El ritual del vampiro 2 y El amuleto de los condenados
Por Cielo Montiel
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Vampiros, brujas, larvas astrales, arpías y también demonios llamados Arcontes. Ellos tienen una inteligencia tan desarrollada que manejan nuestras vidas a su antojo.
Así como cambiaron el destino de Cel rãu y de Celith, también lo hacen con nosotros, desde hace siglos.
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El ritual del vampiro 2 y El amuleto de los condenados - Cielo Montiel
Parte 1
La temporada de verano llegaba a su fin antes de tiempo, sobre aquel pequeño pueblito con playa. Y eso se debía a que las noches ya no eran cálidas como antes. Pero eso no era lo más preocupante, lo más alarmante allí era que por las noches el cielo se tornaba rojizo, dándole al paisaje, un efecto apocalíptico, bastante macabro.
La mayoría de las personas que vacacionaban allí pensaban que esto se debía al resultado de algún factor de naturaleza climática. Pero igual sentían pavor al ver este evento de apariencia espeluznante y por eso ya se habían marchado. Quedando solo unos pocos turistas, prestos a dejar el lugar. Pero, además de eso, el calendario iba a quedar marcado con sangre, por la insólita tragedia que se presentaría ante los ojos de todos.
Caía el atardecer sobre el camino que conducía hacia la playa de Monte, y allí se encontraban los únicos dos vehículos patrulleros del pueblo y varios policías que estaban observando el horrendo hallazgo sobre la calle polvorienta. El cuerpo sin vida de un joven que yacía tirado, sobre un charco de sangre a cada lado de sus manos, rodeado de moscas negras, era el motivo de reunión de las autoridades policiales. El cadáver mostraba una herida con algo punzocortante en las venas de sus brazos, que habrían sido indudablemente las causas de la muerte. Murió desangrado.
—¡El deceso de este joven no ha sido producto de muerte natural!— Comentó inequívocamente el comisario, mientras revisaban el cuerpo —. La pregunta es… ¿Robo seguido de muerte?
—¡No creo, señor comisario! Este muchacho es de aquí. Tiene casi todas sus pertenencias y algo de dinero en su billetera— Afirmó uno de los policías—. ¡Y tiene las venas cortadas!
—¡Sí, a simple vista esa es la primera impresión que se puede ver! ¡Se suicidó! Pero igual se debe analizar bien el lugar y alguna información que arroje luz sobre este suceso y no deje dudas ni sospechas. Se dará comienzo a una exhaustiva investigación, desde este mismo momento— continuó diciendo seriamente. Y dando órdenes a sus camaradas retiraron al occiso en una ambulancia hacia la morgue. Unos tres policías se quedaron en el lugar por órdenes de su superior, a observar e investigar, inspeccionarían la zona en busca de alguna otra prueba, que pudiera ayudar a entender que pasó en ese lugar.
Solo encontraron huellas de unos pies descalzos en una parte blanda de la arena, que pertenecían a las pisadas de aquel joven muerto, pero de poco serviría esa huella, ya que estaba borrada la mitad por efecto del viento sobre la misma. Las dunas de Monte viven en constante movimiento, como consecuencia del mar y de la corriente briza que arrastra y entierra casi todo a su paso, que dificulta la búsqueda de evidencias. La noticia causaría una sensación de inseguridad y desconfianza, en la población del pequeño pueblo de Monte.
—¡Será fácil comprobar que fue suicidio!— dijo el policía más joven a su compañero que transpiraba sofocado por la incomodidad del momento: la visión viscosa de la sangre y los guantes de goma.
—¡Sí!, Pero desde que se reportó la denuncia de los tres cazadores, que nunca más volvieron a aparecer y esta muerte, es obvio que algo raro está pasando por aquí— contesto el otro policía mientras tomaba fotos.
—¡Se habrán ahogado en el mar!— dijo a modo de respuesta el compañero.
El otro no dijo más nada. Solo hizo un gesto negando con la cabeza. Y siguió observando el panorama, apurado, porque la noche comenzaba a tapar toda visión sobre el terreno boscoso. En el lugar se hallaba algo de basura enterrada en la arena: residuos que muchas veces dejaban tirados algunos irresponsables turistas.
Decepcionados por no hallar ningún otro indicio que mostrara una prueba de lo que allí pasó, sacaron algunas fotos más con sus celulares de las huellas sobre el suelo y emprendieron su retorno hacia el pueblo. La investigación no sería para nada complicada. Era muy evidente que fue suicidio, pero igual serían cautos. Una noticia así en aquel lugar turístico, causaría conmoción y desconfianza. Monte tenía fama de ser un territorio tranquilo, de amaneceres pintorescos y noches iluminadas por las estrellas. Deberían ser moderados para no empañar su popular costumbre.
Parte 2
Cel Rãu regresaba del Monte bastante animado, su cacería lo había dejado conforme, después de alcanzar con un disparo y matar un tierno cervatillo. Pensaba que sería un exquisito manjar para alimentar a su amada Celith y para el mismo. Su ánimo fluctuaba entre la seguridad y la duda, estaba algo intranquilo, al recordar aquel momento en el que logró llevar a cabo su tan planeado, estudiado y antiguo ritual de sangre con Celith, varios días atrás. Su instinto ahora le decía, que algo no había salido tan bien como se esperaba, sobre todo en esos momentos donde la imprudencia se apoderaba de las actitudes de ella. Pero tendría que esperar, él pensaba que todo volvería a la normalidad con el pasar de los días y se calmarían esos estados de ánimo, impulsivos y arriesgados.
Ni en sus más horribles pesadillas, él hubiera imaginado lo que el tiempo, con sus misterios cambios, estaría a punto de manifestarle. Cel rãu observó el cielo con extrañeza. Otra noche roja y oscura comenzaba a perfilarse sobre Monte que se adueñaba de cada rincón. Seguramente aquel color púrpura se debía a alguna condición meteorológica, como la niebla y la llovizna, que provocan la refracción de la luz roja.Cel rãu había leído en sus viejos libros sobre esas condiciones, que raras veces sucedían, así que no se preocupó demasiado. El mar como siempre lo guiaba desde cerca con su estrepitoso oleaje.
Observó su presa que yacía, ya sin vida sobre el suelo. Impulsivamente, colocó su mano a modo de cuenco cerca de la herida del animal y bebió un poco de la sangre que chorreaba por la abertura que dejó el disparo. Últimamente y más después del ritual, Cel rãu sentía, con desesperación, la necesidad de saborear sangre en su boca. Una sensación que regresó con asombrosa intensidad.
Cuando alimentaba al vampiro que vivía dentro de él, sentía recobrar sus fuerzas. Un fuerte vigor que recorría todo su torrente sanguíneo, le daba un impulso a sus habilidades, que ahora eran más extraordinarias de las que poseía desde hacía mucho tiempo. Y aunque él trataba de controlarse, inevitable eran esos momentos en que lo dominaba el deseo y sus ansias de sangre gobernaban con total dominio todo su ser. El éxtasis causado por el trance en el que entraba cuando ingería aquel líquido color purpura, era una sensación casi adictiva y poderosamente mágica en la que se dejaba perder inconscientemente.
Luego de alimentarse puso a prueba su poder, saltó desde una altura que sería algo peligrosa para cualquier otro ser, pero no para un vampiro renovado