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El sueño de Gark
El sueño de Gark
El sueño de Gark
Libro electrónico224 páginas3 horas

El sueño de Gark

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Información de este libro electrónico

¿Qué comunidad podría celebrar tener más de un año en unión o amistad? ¿Quién podría amar a una mujer más de seis meses sin caer en la mediocridad?

El sueño de Gark se desarrolla en una sociedad narcisista y decadente donde las relaciones humanas están dirigidas por meta buscadores, entes que encuentran viabilidad al ostracismo al que está abocada la población.

Gark tratará de indagar la razón de un sistema gestionado bajo una perfecta red que les podría llevar a su extinción.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento25 jun 2018
ISBN9788417335120
El sueño de Gark
Autor

Santiago González Torrejón

Santiago González Torrejón nació en Madrid (1968), siempre tuvo inquietud por los relatos sociológicos y las novelas de ciencia ficción. Cursó sus estudios en la Facultad de Estadística de la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja desde hace veinte años en una empresa de telecomunicaciones, siempre relacionado con departamentos de estudios de mercado. Bajo una inquietud razonada sobre las motivaciones sociales del ser humano, siente una impulsiva necesidad de escribir un relato que une la ficción y el mensaje de su propio pensamiento. Dicha obra se ve plasmada con la publicación en 2016 de Serendipias (Editorial Círculo Rojo). Su segunda novela, El sueño de Gark, publicada en 2018 por Editorial Caligrama (Penguin Random House), representa la visión de una sociedad decadente y narcisista controlada por una red de algoritmos que basan su éxito en la inteligencia masiva de datos (big data) pero que los podría llevar a su extinción. El Carámbano rojo, su último trabajo publicado, nos traslada a Madrid de 1959. Veinte años después de la contienda civil, España forma parte de la conferencia de repúblicas ibéricas tuteladas por la Unión Soviética. Esta ucronía enmarca a los españoles en una sociedad alternativa a la que la historia les deparó.

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    El sueño de Gark - Santiago González Torrejón

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    El sueño de Gark

    Primera edición: mayo 2018

    ISBN: 9788417321277

    ISBN eBook: 9788417335120

    © del texto:

    Santiago González Torrejón

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Agradecimientos por su inestimable ayuda a Javier Afonso, Íñigo de Jaime, Mónica Conde y Sonia Corral

    Prólogo

    Dicen que nuestra sociedad es la sociedad de la información, donde disponemos de todos los datos existentes de forma inmediata. ¿Y qué hacemos con todo ello aparte de intoxicarnos? Necesitamos un método para administrar el tiempo que gastamos filtrando y clasificando este exceso de información que sin duda no nos hace más sabios.

    La distancia ya no es una barrera de comunicación, las redes sociales acercan a todo aquel con el que hemos tenido el mínimo contacto, incluso a amigos de amigos de conocidos que, por alguna extraña razón, quieren enredarse con nosotros. Sacamos nuestro mejor perfil, y cada vez tenemos más amigos, si llegas a quinientos ya puedes irte a la cama sintiéndote popular, pero todo esto no hace que nos sintamos menos aislados y más pegados a una pantalla.

    Dicen que estamos inmersos en la tercera revolución industrial, la revolución tecnológica, pero no nos daremos cuenta de todo lo que significa hasta que salga en los libros de historia de las próximas generaciones. Estamos cambiando la forma de trabajar, la forma de relacionarnos, incluso la forma de ver la vida, lo que tiene sus ventajas y sus riesgos. Cada vez se habla más de aislamiento social, la necesidad de estar siempre conectado, patologías, envidia, frustraciones, un coste de oportunidad para el que no sé si estamos preparados.

    El sueño de Gark nos plantea una sociedad después de la revolución tecnológica, donde una vez analizados los riesgos se ha buscado la forma de controlar cada parámetro que nos llevaba a la infelicidad. Mediante la inteligencia artificial se ha modelizado una nueva forma de vida para mantenernos felices y controlados, pero, sobre todo, mantener el sistema económico motor de la sociedad. La publicidad tradicional dejó de tener impacto hace décadas, es la propia red la que determina qué tiene que ser consumido. Una red formada por minirredes sociales de seis individuos que han sido escogidos como los más compatibles, y que cada individuo tiene que reafirmar esa compatibilidad. Todo gusto o interés divergente es tratado como una anomalía a corregir, todo tiene que encajar según el plan establecido. Seleccionan a tus amigos por ti, incluso buscan tu pareja temporal ideal, y digo temporal porque las reglas establecen que hay que cambiar de pareja cada seis meses, periodo tras el cual se considera que las parejas no pueden sobrevivir. En ese punto puedes hacer dos cosas: dejarte llevar encajando todo lo que puedas, simulando esa felicidad que está tan bien planificada, o correr en busca de ese camino en el bosque que te lleva a una pequeña cabaña que no está geolocalizada.

    Y escribo estas líneas con un bolígrafo de plástico transparente mientras me pregunto si llegará ese día en el que los bolígrafos sean objetos inútiles, en el que nadie sepa escribir sin teclados y en el que el roce virtual sea el único tipo de roce al que podamos aspirar.

    Mónica Conde

    Capítulo I

    Un llanto desgarrador le alertó. Sobresaltado, puso de inmediato los pies en el suelo. Las baldosas del dormitorio estaban frías. La automatización no tenía programada su vigilia a esa hora. Extraño.

    Los gritos de aquel niño penetraban en sus oídos con tal dolor que sus tímpanos rezumaban sangre. Pensó que la criatura se encontraba allí mismo, muy cerca de él. Comenzó a caminar, desnudo, cada vez a mayor ritmo. Sintió un leve rubor mientras atravesaba una gran plaza de piedra granítica.

    Tras una magna escultura pétrea con la figura de Hércules halló a un chico de unos ocho años. También se encontraba desnudo. Sus ojos enrojecidos delataban un gran sufrimiento. Extendió su mano en señal de ayuda y se desvaneció.

    Gark despertó empapado en sudor. Su amada dormía plácidamente a su lado. Una tenue luz bañaba sus pechos, sus caderas y sus piernas tras las sábanas de seda. A través de la ventana se divisaba una inmensa luna que emitía una desbordante luz en la estancia.

    Cayó en un leve olvido que le condujo a una profunda somnolencia.

    Sus pies sangraban. Por donde caminaba, las espinas crecían por doquier. Por delante de él todo era oscuridad. Volvió a guiarse por aquella persistente llantina. Halló al imponente macho marmoleo que lo miraba amenazadoramente. Temeroso, agachó la cabeza y bajó la mirada. Allí no se encontraba la criatura que con su persistente sollozo clavaba tal sonido como cuchillos en sus entrañas. Cayó de rodillas, pero solo encontrando a aquel ser podría calmar su sed.

    Un chiquillo andaba torpemente a cuatro patas, dando vueltas en círculo, buscando una salida, intentando hallar a un semejante que le socorriera de su trastorno. Sus manos y pies sangraban como si llevase siglos en ese deambular cíclico. El niño alzó la vista, sus ojos vertían sangre. Gark le reconoció; se trataba del mismo chico que había encontrado antes. Sus facciones eran exactamente las mismas, pero se hallaban sobre el rostro de una criatura de menos de un año incapaz de andar por sí solo.

    Gark abrió los ojos y encontró los de Blasie, su amada. Ella le acarició la frente. Sus cabellos caían sobre su rostro, sus pechos ejercían una placentera presión sobre su torso. Él se sintió reconfortado y a salvo. Respiró profundamente y volvió a dormirse.

    Se arrastraba por una gruesa piedra que arañaba su pecho, rajando su piel en jirones a cada paso que iniciaba. Sus manos, sus ojos y sus oídos también sangraban. Sus dientes chirriaban perdiendo la adherencia que los sujetaba a sus encías. Todo este dolor no era peor que el sórdido llanto de aquel niño. Sin embargo, en esta ocasión, el desconsuelo de la criatura manifestaba un tono distinto. El eco que propagaba por aquella vasta y oscura plaza pertenecía, sin duda, a un recién nacido.

    Gark encontró dentro de un capazo a un bebé de tan solo unos días. Una criatura de piel muy blanca, albina, que mostraba unos ojos amenazadores. En el mismo instante que sintió su presencia, la criatura cesó en su infernal desconsuelo. La sangre dejó de fluir, las heridas cauterizaban y el dolor se mitigó.

    Extendió su mano llegando a rozar la tierna piel de aquel ser. Una luz le cegó. Tocó su pecho y despertó.

    La habitación, como todas las demás del conjunto de viviendas que se construyeron en esta fase eran iguales, las mismas medidas y distribución de las ventanas y puertas; realmente, todas eran idénticas, no solo la estancia donde se encontraba Gark. Las casas fueron diseñadas para un aprovechamiento óptimo de los recursos energéticos y de información.

    Las paredes y techos blancos, los suelos oscuros de loseta brillante, grandes ventanales en todas las dependencias, especialmente en los salones y cocina. Pequeñas variantes de color en las puertas de los armarios y en algunos elementos decorativos; todas habían sido creadas y vendidas a la población como una magnífica oportunidad en el desarrollo de la construcción inteligente de hogares del futuro.

    A través de una central se controlaba la automatización referente a servicios de luz, agua y temperatura. La asistencia en la limpieza y avituallamiento de provisiones también estaban garantizados; todo bajo la completa seguridad de que en caso de siniestro quedaría cubierto de forma inmediata. Estas últimas prestaciones fueron las que tuvieron mayor éxito para su venta. La adjudicación entre los agraciados se ralentizó debido a una larga lista de espera, en la cual se debían ordenar una gran cantidad de criterios para la elección de familias a ocupar tales lugares de vida.

    El avisador de Gark sonó con una suave melodía que iba aumentando cada treinta segundos, se detenía y comenzaba a realizar ese sonido tenue que el propio Gark había programado según sus preferencias, las cuales contaban con el visto bueno de su comunidad. Tardó dos secuencias más de lo que estaba acostumbrado para detener el reloj; esto supuso que el promedio semanal en paradas del avisador aumentase de una forma poco común; tal vez debería replantearse seriamente cambiar a una melodía menos agradable. La verdad es que había encadenado un par de sueños de los que después de una cierta relajación le habían dejado muy adormilado.

    Gark no recordaba si era día natural o festivo, tampoco era demasiado relevante en su propia actividad, más bien debería atender a su comunidad de una forma menos apasionada o interesada en función del día en el que se encontraba.

    Cuando por fin pudo entreabrir los ojos, comprobó que era un día festivo. La persiana que empezaba en su automatismo a subir tomaba una tonalidad anaranjada, este color había ganado en las votaciones de su comunidad holgadamente sobre el fucsia y lo mismo ocurrió con el color morado para los días naturales, que eran en los que se aplicaban tareas más esforzadas en una sociedad donde, ciertamente, todo o casi todo estaba ya realizado.

    Puso los pies sobre el suelo, comprobando que la temperatura de las baldosas era la programada. Fue al cuarto de baño. Allí sus enseres se encontraban perfectamente colocados en una brillante encimera, mostrando reflejos que hacían la estancia aún más impoluta. Acabó de hacer sus necesidades, se aproximó al espejo, cuya iluminación variaba conforme se aproximaba o alejaba de él, y pudo comprobar que llevaba varios días sin afeitar, mientras recapacitaba si sus heces iban a ser analizadas en esta ocasión o bien el calendario marcaba otra fecha para ello.

    Se pasó la mano por el mentón valorando cuán blanca era su barba. Comenzó a darse cuenta de que estaba perdiendo atención a su aseo personal, quizás Blaise llevara razón en los comentarios de los últimos días y no estaba cuidando su imagen. Tomaría un baño caliente para determinar si quería seguir viéndose a media melena y barba clareando o un afeitado podría ser la solución a todos sus males.

    Cerró los ojos. Se encontraba en la magna bañera redonda donde el agua caliente humeaba sobre una espuma que destellaba matices rosáceos. Hizo resbalar la cabeza de tal manera que la sumergió y su cara tomó la temperatura que su cuerpo ya tenía. Después llegó a la breve y absurda conclusión de que no todo estaba controlado. La propia decisión de no seguir respirando, de soportar al máximo la ausencia de oxígeno hasta que sus pulmones se llenaran de agua; esto no era programable, no era posible. Por una mera razón de probarse a sí mismo en este incongruente pensamiento, decidió aguantar la inhalación al extremo.

    Lo que en un primer momento le pareció un juego de niños, después le empezó a agradar de tal forma que se propuso llevar esta idea hasta el final de sus consecuencias. Su cuerpo trataba de revelarse ante esta situación, su mente pedía y pedía unos segundos más sin respiración. Sacó las manos y aferrándose a los bordes de la bañera se obligaba a seguir sumergido bajo el agua. Finalmente, sus pulmones ya no disponían de más oxígeno; su tiempo había acabado, sacó la cabeza con violencia del agua y, en plena extenuación, sus ojos y boca estaban completamente abiertos.

    Su mirada quedó enfrentada al mostrador, cerca del espejo donde se reflejaba un conjunto de cuatro frascos de colores distintos, pero que variaban en una gama de tonalidades muy sutiles sobre el marrón ocre. Todos etiquetados con la misma palabra, «Tyrosine», y un número a su lado; así, los frascos de Gark tenían los nombres de Tyrosine 114, 115, 121, 124.

    Desnudo y empapado, se aproximó al espejo y este emitió la luz adecuada. Su imagen aún no se reflejaba debido al vaho que inundaba la estancia; con la mano secó el vapor que impedía al cristal dar su reflejo y mostró una amplia sonrisa. Sí, había decidido un buen afeitado.

    Hora y media después se disponía a salir del baño en dirección al estudio. El cuidado personal era primordial, una buena imagen facilitaba las relaciones, aunque la mayoría de ellas fueran por medios digitales. Se afeitó con espuma líquida de viscosidad cinco especial para barbas de cabellos fuertes; un posterior masaje de cara con crema hidratante y un refuerzo de Tyrosine 121 para mantener su pelo en el color que más le agradaba, el ocre oscuro. Sí, su semblante fue aún más espléndido cuando encendió su máquina virtual de contactos.

    Esta detectó la presencia de Gark e inició su iluminación al instante. Se acomodó en su asiento anatómico y se dijo: «Veamos qué tenemos hoy por aquí».

    Ese día tenía bastante tarea pendiente, cinco solicitudes de conversación, veintitrés sugerencias de compra, catorce comentarios a los últimos documentos escritos y ¡una entrada nueva! Las entradas nuevas eran muy poco usuales; tener una de ellas suponía superar una treintena de filtros y contrastes de una gran multitud de gustos y preferencias de la comunidad donde Gark residía.

    Las comunidades estaban formadas por seis integrantes y el hecho de recibir una solicitud determinaba que sus componentes debían decidir si aceptarla en detrimento de uno de los actuales. Pero nuestra cariñosa Shena nunca erraba en sus pronósticos. Las propuestas siempre habían sido un éxito en la comunidad y su análisis multivariable de probabilidades no fallaba. Las comprobaciones en coincidencias de gustos, aficiones, comportamientos y demás hacían que Shena determinara el individuo idóneo para formar parte del grupo.

    No quiso precipitarse en esta cuestión de tal importancia y prefirió atender los mensajes pendientes; además, así ganaría cierto tiempo para decidir si daba o no su posición a favor en la nueva entrada. Leyó los comentarios que tenía sobre sus relatos y dio el visto bueno a la mitad de las sugerencias que tenía.

    Todas las recomendaciones de compra estaban direccionadas por otra máquina de mayor rango llamada Crawl, que con su potente motor acertaba al 100 % en sus propuestas.

    Gark se entretenía en confundir a Crawl denegando alguna recomendación, pero no se atrevía a más de una por semana. No queriendo levantar sospechas, finalmente, aceptaba los productos sugeridos. En realidad, era absurdo rechazarlos, provocaría que Crawl buscara otro artículo que el propio Gark no conocía y sus compañeros sabrían que esto estaba ocurriendo y, en fin, ahora mismo él estaba muy a gusto en su comunidad y no quería arriesgar su permanencia en ella.

    Un buen trabajo, pero arduo, no en vano tuvo que utilizar más de una hora en alimentar a aquellos individuos que le preguntaban cosas corrientes del día a día o de los últimos modelos Tyrosine.

    Gark, muy diplomático, trataba de guardarse dentro de su propia manada y no tomar en consideración si el Tyrosine 114 era más elegante que el 121. Tenía bien claro sus gustos y sabía que lo importante era dar una buena imagen sin pelo cano. Cuando el foro se abría a todos los asistentes de la comunidad, siempre volcaba sus opiniones en favor de la mayoría, dejando a un lado las suyas propias.

    En otras ocasiones tomaba como despiste un comportamiento que realmente quería realizar, pero que no era el mayoritario en su comunidad; este era el caso cuando disfrutaba recogiendo

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