosa de juego, es algo que hacen solo los genios y Alberto Luberta Noy lo era". El hijo, por su parte, responde: "El programa salió del aire, porque la mejor manera de honrar la memoria de Alberto Luberta es respetando su trabajo. Lo más sensato, una vez que él no estuvo físicamente, era dejar Alegrías de Sobremesa en el recuerdo eterno de los cubanos".

    Y parte de ese recuerdo eterno es Quien bien te quiere… un libro que los ayudará a conocer al Luberta que nosotros conocimos, ese Luberta que jamás dejó de ser un cubano cubanísimo, un hombre al que la modestia se le veía por encima de la camisa, que vivió como quiso y defendió, hasta las últimas fuerzas, todo aquello en lo que creyó. Quien bien te quiere… nos acerca al ser humano y al humorista, ese que gozaba de un sentido del humor inigualable, que aprovechaba los cuentos escuchados al vuelo, en las calles y en las guaguas, que pulsaba las teclas de su vieja Olivetti (que sigue ahí, en el mismo rincón de su cuarto, como mismo la usó por última vez) con la decisión de quien lo tiene to’pensa’o. Quien bien te quiere... pone a disposición de los lectores libretos escritos originalmente para Alegrías… y parodias de su autor. Escapa a mi memoria si esto se ha hecho anteriormente, por lo que estoy convencido de que los lectores lo agradecerán.

    Alegrías de Sobremesa es un pedazo de Cuba, de los cubanos, y en las páginas de Quien bien te quiere… se respira su alcance, su impronta. Cuando leo estas páginas, pienso en las tantas personas que me han dicho, a lo largo de mi vida: "Yo crecí escuchando Alegrías de Sobremesa. Espero que ellos, ustedes, lo disfruten tanto como lo he disfrutado yo, espero que al leerlo les parezca estar escuchando otra vez: Y continuamos riendo con un libreto de Alberto Luberta…".

    Por supuesto, en este libro no podía faltar la visión de lo que es, para mí, Alberto Luberta y para seguir incumpliendo las reglas no escritas de los Prólogos, quiero agregar, por último, algo que escribí para la página web de Radio Progreso, el 27 de septiembre de 2021, cuando se cumplían noventa años de su natalicio.

    Lo recuerdo sencillo, con una modestia a prueba de balas. Lo recuerdo frente a la máquina de escribir, hablando entre dientes con sus personajes, pero también caminando por las calles de Marianao, jugando dominó en Pogolotti o sentado en la sala de la casa, con una botella de ron en ristre. Así era mi padre, un hombre de pueblo, que respondía humildemente cuando alguien decía a su paso: "Miren, ahí va el de Alegrías de Sobremesa". Nadie tiene idea de la cantidad de personas que aún me dicen: "En mi casa se escuchaba Alegrías de Sobremesa todos los días, a la hora del almuerzo. Nadie tiene idea de la emoción tan grande que sentí cuando, el día de su velorio, un muchacho atravesó la capilla y colocó una flor en una de las coronas. Alguien le preguntó quién era y respondió que un oyente, que hacía eso a nombre suyo y de su abuela, que lo había enseñado a querer el programa. Han pasado casi cinco años y aún me emociono cuando lo recuerdo. Me emociono y, por encima, me siento orgulloso, muy orgulloso de ser hijo de ese hombre del que aprendí la disciplina, la profesionalidad y el sentido del humor; porque sí, Alberto Damián Luberta Noy, el hijo de Celia y Armando, el amigo de El Calvo y de Juan Palillo, tenía un sentido del humor y una chispa especiales, capaz de encontrarle el lado gracioso a la más dramática de las situaciones. Nunca olvidaré la anécdota de que venían él y mi madre, caminando desde Radio Progreso hasta Marianao, por los grandes problemas de transporte de aquellos años del período especial. A la altura del puente Almendares, pasó un cortejo fúnebre en sentido contrario y le dijo mi madre: Siempre hay alguien que está peor que uno. Y él le respondió, en menos de medio segundo: Bueno, por lo menos él tiene transporte". Ese era Alberto Luberta, deliciosamente ocurrente. Y así lo recuerdo, con eso me quedo, porque a quien dedicó más de la mitad de su vida a hacer reír a este pueblo, solo se le puede recordar con un aplauso y una sonrisa.

    Alberto Luberta, un toro del humor

    Mario Vizcaíno Serrat

    Es lógico que Alexis Valdés haya pensado en Cristinito cuando conoció que Alberto Luberta había muerto: fue El Maestro quien lo ayudó a construir su popular personaje hace muchos años, en La Habana, cuando lo invitó a trabajar en Alegrías de Sobremesa.

    Le pregunté por ese detalle vía correo electrónico pocos meses después de la muerte de Luberta, el 23 de enero de 2017, mientras preparaba este homenaje al humorista que hizo reír a los cubanos durante 18 000 días seguidos.

    Cristinito viene de Bandurria. Yo había hecho Bandurria en la televisión y había sido muy exitoso el papel. Diría que se convirtió en el personaje humorístico del momento. Hacía (con el Gran Manolo Melian que era Quiroga) mucho cabaret, teatro, televisión. Y aquello era tremendo. La gente deliraba con la pareja cómica salida de la serie. Luberta me llama y me dice: Quiero que vengas a Alegrías… pero me gustaría que le cambiáramos el nombre al personaje. Y yo le dije, para no traicionar el espíritu del personaje, llamémosle Cristino Hernández, el nombre real de Bandurria (lo decía en un momento de la serie) y Lube me dice: Me encanta, Cristino Hernández se puede llamar cualquier cubano.

    Y de ahí creamos a Cristinito entre los dos: con las cosas que él le escribía, con lo que yo traía de los shows y con la base de aquel Bandurria que nació en las aventuras Los Pequeños Fugitivos, de Pedro Urbezo.

    Otro que considera que el humor cubano se resiente con la muerte de Luberta es Osvaldo Doimeadiós, para quien el legendario guionista tenía un talento descomunal para la escritura y el humor específicamente. Oxigenar el programa a través del tiempo, aprovechar las potencialidades de los distintos actores que fueron llegando al programa, estar atento, despierto, vivo, oyendo esas voces que vienen de la calle, de la guagua, del barrio y poniéndolas en boca de sus personas, eso tuvo una respuesta positiva en los oyentes durante décadas. Estuvo siempre con el oído pegado a la tierra, como yo digo que el humorista debe estar siempre.

    Es uno de esos casos raros dentro de la radio cubana. Sobre todo pienso que se puede tener talento o puede no tenerse, pero tan importante como eso es la autodisciplina que él tenía, el oficio de sentarse todos los días a la máquina de escribir. Hemos tenido a otros humoristas con ese oficio, como Zumbado, Enrique Núñez, o Castor Bispo, que no era cubano, pero vivió en Cuba muchos años y escribió en radio La Tremenda Corte. Son casos sui géneris dentro del humor. Luberta supera con creces a los demás porque los suyos fueron demasiados años. En cierto momento se retiró, pero su relación con la radio pudo más y tuvo que volver. Hace dos años, en un evento teórico que se hace paralelo al Aquelarre, que se llama ¿Piensas ya en el humor?, les hicimos un homenaje a él y a los actores de Alegrías de Sobremesa, y Luberta confesaba que estaba cansado, que quería retirarse por fin para dedicarse a sus nietos, a la familia, mientras los actores decían que no, que debía seguir, y yo les dije: señores, Luberta es un genio que está cansado, hay que entenderlo, quiere dedicarse a la tercera edad. El decía que el humor y Alegrías de Sobremesa eran disfrute, pero también una adicción por el trabajo. Una gran lección que nos ha dejado a todos.

    En el caso de que la dirección de la radio cubana decidiera mantener Alegrías de Sobremesa, ¿sería fácil encontrar el sustituto de Alberto Luberta?

    No creo que podamos clonar a Luberta. Y Alegrías de Sobremesa está signado por su huella. Yo creo que ese programa hay que dejarlo así, transmitirlo, retransmitirlo, —¿por qué no?—, buscar los mejores momentos que tuvo al aire, y no tirar por la borda un programa tan sustancioso al que pueda echarlo a perder alguien que no tenga la capacidad para mantenerlo fresco y vivo. Quizás tendría que surgir otro espectáculo radial de ese corte para suplir Alegrías de Sobremesa. Pienso que debíamos preservar la impronta de Luberta.

    Omar Franco está orgulloso de haber integrado el jurado que le concedió el premio nacional de humor a Alberto Luberta en el año 2001, cuando también lo mereció Enrique Núñez Rodríguez. El primer humorista en recibirlo fue H. Zumbado, el año anterior.

    Yo, que me dedico a actuar, sé lo que significa un buen escritor de humor, que es quien da vida a los personajes que uno interpreta. Luberta dio vida a muchos personajes de la realidad cotidiana cubana, y solo el esfuerzo de hacer historias diarias merecía desde hacía muchos años un gran premio. Dejó un legado grande para los escritores de humor, sobre todo de humor costumbrista. Un humor que Luberta lograba además por vivir en un barrio y por su alto nivel de comunicación con los demás, pues tenía un gran carisma. Hay que recordar con alegría a Luberta, para hacerle honor al nombre de su programa.

    ¿Quién pudiera sustituir a Luberta al frente de Alegrías de Sobremesa, en caso de que quisieran continuar el espacio?

    Pertenezco a la generación de los años 80 del siglo anterior, cuando surgieron buenos escritores. Incluso provengo de la CUJAE, donde aparecieron humoristas de la talla de Virulo, Alexis Valdés, Ulises Toirac. Pero el talón de Aquiles del humor cubano son los escritores. De todos modos, hay algunos de esa etapa —Telo, Baudilio, Eduardo del Llano— junto a algunos más de ahora, como Bacallao, Nelson Gudín (El Bacán), Miguel Moreno (La Llave). Ahora bien: continuar lo hecho por Luberta es harina de otro costal. Él es el decano de una facultad, y ojalá aparecieran alumnos nuevos. Escritores como Luberta surgen cada 100 años. Escribir todos los días es bastante difícil.

    ¿Tres cualidades imprescindibles en alguien que se considere humorista?

    El talento. Como en cualquier profesión. El estudio. El rigor artístico, que el arte sea el rasero, no el dinero. Porque lo que queda es el arte.

    ¿Persiste en Cuba una tendencia a poner el dinero por encima del arte?

    Poco después del movimiento interesante que se gestó en los 80 en la Universidad, apareció, desgraciadamente, el Período Especial, que, como al resto de las esferas de la vida, le dio un golpe fuerte al arte. Cuando hay escasez económica y material comienza un tipo de deshumanización y el arte lo siente cuando los artistas tratan de garantizar la subsistencia. Es una lógica del ser humano. En esa etapa, se rompió un sueño que traíamos los humoristas, y sin llegar al egocentrismo cubano, debo reconocer que estábamos haciendo algo interesante con respecto al resto de América Latina. Humoristas latinoamericanos comenzaban a llegar aquí. Tuve la oportunidad de conocer a Les Luthier, paradigma del humor universal, gracias a aquel movimiento cubano. Pero ya después apareció un humor fácil, formas muy simples de hacer humor que reproducían muy rápido el dinero. Fue un código en los años 90, y aun tenemos ese mal sabor. Sin dejar de reconocer —y pertenezco a la junta directiva del Centro Promotor del Humor— que el propósito es ir mejorando el trabajo. La vida cubana también ha cambiado mucho, en relación con la de aquellos años 80, cuando empezamos. Ahora descansa mucho en lo material. Don Dinero ha aparecido con cierto protagonismo. Hemos buscado en las universidades humor de aquellos años y cuesta trabajo encontrarlo.

    Hay muchos que se inclinan hacia la forma más simple. Con programas de humor costumbrista como Vivir del cuento O Deja que yo te cuente, antes—, se está saneando esa estética de reírnos con humor inteligente, no con burla. El cubano, más que sentido del humor, ha tenido sentido de la burla, de la chanza. Ojalá existan cada vez más espacios de humor en la radio y la televisión, pero que estén a la altura del nivel de instrucción del público cubano. No es menos cierto que el público, ante la necesidad de reír, consume cualquier cosa. Nosotros, los humoristas, debemos replantearnos qué le damos al público, porque, aunque este no tenga la cultura que quisiéramos, es estudiado, al menos tiene un estudio elemental, y vale la pena explotarlo. A veces, lo subestimamos y pensamos que con cosas simples puede reír. Estuve en Humoris Causa muchos años, y nuestra meta era exprimir el cerebro del espectador, y para eso, tiene que exprimírselo uno primero. Lleva un esfuerzo. Pero, al final uno debe agradecer haberse esforzado por sacarle al público lo máximo.

    Alberto Luberta es el único humorista cubano capaz de escribir un libreto diario, sin choteos ni cursilería, en un estilo decente, con un propósito edificante, durante 50 años. ¡Y hacía reír! ¿Cuándo surgirá otro igual? Su humor nació

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