Zayland
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Zayland ofrece al lector una nueva perspectiva fresca y emocional de fábula y ciencia ficción donde la convivencia, habilidades, unión y apoyo entre diferentes especies y géneros es fundamental para mantener una civilización y estilo de vida.
Llena de acción, drama, esperanza, miedos y amor, exponiendo nuevos personajes ya que en la actualidad los personajes de ficción son muy repetitivos.
Zayland te mantendrá en una ola de emociones y éxtasis.
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Zayland - Obed A. Osorio Sánchez
Zayland
Obed Osorio
Derechos de autor © 2020 Obed A. Osorio Sánchez
Todos los derechos reservados
Primera Edición
PAGE PUBLISHING, INC.
Conneaut Lake, PA
Primera publicación original de Page Publishing 2020
ISBN 978-1-64334-294-8 (Versión Impresa)
ISBN 978-1-64334-295-5 (Versión electrónica)
Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Table of Contents
Chapter 1
Chapter 2
Cuenta la historia que hace muchos siglos antes que en este planeta existieran continentes, antes que existieran países, fronteras y economías, existía una gran Isla, muy grande y extensa; frente a la isla, otra Isla pequeña de rocas y todo lo demás era agua.
Cuando el ser humano comenzó su evolución y despertó de su letargo, no existían guerras, el aire era puro, el agua más clara que la luna, los ríos extensos y caudalosos, las montañas llenas de vegetación coloreaban el paisaje con sus tonos verdes, rojos, y amarillos, unas flores color plata y oro que le daban un brillo encantador al paisaje que con el sol y la luna todas las mañanas y atardeceres se fundían en uno y aparecían auroras boreales que destellaban con el color plata y oro, un rojizo y amarillento, amanecer o atardecer.
Los habitantes eran gente pacífica, muy noble y vegetarianos. Existían tres clases de habitantes: humanos, animales y otros que eran mitad humanos y mitad animales. Los humanos no atacaban a los animales y los animales no atacaban humanos, todos vivían en paz y armonía, todos trabajaban y aportaban ayuda a los más viejos, todos vivían en el mismo continente al que llamaban: Zayland
.
Zayland se formaba de varios pueblos, cada uno de ellos con diferentes funciones, todos eran pacíficos, ya que no existía la codicia, no existían envidias ni peleas por poder o ambición, aunque eso estaba a punto de cambiar. Para mantener ese estilo de vida tan bello, existían dos linajes a los cuales la gran madre, hija del Sol y de la luna, les había otorgado poder, fuerza y liderazgo para mantener la evolución en equilibrio.
Los dos linajes eran muy fuertes y tenían poderes especiales, pero solo uno de ellos podía tomar decisión en caso de un desacuerdo. Tenían un poder muy fuerte que daba vida, pero también la quitaba; era un poder que requería gran sabiduría para tenerlo y guardarlo bajo control. Era la misma fuente de energía del sol y la luna, la gran madre cedía y turnaba este poder cada 100 años para balancear la justicia y la avaricia, cada linaje tenía un líder, uno vivía en el mar y se llamaba Riodas
, 40 por ciento humano, 40 por ciento tiburón y 20 por ciento cocodrilo, sus piernas y torso eran de humano y sus piernas se podían unir y formar una sola aleta de tiburón, su espalda tenía piel gruesa y áspera de cocodrilo, era muy gruesa y blindada para cualquier ataque, tenía una gran cola de mantarraya que lanzaba dardos de erizo venenosos.
El otro vivía en la tierra y era el que estaba a cargo del gran poder, un hombre respetado, admirado y muy querido por su nobleza, sabiduría, paciencia y bondad.
Él estaba a cargo del estilo de vida actual y había logrado formar una nueva y próspera civilización en auge positivo con la unión de todos los pueblos vecinos, a él lo llamaban: Seguileon
. En Zayland la vida era placentera, sus calles empedradas y las casas multicolor, todas con tejas en el techo.
La gente caminaba todo el día para llegar a su destino, el único transporte que existía eran carretas jaladas por bueyes que se utilizaban para acarrear materiales, agua o la cosecha que daba la tierra, la gente era muy servicial, todos se conocían y todos se apoyaban, tenían un mercado en medio del pueblo con el cual podían subsistir. Al lado del mercado, una gran iglesia muy blanca y muy alta con una gran campana de bronce, del otro lado del mercado, una plaza en forma circular con un kiosco en medio y muchas bancas blancas con jardines donde la gente solía pasear y platicar todas las tardes, también tenían un centro de baile porque eran gente muy alegre, disfrutaban mucho bailar y sonreír.
También era un pueblo con muchas tradiciones que enseñaban a jóvenes y niños, generación tras generación. Los fines de semana solían bañarse en el río y jugar entre familias, la armonía y la paz se podían respirar y palpar en el aire, aunque una amenaza latente siempre los hacía voltear hacia el mar.
Seguileon vivía en la montaña más alta de todas, era de color rojizo, amarillo, plata y oro, tenía una vegetación muy densa y primaveral, llena de flores y árboles frente al mar, desde ahí vigilaba todo el día. Él tenía la habilidad de convertirse en águila y descender desde las montañas para planear y vigilar.
Su vista era telescópica, muy fuerte y penetrante, sus patas muy grandes, fuertes y gruesas, sus pezuñas eran de platino y cortaban a la misma piedra, sus alas muy largas y gruesas, de una sola aleteada podía avanzar a la velocidad de un tren desbocado, ya que tenía la velocidad, doblaba sus alas hacia atrás y se lanzaba como proyectil amenazante con su pico de diamante que destrozaba y cortaba todo lo que existiera a su paso. Pero él solo vigilaba, tenía muchos años, casi un siglo que no peleaba.
A la luz de la fogata, los viejos y sabios de Zayland estaban reunidos, la luz de la fogata daba un cierto resplandor que acentuaban las arrugas en sus caras, entre asombro y carcajadas recordaban la última batalla de Seguileon, una pelea feroz que duró tres días y que no fue como humano ni como águila, sino como león, aunque termino como águila; pues como su nombre lo dice, él era señor, águila y león, muy querido y respetado por todos los habitantes del pequeño continente. Héctor, un niño que escuchaba la historia fascinado, preguntó con desespero:
¿Por qué fue la pelea? Y, ¿cuándo fue?
. El más viejo de los sabios contestó con voz muy pausada: Fue hace 99 años, casi un siglo ya, fue una pelea feroz con Riodas, los dos eran muy jóvenes y fuertes
.
Un año atrás, la gran madre de todos nosotros, hija del sol y la luna, descendió de las estrellas para hacer el cambio de poder y se lo entregó a la familia de Seguileon, él, como el primogénito de su familia, asumió la responsabilidad de guardar el gran poder, pero Riodas, primogénito del otro linaje, no quedó contento, pues él esperaba que el gran poder que su padre guardó durante 100 años lo heredara él como su primogénito y lo exigía, pero el cambio de poder se efectuó como siempre.
Riodas quiso convencer a la gran madre, pero fue inútil y ella al ver la avaricia y envidia dibujado en su rostro, le explicó que era la ley y costumbre que cada 100 años turnaban el poder los dos linajes, siempre y cuando no se amenazara el estilo de vida creado por su antecesor. Riodas no quedó convencido y pidió ver el libro de leyes escrito por el mismo sol y la luna, como es un sucesor del linaje, tenía derecho a verlo, la gran madre le entregó una pequeña caja de madera muy blanca de la cual salía un destello plateado y le dijo:
Este es un pase real para ver el libro de leyes, no abras la caja hasta haber llegado al centro de la tierra, si la abres antes, se desvanecerá, pero con el calor del núcleo del centro de la tierra se formará tu pase
.
Y viajó hasta el fondo mismo de la tierra, donde se encontraba custodiado por dos feroces dragones, uno de ellos entrado en la adultez, de color negro niquelado, ojos rojos, nariz muy ancha y unas crestas en cada mejilla que parecía que tuviera barba y tenía la capacidad de cambiar de color según se requiriera, podía camuflajear su piel para desaparecer cazar o pelear.
Este dragón se llamaba Joriaz, siempre estaba de muy mal humor, el padre de Riodas lo dejó como vigilante del libro como castigo por haber quebrantado una ley, pues atacó a un humano (un viejo guerrero retirado que había entregado su alma al padre sol y la madre luna y hacía de sacerdote de nombre Jacobo), también sembraba la discordia entre los animales, lo cual causó división de los zorros, hienas, coyotes y lobos de los demás animales.
El otro dragón era uno más joven, muy noble y fuerte, se llamaba Noé. Al contrario de Joriaz, de color rojizo, ojos amarillos, sin crestas en las mejillas y con las mismas cualidades de los dragones, Noé era fiel amigo de Seguileon y fue el padre de Seguileon quién lo dejó ahí para vigilar a Joriaz porque siempre tenía que haber dos vigilantes del Gran libro de leyes, uno por cada linaje.