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Los Graffitis del Diablo
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Libro electrónico133 páginas2 horas

Los Graffitis del Diablo

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¿Tiene lìmites la maldad humana? La historia ha demostrado que no. Un bebè nace sin ella ¿en què momento nos torcemos y nos inclinamos hacia el mal? Cada quien sabrà la respuesta a esta pregunta en su caso particular. Lo cierto es que es tarea difìcil combatir el mal con bien, sino con el mismo mal, no paraece haber mas remedio. Al final de la lectura puedes autocalificarte ¿eres malo o eres bueno?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 mar 2023
ISBN9798215872390
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    Los Graffitis del Diablo - ENRIQUE VEGA LEON

    Omar Roca tenía ocho años de estar viviendo frente al mar, su apartamento quedaba en el tercer piso de un edificio construido a mediados del siglo pasado. Cuando su oficio se lo permitía podía contemplar los atardeceres, el cielo se teñía de rojos espectaculares, circundados por nubes color índigo, que, inevitablemente lo llevaban a recordar a los versos de Neruda y a la referencia que el poeta hacía a la ciudad de Valparaíso, ciudad chilena que según el poeta, era en donde se daban los ocasos mas espectaculares que hubiera visto jamás. 

    Tenía treinta y cuatro años de edad y diecisiete de estar viviendo en esta ciudad.  A pesar de su buen sueldo, de vivir con comodidad y de estar ejerciendo un oficio que lo tenía satisfecho, no se sentía  realizado. Después de tantos años sentía que aun no había logrado nada y que por el contrario había mucho más por conseguir ahora que al principio. Hubiera querido regresar el tiempo y revisar el punto donde su inspiración permanente hacia la vida se convirtió en rutina, en método diario. Era inspector judicial, adscrito a la unidad de criminalística. Era un trabajo detonante, oscuro, misterioso e insensato. Él mismo pensaba que solo un loco podía meterse a esto, examinar cadáveres, cuerpos mutilados, sangre. No concebía en que coordenada se habían encontrado  su forma de ser y este oficio. Su trabajo comenzaba donde terminaba el del asesino, alguien tenia que morir para empezar su labor, y era ahí donde algo andaba mal, él, profundamente humano y sensible, se afectaba por la muerte de alguien, pensaba en su familia, en sus amigos, y en cada caso siempre reflexionaba acerca de que

    ––––––––

    situación había llevado a la víctima allí. Sin embargo era gratificante encontrar  al culpable y sentirse útil y no un simple espectador privilegiado y morboso ante un hecho que atrae y despierta curiosidad: la muerte. Develar un crimen, encontrar un culpable, le permitía pavonearse internamente, sin embargo era un júbilo que no podía celebrarse abiertamente y que de manera inevitable lo ponía al frente del afectado y darle la trágica y dolorosa noticia, por ejemplo: Señora.............lamento mucho decirle que encontramos a su esposo, tenía seis disparos en la cabeza . Luego venía el llanto, la explosión de dolor, la naturaleza de las emociones repetidas una y otra vez frente a él, aun con los más duros de carácter, con los mas resignados, sentía tanta pena por la gente que enfrentaba,  que a veces el también necesitaba ser consolado.

    Entre su apartamento y el mar mediaba una calle angosta, diseñada en tiempos de la colonia, especialmente para que pasaran los coches tirados por caballos, luego un tramo de acera y luego las murallas construidas por los españoles cuatrocientos años atrás, para proteger la ciudad del acoso de los piratas, más allá una avenida moderna, luego los espolones que recibían el beso y salpicante y ofensivo del mar. Vivía solo, estuvo casado por dos años en un tiempo en que no recordaba si en realidad lo había vivido o lo había desperdiciado al lado de una mujer por la que nunca sintió un verdadero afecto, un buen día  -para él- su mujer se fue con otro hombre que nunca supo quien era, pero que siempre lamentó no haberle  dado las gracias. En adelante encontró una  liviana alegría proporcionadas por  amores furtivos, motivado más que todo por un poco de compañía, por calmar sus urgencias varoniles, pero era perfecto para él que no quería compromisos. Su relación mas seria, a pesar de las circunstancias, fue con Lena

    ––––––––

    Luxury, mujer casada,  con dos hijos,  vivieron tres años de amores intensos, clandestinos, apasionados, gratificantes. En el trabajo, Omar parecía ser su legítimo

    Esposo, pero esa relación llegó al límite una noche de tragos de Omar. La llamó casi a medianoche a su casa, sin importar que pudiera decir su marido, ella contestó.  Se me arrebató el amor por ti – le dijo- vámonos, déjalo y vente conmigo, desde esta noche. Su voz sonaba urgida, resuelta, no le preguntaba si quería irse con el,  se lo ordenaba, su marido dormía con la boca abierta, ella colgó sin responderle, rogando que no despertara, desconectó el teléfono, buscó su bolso y apagó el celular por si acaso insistía. La respuesta se la dio  al día siguiente, no solo le dijo que no sino que también le propuso terminar todo aquello, hablaban a intervalos, en medio del trabajo, por momentos llamaban la atención de sus compañeros de oficina, luego bajaban la voz, el le rogaba, ella no daba su brazo a torcer, fue una batalla que siguió de largo hasta la hora del almuerzo y que parecía  extenderse mas allá, hasta que una llamada para Omar sobre un nuevo caso lo mantuvo ocupado varios días, cuando quiso volver a tocar el tema encontró una mujer tan fría, tan dura, tan resuelta en su decisión, que ahora no entendía como en su momento aceptó tener una relación con el. Sin duda, ahora podía asegurar, pese a todo, que Lena Luxury era la mujer mas seria que había conocido en su vida.  Se acabaron los almuerzos de trabajo, las conferencias nocturnas, los seminarios en ciudades cercanas, las fiestas de integración, que mantenían a Lena Luxury alejada de casa, su marido lo notó. Es que tenemos un nuevo jefe en la sección y a el no le gustan esas cosas, es muy amargado y dice que todo eso es un pretexto para perder el tiempo y no trabajar. Lena se sintió cercada por el peligro y un mes después decidió

    ––––––––

    renunciar al trabajo, su esposo ganaba muy bien para mantener el hogar y ella prefirió cortar por lo sano y no ser la causa que acabara con el matrimonio.

    Omar no volvió a buscarla y dos años mas tarde la encontró un mediodía, por casualidad, almorzaron juntos y para su sorpresa Lena le contó que ya no vivía con su marido, tenían siete meses de estar separados. ¿Causa?  Infidelidad, yo misma los vi salir de un motel una tarde. Nunca lo hubiera imaginado. Una amiga me había prevenido, yo no quería creerle, ese día lo seguí en un taxi, el iba en su carro y recogió a alguien varias cuadras mas abajo, mi incredulidad estaba a punto de recibir doble sorpresa, los vi llegar a aquel sitio, luego hice lo que acostumbran a hacer los hombres engañados: atravesé a un bar de enfrente y me tomé unas cuantas cervezas, esperando a que salieran, lo hicieron dos horas mas tarde y yo aún no podía creerlo Omar, si bien yo no sentía un amor muy grande por el, eso me dolió tanto.......que......si alguna vez le tuve lástima, ahora sentía una rabia intensa, asesina, tenía ganas de matarlo, olvidándome que yo lo engañé primero, yo sentía que su engaño era vulgar y asqueroso.....uuuff....-suspiraba con rabia-.

    Hubo un breve silencio, hasta que Omar preguntó: ¿Y con quién te engañó?

    Lena clavó la mirada en el vaso con agua que estaba a punto de beberse, se tomó

    dos grandes tragos y le devolvió a Omar la mirada con una respuesta inesperada:

    Con su mejor amigo – contestó- relajando su cuerpo y mirando hacia otra parte,

    como cansada, vencida por la confesión. Omar mostró su cara de sorpresa, pero no comentó nada, cualquier palabra,  cualquier opinión podía parecer pueril, vacía, además pensaba que el dolor no podía comentarse, solo lo sufría la persona en silencio y más

    ––––––––

    nada. Miró con atención el rostro de aquella mujer que tanto quiso una vez y que ahora

    razonable o instintivamente huía de su mirada que pudiera parecerle ofensiva, inquisidora. Omar miró hacia los grandes ventanales del restaurante y le preguntó: Lena Luxury ¿Por qué ese nombre?. Ella sonrió, agradeciendo su intención por cambiar de tema, le contestó: Lena por una tía, y Luxury por que a mi papá le gustaba el sonido de esa x en medio de las dos u.

    -Como quien dice Leona Lujuriosa

    Lena rió avergonzada, Omar pidió la cuenta al mesero, sonriendo aun complacido, como celebrando un triunfo, salieron, eran casi las dos de la tarde. Las secretarias, los oficinistas, los mensajeros, los abogados, los doctores cruzaban la calle, regresaban presurosos a sus sitios de trabajo,  los empleados eran tragados por la puerta de los

    ascensores de los edificios. Comenzaba un nuevo día, por la tarde, un policía de tránsito sonó su pito. Omar dijo: comienza el segundo tiempo.

    Era sábado, cinco y media de la tarde. Años atrás Omar había dejado el vicio del cigarrillo, sin embargo pensó que si tuviera uno en la mano uno este sería el momento justo para lanzar al aire la primera bocanada. Estaba intranquilo, intrigado; los cadáveres, las escenas sangrientas habían dejado de impresionarlo profundamente, pero este último caso no se trataba de emociones o impresiones, era algo que tocaba directamente sus afectos, sus recuerdos. Una pregunta rondaba su cabeza: ¿Que hacía aquel muchacho en la casa-finca del Viejo Lugo, descalzo, con el torso desnudo, a la medianoche del primer viernes de diciembre?

    En el informe del levantamiento del cadáver se describió a la víctima como un individuo moreno, uno setenta de estatura aproximadamente, bigote y barba escaso,  cabello negro, ensortijado, una edad calculada entre los veinticuatro y veintiséis años, con seis tatuajes en el cuerpo y un balazo en la frente con orificio de salida por el parietal derecho. En su hombro derecho tenía tatuada un águila, en el antebrazo del mismo lado, un corazón atravesado por una flecha, en el pecho, por encima de la tetilla derecha, una calavera con una serpiente saliendo por la órbita del ojo izquierdo; en el muslo derecho la cara del ratón Mickey, en el antebrazo izquierdo tenía tatuado el Yin-Yan, con bordes intercalados en negro y rojo. En el hombro izquierdo, el motivo de su inquietud, que lo llevaba a descubrir por medio una fuerte intuición, la identidad de aquel muchacho, era un nombre de mujer tatuado en letras rojas con bordes azules, y no parecía que el cuerpo de aquel hombre perteneciera a aquella mujer, sino al contrario,  que la mujer le perteneciera a él, muerta dos años antes, ( si era quien pensaba) quizá agobiada por sus andanzas y  su mal comportamiento, escandalizada por los primeros 

    Tatuajes que germinaron en su piel como producto de su mala conducta. Me los hizo el Diablo –le dijo una vez- . No me mire así, Vieja, ¿ no me cree?. Ese fue un día que subí allá, a la loma, al rancho

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