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Psicoterapia de juego: Desde los enfoques congnitivo-conductual, psicoanalítico, humanista, gestalt
Psicoterapia de juego: Desde los enfoques congnitivo-conductual, psicoanalítico, humanista, gestalt
Psicoterapia de juego: Desde los enfoques congnitivo-conductual, psicoanalítico, humanista, gestalt
Libro electrónico318 páginas4 horas

Psicoterapia de juego: Desde los enfoques congnitivo-conductual, psicoanalítico, humanista, gestalt

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Esta obra explica el uso del juego como eje y recurso terapÉutico, desde el enfoque cognitivo conductista, psicoanalÍtico, gestÁltico y humanista. La autora brinda una visiÓn plural del tratamiento con niÑos, retomando los principios teÓricos de cada una de estas escuelas psicolÓgicas y su aplicaciÓn en actividades lÚdicas.

This work explains the use of game as an axis and therapeutic resource, from the cognitive behavioral, psychoanalytic, gestalt and humanistic approaches. The author offers a plural vision of treatment with children, taking up the theoretical principles of each of these psychological schools and their application in playful activities.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 may 2022
ISBN9786077132394
Psicoterapia de juego: Desde los enfoques congnitivo-conductual, psicoanalítico, humanista, gestalt

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    Psicoterapia de juego - Ana Livier Govea

    Psicoterapia de juego

    desde el enfoque Gestalt, cognitivo-conductual,

    psicoanalítico y humanista

    Ana Livier Govea

    Coordinación editorial: Gilda Moreno Manzur

    Portada: Julieta Bracho-Estudio Jamaica

    Primera edición: 2020

    © 2017, Ana Livier Govea

    © 2020, Editorial Terracota bajo el sello PAX

    Este libro se publica mediante licencia expresa otorgada

    por Editorial Pax México Librería Carlos Cesarman, SA

    Las marcas y MÉXICO son propiedad

    de Editorial Terracota, SA de CV.

    ISBN: 978-607-9472-72-6

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

    Editorial Terracota, SA de CV

    Av. Cuauhtémoc 1430

    Col. Santa Cruz Atoyac

    03310 Ciudad de México

    Tel. 55 5335 0090

    www.editorialpax.com

    Capítulo 1

    El juego

    Este libro está orientado a la exposición de distintas corrientes y enfoques sobre la terapia de juego, por lo que es necesario estudiar en primer lugar qué es lo que entendemos por juego y cómo se relaciona este con la terapéutica. Eso facilitará la comprensión de nuestro estudio.

    Desde años recientes, disciplinas como la psicología y la pedagogía le han dado un lugar especial al juego del niño. Estas disciplinas ponen énfasis en la importancia de rescatar al juego del lugar cotidianamente colocado; en ocasiones, el juego es sinónimo de perder el tiempo, ocio, tiradero etc., limitando de este modo el innumerable cúmulo de beneficios y posibilidades que el juego le ofrece al niño (y al adulto).

    Sin embargo, hoy en día sabemos que el juego está orientado hacia un aspecto diferente, sabemos que el juego se puede comprender de otra manera.

    Existen cuantiosas teorías que tratan de explicar las razones que tenemos para jugar. Unas lo consideran desde el punto de vista biológico, otras desde el punto de vista psicológico y psicoanalítico.

    Por ejemplo, "antiguamente (punto de vista biológico), predominaba la 'teoría del descanso',¹ que ahora se ha descartado porque el juego no es descanso, sino un cambio de actividades que requiere casi siempre mayor actividad muscular, motora y psíquica, hasta el punto de cansarnos o agotarnos" (Castellanos Marie, 1973, p. 28).

    Otra aproximación al juego es la que nos brinda el autor Lev Vigotsky, quien lo considera como una actividad social, en donde la cooperación, la adquisición de roles, el establecimiento de normas y reglas, hace del juego una actividad cultural y social.

    Asimismo, considera que el niño es capaz de transformar mediante su imaginación (o fantasía) objetos cotidianos, atribuyéndoles un significado personal (juego simbólico). La teoría de Vigotsky resalta que el niño se desarrolla en relación con su medio circundante, en el que el juego es un factor básico para este proceso.

    Otra de las teorías relevantes sobre el juego es la teoría intelectual de J. Piaget. Este autor define el juego en relación con las etapas evolutivas por las que atraviesa el niño, y que forma una parte importante e imprescindible de su maduración social e intelectual. Para Piaget, el tipo de juego está directamente relacionado con las etapas deldesarrollo cognitivo infantil, las cuales van desde las más sencillas expresiones hasta las más complejas. Es decir que a cada una de las etapas cognitivas determinadas le corresponde un tipo de juego.

    Sin embargo, existen otros autores que consideran al juego como algo distinto. Tal es el caso de Freud, quien concibe al juego como una manifestación de impulsos eróticos y agresivos, los cuales necesitan ser comunicados y expresados, para ser posteriormente interpretados en su contenido simbólico. Sea cual sea la teoría con la que el lector se identifique, es necesario destacar lo mencionado por Castellanos:

    […] el niño dedica gran parte de su vigilia a jugar. Desde el punto de vista físico, descarga energías excedentes, perfecciona sus coordinaciones neuromusculares y contribuye a su desarrollo muscular y al ejercicio de su cuerpo. Desde el punto de vista psicológico, contribuyen a la salud mental del individuo; cumplen un fin terapéutico al proporcionar canales para la descarga de tensiones emocionales. Desde el punto de vista social, dan oportunidades para la satisfacción del deseo de contacto social, facilitando cierto adiestramiento moral, ya que el niño aprende a estimar lo que el grupo considera correcto o incorrecto (Castellanos M., 1973, p. 30).

    En tanto que el juego es una actividad universal, libre y fuera de toda responsabilidad de trabajo u obligación, se vuelve una actividad rítmica y armónica de una fuerza liberadora. No son los elementos teóricos o formales los que definen al juego, sino la profunda afectividad con la que el niño despliega la actividad lúdica.

    El niño juega para construir y representarse el mundo, juega para poder asimilar la realidad circundante, para darle orden a sus fantasías, expresar sus afectos y emociones; el niño juega para descargar angustias y para poder metabolizar sus propias vivencias. Por medio del juego, el niño se fortalece de manera física, emocional y psíquica, lo que le brinda la posibilidad de autoafirmarse y ganar autonomía.

    El niño no juega siempre a lo mismo, es decir, su juego tiende a evolucionar conforme él mismo crece. Po tanto, la progresión del juego está íntimamente relacionada con todo el desarrollo evolutivo del niño. Es función, estímulo y formación del desarrollo infantil porque es instrumento de afirmación de sí mismo, le permite ejecutar sus capacidades físicas e intelectuales, pero también la ayuda a plantear y resolver sus problemas cotidianos de desarrollo y convivencia (Zárate y Medina, 2001, p. 9).

    El niño juega por una serie de razones que a simple vista son obvias; el niño juega por placer, pero también para expresar agresión u hostilidad, para dominar la angustia, para establecer contactos sociales, entre otros.

    Por tanto, el juego es un factor importante que contribuye al desarrollo de la personalidad del niño, favoreciendo su relación con los otros.

    Si hemos dicho que el juego le permite al niño expresar su angustia y sus afectos, es porque aceptamos la idea de que al niño le ocurren experiencias que le generan tensión; aceptamos la idea de que el niño posee, al igual que el adulto, un mundo interno complejo, lleno de fantasías y ansiedades que se ponen de manifiesto en la actividad lúdica.

    Freud fue el primero en poner en evidencia estos aspectos de la vida infantil y en su texto Más allá del principio del placer reconoce que el juego empareja las angustias con los deseos.

    En palabras de Freud:

    […] se advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan por así decirlo de la situación. Pero, por otro lado, es bastante claro que todos sus juegos están presididos por el deseo dominante en la etapa que ellos se encuentran: el de ser grandes y poder obrar como los mayores. También se observa que el carácter displacentero de la vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego. Si el doctor examina la garganta del niño o lo someta a una pequeña operación con toda certeza esta vivencia espantable pasará a ser el contenido del próximo juego. Pero la ganancia del placer que proviene de otra fuente es palmaria aquí. En cuanto el niño trueca la pasividad del vivenciar por la actividad del jugar, inflinge a un compañero de juegos lo desagradable que a él mismo le ocurrió y así se venga en la persona de este sosias (Freud, 1920, p. 16).

    Es importante ahora delimitar lo que entendemos por psicoterapia y psicoterapia de juego con el propósito de que el lector pueda comprender ambos ámbitos de trabajo y la relación que tienen con el juego.

    En palabras sencillas, la psicoterapia se refiere a un tratamiento cuyo objetivo es llevar a cabo la comprensión, eliminación o modificación de los síntomas que aquejan al paciente/cliente. Estos síntomas pueden tener expresión a nivel conductual cognitivo, somático y emocional.

    Este tratamiento se lleva a cabo mediante el vínculo que se establece entre un profesional que cuenta con la formación y las habilidades necesarias, y el paciente/cliente que requiere la ayuda para aliviar los síntomas que le producen cierto grado de sufrimiento.

    Las intervenciones psicoterapéuticas varían según el modelo psicológico con el que se trabaje y se dirigen a un público mayoritariamente adulto.

    Sin embargo, cuando hablamos de la terapia de juego, hacemos referencia a la serie de métodos y técnicas lúdicas que tienen como objetivo ayudar a que el niño pueda comprender, eliminar o modificar síntomas desadaptativos, y encuentre nuevas maneras de relacionarse con los otros y consigo mismo, de expresar y entender aspectos de su mundo emocional, nuevas formas de expresión, así como autocontrol, autoconocimiento y reconocimiento de sus propias habilidades y recursos.

    Todo lo anterior se lleva a cabo mediante el vínculo que se establece con el terapeuta de juego, quien será un profesional especializado en este método de trabajo terapéutico, a partir del modelo teórico con el que haya elegido trabajar.

    Por ejemplo, en lo que concierne al psicoanálisis, se destaca la aportación de Melanie Klein, una psicoanalista que dedicó gran parte de su obra al trabajo en la clínica infantil. Klein escribió ampliamente sobre la adaptación técnica del psicoanálisis convencional al trabajo psicoanalítico con niños, incorporando el juego a las sesiones. Esta autora consideraba al juego como un modo de expresión del niño y, puesto que la habilidad verbal del infante aún no está muy desarrollada, el juego sirve como el lenguaje propio del niño que debe interpretar el analista. Es decir, dado que el niño no puede articular el lenguaje verbal tal y como lo haría un adulto, se basa en el juego para poder expresar sus contenidos mentales.

    La presente obra tiene como finalidad mencionar los distintos enfoques terapéuticos que se usan para el trabajo infantil; sin embargo, cualquiera que sea dicha postura, es importante resaltar que el juego es de gran trascendencia para el trabajo terapéutico. En sus páginas se hace un recorrido por las más importantes y representativas corrientes psicológicas actuales² y la terapia de juego en cada una de ellas; al mismo tiempo, se abordarán tanto aspectos teóricos como clínicos.

    El objetivo de esta obra es proporcionar al lector un panorama general sobre la función, la aplicación y la importancia de la terapia de juego en nuestros días. Así, profesionales de la salud mental, estudiantes, padres de familia o cualquier persona que esté interesada en el tema, podrá reconocer la importancia de la atención psicológica oportuna de los pequeños, y de este modo, hacer frente a las vicisitudes cotidianas, a partir de un lenguaje único y propio como lo es el juego.

    Psicoanálisis y terapia de juego

    El psicoanálisis nació en la última década del siglo xix y se le atribuye al Padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. A partir del trabajo de Freud se construye un modelo de la mente, una explicación sobre la motivación de la conducta humana y sobre la etiología de las enfermedades mentales. Freud expone en modelos conocidos como tópicas el sustento teórico que le permite inferir el origen de la neurosis, la psicosis, e incluso de fenómenos triviales o normales como los sueños, chistes, actos fallidos y lapsus linguae, los cuales son estudiados a profundidad en su texto Psicopatología de la vida cotidiana de 1901.

    Primera tópica

    En su obra Interpretación de los sueños (1900) Freud intenta explicar la organización y el funcionamiento del aparato mental en términos psicológicos, esta vez sin recurrir a términos neurológicos como lo había hecho anteriormente. Freud postula la idea de una localización psíquica —mas no anatómica— de los procesos de placer y displacer. En otras palabras, pretendía dilucidar el camino topológico, es decir, el lugar de origen de ambos procesos.

    En su Primera tópica Freud postula dos conceptos fundamentales, a saber: consciente e inconsciente. Estos fueron considerados como localidades psíquicas.

    El consciente es el que recibe los estímulos tanto internos como externos y es el encargado también de la descarga motora; en este sentido el consciente tiene una función perceptiva y motora. Por su parte, el inconsciente es entendido como el que cambia las percepciones recibidas en huellas mnémicas; es decir, los sistemas de memoria son inconscientes.

    El inconsciente se refiere a la existencia de un lugar de difícil acceso para la conciencia, donde se almacenan pensamientos, percepciones, recuerdos, deseos y temores, entre otros, los cuales influyen directamente en la motivación y la conducta del sujeto. Podemos pensar que el inconsciente es como un gran depósito de recuerdos y experiencias que el individuo relegó al olvido, por ser demasiado penosos, perturbadores, incómodos o dolorosos para permanecer visibles en la conciencia.

    Los recuerdos almacenados no surgen directamente del inconsciente, hay un vínculo entre el consciente y el inconsciente. A este vínculo, Freud lo llama preconsciente.

    De tal manera, podemos pensar que el preconsciente es el que permite el paso de contenidos inconscientes a la conciencia, estableciendo así la comunicación entre estos dos lugares.

    El preconsciente contiene, por una parte, elementos procedentes del inconsciente que progresan hacia la conciencia y, por otra parte, impresiones y percepciones provenientes del mundo exterior.

    Cualquier información que llegue a nuestro sistema perceptivo, aunque luego sea reprimida, dejará de estar en el campo de la conciencia para pasar al preconsciente, al mismo tiempo que contenidos del preconsciente pueden pasar al consciente sin ningún esfuerzo.

    Es así como Freud logra establecer una diferencia entre la realidad fáctica y concreta, y la realidad psíquica.

    El inconsciente se rige bajo lo que Freud llama principio de placer, en oposición al consciente que se rige bajo el principio de realidad por estar este en contacto continuo y directo con la percepción de la realidad fáctica.

    Cuando hay un intento de descarga —buscando el placer— pero que resulta inadecuado en la realidad —según el juicio de realidad de la conciencia—, surge un conflicto entre ambos sistemas. El resultado de este conflicto es la represión,³ la cual genera contenidos inconscientes reprimidos.

    Sin embargo, cuando la búsqueda por eliminar el displacer implica un conflicto con la realidad, se genera una formación de compromiso. Es decir, la descarga no será de manera directa, sino que se realizará mediante mecanismos mentales como el sueño, las alucinaciones o los síntomas.

    Freud postuló que cuando los estímulos (tanto internos como externos) ingresan al sistema inconsciente, son cargados (investidos) de energía (libido) y relacionados con otros recuerdos, los cuales muchas veces distorsionan los estímulos originales.

    Este proceso convierte a los estímulos en pulsiones. La pulsión será, pues, el representante psíquico de los estímulos. Con el concepto de pulsión y de inconsciente dentro del marco teórico del psicoanálisis, Freud argumentó la existencia de una realidad psíquica, la cual es en ocasiones independiente de la realidad fáctica (y usualmente desconocida).

    Es esta realidad psíquica la responsable del funcionamiento mental del ser humano en general. Cada acción humana, cada deseo, sueño, error de la vida cotidiana, cada enfermedad y cada decisión dependen en gran medida de esta realidad psíquica.

    Una de las implicaciones más importantes de estos descubrimientos psicoanalíticos es que el análisis de cualquier acción humana, por ejemplo, los sueños o los juegos, permite conocer qué sucede en el interior del sujeto, es decir, conocer su realidad psíquica y cómo esta afecta la conducta.

    A pesar de lo anterior, ya que no todas las representaciones de la realidad psíquica pueden ser simbolizadas por el sujeto para volverse conscientes, es necesario que el psicoanálisis precise de una hermenéutica, es decir, de una teoría de la interpretación. La interpretación será pues la forma mediante la cual el analista podrá encontrar el sentido oculto y maquillado del acontecer del sujeto.

    Con esta Primera tópica, Freud propone la existencia de una realidad psíquica que es independiente de la realidad externa. La génesis de esta primera teoría se basa en las experiencias vividas por el sujeto, pero no en las experiencias efectivas sino en las consecuencias o el efecto que tuvieron esas experiencias en la persona.

    En otras palabras, lo inconsciente es lo verdaderamente psíquico y sus procesos son independientes de la realidad material concreta; son irreductibles a la conciencia.

    Segunda tópica

    Fue a partir de 1920 y de sus escritos Más allá del principio del placer (1920), Psicología de las masas (1921) y El yo y el ello (1923) que Freud desarrolló una segunda gran propuesta en la teoría psicoanalítica, la cual se conoce como Segunda tópica. En esta nueva revisión teórica, las pulsiones ya no son concebidas como las representantes internas de los estímulos externos e internos (llamados en algunas ocasiones instintos, ya sea sexuales, de nutrición, etc.) sino como la catexia (cargar de libido) de los estímulos.

    A partir de Tres ensayos de teoría sexual (1905) el psicoanálisis se volverá una teoría sobre el amor representado por el concepto de libido.⁴ La forma de relacionarse con las vivencias y con los otros dependerá en cierta medida de la forma en que son catectizadas o libidinizadas.

    En su obra Introducción al narcisismo. Freud dice que uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar (Freud, 1914, p. 82). La forma en que el ser humano ha aprendido a relacionarse libidinalmente con los objetos y las vivencias será condicionante de futuras formas de relaciones.

    Freud encontró dentro de la práctica clínica ciertas manifestaciones y conductas que no parecían estar regidas únicamente bajo el principio de placer. A saber, los sueños traumáticos, las repeticiones transferenciales, la compulsión a la repetición y algunos juegos de los niños en los que parece que el fin último es buscar el displacer o mejor dicho, repetir —en ocasiones de manera compulsiva— las vivencias de displacer, en lugar de reprimirlas o de descargarlas, como postulaba la teoría original.

    Ante esta problemática, Freud replanteó en el texto Más allá del principio del placer, la idea de que el ser humano no busca únicamente satisfacer el placer inmediato (inhibiendo las excitaciones tanto internas como externas), sino que también busca reproducir un estado de paz absoluta en el que no haya ninguna excitación que, por definición, produzca displacer. Este estado de paz absoluta sólo es posible en lo inanimado, en la muerte.

    La conclusión de este viraje teórico es que el aparato psíquico, en el afán de buscar el placer máximo, tiende a la muerte. La repetición es una regresión que tiene como finalidad buscar un retorno a la no-vida, a lo inorgánico o mejor dicho, a la muerte como meta de la vida.

    A partir de este momento, surge en la teoría psicoanalítica un concepto nuevo: la pulsión de muerte. Freud argumentó que dentro del aparato psíquico convergen dos tipos de pulsiones, una de vida (Eros) y una de muerte (Tánatos), pulsiones que entrarán en conflicto y, por consiguiente, serán generadoras de neurosis y de enfermedades. Ante este conflicto (que ya no es únicamente entre consciente e inconsciente) devinieron cambios estructurales en la teoría.

    Particularmente hablando de la compulsión a la repetición, el sujeto repetirá una y otra vez, dependiendo del monto de pulsión de muerte, aquellos aspectos patológicos o dolorosos, en lugar de recordarlos. Es decir, que el recordar es una manera de frenar la compulsión a la repetición, puesto que si el sujeto recuerda deja de repetir. Ahora bien, existen dos tipos de pulsiones; una que busca la muerte y otra que busca la vida y la autoconservación. Cuando esta pulsión de autoconservación se enfrenta a la pulsión de muerte resulta una lucha en la que el sujeto se enferma.

    Freud también descubrió que existen sensaciones displacenteras que parten del interior y que nunca han atravesado por la conciencia, es decir, que son inconscientes. Estos contenidos parten de épocas arcaicas y primitivas y tienen un aspecto filogenético, es decir que los compartimos con los demás seres humanos. Si se pudiesen rastrear estas sensaciones que no están conectadas con la representación-palabra (por su carácter ancestral y preverbal) y, por tanto, no pueden hacer referencia a lo preconsciente, nos encontraríamos con el llamado Ello,5 lugar en donde residen las pulsiones de Eros y la de Tánatos, las sexuales, sádicas y agresivas.

    Cuando el Ello entra en contacto con las demandas del mundo exterior y comienza a hacer suyas las representaciones de ese mundo externo, es cuando se forma el Yo, instancia psíquica que estará por un lado intentando satisfacer las exigencias de ese Ello pero también las exigencias del mundo externo. El Yo tendrá en ocasiones que recurrir a implementar mecanismos de defensa,⁶ para establecer o restablecer el correcto funcionamiento de una realidad psíquica dentro de una realidad fáctica.

    Sin embargo, para entender el funcionamiento psíquico no basta con estas dos instancias (Ello y Yo). Para Freud fue necesario deducir la existencia de otro registro psíquico: el Superyó.⁷ Esta es la instancia que se encarga de la observación de sí, la censura onírica y la represión, siendo esta instancia psíquica la que contiene los imperativos morales, éticos, religiosos, las prohibiciones tanto culturales como sociales, incluyendo la culpa y el ideal del Yo.

    Cabe mencionar que el Superyó —el heredero del complejo de Edipo—⁸ es una entidad necesaria para que el individuo forme parte de la cultura; también puede ser una instancia cruel que genera en el sujeto patologías e inhibiciones importantes.

    Esta Segunda tópica muestra cómo Freud reevalúa el funcionamiento de los procesos mentales: no existe una clara distinción entre lo inconsciente y lo consciente. Estos se hallan mezclados en tres registros metapsicológicos: el Yo, el Ello y el Superyó; el conflicto resultante de estos tres es la vida, tanto en su aspecto sano como en el patológico.

    Principales aportes para

    la investigación en la clínica

    Derivado de la teoría psicoanalítica, Freud encontró diversas formas de investigación clínica. Al ser una teorización del aparato mental en general, sus investigaciones contienen las explicaciones tanto de lo patológico como de lo normal.

    Primer momento

    Freud consideró al aparato psíquico como una acción refleja: ante las excitaciones y las necesidades surge una acción que tiende a la satisfacción, es decir, a la eliminación de dicha excitación o necesidad. El mecanismo que el aparato psíquico utiliza en estos casos es el desplazamiento.⁹ El trauma psíquico que el individuo no quiere recordar por lo doloroso o displacentero que representa, es reemplazado por

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