Domingo sangriento
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Luego de días y días de mucha tensión en la oficina, finalmente el joven vendedor Renato está en condiciones de tomarse unas vacaciones del ambiente laboral que tanto lo sobrecargó en los últimos meses. Su destino? Un viaje hecho en familia desde Florianópolis hasta una granja ubicada en Sanclerlandia de Goias, lugar donde residen sus suegros. Sólo que Renato no esperaba que sus momentos de descanso y placer, de un momento para otro, se transformaran en una tremenda pesadilla.
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Domingo sangriento - Gláucio Imada Tamura
Atención!
Puede haber en la narrativa de este libro, temas pesados como: tortura, sarcasmo, violencia sexual, palabras obscenas y locura. Si usted siente alguna aversión a estos temas, lo recomendable es no continuar...
Prólogo
Justo en la orilla de un arroyo, se pudo oír a kilómetros de distancia de allí, el ruido de varios tiros disparados hacia lo alto, ahuyentando una bandada de pájaros que, hasta momentos antes, permanecía anidada en las ramas más altas de los árboles.
— Cállate perra sucia! O vas a morir! — ordenó el bandido.
— Por el amor de Dios, chico, no me mates!— imploró la víctima, de rodillas hacia él.
Pero el bandido no demostró remordimiento ante sus súplicas, permaneciendo con la mirada fría, distante.
— Juro que hago todo lo que tú quieras! — negoció la mujer, intentando ganar más tiempo de vida — Yo tengo familia. Tengo hijos que criar.
Después de ofrecerle una sonrisa sarcástica; que fue como si le dijera a ella: Poco me importa si tienes hijos, marido, o la mar en coche!
, el bandido aflojó el cinturón y bajó lentamente la cremallera. Luego fue bajando el pantalón, moviéndose de un lado al otro, hasta que su miembro grande saltó hacia afuera de la ropa interior. Para demostrar que no estaba para bromas, el bandido cargó la pistola y la apoyó en la frente de la mujer.
— Sólo debes darme un poco de placer — dijo él gentilmente — Pero si te niegas, te perforo los sesos! Dejo tu cadáver pudriéndose en medio de esas aguas...
La mujer incluso pensó en resistirse, como la última vez que en ese caso la dejó con el cuerpo lleno de hematomas y sus prendas hechas estropajos. Pero enseguida desistió, pues a diferencia de antes, notó que el dedo que reposaba sobre el gatillo pareció más convencido.
— Vamos, perra, abre rápido esa bocaza! Qué estás esperando?! — despotricó el bandido.
Por último, a pesar del llanto reprimido, gritando para explotar en su pecho, en los segundos siguientes lo que hasta entonces entraba blando en su boca, de a poco fue ocupando cada vez más espacio entre sus labios.
— Ah, así...— el bandido giró los ojos de placer — Continúa... No pares...
En ese instante, el mundo se detuvo para la mujer que a partir de allí sólo deseaba que todo aquello acabara rápido. Pero la intención del sujeto era otra. De modo que, mientras ella lo estaba satisfaciendo, él buscó recibir un placer extra, o sea, explorando sus intimidades.
— Confiésalo — dijo y preguntó — tú acostumbras chupar el pene de tu marido?
Sin embargo la mujer fingió no oírlo, permaneciendo con los ojos cerrados; totalmente concentrada en el trabajo de satisfacerlo.
— Ué, acaso el gato te comió la lengua? — el bandido la confrontó irritado, de tal manera que luego de gritar: QUIERES MORIR!
, él la levantó del cuello para ahorcarla.
Lágrimas caían de los ojos de la mujer, ya todos manchados por causa del maquillaje oscuro. Pero cuando ella hizo señas de que iba a hablar, él aflojó los dedos clavados en su cuello.
— Yo nunca hice eso con mi marido. — respondió ella. Luego bajó los ojos y dijo: — Chico, esto va contra nuestra religión!
Y como el bandido la soltó, la mujer volvió a arrodillarse para continuar lo que estaba haciendo.
— Pero