Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Entresijos de un recuerdo olvidado
Entresijos de un recuerdo olvidado
Entresijos de un recuerdo olvidado
Libro electrónico469 páginas6 horas

Entresijos de un recuerdo olvidado

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Imagina navegar por sueños ajenos…

Danae es una mujer de 35 años que se encuentra en el momento más oscuro de su vida cuando, al introducirse, sin saber cómo, en el sueño de otra persona, empieza una aventura en la que descubrirá de dónde viene y quién es realmente.
Teniendo que liderar una lucha interna y externa contra su peor y mejor enemigo.

¿Te atreverías a viajar a tus vidas pasadas?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 oct 2022
ISBN9788411443272
Entresijos de un recuerdo olvidado

Relacionado con Entresijos de un recuerdo olvidado

Libros electrónicos relacionados

Thrillers para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Entresijos de un recuerdo olvidado

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Entresijos de un recuerdo olvidado - Carolina González Lorenzo

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Carolina González Lorenzo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Christian Granero Andrés

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1144-327-2

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A ellos, que me dieron la vida, cuidaron y mimaron.

    A ella, que llegó para ser mi fortaleza, mis risas, el respaldo de protección que necesitaría a lo largo de los años.

    A ti, que llegaste para ser el gran amor de mi vida, para mostrarme un amor inmensurable, para ser la luz de nuestras almas.

    Prólogo

    2035, un lugar lejano y cercano

    Camino despacio hacia mi lugar favorito, necesito resguardarme del miedo que me acecha constantemente. Son las dos de la tarde y el sol resplandece, es perfecto, me da tanta paz, que me llena de vida. Este paseo… mi pueblo, hacen que luche cada día por querer seguir viva. De hecho, me fascina caminar por estas calles enrevesadas y sus cuestas. No entiendo por qué, pero me gusta observar cada puerta y el número que le pertenece, en especial la número siete. Algunas están decoradas con cortinas hechas a mano, otras simplemente te asombran con preciosas enredaderas de flor de jazmín o campanilla. Son casas humildes, pareciera que te invitan a entrar y sabes que si lo haces serás bien recibido. Me gusta imaginar quién habrá vivido ahí en el pasado, qué vidas habrán tenido y cómo habrán sobrevivido, quizás hayan superado guerras o desatado pasiones, no lo sé. Puede que en estas casas vivan ahora los descendientes de las personas que imagino.

    Aquí respiro y puedo sentirme libre, por eso vengo de vez en cuando.

    Hoy es un día especial, es la primera vez este año que veré las amapolas alrededor de este peculiar pueblo, hace mucho que no las veo. Bajo por una gran cuesta y ahí está: mi precioso banco, mi refugio. Desde el banco puedo ver frente a mí el eterno campo de amapolas rojas que se extiende hasta donde me alcanza la vista y a mi izquierda, en la parte más alta del pueblo, se levanta una iglesia sencilla y antigua, pero encantadora, que ostenta una única torre en la que se halla el campanario, ocho mini campanitas asoman por las ventanas de la cúpula, creando una suave melodía al son de los frondosos abetos que cantan movidos por el viento, alrededor de la iglesia. Sé que en cuanto me siente en él, aparecerá como siempre, así que, me siento para esperar su llegada y pocos segundos después le veo volar majestuosamente hacia la rojiza cúpula, repliega sus inmensas alas de águila real y parece que se sienta con el fin de observarme y hacerme compañía. He buscado innumerables ocasiones este tipo de águila en internet, pero no he encontrado ninguna que tenga una mancha blanca en la parte superior de la cabeza, no soy una experta en aves, quizás no sea un águila, sea como fuere he decidido llamarle Manchita. Siempre que estoy aquí junto a Manchita, dedico estos instantes para pensar en mi vida, sin embargo, hoy necesito no pensar en nada, así que, pondré mi mente en blanco y respiraré profundamente para sentir la brisa que acaricia mi cara. Mientras medito, observo que el cielo está especialmente azul, como a mí me gusta, eso me hace feliz. Hay pocas cosas ya que me hacen feliz, por lo tanto, cuando encuentro una, la disfruto e intento grabarla en mi mente para recordarla siempre. Otra de las cosas que disfruto, de vez en cuando, es de fumarme un cigarrillo, saco mi paquete del bolsillo y enciendo uno rápidamente. Le doy una calada y sonrío por primera vez en días.

    De pronto, escucho un ruido, como si pisaran una hoja. Me asusto un poco porque nunca he visto a nadie en este pueblo. Y sin poder creérmelo aparece un chico joven por mi derecha. En cuanto lo veo, mi corazón se congela, no entiendo qué me pasa pero una extraña energía recorre mi cuerpo.

    —Hola, chica —me saluda con una mirada inquietante.

    —Hola, chico —respondo educadamente.

    —¿Ahora fumas? —Me sorprende su pregunta.

    —Sí, me tranquiliza. —Estoy triste y creo que lo nota.

    —¿Puedo sentarme un rato contigo?

    —Sí, claro. —Lo miro de reojo, percibiendo una madurez inalcanzable, a pesar de ser más joven que yo.

    La verdad es que me gusta estar sola, pero hay algo en él que no me deja decirle que no. Algo que no puedo explicar. Es una tontería, pero cuando se ha sentado a mi lado me he sentido protegida, por lo que, para ser amable, le ofrezco un cigarrillo, aunque niega con la cabeza, indicándome que no lo quiere.

    —Tranquila, dentro de poco tú tampoco volverás a encender un cigarrillo. —Le miro sin pestañear.

    Los hombres me asustan, pero él es distinto. Es la primera vez que le veo, ¿o no?, estoy empezando a marearme un poco y este encuentro no me permite disfrutar de mi momento de paz. Por otro lado, me siento tan bien en su compañía… Decido que quiero estar bien y que debo aprovechar lo que me transmite para encontrarme mejor. Vuelvo a respirar profundamente, buscando de nuevo esa ansiada paz. De vez en cuando le miro, parece que también quiere descansar. Es muy atractivo, alto, bien esculpido, rondará los veinticinco años y su pelo largo es rubio con reflejos rojizos. Cada vez que me mira me invade una corriente de escalofríos por todo mi cuerpo, definitivamente es su mirada lo que me intriga.

    No hablamos, solo nos hacemos compañía. Pasado un tiempo se me ocurre una última pregunta:

    —¿A qué has venido?

    —He venido a salvarte, Danae.

    Me asombra su respuesta y quiero decir algo, pero el ambiente se torna nubiloso, él y todo a mi alrededor empieza a desvanecerse. De repente, un tortazo profundo en mi mejilla me saca de mi ensoñación.

    Carolina y Sandra González Lorenzo

    Capítulo 1

    El Mareny, 3 años antes

    Intento recordar, como muchas otras veces, cómo he podido llegar a este punto. Hace tres años era tan feliz…

    Espero que mi maleta salga por la cinta. Siempre me pone muy nerviosa este momento cuando viajo en avión. No me gustaría nada perderla.

    —¡Mamá!, estoy aquí —intento llamar a mi madre varias veces, pero por mucho que levanto la voz no me oye, esto me provoca una pequeña risa de desesperación, ya que, tengo muchas ganas de abrazarla y parece que nunca llega el momento.

    —¡Danae!, no te rías de tu madre. —Por fin me ve y me abraza con amor acumulado—. ¿Cómo estás, cariño mío?

    —Muy bien, mamá. —Aún no quiero contárselo—. ¿Cómo estás tú?, ¿dónde está papá?

    —Yo bien, hija, como siempre, luego nos ponemos al día. Papá se ha quedado en el coche esperándonos, tiene muchas ganas de verte y de saber algo más de ese novio tuyo que has conocido. —Conozco su mirada, ella sonríe, pero sé que está preocupada.

    Lo cierto es, que he echado mucho de menos a mis padres durante este tiempo, somos una familia muy unida.

    He estado en Londres nueve meses intentando perfeccionar mi inglés. Para ser sincera, también buscaba vivir la aventura que siempre había soñado: «enamorarme». Hace ya varios años que finalicé la carrera de psicología en la universidad y desde esa época de juventud no había vuelto a experimentar nada tan emocionante, nada hasta que apareció él. Esa es la noticia que les voy a dar a mis padres: ¡me voy a casar! No sé cómo reaccionarán. En este instante miro a mi madre y veo tanta emoción en sus ojos por mi vuelta a casa…

    —¡Papá! —Ahí está mi padre, esperándome con una gran sonrisa.

    Le doy también a él un fuerte abrazo. Soy hija única y siempre hemos sido solo los tres, no he conocido más familia. Sin embargo, no podría vivir sin mis hermanos de «no sangre», como yo les llamo, Cristophe Rubio y Lara Badía, cada vez que menciono sus apellidos me vienen los recuerdos del colegio como si fuera ayer: «¡Cristophe Rubio, Lara Badía y Danae Lacruz, como no os calléis ya, os voy a tener que separar!», aunque nuestra profesora nos adoraba, siempre acabábamos riéndonos y finalmente nos tenía que separar. Mañana les llamaré para ponernos al día, pero hoy pasaré el tiempo con mis padres: Danae y Leonardo Lacruz. Me encanta haber heredado el nombre de mi madre, supongo que en parte es porque siempre me ha contado cuentos e historias sobre nuestro nombre, hasta el punto de llegar a convertirse en leyenda, además mi padre y mi madre coinciden en su primer apellido, esto acentúa mi intriga. A veces, sus historias parecen tan reales…

    Subimos al coche rumbo a nuestro hogar. Vivimos en una casita, en el Mareny, al lado de la playa. He vivido aquí toda mi vida y siempre me ha encantado, adoro escuchar el canto de las gaviotas por mi ventana, transmite libertad. Disponemos del mejor clima del mundo, así que, casi todas las mañanas, salgo a correr por la playa, no hay nada como sentir la arena bajo mis pies o nadar en esas aguas tan cristalinas que puedes ver bancos de peces nadando felizmente, sencillamente no cambiaría nada de este lugar Valencia. Tengo la intuición de que este será un verano maravilloso, cuando les dé la noticia a mis padres invitaré a Damián, mi prometido, para que venga a casa. Estoy segura de que les va a encantar, es tan educado y amable, me quiere tanto y me cuida tan bien, que siento que puedo ser yo misma cuando estoy con él, además es muy atractivo, a veces creo que no le merezco, pero entonces me demuestra lo mucho que me quiere. Él nació en Burgos, sin embrago, ha accedido a celebrar la boda aquí, en la playa, solo por mí. Después de la boda nos mudaremos a París, ya que, ha conseguido un trabajo muy importante allí, será socio capitalista de una gran empresa. Este es un asunto que me inquieta, no quiero separarme de mis padres, y tampoco sé si podré adaptarme a una ciudad de tal envergadura, ni siquiera conozco el idioma, pero estoy enamorada y ahora mismo no razono, de todos modos siempre podemos volver, ya lo hemos hablado.

    —Danae, nos lo tienes que contar todo. —Mi madre está emocionada de pensar las experiencias que habré vivido en Londres.

    —Por supuesto, ¡quiero contaros tantas cosas! —respondo algo nerviosa.

    Cuando llegamos a casa, subo a mi habitación y dejo mi equipaje, al bajar a la cocina mi madre ya lo ha preparado todo. Me quedo observándola, está igual que siempre, es pequeñita y delgada, mi pelo es exactamente igual que el suyo, largo y rubio, creo que nos parecemos bastante aunque a diferencia de sus ojos azules yo tengo uno azul y otro verde. A su lado está mi padre que es mucho más alto aunque delgadito como ella también, y sus ojos son negros. Observo la piel fina y blanca de mi madre en contraste a la negra y gruesa de mi padre. De pequeña me reía de su afán por querer ponerse morena, ya que, nunca lo consiguió, en cambio yo cogía tanto color que casi alcanzaba el tono de mi padre, pero solo en época de calor, cuando llegaba el frío se tornaba blanca y fina de nuevo. Mi madre me guiñaba un ojo diciéndome: «es un regalo que te brindó la naturaleza», nunca entendí el significado de sus palabras, pero me parecía algo hermoso. Por otro lado, en carácter me parezco demasiado a mi padre, cabezota y gruñona. Mi madre es muy calmada, no gruñe nunca como nosotros, aunque los dos tienen un gran corazón. Empiezo a reír pensando estas cosas y entonces me fijo en la cena, como era de esperar ha cocinado mi plato favorito: lasaña de espinacas con patatas fritas. Se me hace la boca agua.

    —Bueno, cariño, cuéntanos eso tan importante que nos habías comentado —suplica mi padre.

    —De acuerdo. —Me da un poco de vergüenza, pero sé que tengo que afrontar ya la situación—. ¿Recordáis que durante el viaje os dije que había conocido a alguien?, os he hablado bastante de él. —Siguen callados y asienten con la cabeza—. Pues… la verdad es que, nos hemos enamorado y hemos decidido casarnos. —Sonrío al ver las caras pálidas de mis padres.

    —Pero Danae, ¿qué dices? —Mi madre tartamudea un poco y mi padre se ha puesto serio.

    —Sé que esta noticia es muy sorprendente en este momento, porque ni siquiera lo conocéis, pero estos han sido los mejores meses de mi vida. Queremos estar juntos y ya tenemos una edad…

    —Danae, sigues siendo joven, tienes treinta y dos años —me interrumpe mi padre, consternado—, y solo le conoces desde hace pocos meses, no crees que es algo precipitado, ¿cielo?

    —Papá, yo tengo treinta y dos y él, treinta y siete, es una edad perfecta para casarnos y formar una familia, ya no somos unos críos. He pensado que podría pasar el verano con nosotros para que podáis conoceros bien, puesto que nos gustaría casarnos en septiembre aquí en la playa. A él le parece bien, solo tiene a sus padres. —Siguen callados y la tristeza empieza a invadirme al mirarles, no quiero que sufran—. Por favor, decid algo…

    —Si hay algo que está claro es que en una noche no te lo vamos a sacar de esa cabecita tuya. —Mi madre relaja de esta forma el ambiente y nos reímos los tres—. Estoy algo cansada, vamos a dormir y mañana será otro día, ¿os parece?

    Esa misma noche me levanto a tomarme un vaso de agua, no he podido dormir nada después de la conversación con mis padres. Al volver a mi habitación les escucho hablar en su habitación sin que se den cuenta.

    —Leonardo… —Mi madre no deja de llorar—. ¿Crees que será ella?

    Estoy medio dormida y cansada y aunque no entiendo a qué se refiere exactamente con esa pregunta, mucho después descubrí que no era en absoluto, lo que yo imaginaba.

    Al día siguiente vuelvo a pasar por lo mismo con Cristophe y Lara.

    —¿Estás segura de lo que estás diciendo? —Lara no lo entiende porque ella jamás se casará. Solo ha tenido un novio, pero esa relación fue suficiente para odiar a todos los hombres, excepto a nuestro querido Cristophe.

    —Danae, ¿le conoces lo suficiente como para dar este paso? —Cristophe se fija en mi mirada de atontada—. Sabes que te apoyaremos en lo que decidas, pero sinceramente estoy con Lara en esto… a pesar de que lo que nos has contado es precioso, creo que deberías meditarlo algo más. —Por supuesto, pone toda la dulzura que puede en su voz para decirme esto, no me quiere herir.

    Era de esperar que tuvieran dudas. Son mis queridos amigos. Cristophe, quién nos iba a decir que llegaría a ser tan alto, cuando éramos pequeños era el niño más bajito de clase, a veces se burlaban de él por su estatura, recuerdo el día que lo conocí, una niña le quitó el bocadillo y lo levantó lo más alto que pudo, Cristophe saltaba sin cesar para intentar recuperar su bocadillo que seguía en la mano de la niña, pero era demasiado alta para él y no llegaba, finalmente la niña lo tiró a la basura. En ese momento no tuve el valor necesario para defenderle, pero compartí mi bocadillo con él.

    —No llores, Danae —me dijo entre sollozos, juntando su preciosa cabecita morena a la mía—, tu bocadillo es mucho mejor que el mío, al final he salido ganando. —Al día siguiente llevé dos bocadillos, por si acaso.

    Pocos días después llegó Lara a nuestras vidas, ella y yo nos parecemos bastante, de hecho muchas veces la gente piensa que somos hermanas, tiene el pelo prácticamente blanco, yo no tanto, y su belleza es abrumadora, pero lo cierto es que lo que destaca en ella es su fortaleza. El día que se unió a nuestro pequeño grupo de dos, la vimos al salir de clase, desesperada porque había perdido su mochila, tenía que entregar un trabajo muy importante, era su última oportunidad para aprobar matemáticas, sabía que si no lo entregaba suspendería. Esa misma tarde Cristophe fue a la casa de Lara, al ser un pueblo pequeño, todos conocemos las casas ajenas.

    —Hola, Lara —dijo tímidamente—, me he encontrado tu mochila en el parque, espero que llegues a tiempo de entregar el trabajo. —Lara se quedó petrificada en la puerta de su casa, finalmente abrazó a Cristophe, ocultando su avergonzada cara llena de lágrimas en el cuello de Cristophe.

    —Muchas gracias, Cristophe, yo… siento mucho haberte quitado el bocadillo el otro día, te prometo que nunca más volveré a hacer algo así a nadie, perdóname, por favor.

    Al día siguiente los tres nos sentamos juntos en clase y desde ese momento fuimos inseparables.

    Por eso al darles la noticia, en nuestra cafetería de siempre, sentados en la mesita de la esquina como hacíamos desde la adolescencia, pidiendo nuestros cafés preferidos, quería con toda mi alma que lo entendieran y me apoyasen de verdad, pero al mirar sus caras, sabía que no era así, esto hacía que una alarma de atención sonase en mi cabeza, pero decidí apagarla.

    Así empezó la peor etapa de mi vida. Me casé felizmente, dejé atrás a mi familia y me fui con mi querido Damián a París.

    No sé qué ocurrió la primera vez que levantó la mano para lanzarla con todas sus fuerzas hacia mi cara. Solo recuerdo sentirme humillada, avergonzada, culpable, desesperada… Después de eso llegaban las disculpas, los regalos y lo peor de todo: mi perdón.

    Cuando lo conocí, era imposible imaginar que pasaría esto. Lo primero que me atrajo de él fue su físico, iba al gimnasio, por lo que su cuerpo era muy fornido y era alto, esto era importante para mí, ya que mido un metro setenta y solía costarme encontrar chicos tan altos como a mí me gustaba. Sus ojos tan negros como el carbón me hipnotizaban, tenía el pelo largo, moreno y rizado, aunque ya no es así, hace tiempo que lo rasuró, supongo que con la intención de aterrorizarme más. A pesar de su magnífico aspecto, realmente lo que me enamoró de él fue su ternura, su comprensión, siempre atento a mis necesidades, siempre tan amable. Esa forma de hablar tan seductora, sabía qué decir cada instante, cada segundo. Parecía que me conocía desde siempre.

    De esta forma pasa mi primer año de casada, con sus cambios de humor, sus malos tratos físicos y psicológicos y yo por primera vez en mi vida dejo de mirarme en el espejo, si me miro no me reconozco, solo veo una cara deformada. Ya no veo mi precioso pelo rubio ni mis peculiares ojos, uno verde y otro azul. Solo una persona sin vida adicta a su agresor. Al cabo de un año llega su primera amenaza…

    —Danae, sabes que te quiero y que todo lo hago para que seamos felices, ¿verdad? —Me está abrazando en el recibidor, realmente aprieta tanto, que no puedo respirar bien y me habla al oído, en estos momentos me asquea tanto su olor…—. No quiero que salgas sin mí porque es peligroso, la verdad es que no sé qué haría sin ti. Si algún día me abandonases, no pararía hasta encontrarte y matarte, quién sabe lo que le haría al desgraciado que te ayudase. —Cierra la puerta de un portazo, haciéndome entender que no saldré de casa sin él, yo me quedo paralizada mirando la puerta, mi libertad está al otro lado y no soy capaz de dar un paso.

    Intento complacerle en todo y siempre que hablo con mis padres y amigos en España me pongo una máscara de felicidad para que no sospechen nada.

    Dos años después de mi estancia en París, llega el momento más feliz de mi vida, supongo que un embarazo siempre es la mayor experiencia en la vida de una mujer aunque por desgracia, no puedo disfrutarlo como es debido, ya que, tengo sentimientos encontrados, por un lado la inmensa felicidad que te proporciona la maternidad, el hecho de crear vida, un ser precioso y maravilloso al que querrás por encima de todo, me paso el día imaginando cómo será su carita, su naricita y sus manitas… y por otro lado, miedo atroz y desesperación, no quiero que mi bebé tenga un padre como Damián, eso me destroza por dentro y me provoca tantas dudas… ¿Dejará que yo forme parte de su crianza?, ¿me lo quitará?, ¿me pegará delante del pequeño?, y el peor pensamiento de todos, ¿maltratará también a mi amado bebé? A pesar de mis dudas, sigo paralizada, sus palabras resuenan en mi cabeza. «Si algún día me abandonases, no pararía hasta encontrarte y matarte, quién sabe lo que le haría al desgraciado que te ayudase».

    Por suerte, Damián se pone tan contento con la noticia de mi embarazo que empieza a tratarme mejor y el destino me da otro respiro poniendo a Aisha en mi vida. Ella junto a su pequeño y su marido se han mudado al piso de al lado. Han venido desde Marruecos a empezar una nueva etapa en su vida y se les ve muy felices, cómo desearía que mi vida hubiera sido parecida a la suya. Poco tiempo después de conocernos, Aisha se percata de mi situación. A pesar de que Damián pone cuidado en no dejar marcas, no puede borrar las huellas psicológicas que va dejando en mí. Un día, Aisha me invita a tomar té verde en su casa, ya hemos creado una bonita amistad.

    —Cariño, volveré lo antes posible para acompañaros al parque, esperadme, por favor. —Jabiru, su marido, pone morritos para darle pena, Aisha y yo estamos sentadas en su sofá, y esos morritos nos hacen sonreír, antes de irse, él le da un tierno beso en la mejilla.

    Simplemente este hogar es tan cálido, en algún momento los rayos de sol dejaron de entrar en mi casa y en mi vida, sin embargo este salón está completamente iluminado.

    —Aisha, ¿puedo preguntarte algo? —Nota que vacilo.

    —Pues claro, pregunta lo que quieras. —Se levanta para regar sus plantas, tiene varias y todas son preciosas, le encanta la naturaleza.

    —¿De verdad eres feliz con Jabiru y tu pequeño Namur?, ¿Jabiru te trata bien? —Mis ojos están llorosos, realmente ya sé la respuesta, pero necesito empezar mi conversación de algún modo, estoy desesperada. Aisha me mira con cariño y tristeza.

    —No podría ser más feliz, Danae. Estoy donde quiero estar y con quien quiero estar. Por supuesto que hay problemas normales como en cualquier matrimonio, pero nos respetamos y nos amamos. Nuestro pequeño además, fortaleció y unió nuestra relación de una forma que no imaginábamos. —En ese momento cogió al pequeño Namur en brazos y me dijo sin rodeos: — Tienes familia en España, ¿quieres que mi marido y yo te ayudemos? —Lo sabe, sabe perfectamente lo que ocurre en mi matrimonio, no ha sido necesario que se lo cuente, esto me hace pensar en que debo ser un reflejo de la amargura y por eso ya no me miro en el espejo—. Sé que dar el paso es muy difícil, pero te aseguro que es la mejor decisión que puedes tomar, no debes temer, Danae, nosotros te apoyaríamos en todo y… —De repente, he dejado de oírla, esas palabras siguen resonando. «Si algún día me abandonases, no pararía hasta encontrarte y matarte, quién sabe lo que le haría al desgraciado que te ayudase». En este momento la interrumpo.

    —Es muy complicado, Aisha —digo pensando en ella y su familia, no quiero que sus vidas corran peligro—. Damián es más peligroso de lo que parece, tengo que pensar en mi pequeña, no quiero que nadie salga perjudicado. —Me siento atrapada y hablo como tal.

    —Nosotros estaremos a tu lado, ¿sabes que seguramente el 90% de las cosas que te dice y las amenazas que lanza, son mentira? Debes dejar el miedo a un lado, o tu miedo te matará, eres una persona fuerte, tienes algo, Danae, busca en tu interior y lo encontrarás. —Sus palabras hacen que suene una alarma en mi cabeza y esta vez la dejo encendida, ¿será cierto que sus amenazas puede que sean en vano? Este es el empujoncito que necesitaba para reaccionar y a partir de este momento mi vida cambia de nuevo.

    —Gracias por todo, Aisha, de verdad, te prometo que lo intentaré, debo hacerlo por mi pequeña. —Está tan emocionada que me abraza llorando, en ese momento recuerdo las palabras de mi querido Cristophe y le digo—: No llores, Aisha, tu plan es mucho mejor que el mío, al final he salido ganando. —Ella no lo entiende, pero esta frase es una semilla de esperanza creciendo en mí.

    Aisha me dijo que buscara en mi interior, supongo que se refería a mis visiones. Al principio, pensaba que dormía, pero poco a poco me di cuenta de que lo que veía era real, no eran sueños. Al estar tan profundamente abatida, aprovechaba los momentos en los que Damián no estaba en casa. No sé cómo, pero podía viajar con mi mente a un maravilloso pueblecito. Cada vez que iba allí me sentía más fuerte y capaz de todo, libre y feliz. Sin embargo, cuando Damián volvía a casa, no venía solo, le acompañaba mi miedo, que penetraba de nuevo en mi corazón, dejando mi preciado pueblecito atrás.

    Cuanto más tiempo pasaba y más me maltrataba, mayor era la rabia que crecía en mi interior, de esta forma, aumentaron los viajes a este pueblecito para huir de mi agonía.

    Con la ayuda de Aisha empecé a sentirme mejor, por lo que, cada día en cuanto Damián se iba a trabajar corría emocionada hacia casa de Aisha. A lo largo de mi embarazo ella y su familia se convirtieron en mi nuevo hogar. Sé que esperaban con ansia que yo me decidiera a actuar y, lo cierto es, que ese día estaba a punto de llegar.

    Capítulo 2

    5 de mayo de 2035, libre

    Esta mañana al despertar e ir a desayunar me he conmocionado al ver el calendario en la nevera, hoy es mi cumpleaños.

    Recuerdo mi primer cumpleaños estando ya casada, por ese entonces Damián aún no me había pegado, pero sí habían empezado los pequeños desprecios:

    —Lara, estoy en el probador, te voy a enviar unas fotos por WhatsApp de los dos vestidos que me gustan y me dices cuál es el elegido, ¿vale? —hablaba con ella por teléfono desde una tienda que me había recomendado y a la que aún no había tenido ocasión de ir. Estaba allí, porque Damián me había dicho que celebraríamos mi cumpleaños de una forma especial, así que, quería estar a la altura de las circunstancias, él siempre iba tan apuesto… además era la primera vez que salíamos a cenar por París—, ¿ya te han llegado las fotos?

    —Madre mía, Danae, estás preciosa con ambos, pero me decanto por el negro, es espectacular.

    —Lo sé, ¿pero no crees que el precio es algo desorbitado?

    —¿Pero qué dices? Por dios, tu marido lleva un Maserati, lo que creo es que te lo puedes y debes permitir. Cielo, por favor, disfruta, seguro que le encantará —me dijo con cariño.

    No podía dejar de mirarme y sonreír ante el espejo, imaginando la cara que pondría Damián al verme. Era un vestido precioso, la parte de arriba era ceñida e iba abotonada al cuello dejando mi espalda y mis brazos al descubierto, en cambio la falda tenía vuelo y no era muy corta, llegaba justo por encima de mis rodillas, hacía que me viera elegante.

    Mientras me miraba, una dependienta que había estado escuchando mi conversación, se acercó y me dijo: «Llévatelo, querida, estás guapísima» y me guiñó un ojo, esto me hizo reír y finalmente compré el vestido.

    Al llegar la noche, me hice un recogido para que se viera bien mi silueta, me puse unos pendientes sencillos y mi anillo de casada, acompañando el conjunto con unos zapatos de tacón negros.

    Estaba tan emocionada que al oír sus pasos llegando a casa, me levanté rápidamente para esperarle en el centro del salón, quería que me viera en cuanto abriese la puerta.

    —Vamos, Danae, vístete o llegaremos tarde, pensé que ya te habrías arreglado. —Su voz hastiada me dejó helada, no sabía qué decir, por lo que, él continuó—. Venga, cariño, estoy cansado, ponte algo normal, por favor, a ver si no se alarga mucho y volvemos pronto.

    —Pero, ya estoy vestida. —Hice una demostración cogiendo el vuelo de la falda y dando una vuelta sobre mí misma, para que me viera bien, pero él empezó a reírse.

    —Cariño, solo vamos a comer unas hamburguesas en el bar que hay a la vuelta de la esquina, quería ir allí porque ahora también las hacen veganas, esa era la sorpresa. No creo que ese atuendo sea muy apropiado. La verdad es que aunque fuésemos a un restaurante ese vestido seguiría siendo inapropiado, no sé, pareces una puta de treinta euros. —Se acercó y me dio un beso en la frente sonriendo—. Bueno, aún tenemos tiempo, no te preocupes, te traigo algo más cómodo del armario y te cambias en un momento.

    Unas dolorosas lágrimas se crearon en mi garganta, yo quería que se quedaran ahí, pero no me dieron tregua y brotaron por mis ojos, así que, me di la vuelta y empecé a secármelas rápidamente con la ayuda de mis temblorosas manos y el vuelo de la falda para que Damián no me viera llorar. En ese momento al ver mi reflejo en el espejo de la pared, pensé que él tenía razón, yo no valía nada. Aunque no tenía ganas de salir a celebrar nada, acepté los vaqueros de florecillas con el sencillo jersey blanco que me ponía casi todos los días y nos fuimos.

    Sin embargo, este año es diferente, Damián está histérico por asuntos de trabajo y por supuesto lo paga conmigo, pero lo importante es que yo ya no estoy enamorada, así que, cuando me ha empujado porque llegaba tarde a una reunión, me he reído pensando en la liberación que siento por no quererle, no ha sido muy buena idea, ya que, de esta forma me he ganado un bofetón. Como he llegado al quinto mes de embarazo, suele pegarme en la cara para no hacer daño al bebé, esto es un gran alivio para mí, aunque mi cara parece un arcoíris de colores.

    Como ya es costumbre, me voy a casa de Aisha en cuanto veo el coche de Damián salir del parking.

    —Madre mía, Danae… —Al abrir la puerta me mira con tristeza y me acaricia suavemente la zona abofeteada—. Pasa, traeré algo de hielo.

    —No es necesario, Aisha, de verdad, siéntate conmigo, necesito contarte algo. —Señalo su zona del sofá para que me haga caso y se siente—. Algo me está pasando, creo que me estoy volviendo loca. Cada vez voy más al pueblo del que te suelo hablar, alprincipio pensaba que era parte de mi imaginación, una herramienta, para huir de la pesadilla que es Damián, pero te prometo que el pueblo es tan real… ayer encontré a alguien allí, no sé quién es, pero sé que le conozco, le conozco de verdad y está intentando ayudarme para que salga de esta situación, estoy loca, ¿verdad? —Aisha sonríe con amor en los ojos.

    —Danae, no estás loca, vayamos paso a paso. —En ese momento coge mis manos y las aprieta con cariño, últimamente siempre que estoy nerviosa retuerzo mis manos sin cesar, por lo que, ella intenta tranquilizarme, para que no acabe dejándolas rojas—. Lo cierto es que, tus visiones son muy nítidas, cuéntame más, ¿cómo era esa persona?

    Empiezo a contarle mi encuentro con ese hombre, pero mientras narro mi historia, noto que ella está en otros pensamientos.

    Marruecos, ocho meses antes

    —Jabiru, por favor, mi madre cada día se encuentra peor. —Aisha llora sin consuelo, hace dos años que su madre se fue a vivir a París con su nuevo marido y desde entonces no ha vuelto a verla. Ahora su madre tiene cáncer y no saben cuánto tiempo le queda—. Necesito ir con ella cuanto antes.

    Acaban de ofrecerle a Jabiru un ascenso en su preciado empleo en Marruecos, él es profesor y trabaja en un colegio de niños que tienen muchas necesidades, Jabiru es muy feliz con su trabajo aunque gane muy poco dinero, pues solo quiere ayudar a los niños y ahora puede ser el director del colegio. Este ascenso es muy importante porque de esta forma, él gestionará las ayudas que llegan al colegio y por desgracia solo puede fiarse de sí mismo para que lleguen a manos de los niños tal y como debe ser, sin embargo, comprende a su angustiada mujer que siempre le ha apoyado en todo, olvidándose incluso de sí misma y entiende que ya no puede atrasar por más tiempo el traslado.

    —De acuerdo, mi amor, no llores. —La abrazaba mientras le hablaba, y secaba sus lágrimas con besos—. Aceptaré el trabajo que me ofreció el marido de tu madre en París, siempre habrá tiempo de volver y supongo que puedo seguir ayudando desde allí. —Él en ese momento no lo sabía, pero desde París lograría cosas maravillosas—. Esta misma tarde iremos a varias agencias para buscar un piso allí.

    Pero pasaron varios días y los pisos que encontraban estaban fuera de su alcance. O eran demasiado caros o no eran suficientemente espaciosos como para vivir los dos con su pequeño hijo.

    Un día, en una de las agencias, mientras Jabiru discutía el precio de un piso con el agente inmobiliario, Aisha miraba las ofertas publicadas en la pared y de pronto alguien dijo:

    —Hola, chica.

    Esta presentación le pareció algo extraña a Aisha, mucho más viniendo de alguien que, debido a su largo cabello rubio y ojos azules, no debía de ser de la zona. Sin embargo, no se sintió incómoda.

    —Buenas tardes —respondió ella sin esperar nada más.

    —Disculpa, no he podido evitar oír que buscáis un piso en París. —Esto captó de inmediato la atención de Aisha, así que, el desconocido prosiguió—.Te lo comento, porque, he visto un anuncio de un piso por internet

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1