LA CONVER SACIÓN TRANSCURREUNLUNES por la mañana. El viernes y el sábado anteriores, Luis Zahera ha representado su monólogo, Chungo, en Barcelona; el domingo por la mañana, en la localidad madrileña de Parla, y por la tarde-noche, en la capital. Y hoy ha sido de los pocos, escasísimos días, en los que el actor no se ha levantado muy temprano para ir a hacer deporte; los días anteriores, parece que se justifica, no faltó.
Dice Luis Zahera (Santiago de Compostela, 1966) que le gustaría que el suflé bajara un poco. “Ojalá deje de estar tan de moda, porque no tengo vida”, reconoce con ese tono entregado, confiado, palmariamente sincero (2009), ese yonqui de voz ronca y arrastrada fiel escudero de Malamadre (Luis Tosar), hasta Cabrera, el empresario corrupto de (2018) o el Xan amargado y amenazador de (2022). Pero todo hace indicar que será difícil que esto pare, porque él, Zahera, es incapaz de decir que no. Así que este monólogo que tanto le llena representar –“no hay nada como el teatro”, dice– se intercala entre estrenos y rodajes y viajes, y más estrenos y más rodajes y más viajes. “Comer, dormir y trabajar”, resume su actividad diaria en un tono que parece moverse entre la resignación y la satisfacción.