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Trío: Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia
Trío: Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia
Trío: Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia
Libro electrónico86 páginas55 minutos

Trío: Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia

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Sicilia, 1743. La peste diezma la población de la ciudad de Messina. Desde el forzoso confinamiento impuesto por la epidemia, dos mujeres —dos amigas— se intercambian cartas. En ellas hablan del tiempo que pasa despacio, del miedo al contagio, de la vida amenazada por una enfermedad ciega e imprevisible y, sobre todo, de amor; del amor que las une al mismo hombre, marido de Agata y amante de Annuzza. En esta intensa novela epistolar —con la que Maraini regresa a la ficción histórica que la consagró como una de las más influyentes autoras del siglo XX— amistad y amor se entrelazan en un delicado equilibrio que ampara de la voraz llama de los celos y de las convenciones sociales la inquebrantable relación que liga a las dos mujeres y que no conoce egoísmo ni exclusividad. En esta delicada obra, impregnada de los aromas y de los colores de una Sicilia tan lejana en el tiempo y a la vez tan cercana al presente, Dacia Maraini nos cuenta qué puede salvarnos cuando fuera todo se derrumba.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 abr 2023
ISBN9788419583031
Trío: Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia

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    Trío - Dacia Maraini

    PortadaFotoPortadilla

    4 de mayo de 2020

    Querido lector,

    Solo algunas palabras para explicarte cómo nació esta breve novela.

    Mientras me documentaba para escribir La larga vida de Marianna Ucría, a finales de los años ochenta, encontré una crónica sobre la peste en Messina. El año 1743 fue terrible; el historiador Orazio Turriano narra que el 20 de marzo recaló en la ciudad una tartana, un pequeño velero que venía de Grecia cargado de tejidos. Las autoridades del puerto quisieron saber cuántos marineros llevaba a bordo y el capitán dijo que doce, pero tras el recuento resultaron ser once. El responsable del puerto preguntó la razón y el capitán respondió que uno de los marineros había muerto durante el viaje por una enfermedad cardíaca. Los demás se encontraban bien y todo estaba en orden. Pero los guardias del lugar no se dejaron convencer y pusieron a los marineros en cuarentena: una palabra que hoy nos resulta muy familiar, que deriva precisamente de esta práctica de aislar durante cuarenta días los barcos y a sus tripulantes para prevenir el contagio de posibles enfermedades. Dos días después, el capitán del navío enfermó y murió. Sobre el cuerpo se encontraron las marcas que deja la peste. Llegados a ese punto, la embarcación fue puesta bajo secuestro con todo lo que había dentro. Mientras, otros marineros enfermaron. Y aunque habían sido mantenidos en cuarentena, el contagio se propagó fuera de las paredes del lazareto, no se sabe cómo, y algún tiempo después empezaron a enfermar los habitantes de Messina.

    En pocas semanas se produjo una hecatombe, por más que las autoridades fueran severísimas en su intento de frenar la epidemia. La gente escapaba y se refugiaba en el campo, y así la enfermedad se expandía por la isla, aunque en el resto de las ciudades se manifestó de una forma más leve y causó pocas muertes.

    En Marianna no hablé de este episodio porque me parecía fuera de lugar. Pero no se me fue de la cabeza y lo recuerdo desde entonces. Y cuando mi amigo Vincenzo Drago, de Bagheria, me pidió un texto para su pequeña editorial, decidí escribir una historia con el telón de fondo de aquella epidemia de peste. Una historia de amor, porque en aquella época yo estaba viviendo una complicada situación sentimental.

    La narración fue publicada en 2006 con el título Un sonno senza sogni. Era un librito diminuto, adornado con dibujos de varios pintores, como Lucio del Pezzo, Giosetta Fioroni, Fausto Gilberti, Lucia Pescador, Concetto Pozzatti y Tino Stefanoni.

    El editor y periodista de Bagheria Vincenzo Drago era una persona exquisita. Uno de esos sicilianos que honran a la isla. Un hombre honesto y amable que siempre combatió contra la mafia y los asuntos sucios de nuestra hermosa Bagheria. Por eso, cuando me pidió que escribiera una historia para él, lo hice de mil amores.

    Han pasado muchos años desde aquel día. Vincenzo murió, por desgracia. Y yo no volví a pensar en la historia de las dos mujeres enamoradas del mismo hombre.

    Este año, en febrero, estaba en Sicilia para asistir a unos encuentros en varias escuelas. Volví a ver Bagheria, Casteldaccia, Messina. Y cuando oí hablar de la extraña enfermedad que estaba causando estragos en China, volví a pensar en aquella historia, en aquella peste lejana, pero a la vez cercana, porque era el momento de recordar.

    A continuación, leyendo que en Milán habían comenzado a darse casos de contagio y que la gente moría de una atroz pulmonía, recuperé el texto y empecé a trabajar en él. Mientras tanto, el número de enfermos crecía en todo el mundo y se comenzaba a hablar de pandemia. Las similitudes con la epidemia de peste en Messina me vinieron a la mente, precisas y claras en las descripciones de los historiadores sicilianos.

    Naturalmente, las diferencias son muchas: en aquel entonces no se conocían los virus como ahora y se creía que la peste nacía del aire insalubre y de las aguas estancadas, pero los remedios eran los mismos: aislamiento de los enfermos, prender fuego a todo lo que pudiera propagar el contagio, prohibir las aglomeraciones de cualquier tipo. Una vez se supo que aquella era la tartana que había traído la peste a Messina, la quemaron en la playa. Incluso la obsesión por encontrar un culpable se repite con el tiempo, a pesar de

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