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Contra el Adoctrinamiento Comunista en Veinticinco Lecciones
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Libro electrónico126 páginas1 hora

Contra el Adoctrinamiento Comunista en Veinticinco Lecciones

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Contra el Adoctrinamiento Comunista en veinticinco lecciones (2022), es un análisis sencillo de la realidad de los cubanos de las últimas seis décadas, el autor: Juan G. Guerra relata anécdotas de su vida, pone al descubierto el adoctrinamiento al que es sometido el pueblo cubano, que lo sumerge en el más cruel y total desconocimiento de los der

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento19 sept 2022
ISBN9781685742126
Contra el Adoctrinamiento Comunista en Veinticinco Lecciones

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    Contra el Adoctrinamiento Comunista en Veinticinco Lecciones - Juan G. Guerra

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    CONTRA EL ADOCTRINAMIENTO

    COMUNISTA

    EN VEINTICINCO LECCIONES

    Juan G. Guerra

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos e imágenes fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable por los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku, LLC

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2022 Juan G. Guerra

    ISBN Paperback: 978-1-68574-211-9

    ISBN Ebook: 978-1-68574-212-6

    Índice

    Datos biográficos del autor

    Introducción

    I. Vientos de cuaresma

    II. Al borde del precipicio

    III. Mi maestra Dominga

    IV. Enseñanzas de mis abuelos

    V. Me suben al tren

    VI. Mezquindad premeditada

    VII. Embajada de Perú y éxodo del Mariel

    VIII. Igualdad de oportunidades

    IX. La voluntad hidráulica

    X. Mis amigos disidentes

    XI. La militancia política

    XII. La ciencia y la técnica

    XIII. México

    XIV. Nueva Orleans

    XV. Paulita

    XVI. El Seguroso

    XVII. Los metales pesados del tabaco

    XVIII. La caída en desgracia

    XIX. Cambio de escenario

    XX. La escapada

    XXI. Buscando el camino

    XXII. Me robaron el cerebro

    XXIII. Aprendiendo a ser libre

    XXIV. La pesadilla

    XXV. Reencuentro con el pasado

    QUE EL MUNDO PIENSE DE NOSOTROS LO QUE QUIERA, ESE ES ASUNTO SUYO. SI NO NOS COLOCAN EN EL LUGAR QUE NOS CORRESPONDE, ESE ES SU DERECHO. NUESTRO DEBER ES ACTUAR COMO SI LA VIDA FUERA JUSTA, COMO SI LA PATRIA FUERA AGRADECIDA Y COMO SI LOS HOMBRES FUERAN BUENOS.

    Datos biográficos del autor

    Juan Gualberto Guerra Milians nació en San Juan y Martínez, Pinar del Río, Cuba, el 12 de septiembre de 1962, Año de la Planificación, como fue bautizado por la dictadura de Fidel Castro, después de haber destrozado parte de la pujante economía cubana de la época.

    Cursó sus primeros estudios con mucha influencia de su madre, una maestra prestigiosa. Desde muy temprano tuvo influencias de su abuelo materno, quien le enseñó los valores de la vida, la propiedad privada y la libertad.

    Se graduó de ingeniero agrónomo en 1986 y en 2001 alcanzó el grado científico de doctor en Ciencias Agrícolas, además el de investigador titular en el Instituto de Investigaciones del Tabaco de Cuba. En su primer viaje al exterior descubre las bondades del capitalismo y comienza a planear la salida de la Isla Cárcel con su familia.

    En 2010 sale de Cuba con destino a México. Actualmente reside en Miami, cuna del exilio cubano, donde ha logrado establecer un pequeño negocio. Nunca ha pertenecido a ningún grupo en contra del comunismo en Cuba, pero sí ha participado en acciones en contra del régimen cubano, que priva de libertades a su pueblo.

    Introducción

    En abril de 2020, encerrado en casa por el Covid-19, mientras el mundo se debatía entre la vida y la muerte, con la incertidumbre de si era posible terminar este proyecto por la cantidad alarmante de muertes, las noticias y comentarios que aterrorizaban al más ecuánime de los seres humanos, comencé a escribir algunas notas de mis más encarnizados recuerdos, que hoy presento en un formato mucho más acabado. Esta pequeña recopilación de vivencias serán 25 acontecimientos que marcaron mi vida y sirvieron para mi formación como anticomunista radical.

    Escribo sobre estos hechos para trasmitir experiencias que le pudieran servir a cualquier persona para meditar sobre sus propias vivencias. Hacer una retrospectiva y narrar sucesos que pudieran haber tenido otro desenlace si nuestras actitudes hubieran sido diferentes. Esta ojeada al pasado no pretende criticar ni enjuiciar comportamientos de antaño y mucho menos regresar a él, sino convertirse en una herramienta para el autoanálisis, estar mejor preparados para enfrentar el futuro y, por qué no, enmendar actitudes que nos pueden llevar por mal camino.

    Las historias que aquí cuento no tienen un orden cronológico y mucho menos de importancia, aunque indudablemente sí hay entre ellas una diferencia por la forma en que marcaron mi vida.

    I. Vientos de cuaresma

    Era un viernes de acto revolucionario, abril de 1969. Un fuerte viento de cuaresma sacudía con furia las hojas de los cocoteros en el área del matutino estudiantil. Se gritaban consignas revolucionarias por el octavo aniversario de la gran victoria contra el imperialismo yanqui en Girón. El director pidió silencio y ordenó la posición de atención para entonar las notas del Himno Nacional; el silencio era sepulcral, solo se escuchaba el rugido de las pencas de los cocoteros. Por fin, después del 1, 2, 3, todos comenzamos a cantar. Apenas unos segundos más tarde, de una de las palmas se desprende un coco que como un misil fue directo a la cabeza de Raúl Carmona, un amiguito mío que hacía fila frente a mí.

    Raúl cayó aturdido y yo fui en su ayuda de inmediato, mientras los demás niños no se movían de su posición de firmes y seguían cantando a toda garganta "al combate corred, bayameses, que la patria os contempla orgullosa". Me asusté muchísimo al ver aquel muchacho en mis brazos y nadie me tendía una mano. Por fin acabó el himno y Raúl poco a poco comenzó a recuperar el sentido, estaba atontado y no recordaba lo que había sucedido. Así finalizaba el día y todos los estudiantes salíamos a nuestras casas.

    En esa escuela yo era un privilegiado, era el hijo de la maestra más antigua y respetada del plantel María Antonia; aun así, no escapé a un fuerte regaño por abandonar mi posición cuando se cantaba el Himno Nacional. Traté de explicar lo que había sucedido, a lo que me contestaron que ellos no eran ciegos, que lo habían visto todo, pero que en la vida había que tener prioridades y para nosotros lo primero tenía que ser el respeto a los símbolos patrios, el sagrado Himno, y con mucha sutileza la total entrega al programa de la revolución. Sin entender nada y por ser el hijo de la maestra aquel espectáculo mediático duró solo unos minutos; al llegar a la casa mi mamá, que había estado al tanto de todo lo sucedido, también me dijo algo sobre el asunto, pero recuerdo su última frase: Hijo, estoy orgullosa de ti, siempre esfuérzate por ayudar a los demás, ser así te abrirá muchas puertas en la vida.

    Cuando terminó la educación primaria todos tomamos caminos diferentes. Con el tiempo no supe más de Raúl. Años más tarde, supe que había perdido la vida en un accidente de tránsito manejando una motocicleta que era de su padre; será muy difícil contabilizar cuántas personas han muerto por los efectos del alcohol. Yo lo salvé del primer cocazo; tal vez si hubiera estado cerca en su segundo accidente aún estuviera vivo, pero esta vez no tuvo la misma suerte.

    II. Al borde del precipicio

    Eran los primeros días de septiembre de 1970. Recién comenzaba el curso escolar en todas las escuelas de Cuba. El entusiasmo y la fe en que sería otro año de victorias era descomunal y motivo de regocijo. Todos los días había un acto político al inicio de las clases. Ese día el director presentó dos nuevos estudiantes; con cara de pocos amigos y en presencia de algunos padres que todavía merodeaban por el lugar, explicó que en aquella escuela era imprescindible el respeto a los símbolos patrios (otra vez la misma película), y continuó diciendo que todos los estudiantes tenían que cumplir lo establecido o si no serían castigados.

    Entramos al aula de forma ordenada por una hilera y respetando la distancia entre los estudiantes. El maestro ordenó que nos sentáramos; en aquellos años las aulas estaban abarrotadas de estudiantes. La llegada de los nuevos alumnos a mi aula de tercer grado fue un acontecimiento; además se sentaban delante de mí, lo que garantizaba de antemano que seríamos buenos amigos, eran los hermanos López, uno era relleno y el otro un poco más flaco y de ojos claros. También mi hermano menor y yo estábamos en el mismo grado, yo había tenido hepatitis por seis meses y mi madre decidió que repitiera ese grado. En definitiva, el retraso escolar era normal en aquellos tiempos y la comodidad de tener a los dos hijos juntos en el mismo grado fue una ventaja que aprovechó al máximo. Parece que el destino me había hecho repetir el grado para poder ser testigo de aquella injusticia.

    Ya sentados, escucho un lamento que me rasgó el alma: Osvaldo López, el más flaco, balbuceó a su hermano que en esta escuela les pasaría lo mismo que en la de Las Maravillas. Él estaba seguro de que los expulsarían una vez más. Yo, muchacho al fin y sin entender nada de lo que estaba pasando, les dije en voz baja que no iban a tener problemas porque mi mamá era maestra de la escuela y le podía pedir lo que fuera. Recuerdo que insistí: ya verán que no les pasará nada

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