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El Reto De Mis Recuerdos: Relatos Y Vivencias De Un Viajero
El Reto De Mis Recuerdos: Relatos Y Vivencias De Un Viajero
El Reto De Mis Recuerdos: Relatos Y Vivencias De Un Viajero
Libro electrónico297 páginas4 horas

El Reto De Mis Recuerdos: Relatos Y Vivencias De Un Viajero

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El autor se ha dado a la tarea de satisfacer la curiosidad de los lectores que al leer su primer libro, echaron de menos la historia de su vida temprana en Colombia.

Con candidez y espontaneidad nos est contando los hechos y los secretos de algunos de sus antepasados, as como de su propia niez y adolescencia en un pas enmaraado en conflictos polticos y religiosos, a veces mezquinos y muy perjudiciales. El azar juega un papel preponderante en este reto personal del autor y lo que nos cuenta de su llegada a Londres hasta el ao de 1972, quedar por mucho tiempo en la memoria del lector.

IdiomaEspañol
EditorialiUniverse
Fecha de lanzamiento21 nov 2012
ISBN9781475958027
El Reto De Mis Recuerdos: Relatos Y Vivencias De Un Viajero
Autor

David Galdamez

Cursó estudios de secundaria en el Colegio Sugamuxi de Sogamoso durante la llamada “época de oro” de la institución. Años más tarde completó el bachillerato (G.C.E.) en colegios nocturnos de Londres mientras trabajaba en un famoso hospital. En 1977 se graduó en Filosofía y Letras (BA) en el Politécnico del Norte de Londres. En Noviembre de 1980 se estableció en Belgrado, capital de la antigua Yugoslavia. Allí enseñó el idioma español y promocionó el folclor colombo-venezolano, haciendo al mismo tiempo numerosos viajes por las diferentes repúblicas del país balcánico. A partir de 1993 regresó a Bogotá para compartir sus experiencias con el común de las personas. Desde entonces, a invitación de la Comunidad de St. Katharina en Basilea, Suiza, se desplaza todos los veranos hasta la población de Teufen en el Cantón de Appenzeller para asistir a los Campamentos Internacionales de Paz.

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    El Reto De Mis Recuerdos - David Galdamez

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    El Reto de mis Recuerdos

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    Relatos y vivencias de un viajero

    David Galdamez

    iUniverse, Inc.

    Bloomington

    El Reto de mis Recuerdos

    Relatos y vivencias de un viajero

    Copyright © 2012 David Galdamez

    Todo los derechos resvervados. Ninguna parte de este libro puede ser usada ni reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico, mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento de recuperación de información sin el permiso escrito de la editorial excepto en el caso de citas breves en artículos críticos y reseñas.

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    Laspersona que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Thinkstock son modelos, y estas imagenes solo puese ser utilizadas con propositos ilustrativos.

    Algunas imágenes de archivo © Thinkstock.

    ISBN: 978-1-4759-5804-1 (carátula blanda)

    ISBN: 978-1-4759-5803-4 (carátula dura)

    ISBN: 978-1-4759-5802-7 (libro electrónico)

    El Número del Biblioteca del Congreso Control: 2012920033

    iUniverse fecha de revisiones: 11/9/2012

    9781475958027_TXT.pdf

    Índice

    Agradecimientos

    Una Nota Del Autor

    1. Mis Antepasados

    2. Memorias De Infancia

    3. El Cocuy En Los Límites De Mi Universo Infantil

    4. Sogamoso

    5. Corrales

    6. Luney

    7. Arcelia

    8. La Influencia De Amanda

    9. Logros Y Fallas

    10. Encuentros Humanos. Preámbulo De Un Viaje Definitivo

    11. El Churruca

    12. Barcelona - Madrid, A Vuelo De Pájaro

    13. Estación Victoria

    14. National Hospital

    15. La Cuestiòn Del Oriente, Un Primer Contacto

    16. Más Allá Del National Hospital. Días Turbulentos

    9781475958027_TXT.pdf

    Agradecimientos

    Amigos especiales como Hans Jecklin y su carismática esposa Elizabeth, desde la suiza francesa, me dieron ánimo para que continuara escribiendo y contara el resto de mi historia. A ambos los llevo en mi corazón y les agradezco el haber creído en mí.

    También debo agradecer a Carlos Uribe Celis, Sociólogo e Investigador de la Universidad Nacional de Colombia, por sus palabras de ánimo y su valioso análisis crítico al leer la primera edición de este relato.

    9781475958027_TXT.pdf

    Una Nota Del Autor

    Tal vez el capítulo titulado Luney suene en la mente de algunos lectores a literatura rosa y sentimental, pero, en este libro debo respetar el realismo y lo que es más importante, mi trayectoria humana sin ponerle filtros.

    Sin embargo, presiento que por muy auténtica que una auto-biografía pretenda ser, siempre quedará incompleta y hasta deformada. Por esto alguien dijo alguna vez: Las únicas biografías buenas se encuentran en la novelas.

    Adicional a esto, no soy una persona importante si contemplo con serenidad el mundo que me rodea, y soy consciente que mis experiencias tal vez no dan la medida, la emoción constante ni exaltan la gran aventura de los personajes notorios de la historia. Escribo como una terapia, una necesidad íntima de procesar recuerdos que han estado al acecho durante mucho tiempo en la zona de la penumbra de mi mente.

    Lucerna, Junio 24, 2011

    El 22 de septiembre de 1965 a las siete de la noche zarpé de Cartagena de Indias rumbo a España en un vetusto barco llamado El Churruca. La capital Madrid sería la culminación de la primera etapa de ese viaje. Era consciente de que ese viaje significaba un cambio radical con respecto a mi pasado, pero lo que no sabía aquel día, o, no podía imaginar, que regresara 27 años después cargado de nostalgias.

    Esas nostalgias ya no tenían un asidero en la realidad. El país había cambiado y me había saltado toda una serie de desarrollos históricos y sociales importantes. Muchas personas que había conocido y la dinámica de sus situaciones humanas, hacía mucho tiempo habían desaparecido. Otra de las cosas que se hizo más evidente al regresar, fue el espanto que comencé a sentir al ver que la gente ya no leía y que permanecía pegada a su teléfono de bolsillo con esa pantallita fantástica incorporada. Esto como es obvio, no ha sucedido tan sólo en mi país, pero la cuestión es que me ha hecho sentir como un monstruo ante-diluviano o como un pobre desadaptado social. ¿Cómo sucedió todo esto? Es decir, el cambio extraordinario provocado por la informática y el hecho evidente de que me haya quedado atrás, buscando una comida hecha a fuego lento, una película en tiempo real, que no rompa mi retina, y, si es posible, disfrutar una conversación placentera, reflexionar y aprender de nuevo a escuchar. Asimismo, no se me oculta el hecho palpable del increíble poder de la informática, por ejemplo, fermentando inconformismo en las mentes de millones de jóvenes en los países árabes, luchando al unísono por unas fuerzas de participación justa y democrática y derrocar los antiguos regímenes de opresión.

    Al poco tiempo de haber regresado empecé a darme cuenta de que en mi mente había un país fantasmagórico y que la realidad que veía tenía que aprenderla en muchos aspectos. Pero es que yo también había cambiado en la apreciación de ciertos fenómenos fundamentales. A unos cuantos meses de haber ingresado como auxiliar de enfermero al Hospital Nacional de Londres, atravesé una de las mayores experiencias a nivel subjetivo, cuando de forma paulatina emprendí camino rumbo al agnosticismo filosófico, la pérdida de fe en el cristianismo tradicional y mi desencanto con ciertos valores y supuestos de la sociedad occidental.

    El germen de esa transformación no brotó repentino de la roca pues en realidad, ya venía gestándose tiempo atrás a veces de una manera imperceptible, no sólo impulsado por mis lecturas de libros únicos y prohibidos, sino también debido a mi viejo prurito de indagar sobre los principios de las cosas.

    La crisis filosófica y existencial del otoño de 1966 significó encontrarme con el correr del tiempo, en una especie de contravía a la corriente principal de las creencias y presupuestos establecidos. Al adoptar mi nueva necesidad espiritual, no descarté por completo la exclamación de Heráclito: Entrad resueltamente, también aquí hay dioses, sin embargo, al sentirme afectado con cierto tipo de relaciones humanas, vi en la distancia la huída del mundo, y pensé con temeridad que la mayor parte de mis contemporáneos no había tenido una experiencia similar.

    Recuerdo que a la edad de nueve años en la población del Cocuy en la provincia de Boyacá, en plena época de la llamada violencia colombiana, encontré por casualidad escondido en un zarzo el libro Huerto Agnóstico del cáustico escritor José María Vargas Vila. Comencé a leerlo a hurtadillas pues se trataba de un libro prohibido. La Iglesia Católica y algunos grupos de la cultura tradicional lo tenían en una especie de lista negra de los libros condenados a la hoguera. Había allí una frase como un eco vertiginoso que comenzaba así: Tú serás un solitario, dijo el destino a mi corazón; y me circundó de ruinas, en el misterio de una soledad vaga y consolatriz, que vertió sobre mi toda la benignidad de sus auroras… Lectura fuerte para un niño que vivía una etapa cruenta en la historia de su país. Esa frase me atraía como un peligro aún cuando estaba demasiado joven para comprender el significado de su dimensión humana. Leía aquel libro a escondidas de mi madre quien era una creyente Protestante, soportando ya una larga soledad en medio de una sociedad hostil, regida por un sistema político despiadado. Y lo califico así no de forma gratuita, sino porque durante casi doscientos años se nos ha cacareado que vivimos bien, en una república democrática, en el mejor sentido de esa palabra. Sin embargo, el sistema de justicia de mi país, así como la clase política dirigente, predican un raro cinismo ante la realidad de un pueblo en su inmensa mayoría lacerado por unas desigualdades económicas aberrantes.

    Escarbando en mis sentimientos, buceando hacia atrás en mis recuerdos, surge siempre una simple sensación de fondo. Eso tiene una palabra: miedo. Nací como atrapado en la encrucijada del miedo y creo no exagerar al decir que una de mis primeras visiones, fue el haber visto esa sensación reflejada en los ojos de mi madre. Había sobradas razones para ello y en cambio, en todo ese entorno, no existían razones visibles ni el método apropiado para eliminar aquella nefasta sensación.

    Una de las contrapartidas del miedo y la violencia puede ser el odio. Yo veía el miedo y el odio reflejados en los rostros de los seres que rodearon mi infancia, y, aquellos seres tenían sus propios recuerdos atiborrados de miedos y de odios. Casi siempre podía intuir, que sus mismas creencias y sus mismas expresiones de fe, incluyendo sus gratas manifestaciones de amor, estaban elaboradas o impregnadas con elementos surgidos del miedo. Es decir, a más del miedo a la violencia política, a la intimidación, al poder hablar libremente, a la excomunión, a la enfermedad, al fracaso y a la muerte, estaba también el miedo al infierno, al diablo, a los fantasmas, al castigo eterno, a la oscuridad, al envejecer, al no creer, y, al final de todo, miedo al miedo. En mi época, en cualquier época, en mi país y aún mucho más allá, ese reducto psíquico permanece en estado puro y para siempre. Es el motor primordial de los impulsos ciegos. En esta zona del mundo la palabra miedo, así como la tosquedad de la palabra verraco, son omnipresentes en la cotidianidad del lenguaje. Ambas miden la sensibilidad de nuestro temperamento latino y entre ambas se oscila peligrosamente.

    Poco me sorprende que todo esto haya afectado desde un principio el nódulo de mi autoestima ya de por si encuadrada en el marco de una timidez provinciana. Pienso también a la distancia de tantos años que toda esa energía psíquica empleada en superar aquella falla y desventaja, hubiera sido un baluarte para construir habilidades y formas creativas a su debido tiempo. Y es que además según lo advertía Freud: El hombre no dispone de energía psíquica en cantidades ilimitadas.

    Sin embargo, me es lícito preguntar: ¿Cómo es que al menos temporalmente, logré romper ese cerco de ataduras físicas y emocionales, aquel 22 de Septiembre cuando abordé el barco El Churruca?

    9781475958027_TXT.pdf

    1. Mis Antepasados

    El conocimiento de mis antepasados por línea materna lo obtuve por partes y de forma furtiva pues era casi siempre prohibido preguntarlo. Mi bisabuela María Ignacia Mantilla fue, según los recuerdos de historias fidedignas que había oído mi madre, una dama de alta alcurnia natural de Pamplona en Santander del Norte. En la segunda mitad del siglo diecinueve esta distinguida mujer cometió un desliz imperdonable, al despojarse de forma repentina y con impavidez de su pesada falda decimonónica. Tamaña desmesura dio inicio a unas relaciones íntimas con su señoría el cura párroco de esa localidad, quedando ipso facto embarazada, y, el párvulo de aquel fogoso incesto espiritual fue mi abuelo Nehemías Patiño. Por lo visto aquel niño no fue reconocido por la intrépida pero avergonzada María Ignacia, y el apellido Patiño lo tomó del oportunista clérigo.

    La última huella de María Ignacia Mantilla permanece en una carta fechada 29 de Junio de 1899, enviada desde Piedecuesta a su vieja amiga Casilda Carvajal residente en Málaga, donde envía saludos a Nehemías. Para esa época, según se desprende de la carta, María Ignacia era ya una dama en visible decadencia física y económica.

    Todo lo que se de don Nehemías Patiño fue lo que mi madre logró comunicarme con el corazón quebrantado. Yo era muy joven y no acertaba a cuestionarla por más detalles de su pasado. Era enfermero también partero y por un tiempo mantuvo una droguería. Al parecer tocaba guitarra y cantaba, es decir, hombre siete oficios, lo cual, era algo normal en el medio social de aquellos días.

    Se casó con Rosalía Carvajal y a sus siete oficios añadió uno más: una aventura amorosa con su cuñada Casilda Carvajal. De esa inusitada aventura nació Hercilia Carvajal, mi madre. No logré conocerlo pues antes de mi llegada a este mundo fue asesinado en un camino hacia Miranda. Hercilia me contaba con lágrimas en los ojos que había sido a sangre fría, para robarlo, pero que el destino no mucho tiempo después, había hecho recaer sobre sus asesinos muertes violentas. Mi madre había nacido en Málaga, Santander, el 20 de Julio de 1900 y vivió sus primeros veinte años en esa población. Parte de ese tiempo lo vivió en el hogar de los esposos Eulogio Porras y Casilda Carvajal, quien era mi abuela, a quien tampoco llegué a conocer. La otra parte de ese tiempo vivió con Nehemías y Rosalía Carvajal. Al parecer, Rosalía no era una mujer rencorosa con el destino y dotada de un pensamiento libre de prejuicios, aceptó las infidelidades de su esposo Nehemías y de su hermana Casilda. Tal vez en esto influyó el hecho de que la niña, fruto de las dos infidelidades, había nacido en una fecha tan memorable en la historia del país. Por su parte, parece Hercilia nunca manifestó sentirse afectada para bien o para mal por su coincidencia natal con aquella fecha histórica. Era muy amante de la música de cuerdas y suspiraba al escuchar bambucos y pasillos porque en su entorno familiar había escuchado esta música en vivo tocada por virtuosos y maestros. Nombraba mucho a un tal Victoriano Ordoñez compositor y director de orquesta oriundo de Málaga. También solía contarme con respeto y cierto temor de su antigua maestra de primaria, la señora Victoriana, cuyas reglas de conducta y disciplina eran en verdad un ejemplo de su época. Las recordaba más o menos así: ¿Qué es urbanidad? Es el conjunto de reglas que tenemos que observar para expresar dignidad, decoro y elegancia a todas nuestras acciones y palabras que nos son debidas, y, para manifestar la benevolencia y respeto a todos los que nos rodean. Y, ¿Qué es benevolencia? Es aquella disposición habitual a tratar bien a todos según su clase, serles útiles en lo posible y disimular sus faltas.

    Con el correr del tiempo comprobé que la cita pertenece a un libro de la Urbanidad de Carreño. Sin duda se trata de una prescripción con un cierto grado de sabiduría con el objeto de garantizar el buen funcionamiento de las relaciones humanas, pero, también podría verse como la síntesis de una sabiduría convencional, clasista y destinada a preservar el estatus quo. En todo caso, durante toda su vida, Hercilia velaría por la praxis de aquella dócil urbanidad decimonónica.

    De pronto aquella felicidad de su primera juventud se vio turbada por el factor inesperado. Un día cualquiera de 1919 recibió el flechazo de Cupido cuando se atravesó en su camino el poeta y tinterillo Elías Vásquez. Actuó siempre con una espontaneidad rayando en la inocencia y siguiendo los dictados del corazón. Sin embargo, el amor que llevaba en su corazón no encontró asidero en la realidad descarnada de su tiempo, y, cuando creyó escuchar voces amables, descubrió asombrada ecos de fantasmas embistiendo contra su propia soledad.

    Había una directa oposición en la solvente familia Carvajal-Porras ante los sentimientos de Hercilia por aquel hombre con vaticinios de poeta trágico puesto que contrariaba las mejores expectativas de Eulogio, a la sazón, su padre putativo. Sin embargo, ella se sentía heredera de un destino duro y hasta de una inexplicable premonición fatalista. Elías solía escribirle unas cartas mustias preñadas de un pausado lirismo en las que le anunciaba su propia muerte antes de que ella pudiera siquiera intentar controlar los acontecimientos. En sus ratos libres las recitaba de memoria. Había en esas cartas una frase fría y premonitoria que le anunciaba: porque los sufrimientos que sobre ti caminan a paso de gigante no tienen fin.

    De modo que asediada por la oposición y las advertencias inquebrantables de su entorno familiar tomó una decisión irrevocable: huyó con su prometido hacia la población de Enciso y allí contrajo matrimonio en 1920. Según el recuento de Hercilia, siete años exactos duró su plenitud y dicha matrimonial, hasta que una mañana sintiendo el llamado de Las Parcas, Elías regresó de su taller de trabajo de forma intempestiva anunciando encontrarse enfermo. Acto seguido, se acostó y nunca más volvió a levantarse. Durante un mes lo cuidó sin apenas despegarse de su lecho. Creo fue en aquel momento cuando se resignó a perder el uso del apellido Carvajal y adoptó de forma libre el apellido Patiño de su progenitor.

    Al enviudar había quedado sin lugar a dudas desheredada por la familia Carvajal-Porras y además con tres hijos pequeños: Amanda, Blanca y Arturo, mis medios hermanos, pero además, sin ninguna seguridad material y financiera, sin logros académicos ni garantías laborales.

    En mi país, desde siempre, muchas viudas desamparadas ni siquiera se imaginaban que un gobierno soberbio y centralizado pudiera por medio de sus representantes locales auxiliar sus desventajas en alguna forma. Estas sofisticaciones gubernamentales si existieron en aquella época como legislación, jamás estuvieron al alcance de cualquiera. La realidad tenía que afrontarse desde el azar y la iniciativa personal: Esa vasta clase económica miserable, que no lee, que no escribe, que no se calza, que apenas come, que permanece al margen de la vida nacional… según decía Alfonso López Pumarejo, Presidente por aquella época, en uno de sus retóricos discursos tratando de enfocar la primera Revolución en Marcha (1934-1938). Sus reformas y su fascinante habilidad de prestidigitador como lo llamara un escritor extranjero, no llegaron al fondo del problema. Neutralizó las mejores esperanzas de los trabajadores y dio oportunos puestos burocráticos a los revolucionarios comunistas para acallarlos. Sin embargo, el poder político y económico continuaba extendiendo su trato preferencial a las clases poseedoras de todos los privilegios, obtenidos ha mucho tiempo, con artimañas jurídicas por los abogados de la colonia, durante el vergonzoso período histórico llamado la Patria Boba.

    Los lastres políticos, económicos y religiosos habían sido arrastrados como pesados fardos desde la Conquista, con todas las inequidades sociales y económicas, y soslayados de una u otra forma por nosotros mismos. Colombia ha sido llamada con justificación el país de las grandes contradicciones. Una de ellas es la llamada invulnerabilidad de la ley, el mito del fundamentalismo legalista según un contemporáneo analista santandereano.

    En estas coordenadas de tiempo y espacio, el destino situó a mi madre nadando contra la corriente y tratando de equilibrar con su frágil estructura de mujer solitaria, los movimientos telúricos y sociales de una sociedad fragmentada. Peregrinó incansable una docena de años acometiendo oficios con los que apenas subsistía y entretanto buscando a su progenitor, entreteniendo la vana esperanza de poder solventar su precaria situación material y humana. Al parecer Nehemías no estaba en condiciones de brindarle el apoyo que necesitaba.

    Regresó de aquellos arduos periplos por la soberbia región de García Rovira y aledaños de Santander a todas luces convertida a un naciente Protestantismo, y, sosteniendo una pequeña fábrica de dulces producidos a base de vainilla, cáscara de limón y azúcar blanco. Pero además, complicando su situación había una niña adicional en su vida. Su nombre Graciela y no se podía ocultar en medio de las tormentas. Una madrastra con un carácter de hiena se hizo cargo de ella. En la bruma del tiempo recuerdo a Graciela masticando odios, aquejada por la desilusión, víctima de un resentimiento perpetuo.

    Ahora, hacerse Protestante por los años treinta, cuando la Iglesia Católica mantenía un inmenso poder sobre los hilos de la política, así como sobre la educación, el matrimonio y la conciencia de la gran mayoría de los colombianos, era en verdad una acción temeraria y desorbitada.

    Las sectas Protestantes como se las llamaba, fueron iniciadas por misioneros de los Estados Unidos apoyados por otros misioneros centroamericanos. La Iglesia Católica en mi país, las veía como la reencarnación de los herejes-mensajeros de una llamada pseudo-reforma, iniciada por Martin Lutero en el siglo XVI. En realidad, la enquistada corrupción, el clero simoníaco, sus poderosos cardenales sin moralidad y sin fe, hicieron posible que este genial y desconocido teólogo agustino, hijo de un minero tosco, lograra la escisión del cristianismo europeo.

    Con aquel tráfico vergonzoso de las indulgencias Roma era una cloaca abominable y el joven agustino lo había visto durante su visita a finales de 1.510 durante el reinado del Papa Julio II. El cristianismo se había convertido en una atroz miseria moral, una farsa gigantesca, y, era posible con mofa e ironía, comparar todo aquello con la imagen absurda de un burro tocando el arpa.

    De haber sido una estrella fija, Lutero se convirtió en un planeta errante que a la larga sería atraído y absorbido por otras órbitas de una nueva interpretación de la fe, con su hábil traducción del Nuevo Testamento a la lengua vernácula alemana. Roma se había equivocado excomulgándolo y tratando de juzgarlo como hereje en algún tribunal católico inquisidor. El arzobispo de Maguncia Alberto de Brandeburgo era un mal conocedor de los seres humanos y con torpeza se apresuró a denunciar al desconocido pero indestructible monje. Para los campesinos y la ya poderosa burguesía alemana, Lutero se había convertido en un cometa brillante con una órbita definitiva.

    En cuanto al Nuevo Mundo, no hay que olvidar que nuestro acontecer histórico es contradictorio. A nuestro país llegó primero la Contrarreforma con su Santa Inquisición y sólo siglos después la Reforma. Es cierto que luego de la presidencia cautelosa de Enrique Olaya Herrera había llegado al poder el liberal Alfonso López Pumarejo, quien inició el desmonte del Estado Teocrático con la Reforma Constitucional de 1936. Aquella iniciativa enfadó a la jerarquía católica cuando su reforma tocó los privilegios eclesiásticos e impuso un impuesto a los seminarios católicos. Durante ese período de hegemonía Liberal se le dio cierta legitimidad al movimiento sindical pero aún hoy en día no existe una fuerza laboral organizada en Colombia. Muchos de los líderes sindicales se dedicaron a la búsqueda vergonzosa del lucro personal y las prebendas. Hoy en día, según algunos entendidos, el capital monopolista extranjero viene al país porque aquí no pagan regalías, no contribuye a mejorar la infraestructura y porque además aquí matan a los sindicalistas.

    El gobierno Santos busca hoy la

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