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Sigo Yo...
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Libro electrónico93 páginas1 hora

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Gil y Tessy habían planeado un futuro perfecto en la ciudad para sus hermosas hijas: Carol, Luna y Crismary; pero un terrible accidente cambiaría por completo la vida de las chicas. La Nana Susan, viéndose desvalida y con tres niñas, aceptó la ayuda de Mateo y Julia, dos seres perversos que harán de sus vidas un verdadero tormento. Secuestradas y sin salida, ven pasar lentamente los días. Al morir Susan, las chicas quedaron desprotegidas y una a una, sus cuerpos virginales son terriblemente abusados. Idear un plan para escapar de ahí, es su única salida, pero sin conocer a nadie, les espera fuera de esa casona la misma pobreza y acoso.

Lucifer sediento de almas necesitadas ideó un buen plan para apoderarse de las chicas, usando como instrumento un libro mágico.

Carol, Luna y Crismary una a una preguntaron: “¿Sigo Yo?”.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 feb 2019
ISBN9781643340371
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    Sigo Yo... - Mona Santillan

    cover.jpg

    Sigo Yo...

    Mona Santillan

    Derechos de autor © 2019 Mona Santillán

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Nueva York, NY

    Primera publicación original de Page Publishing, Inc. 2018

    ISBN 978-1-64334-036-4 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-037-1 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Capítulo 1

    Carol, Luna y Crismary, eran tres lindas hermanas; vivían felices al lado de sus padres Gil y Tessy y la Nana Susan, que las adoraba.

    Un buen día su padre les dijo: Niñas, vengan por favor, su madre y yo platicamos y estuvimos de acuerdo en irnos a vivir a la ciudad, aquí no tendrán un buen futuro, tú mi hermosa hija Carol tendrás que entrar a la primaria y luego seguirá Luna y por último mi chiquita Crismary, tendrán que ser unas profesionales y aquí en este triste rancho, no hay escuelas. Se pusieron felices, aunque eran muy pequeñas todavía, tenían ganas de conocer la ciudad.

    Vendieron todos sus vienes que tenían y emprendieron el viaje, la Nana Susan los acompañó, pues no tenía familia, desde que nació la primer niña, se quedó a vivir a lado de ellos. Adora a las niñas como si fueran sus hijas.

    Durante el camino, fueron acampando, pues era largo el viaje, las niñas estaban felices, conociendo nuevas aventuras. No contaban con las inclemencias del tiempo, una noche obscura y fría, al estar dormidos en sus tiendas de campaña, empezó a caer una gran tormenta, acompañada de fuertes vientos, eran tan fuertes que arrancó la tienda de campaña de las niñas y su Nana, estas asustadas, no paraban de llorar, todos empapados, subieron a la camioneta, la Nana les puso ropa seca y les dio unas frazadas para mitigar el frío. Tuvieron que salir de ahí, pues la lluvia ya estaba inundando el lugar. No habían avanzado mucho, pues la intensa lluvia y la oscura noche hacían difícil avanzar, cuando de repente, un animal se estrelló en el parabrisas descontrolando a Gil, en un instante se fueron cuesta abajo en una ladera, pero al chocar contra unas enormes piedras, la camioneta dio inevitablemente una vuelta y se estrellaron contra un árbol. Fue un tremendo caos. Durante algunos minutos, después del tremendo impacto, no se escuchó absolutamente nada. La primera en reaccionar fue la Nana, miró para todos lados, revisó a las niñas, tenían algunos rasguños, pero a su punto de vista estaban bien, se extrañó muchísimo, podía mirar cómo las niñas lloraban, pero no las podía escuchar. Cómo pudo, quebró un vidrio de la ventana que ya estaba un poco cuarteado, para poder salir, pues la puerta estaba atorada. Sacó una por una a las niñas, por último a los señores, pero lamentablemente ellos estaban muertos.

    La Nana se pegaba a los lados de su cabeza, pues no podía escuchar, se había quedado sorda por el fuerte golpe que recibió en la cabeza.

    La lluvia incesante y el fuerte viento, no le permitía ver casi nada. No podían ir a ningún lado, de nuevo se metió a la camioneta y sacó unas mantas y hules y como pudo, cubrió y resguardo a las niñas. Las abrazó y así pasaron juntas el resto de la noche. Poco a poco la lluvia cesó. Al despuntar el alba, todas tiritaban por el frio, Crismary tosía, Susan la miraba, pero no podía hacer nada, en ese momento no recordaba que había medicamentos en alguna bolsa o valija, todo estaba esparcido en el lugar. Los primeros rayos del sol salieron y pudieron ver ese cuadro triste y desolador. Los señores Gil y Tessy estaban ahí, uno al lado del otro, muertos, las niñas corrieron a abrazarlos, Susan permitió que desahogaran toda su tristeza. Buscó una herramienta para poder cavar dos tumbas, las niñas ayudaron y al terminar, pusieron los cuerpos y al estarlos cubriendo con la tierra, lloraron de nuevo desconsoladas. Susan escuchó un fuerte zumbido, puso sus manos en sus oídos, cayó de rodillas y apretó sus dientes tan fuertes, que creía se quebrarían en mil pedazos, pero evitó gritar, las niñas la abrazaban y preguntaban: ¿Te sientes bien?, así estuvo por algunos minutos, bajó sus manos y poco a poco volvió a escuchar, qué alivió sentía, preguntó a cada niña si estaban bien, les dijo: Terminemos de cubrir bien a sus padres. Susan rezó con esmero una oración, las niñas con sus manitas unidas pedían a Papá Dios que los cuidara, para que cuando ellas estuvieran listas, ir con ellos.

    Susan recogió un poco de ropa y la acomodó en dos maletas, le dio una a Carol y otra ella, tomó a Crismary en sus brazos y les dijo: Niñas, tenemos que salir de aquí.

    Subieron la ladera para tomar el camino, pero al subir ni idea tenía Susan para dónde empezar a caminar. Se santiguó y emprendió el camino, Crismary se durmió en su brazo, Carol y Luna caminaban muy despacio. Por algunas horas, a pasos lento avanzaron, pero Luna empezó a sollozar, Nana tengo hambre y ya me cansé. Crismary tenía fiebre y Carol en silencio estaba, Susan sentía un terrible dolor de cabeza, cuando sintió que Carol jaló de su vestido, Nana, ¿Ves ahí?, señalando el camino, Susan no alcanzaba a mirar nada. ¿Qué ves, mi niña?, Nana, viene una camioneta, se quedaron paradas y hasta donde estaban ellas, llegó la camioneta que Carol miraba, se detuvo y de ella bajaron Julia y su esposo Mateo, los dos con aspecto desaliñado y olían horrible. Con voz gruesa preguntó Mateo: ¿Qué les pasó?, las niñas se escondieron tras de Susan asustadas, Susan contestó: Anoche tuvimos un accidente. ¿Ustedes nos podrían ayudar? vamos para la ciudad. ¿La ciudad?, dijo Julia, Eso queda cómo a 5 o 6 días de camino. Mejor las llevaré a mi casa y cuando tengamos una ida pa’ la ciudad, las llevamos. Qué niñas tan chulas tiene. Si, están hermosas mis hijas".

    Nana, le decía Carol en voz bajita, Nana, por favor sigamos caminando me dan miedo esos señores.

    Julia se acercó un poco más y le dijo: No tengas miedo, niña, no te vamos a hacer nada mi viejo y yo, somos re buenas gente. Suban, a la troca una comida caliente nos prepararemos y habrá un techo para ustedes, Luna dijo: Vamos Nana, yo ya estoy cansada, Ya ven, esta chiquita si sabe lo que necesitan; suban a la troca pues".

    Se subieron y rumbo a la casa de ellos, se dirigieron. Un camino largo y medio, reburujado estaba. Tardaron algunas horas en llegar, un gran portón con una inmensa cadena y un enorme candado resguardaba aquello que parecía una gran fortaleza.

    Pasen, esta es nuestra casa. Se sentía un ambiente medio extraño, pero no tenía otra mejor opción más que pasar; bueno, pues prometieron llevarlas a la ciudad en una oportunidad que tuvieran.

    Cocina algo para comer, ya me muero de hambre, dijo Mateo, Escuchaste mujer, vete pa’ la cocina, ah y lleva esa caja con víveres que trajimos. Espero que el conejo todavía sirva pa’ que lo prepares, le dijo Julia a Susan, Está bien señora, sólo dígame donde está la cocina, Vete ahí derecho y la verás. Susan les dijo a las niñas: Vamos y fueron a la cocina, Susan era muy hábil para todo. Sentó a Crismary y le dijo: Mi niña, te prepararé una sopita y la fiebre desaparecerá.

    Crismary le sonrió, Susan buscó estufa, pero sólo miró un viejo comal, Niñas, vamos a juntar leña para prender el comal, cargó de nuevo a Crismary en brazos, no se quería separar de ninguna de sus niñas, a través de una ventana, Julia y Mateo las miraban. Mateo decía: ¿De qué nos pueden servir una vieja y tres niñas?, ;Mira, por lo pronto nos harán de tragar pa’ ti y pa’ mi, le contestó Julia.

    Susan y las niñas

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