Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La niña y los monstruos
La niña y los monstruos
La niña y los monstruos
Libro electrónico128 páginas2 horas

La niña y los monstruos

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Toda acción tiene consecuencias.

Ángela es alegre, inquieta y jamás piensa en las consecuencias de sus acciones. Su curiosidad la llevará a conocer a cinco seres inmortales por los que hará cosas inimaginables.

Por ellos tomará decisiones que cambiarán para siempre su vida y la de todos aquellos que la rodean.

Y no será para bien.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento4 jul 2018
ISBN9788417426514
La niña y los monstruos
Autor

Carolina Salgado Venegas

Carolina Salgado Venegas nació el 21 de junio de 1984. Es oriunda de la ciudad de San Felipe, Quinta región de Chile.Toda su vida ha transcurrido en el campo y afirma que no la cambiaría por nada. Realizó la enseñanza básica en un colegio rural, pero la media, en la ciudad. Estudió Secretariado Administrativo con Mención en Inglés. Llevó a cabo su práctica profesional en el servicio de salud de la ciudad de San Felipe, pero no ejerció su profesión. A los diecinueve años le ofrecieron un trabajo en la ciudad de Santiago y, desde entonces, reside allí. Ejerce como asesora de hogar, de «nana», como se le dice en Chile. Lleva más de diez años trabajando para la misma familia y se han convertido para ella en una prolongación de la propia. Aunque su madre aún sueña con verla vestida de secretaria trabajando en una oficina, ella se imagina trabajando en el escritorio de su casa, escribiendo libros y leyendo cada vez que quiera y no solo cuando se lo permita el tiempo. En el año 2010 empezó a escribir de manera seria. Desde entonces, ha soñado con poder publicar sus libros. Ahora ha llegado su momento.

Relacionado con La niña y los monstruos

Libros electrónicos relacionados

Fantasía para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La niña y los monstruos

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La niña y los monstruos - Carolina Salgado Venegas

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    La niña y los monstruos

    Primera edición: mayo 2018

    ISBN: 9788417382360

    ISBN eBook: 9788417426514

    © del texto:

    Carolina Salgado Venegas

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    No hay región, país o ciudad donde no se haya oído alguna historia sobrenatural o sin explicación, y el pequeño, lejano y casi desconocido pueblo de Alba no era la excepción. Los niños de este pueblo temían a estos monstruos como cualquier otro niño del mundo, a pesar de jamás haber visto uno.

    A principios de un año que nadie olvidaría en Alba, empezaron los arreglos a un antiguo monasterio que estaba en las afueras del pueblo. El lugar llevaba abandonado más de dos décadas. Un pequeño convento había sido construido un par de años atrás, allí vivían ocho religiosas y un jardinero. Quien también era el cuidador del lugar.

    En este convento estaba la única iglesia que había en Alba. No era muy grande pero era suficiente para los habitantes de este pueblo, que no eran gente muy devota. Eran muy pocos los que iban a misa o tenían alguna relación con la iglesia. En su gran mayoría, eran aquellas familias que tenían a sus hijas estudiando en el convento las más cercanas a la iglesia, el resto no tenía interés o tiempo.

    En el convento las niñas aprendían lo básico. Leer, escribir, bordar, tejer, y todo acerca de la religión. En sus casas, sus madres eran las encargadas de educarlas en el cuidado del hogar y la vida doméstica.

    Una vez que el monasterio estuvo listo, una decena de monjes llegaron a habitarlo, cuatro de ellos se sumaron a las religiosas que daban clases en el convento. También llegaron dos religiosas nuevas y no tenían nada de dulces o tiernas como las demás monjas, a los ojos de varios ni siquiera parecían religiosas.

    El convento continuó con las clases, y se invito a los padres a que mandaran a los muchachos que también estuvieran en edad de educarse, no importaba su edad, todos eran bienvenidos.

    Al cabo de un mes había más de veinte niños que asistían a clases casi todos los días. La gran mayoría seguían siendo niñas, a los muchachos no siempre se les enviaba, pues para sus padres bastaba con que ellos supieran sacar cuentas y supieran escribir su nombre, no creían necesario que aprendieran algo más.

    Los monjes fueron recibidos con alegría por los niños en un primer momento, pero esto no duró mucho. Estos hombres religiosos eran muy serios y estrictos y a veces daban miedo. Al verlos parecían ser las personas más dulces y tiernas, pero al tratarlos se veía la diferencia, eran muy serios y estrictos, no tenían nada de cariñosos.

    El cambio que tenían al entrar al salón era asombroso. Lo mismo pasaba con las religiosas nuevas. Incluso las otras hermanas parecían sentirse incomodas con ellas.

    Nadie se movía de su asiento, nadie hablaba, los niños les temían, o al menos la gran mayoría.

    Solo un par de niñas parecían indiferentes a los recién llegados y a su manera de ser. Claro que una de las dos era más osada y desafiante que la otra. Ambas niñas eran conocidas por ser bastante traviesas.

    Angélica o «Ángel» como era llamada por todos, era una muchachita de catorce años recién cumplidos. Era muy astuta e inteligente además de traviesa y desafiante.

    La mejor amiga de Ángel era una niña que disfrutaba de las locuras de Ángel tanto como ella. Era algo tímida en comparación con Ángel pero ambas eran un terremoto para los demás.

    Viorica y Ángel no pasaban jamás desapercibidas. Ya fuera por su manera de ser o por lo parecidas que eran, mas parecían hermanas que amigas. Viorica era mayor que Ángel por dos años, pero ambas tenían la misma contextura física, y los ojos del mismo color verde.

    A pesar de jugar bastante al sol, la piel de ambas se mantenía blanca y esto la distinguía de sus compañeros y del resto de sus familias. El cabello de las dos niñas era negro, largo y muy rizado.

    Era casi imposible para Yulia mantener el cabello de Ángel recogido del todo, lo mantenía trenzado y protegido por una cofia atada rigurosamente para que no se escapara ni un solo cabello. Sobre la cofia ángel solía poner una cinta de satín negro o verde, pues no le gustaba el color blanco. Eran muy pocas las personas que la habían visto alguna vez con el cabello suelto. Ni siquiera sus hermanos mayores o sus cuñadas la habían visto alguna vez sin la cofia, mucho menos sus amigos, ni siquiera Viorica había visto el hermoso cabello de su mejor amiga.

    Cuando los monjes llegaron al convento las niñas se calmaron un poco, pero no fue por mucho tiempo. Antes de los dos meses ya los estaban haciendo rabiar.

    Sin razón alguna en plena clase se miraban y no podían contener la risa. Las retaban la primera vez, las sentaban separadas a la segunda, a la tercera las sacaban del salón y las mandaban a ayudar a preparar el almuerzo o a hacer cualquier cosa que las mantuviera realmente ocupadas.

    Estos castigos parecían funcionar por unos días, pero después todo volvía a la normalidad y ellas continuaban con sus travesuras.

    Radú Poppescu, el padre de Ángel, era un hombre de cincuenta años que se dedicaba a la carpintería y a carnear animales. Era el carnicero del pueblo y así era conocido por todos, «el carnicero Poppescu». El hombre era muy temperamental y de poca paciencia, sobre todo con Ángel.

    La madre de la muchacha tenía por nombre Yulia Balán, era la segunda esposa de Radú.

    La primera esposa de este hombre le había dado cinco hijos, todos varones. Katia y Ángel eran las únicas hijas del segundo matrimonio de Radú.

    Katia tenía dieciocho años y no sabía leer ni escribir. Ninguno de los hijos mayores de Radú sabían leer y escribir pero todos eran bastante buenos para sacar cuentas y era lo único que le importaba a su padre. Ángel era la excepción y no parecía mejorar ni siquiera por que estuviera yendo a estudiar.

    Las matemáticas no eran lo suyo.

    Los hermanos mayores de Ángel, eran exageradamente duros con ella, la retaban por lo más mínimo, y cuando tenía relación con sus estudios eran aún peores. Ninguno entendía porque la niña tenía que estudiar si a ellos nunca les había hecho falta. Tenían bastante dinero y un buen vivir. Radú estaba totalmente de acuerdo con ellos, solo había permitido que Ángel estudiara para que su esposa dejara de molestar.

    El hombre jamás había tenido algún gesto amable o de padre hacia su hija menor. A los ojos de otras personas él parecía odiarla, a veces también parecía odiar a su esposa.

    Yulia que jamás había contradicho a su marido o a los hombres de la familia, fue contra todos para que Ángel estudiara y aprendiera lo que ninguno de ellos sabía. No perdía la esperanza de que su hija fuera mucho más que una dueña de casa, casada con alguien que escogiera su padre cuando considerara que era tiempo de correrla de la casa, o que la enviara como empleada de alguna familia adinerada de la ciudad. No quería ver a Ángel convertida en una criada o infeliz con un matrimonio arreglado como el suyo.

    Ella había sido feliz durante sus primeros años de matrimonio, pero poco a poco fue conociendo a su marido y la decepción fue inminente. Para su esposo, ella había sido un buen negocio y el amor que le juraba todos los días, se terminó el día que nació Katia.

    El padre de Yulia había puesto como condición, que ella debía tener una hija o un hijo y entonces les sería entregada una gran fortuna para que aseguraran el porvenir de su familia.

    Yulia jamás había visto un céntimo del dinero, su marido lo controlaba todo, y los hijos de Radú eran igual a su padre, egoístas, malhumorados, desvergonzados y poco honestos.

    La madre de Ángel veía a las esposas de sus hijastros ser tan infelices como ella. Al parecer ninguno de los hombres de la familia sabía cómo tratar a su esposa o a sus hijos. Ella no quería esta vida para Ángel. Sabía que ella podía ser mucho más y tener un futuro mucho mejor, o al menos, uno que ella decidiera.

    Siempre se decía, que si ella hubiera sido valiente, unos meses antes de que Ángel viniera al mundo, hubiera sido muy feliz. Jamás había olvidado a aquel misterioso y guapo hombre que alejó la pena y la amargura de su vida durante los meses que estuvo en Alba.

    Jamás había dejado de pensar en él y durante mucho tiempo deseó volver a verlo.

    Este hombre era un secreto que Yulia se juró llevar a la tumba, lo mismo que la madre de Viorica. Él era la explicación al gran parecido que había entre ambas niñas y no solo en el parecido físico, sino también en su forma de ser.

    Él era tan bromista y relajado como ellas, Ángel y Viorica eran el vivo retrato de Sacha.

    Ángel era en general buena estudiante, pues entendía bastante rápido las lecciones que impartían los monjes y las monjas a excepción de las Matemáticas. Lo único malo era que la niña se distraía fácilmente y era muy buena para hacer travesuras sin medir sus consecuencias.

    Un día al salir de clases, el monje Augusto estaba retando a un muchacho de quince años por estar mirando a las muchachas. Ángel que pasaba se dio cuenta de lo que ocurría y se paró a unos metros tras el monje, cada vez que él movía las manos mientras retaba a Irinel, ella remedaba al monje y fingía hablar como él.

    El muchacho trataba de no mirarla para no reír pero no podía. Cuando el monje se dio vuelta ella estaba

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1