Las elecciones presidenciales en México:: de la hegemonía al pluralismo
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Las elecciones presidenciales en México: - Reynaldo Yunuen Ortega Ortiz
PREFACIO
Hace mucho que Charles Tilly, un extraordinario profesor, me dijo que la vida era una colección de errores, de caídas, y que la gente inteligente se levanta y trata de continuar con su existencia. Escribir un libro es una empresa similar. Para levantarnos —como en la vida— necesitamos de muchos consejos y de buenos amigos que nos apoyen cuando pensamos que no se puede continuar. De larga data es este libro. Comencé a pensar en él hace más de una década. Estaba por acabar la administración de Vicente Fox y los resultados distaban no poco de nuestra expectativa como país. Con todo, había estudiado y comparado la lucha que por años se ha librado por la democracia en México y en España, cuya historia, llegado el momento, sabía que tendría que repasar una vez más, pero concentrándome en las elecciones presidenciales de México. Aunque la democracia, qué duda, va mucho más allá de las elecciones, en las presidenciales se ha forjado no poco del sistema político mexicano. Cuando se opuso a Kautsky y a los socialdemócratas, Lenin sostuvo que la democracia burguesa era la protección más importante para el capitalismo, lo que ya no era sino una fachada para mantener el brutal proceso de dominación.¹
El ideal de los socialdemócratas ha sido que por vía de las elecciones el proceso de dominación capitalista pueda limitarse y que los gobiernos socialistas desarrollen un Estado de bienestar que haga innecesario el violento proceso de destrucción involucrado en una revolución. En algunos países, pese a todas sus contradicciones, la democracia ha producido resultados significativos para la mayoría de la población, mejorando la calidad de vida y permitiendo lo que Aristóteles denominó una vida digna para la generalidad de la población. Éste, sin embargo, no es el caso de México. Todavía tenemos una sociedad desigual tanto económica, como social y culturalmente.
Este libro es el resultado de mis ideas y discusiones con innumerables profesores, colegas, amigos. Me he beneficiado enormemente de las conversaciones que he sostenido con Fernanda Somuano, quien ha sido mi coautora en múltiples proyectos académicos en El Colegio de México, no menos que con Edith Pacheco, del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (CEDUA), que sin tasa me ayudó a desarrollar modelos estadísticos de las elecciones presidenciales de los años 2000, 2012 y 2018. Aldo Ponce, del CIDE, me dio excelentes comentarios en un borrador de dos capítulos que presenté en el congreso de LASA, en Nueva York, en 2016. Bernardo Mabire, del Centro de Estudios Internacionales (CEI), leyó todo el manuscrito del libro y me ayudó a corregir la versión en inglés. Martha Elena Venier, quien ha sido una revisora extraordinaria, lo leyó también, corrigió e hizo numerosas sugerencias para mejorarlo. Humberto Garza siempre ha sido un buen amigo, quien me ha alentado para continuar con todos mis proyectos. Julio Solís y Luis Fernando Ramírez, mis asistentes de investigación, me ayudaron a terminar la bibliografía y a revisar las notas, y Luis Fernando me apoyó en un primer borrador de la traducción del libro al español. Sergio Rincón me ha apoyado en esta nueva versión del libro corrigiendo el estilo y la traducción. También quiero agradecer a mis revisores anónimos, quienes hicieron sugerencias clave para mejorar el trabajo e insistieron en cambiar la estructura del libro, a grado tal que la tipología desarrollada en el capítulo teórico pudiera usarse en toda la monografía. Estoy agradecido con el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Ésta ha sido mi casa institucional durante los últimos veinte años. También quiero agradecer al Centro Katz para Estudios Mexicanos, de la Universidad de Chicago, donde terminé las revisiones finales del libro. Permítaseme expresar mi gratitud y afecto a toda mi familia, mis padres, Leticia y Reynaldo, quienes han sido una constante fuente de inspiración, y a mis hermanos Claudia e Hiquingari. Contraje una deuda difícil de saldar con mis hijos y con mi esposa: Carmen, Yunuen y Estrella respectivamente, porque ocupé no poco de su tiempo.
Espero que el resultado, aunque modesto, ayude a entender y con el tiempo a dar algunas ideas para transformar nuestro sistema político en uno que vaya más allá de la democracia electoral, porque, como diría Charles Tilly: almost all crucial democracy-promoting causal mechanism involve popular contention-politically constituted actors’making of public, collective claims and other actor, including agents of government-a correlates, causes and effects
.²
Para la hechura del libro, en fin, usé materiales de Movilización y democracia. España y México (México, El Colegio de México, 2008); más una versión previa de la tipología de elecciones presidenciales que desarrollo en el capítulo I, que apareció en De la hegemonía al pluralismo: elecciones presidenciales y comportamiento electoral, 1976-2006
, en S. Loaeza y J. F. Prud’homme, Instituciones y procesos políticos (México, El Colegio de México, 2010, pp. 405-447).
REYNALDO YUNUEN ORTEGA ORTIZ
Ciudad de México, 2021
¹ Los Scheidemanns y Kautskys hablan de ‘democracia pura’ y ‘democracia’ en general con el propósito de engañar a las personas y disimular el carácter burgués de la democracia actual. ¡Dejad que la burguesía mantenga entre sus manos por completo el aparato del poder del Estado! ¡Dejad que un puñado de explotadores continúe con el uso formal, burgués, de la máquina del Estado! La burguesía celebra en tales circunstancias las elecciones por muy buenas razones, como ser ‘libres’, ‘iguales’, ‘democráticas’ y ‘universales’
. Estas palabras se concibieron para encubrir la verdad; para encubrir el hecho de que los medios de producción y el poder político permanecen en las manos de los explotadores y, por tanto, la libertad e igualdad verdaderas para los explotados, es decir, que la vasta mayoría de la población es ajena a esta discusión. Es rentable e indispensable que la burguesía oculte al pueblo el carácter burgués de la democracia moderna para retratar la democracia en general o democracia pura
y los Scheidemanns y Kautskys, al repetirlo, en la práctica abandonan el punto de vista del proletariado y se ponen del lado de la burguesía (V. I. LENIN, Democracy and Dictatorship
, en CollectedWorks, vol. 28; en:
² Véase C. TILLY, Contention & Democracy in Europe, 1650-2000, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, p. 255, casi todos los mecanismos causales que promueven la democracia involucran luchas populares —reclamos públicos por parte de actores políticamente constituidos, incluyendo agentes gubernamentales—, correlacionados, como causas y efectos
(la traducción es mía).
INTRODUCCIÓN
LA DEMOCRATIZACIÓN EN MÉXICO, UN PROCESO DE LONGUE DURÉE
Durante las últimas cuatro décadas, el sistema político mexicano ha pasado de un sistema político autoritario que gobierna un partido hegemónico a uno de partidos de pluralismo moderado, donde la competencia electoral es real y los partidos pierden elecciones. En su introducción a los ensayos sociológicos de Max Weber, H. H. Gerth y C. Wright Mills dicen: Cuando Weber caracteriza ‘la democracia’ como ‘una minimización del poder’, nos presenta la formulación más amplia y menos específica históricamente
. Hay diferentes técnicas de minimización del poder, como mandatos de plazos cortos, pesos y contrapesos, referendo, entre otras, que son posibles en casos históricos particulares, que, a su vez, son subtipos de democracia. Al incorporar características históricas seleccionadas en la concepción general de la democracia, Weber es capaz de restringir el tipo ideal y ahistórico, y aproximarse de tal modo a casos históricos.¹ Hoy por hoy, ni siquiera las democracias escandinavas de vibrante pluralismo y amplios Estados de bienestar son sistemas en que la minimización de poder
es absoluta.
Para Maurice Duverger,
todo gobierno es oligárquico por naturaleza, aunque el origen de los oligarcas y su formación, que determina sus acciones, pueden ser muy diferentes. Deberíamos reemplazar la fórmula tradicional de la democracia del gobierno del pueblo por el pueblo
por la del "gobierno del pueblo por una élite elegida de entre el pueblo". Un régimen sin partidos es por fuerza un régimen conservador.²
Sin embargo, la naturaleza elitista de cualquier gobierno no significa que no se pueda distinguir entre regímenes autoritarios y poliarquías. Tal distinción, a un tiempo cualitativa y cuantitativa, es fundamental.
Se habrá de definir aquí, con Charles Tilly a mano, un régimen democrático
en la medida en que las relaciones políticas entre el Estado y sus ciudadanos están estructuradas por consultas amplias, iguales, protegidas y mutuamente vinculantes. La democratización, por tanto, significa un movimiento neto hacia un régimen de consulta amplia, más igualitaria, más protegida y más vinculante. Desdemocratización significa entonces un movimiento neto hacia un régimen más estrecho, más desigual, menos protegido y menos vinculante,³
es decir, que la democracia es un régimen de consulta protegida. De la democracia pueden distinguirse, según Tilly,⁴ cuatro dimensiones:
Amplitud, que parte de situaciones en las cuales un pequeño segmento de la población disfruta amplios derechos, mientras que el resto está ampliamente excluido de la política pública hasta la inclusión política amplia de las personas bajo el Estado de derecho;
Igualdad, que va de gran desigualdad entre y dentro de diversas categorías de ciudadanos hasta una igualdad extensiva en ambos sentidos;
Protección, que parte de poca o nula protección hasta la protección amplia ante la acción arbitraria del Estado;
Consultas mutuamente vinculantes, que parten de consultas no vinculantes y/o extremadamente asimétricas hasta consultas simétricas y vinculantes.
Esta definición de un régimen democrático es sin duda más amplia que aquella otra que ofrece, minimalista podría decirse, J. Schumpeter y sintetiza A. Przeworski como un sistema donde los partidos pierden elecciones
. Según este autor, la ventaja de una definición minimalista es que permite distinguir fácilmente entre un régimen autoritario y un régimen democrático. Desde esa perspectiva minimalista, México podría considerarse una democracia electoral desde el año 2000, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió las elecciones presidenciales en contra del Partido Acción Nacional (PAN). Sin embargo, después de 18 años, México está lejos todavía de tener un sistema de consulta protegida, toda vez que, por lo que toca a la amplitud, la igualdad y la protección, el régimen mexicano mantiene muchos rasgos de un régimen restrictivo y poco democrático.
Otro tema central es que la democracia no es un sistema de no retorno. Por el contrario, históricamente ha habido procesos de democratización y desdemocratización, de entre los que este último es un peligro constante. Basta con revisar los límites que a la libertad de los ciudadanos han impuesto antiguas poliarquías por razones de seguridad nacional
. Las democracias son sistemas dinámicos que están sujetos a varias presiones y, a veces, a procesos de desdemocratización en lo que atañe a la amplitud, igualdad, protección y consulta mutuamente vinculante
.⁵
En 2006, México sufrió un importante proceso de desdemocratización, porque en la consulta vinculante (la elección presidencial) de entonces el principal candidato de la oposición puso en tela de juicio el proceso electoral, del que dudó también más de un tercio de los participantes, que lo juzgó de no haber sido ni libre ni imparcial. Además, y por desgracia, la política de seguridad que siguió el gobierno panista al ocaso de 2006, nombrada Guerra contra las drogas
, ha dañado seriamente la situación de México con respecto de los derechos humanos hasta el día de hoy.
La figura 1, tras la estela de Tilly, muestra la trayectoria longue durée del sistema político mexicano desde su independencia en 1821. Sobre el eje de las X
pueden verse los avances y retrocesos en el proceso de consulta protegida
, mientras que el eje de las Y
los avances y retrocesos del Estado mexicano con respeto de sus capacidades estatales y su monopolio del uso legítimo de la fuerza en el territorio nacional. En este libro, sólo analizaremos las últimas cuatro décadas de este largo proceso, principalmente desde la perspectiva de las elecciones presidenciales (un elemento clave de la consulta vinculante del sistema político mexicano) entre 1970 y 2018. Después de la crisis de 1968, según se verá, el régimen inició un proceso de liberalización y después de democratización que ha de analizarse en los siguientes capítulos.
Según lo muestra la figura a que se aludió líneas arriba, la lucha por elecciones limpias y justas en México ha tenido una larga historia, rica en los procesos de democratización y desdemocratización. Por ejemplo, entre 1821 y 1867, el país pasó por guerras civiles e intervenciones extranjeras. México perdió más de la mitad de su territorio en la invasión estadounidense de 1846-1848. Estalló después la guerra civil entre las élites liberales y conservadoras. En 1867, después de la Intervención francesa, México se convirtió en una república liberal, legalmente muy cercana a un régimen democrático. Sin embargo, el establecimiento de la dictadura de Díaz desarrolló un Estado más fuerte que promovió un proceso de desdemocratización que se caracterizó por elecciones sin opciones reales. En 1910, la Revolución Mexicana destruyó la dictadura de Díaz, pero la democracia ha tenido una vida muy breve. En 1913, el coup d’état (apoyado por el embajador norteamericano Henry Lane Wilson) en contra del presidente Francisco I. Madero destruyó el débil régimen democrático. Para 1917, los constitucionalistas establecieron un nuevo régimen liderado por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, que, aunque partió de una constitución democrática, funcionó como un régimen, a decir verdad, autoritario, que se fortalecería en pocos años.
FIGURA 1. Visión de largo plazo de los procesos de democratización y desdemocratización en México, 1821-2018
images/img-19-1.jpgFUENTE: Elaboración propia con base en Charles Tilly, Democracy, Cambridge, University Press, 2010, p. 17.
Entre 1968 y 2000 hubo un proceso de democratización que incluyó largos procesos de contestación y represión del Estado. Por ejemplo, el movimiento estudiantil brutalmente reprimido en octubre de 1968, no menos que los movimientos obreros (trabajadores del sector eléctrico) y las guerrillas urbanas y rurales de los años setenta. Siguió a tales movilizaciones un proceso de liberalización, más la contestación en la arena electoral y partidista de los años ochenta y noventa, que a la larga pavimentó el camino para la alternancia del poder en el año 2000.
Durante las últimas cuatro décadas, cuya historia se reconstruirá con mayor detalle, se pasó de un sistema de elecciones sin opción
a uno de pluralismo moderado. Las continuas luchas políticas transformaron el sistema electoral mexicano, que transitó de uno en que el PRI ganaba las elecciones con más del 80% de los votos, en algunos casos con más de 100%,⁶ a otro competitivo en que se eligió al presidente con el 35-38% de los votos en 2006 y 2012.
El propósito de este libro es responder cuatro preguntas centrales: ¿Cómo podemos clasificar las elecciones presidenciales entre 1970 y 2018? ¿Cuáles fueron los principales factores que explicaron el cambio político en México durante aquellos años? ¿Cuáles han sido los principales cambios en el comportamiento electoral de los mexicanos durante las últimas cuatro décadas? ¿Qué factores explican hoy por hoy el comportamiento electoral de los mexicanos? Por lo que toca a la metodología, con Lichbach a mano, este trabajo es una comparación estructuralista que involucra tres pasos: El primero implica clasificación: los estructuralistas ubican patrones delimitados de configuraciones de acciones e interacciones. El segundo paso involucra la morfología: los principios que estructuran las relaciones entre las partes, o el tema, lógica o reglas que establecen el funcionamiento de una configuración o forma, que se especifican. El paso final implica dinámicas: se estudia el desarrollo de una estructura, su institucionalización y sus cambios. Esto implica un enfoque sobre los orígenes o cómo es que las estructuras se establecen se mantienen y llegan a ser estables, así como la manera en que se transforma o cambia una estructura
.⁷
A lo largo de las últimas cuatro décadas, el sistema político mexicano se ha transformado sustancialmente. En la década de 1970, hubo pocos estudios sobre el comportamiento electoral mexicano, en parte por el hecho de que las elecciones mexicanas fueron elecciones sin opción
.⁸ Según se analizará en el capítulo que sigue, en 1976 los votantes mexicanos se encontraron con que sólo había un candidato a la presidencia, José López Portillo. Treinta años después, tanto el número de candidatos como la competencia entre los partidos había aumentado significativamente y el partido hegemónico sufriría su derrota más dramática, al quedar como el tercero en las preferencias electorales de 2006. Sin embargo, la historia no se detuvo ahí. En 2012, el candidato del PRI recuperó la elección presidencial, lo que permitió que su partido recuperara un terreno sustancial en el Congreso y en el Senado. Tal recuperación sería efímera, porque en 2018, por primera vez en la historia electoral de México, una coalición de izquierda, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, se hizo con la presidencia de la República.
POR QUÉ ESTUDIAR LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES
Uno de los rasgos distintivos del sistema político mexicano ha sido su presidencialismo. Las elecciones presidenciales son coyunturas críticas que permiten al politólogo tener una vista rápida de la situación política y de los principales cambios en el país. Además, es importante considerar que la transición política mexicana tuvo como uno de sus campos de batalla más importante la arena electoral y, por tanto, es particularmente útil analizar las elecciones presidenciales durante tales años. Así, las competencias electorales de la época reflejan los amplios cambios políticos que tuvieron lugar en México.
El estudio de elecciones presidenciales tiene otra ventaja: ayuda a entender la forma en la que prácticas políticas han cambiado o se resisten al cambio. La nueva e intensa competencia política trajo consigo nuevas prácticas y estrategias, como el uso intensivo de medios de comunicación masiva, el desarrollo de encuestas y el amplio y profundo análisis de comportamiento electoral. Como las elecciones se volvieron competitivas, las élites políticas mexicanas tuvieron que conocer más sobre los votantes para influir en sus decisiones y granjear para sí su apoyo.
Este libro busca que todo aquel al que interese la política mejore su habilidad de conocer los procesos electorales involucrados durante una elección presidencial, por lo que provee información sobre el desarrollo de las estrategias de campaña como medio para entender algunos de los principales factores que informan acerca de una elección presidencial en México.
A más de tratar los principales temas que guían este trabajo, en los capítulos se intentará arrojar luz sobre varias preguntas. ¿Las campañas se realizan desde arriba o desde abajo, es decir, si se basan o en lo que el candidato considera importante o en la perspectiva de los votantes? ¿Las elecciones presidenciales fueron o un obstáculo o un catalizador para nuevos cambios en el sistema electoral? ¿Cómo ha cambiado el sistema de campaña por lo que toca al financiamiento y los costos? ¿Cuál ha sido el perfil de los candidatos? ¿Cuál es la relación entre los partidos y sus candidatos? ¿Cómo ha afectado la situación económica las decisiones de los votantes? ¿Cuál ha sido el efecto de la unidad o de la ruptura en los partidos durante las elecciones? ¿Cuáles han sido los mensajes principales durante las campañas?
Con la esperanza de aclarar estos procesos, se ha recurrido a varias fuentes. Ciertamente, cuento con más datos sobre las elecciones más recientes. Sin embargo, he tratado de obtener tanta información como sea posible. He usado ampliamente datos electorales de la Comisión Federal Electoral (CFE) y el Instituto Federal Electoral (IFE), convertido en el Instituto Nacional Electoral (INE) en 2015. También he utilizado documentos de partidos políticos y las memorias de los candidatos en mi intento por hacer una reconstrucción histórica de las campañas. He usado ampliamente diversas encuestas anteriores y posteriores a las elecciones, particularmente en las últimas elecciones, y recurrí también a fuentes secundarias, como diferentes periódicos y revistas que fueron de gran utilidad para analizar los procesos electorales.
METODOLOGÍA
Considero la triangulación,⁹ la combinación de métodos