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Del Infierno al Paraiso
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Libro electrónico300 páginas4 horas

Del Infierno al Paraiso

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Información de este libro electrónico

Si usted o algún ser querido ha sido víctima del bullying, esta historia le va a interesar. 

El maltrato infantil que a menudo se ve en las escuelas, los hogares; ejerce un impacto negativo devastador no solamente en la niñez, sino durante toda la vida.

Este comportamiento violento se da con la intención de dañar a otras personas y muchas veces conlleva al suicidio.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 mar 2019
ISBN9781386210139
Del Infierno al Paraiso

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    Del Infierno al Paraiso - Cecilia Atehortua

    CECILIA ATEHORTUA BENJUMEA

    Copyright  2017 por Cecilia Atehortúa Benjumea

    Esta obra fue registrada en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

    Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son bien producto de la imaginación del Autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    CONTEXTO

    ––––––––

    DEL INFIERNO AL PARAISO

    _____________

    Si alguna vez usted o algún ser querido ha sido víctima del bullying, le conviene leer esta obra, ya que ofrece al lector una experiencia inigualable de lectura, un gran mensaje y reflexión.

    El Bullying es un fenómeno generado por la creciente violencia escolar, específicamente el maltrato e intimidación que se manifiesta cotidianamente entre los niños y adolescentes. Este comportamiento violento se da con la intención de golpear a otras personas; es persistente y repetitivo ya que puede durar, semanas, meses o  incluso años.

    El maltrato infantil es un problema que impregna a toda la sociedad, que a menudo ejerce un impacto negativo y devastador en los niños, no solamente durante la infancia, sino durante toda la vida.

    1

    ––––––––

    Los vecinos decían que las flores más bonitas del barrio se encontraban en la casa de los Ardila y cuando decían eso, no se referían al jardín que estaba poblado de flores de diversos estilos y colores, sino a las hijas de Jorge y Beatriz, que eran tan hermosas y donde iban llamaban la atención de todo el mundo; pero había algo que empañaba la belleza de las niñas, algo que ellas no entendían y se preguntaban por qué eran atacadas por el síndrome del abuso y desprecio?

    Las niñas heredaron la belleza de sus padres; Ángela la mayor con 16 años, era el doble de su madre; alta, de aproximadamente 1.68 de estatura; su cuerpo esbelto y bien formado, sus ojos grandes y alargados, su cabello negro y rizado, casi le llegaba hasta la cintura; sus labios carnosos, ni muy grandes, ni muy pequeños y en forma de corazón; su cara delgada y su piel tersa y rosada como la de un bebé. Además de ser muy hermosa, era muy bondadosa, buena hija y excelente hermana. Esmeralda de quince años, alta y bella como su hermana mayor, se parecía mucho a su padre, tanto en el físico como en su carácter,  que era demasiado fuerte; pues la seriedad tan impresionante y el mal genio espantaba a todas las personas que se le acercaban. Nelly y Sonia con catorce y trece años, aunque se llevaban un año de diferencia, parecían gemelas, hasta pensaban igual y andaban juntas para todas partes; eran tan bonitas como las mayores, ambas tenían un poco de su padre y madre. Eran arrogantes, vanidosas y querían ser el centro de atención a donde iban. Paola con doce años, le decía la recogida, porque no tenía parentesco con nadie de la familia. Su físico y su forma de actuar eran muy diferentes al de sus hermanas; tocaba frenarla porque a su corta edad quería hacer lo que le daba la gana, debido a eso se ganaba sus buenas palizas. Mónica, la menor al igual que Ángela era idéntica a su madre; con apenas once años y ya media 1.65 de estatura. Le encantaba correr y jugar basquetbol, quizás por eso era tan delgada; le decían la solapada, porque tiraba la piedra y escondía la mano; y como tenía una cara angelical, nadie le creía las travesuras que hacía.

    Jorge el padre trabajaba en una fábrica en donde se desempeñaba como auxiliar de contabilidad y el sueldo que devengaba allí, apenas si alcanzaba para medio comer y pagar las cuotas mensuales de la casa que estaba ubicada en uno de los barrios más humildes de Bogotá, conocida como una de las ciudades más frías del País.  La casa era tan pequeñita que tuvieron que comprar varios camarotes de dos pisos para ahorrar espacio. Con el sueldo de Beatriz su esposa, que trabajaba vendiendo tamales, se pagaba los servicios y otros menesteres.

    La pareja se conoció en el restaurante en donde Beatriz solía vender los tamales; desde ese momento y durante seis meses Jorge estuvo cortejándola, y el 7 de Agosto de 1956 se casaron en una pequeña capilla de la ciudad y a la boda solo asistieron sus familiares. En ese entonces él tenía veintisiete años y ella veintidós. Ambos eran altos, delgados tés blanca y ojos color café; en general los dos tenían muy buena apariencia física. Un año después de contraer nupcias ambos abandonaron sus estudios de secundaria que estaban ejerciendo en la noche, para dedicarse al hogar, porque llegó su primera hija a quien llamaron Ángela, que según ellos, era un regalo y una bendición de Dios y obviamente depositaron sobre ella todo su amor y cuidado. Al siguiente año, nació Esmeralda, a quien le brindaron el mismo cariño y atención. Luego decidieron buscar el niño, pero la suerte no los acompañó y vino Nelly. La pareja no se dio por vencida y siguió intentando, y para su infortunio llegó otra niña a quien llamaron Sonia. 

    En su lucha por traer al niño, transcurrieron dos años más, y en esos intentos, solo llegaron más niñas, para completar un total de seis hijas; sus nombres Paola y Mónica. Con la llegada de tantas niñas, la pareja pensaba que ya no era un regalo o una bendición del cielo, sino un castigo, y cada vez que nacía una pequeñita, no agradecían al altísimo, sino maldecían y renegaban;  por lo tanto, decidieron parar con la búsqueda del barón y ambos se sometieron a un método de planificación familiar.

    En su afán y desespero por traer el niño, se olvidaron de que sus recursos económicos eran muy bajos y cuando despertaron a la realidad, notaron que la familia había aumentado y el dinero ya no alcanzaba para nada, por lo tanto comenzaron las privaciones y si antes algo sobraba, ahora todo les faltaba.

    Así estuvieron viviendo con muchas abstinencias, hasta que diez años más tarde  en  el  mes de Octubre de 1972 enfermó Beatriz; un dolor en la parte baja del vientre la envió al hospital y allí le hicieron algunos exámenes en los cuales descubrieron que tenía un pequeño tumor en el ovario. Pocos días después se programó la cirugía en la misma entidad y como siempre les ocurre a los pacientes de escasos recursos económicos, que son tratados de la peor forma; su caso no fue la excepción, ya que lo dejaron en manos de practicantes, quienes al extraer el tumor rompieron la arteria iliaca, haciéndola desangrar hasta quedar en coma. Esta terrible negligencia médica, le causó la muerte en menos de una semana.

    La inesperada muerte de Beatriz, no solo cambió todo, sino que desestabilizó el hogar de los Ardila; ya que con su partida quedaron a la deriva seis hijas y un esposo viudo de cuarenta y tres años, destrozado y sin ganas de seguir adelante.

    Las dos hijas mayores, para evitar que el hogar sucumbiera, tomaron riendas en el asunto. Ángela y  Esmeralda abandonaron sus estudios,  para dedicarse a buscar trabajo y así apoyar a su padre con los gastos de la casa.  

    Para ellas fue una dicha enorme dejar los estudios secundarios, no porque no fueran buenas estudiantes, por el contrario, ambas se esmeraban por aprender y así mismo obtener buenas calificaciones, pero había algo que las atormentaba desde muy pequeñitas. Tan pronto comenzaron  a estudiar  fueron humilladas y maltrata das por sus compañeras de clase, y si había trabajos en grupos y aunque ellas trataban de integrarse, las hacían a un lado y terminaban solas en el último rincón del salón.

    Los treinta minutos de recreo, también eran un martirio para ellas, pues querían jugar con sus compañeritas, pero nadie las dejaba entrar al grupo, por lo tanto, las dos hermanitas se buscaban y terminaban juntas compartiendo el descanso. 

    Cuando trataban de agredirlas, igualmente se juntaban y entre las dos respondían de la misma forma, defendiéndose como fieras.  Obviamente esto les traía problemas no solo en la casa sino también en la escuela.

    Por temor a ser castigadas por sus padres, ellas nunca contaban lo que realmente  estaba sucediendo en la escuela, y como ellos ignoraban y pensaban que sus hijas eran las causantes de los problemas, las reprendían con fuertes palizas.

    Parecía que no eran las únicas, porque sus hermanas Nelly y Sonia estaban padeciendo el mismo Karma, de diferente forma pero lo estaban viviendo y sufriendo, por supuesto ellas pensaban  que como eran tan hermosas,  despertaban la envidia de todas.  Paola y Mónica, fueron las únicas que lograron romper la cadena de desprecio; bueno eso era lo que creían sus hermanas mayores, porque ni siquiera se imaginaban lo que tenían que hacer las dos pequeñas para ganar amistades: Al momento de comprar el pan para el desayuno, lo hacían siempre el día anterior en las horas de la tarde, ni su madre, ni las otras hijas querían ir a la panadería que estaba ubicada al frente de la casa; entonces Beatriz les decía a las dos menores que fueran juntas y ella desde el jardín las observaba caminando cogidas de la mano hasta llegar allá.  En ese entonces las niñas apenas tenían siete y ocho años cuando empezaron a ir a este lugar. 

    Ese era el sitio en donde se reunían a tomar café y charlar un rato Beatriz, Jorge, y algunos vecinos de la cuadra. Los dueños que eran muy decentes, amigables y mientras atendían a los clientes desde el mostrador, charlaban con todas las personas. Ellos tenían dos hijos uno de dieciocho y otro de dieciséis que ayudaban en el negocio cuando llegaban de la escuela.

    Así estuvieron por tres meses Paola y Mónica yendo por el pan de cada día, por supuesto siempre charlaban un rato y hasta jugueteaban con el joven mayor; pero con el tiempo esos juegos se convirtieron en abusos, especialmente con Paola, que era la más grandecita; Pablo era su nombre, tocaba sus pequeños senos y hasta le metía la mano dentro de los interiores, logrando así tocar sus partes intimas. Paola en vez de reaccionar o salir corriendo muerta de miedo, parecía que disfrutaba con las caricias que el joven le hacía. Mientras esto pasaba, Mónica aprovechaba para sacar dinero de la caja y golosinas de diferente variedades. 

    Cuando llegaban a la casa Paola le daba la bolsa de pan a su madre y Mónica salía corriendo a esconder el paquete y el dinero.  Al día siguiente lo llevaban a la escuela para compartirlo con sus compañeritas; esa era la forma que lograban hacer amigas, y cuando no había nada que dar, tenían que padecer el suplicio de la soledad, pues de inmediato las hacían a un lado. Mónica, por su parte, como era más sumisa, se resignaba y se iba a sentar en la plataforma, cerca de las niñas que también eran rechazadas. Paola que era de temperamento más fuerte, casi parecido al de su papá y su hermana Esmeralda, no aguantaba la humillación y buscaba vengarse de cualquier forma. Casi siempre optaba por hacer lo mismo, se quedaba a la hora de recreo en el salón, pero no precisamente a estudiar como pensaban los profesores,  sino a robarles a sus compañeras los libros, cuadernos nuevos, colores, lapiceros, en fin todo lo que encontraba a su paso. Luego  ponía el contenido dentro de una bolsa plástica y se iba al baño, allí escondía el paquete detrás de una de las canecas de basuras y cuando terminaban las clases, era la primera en salir del salón, para ir corriendo al baño a recogerlo. 

    Hasta el día de la muerte de su madre, las dos pequeñas no habían sido descubiertas. Como  Pablo no quería continuar con el jueguito, Paola y Mónica  decidieron chantajearlo; o les daba dinero y dulces o ellas contaban todo lo que él  hacía y por temor a eso, él continuó dándoles lo de siempre, todo a cambio de nada, porque la joven ya no se dejaba manosear, intentó hacerlo con Mónica, pero Paola no se lo permitió.  

    Jorge el padre, había notado la soledad y la tristeza que invadía a sus hijas y en la medida que las niñas iban creciendo, más  preocupante se ponía la situación y él no entendía porque a la edad de Ángela de 16 años, Esmeralda 15 y Nelly 14, no tenían una amiga o un amigo, alguien que las llevara al cine, a un restaurante, un parque, en fin, alguien diferente a la familia para compartir un rato agradable.

    Cuando eran pequeñas no les importaba tanto el desprecio de sus compañeras o vecinos, porque entre hermanas eran muy unidas y se apoyaban mutuamente. Con sus padres casi no contaban, ni siquiera con el cariño de ellos, porque ambos eran tan fríos, que ni un beso les daban cuando llegaban de la escuela y hasta sentían que ellos también las rechazaban y si se acercaban a ellas, solo era para reprenderlas o castigarlas, pero nunca para darles una caricia o una voz de aliento. 

    La soledad, el desprecio y el maltrato se lo achacaban a sus padres, pues desde que estaban pequeñas los escuchaban renegar cada vez que nacía una niña y según ellas todas esas maldiciones recayeron sobre sus hijas y ahora ellas estaban pagando los pecados de sus padres.

    2

    Por más que Jorge insistió para que Ángela y Esmeralda continuaran con sus estudios de secundaria, que a duras penas, si  llegaron a segundo grado, no fue posible convencerlas, ya que la prioridad de ellas era trabajar para colaborar con los gastos de la casa,  pues con la muerte de su esposa, se cerró la venta de los tamales, y ella era la única que sabía hacerlos, y aunque su madre quiso enseñarles, a ninguna le interesó esa labor.

    Mientras Ángela y Esmeralda buscaban trabajo, Jorge por su parte se reunió con algunos amigos que tenían contactos con personas dueñas de fundaciones que regalaban becas para estudiar carreras técnicas. Así fue como consiguió dos; una de contabilidad y otra de  secretariado.

    Cuando las tuvo en sus manos las llevó a la casa e hizo que cada una de sus hijas escogiera la carrera que le gustara. Aunque ellas no querían saber de estudios, él las obligó y les dijo que tenían que aprender algo para que más adelante pudieran defenderse y trabajar por su cuenta. Las jóvenes viendo que su padre estaba enojado, decidieron aceptar. Ángela escogió auxiliar de contabilidad y Esmeralda, secretariado general; cada profesión tenía una duración de dos años. Era tan buena la academia que cuando terminaban, las ubicaban en buenas compañías. 

    Aunque Ángela había aceptado estudiar, le suplicó a su padre que la dejara trabajar en el almacén del barrio, pues ella había hablado con el gerente y él la esperaba el lunes para comenzar de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde y cuando empezaran las clase en Febrero, cambiaria el turno para la noche.

    El único requisito que exigía el gerente del almacén, era la Cédula de Ciudadanía; como Ángela apenas tenía dieciséis años, necesitaba un permiso especial de su padre.

    Jorge no solo aceptó, sino que también le dio el permiso y si se enteraba que sus estudios iban mal, la sacaba de trabajar para que se dedicara de lleno a su profesión.

    Por intermedio de la misma fundación, Jorge logró conseguir un cupo en un colegio nacional para que Nelly y Sonia estudiaran el bachillerato que estaban

    ––––––––

    próximos a comenzar en Febrero. Paola y Mónica  todavía estaban cursando el último grado de primaria,  por lo tanto continuarían en la misma escuela hasta que terminaran.

    Jorge les dijo a sus hijas, que con la muerte de su madre, iban haber muchas limitaciones económicas, pero eso sí, les aseguró que la comida y el estudio, no les faltaría, como fuera lo conseguiría; lo más importante es que ellas debían aprovecharan las oportunidades y las ayudas que él les había conseguido. 

    En vista de eso, Ángela le dijo a Esmeralda, que ella también tenía que trabajar, para colaborarle a su padre con los menesteres de la casa y ayudar a sus hermanas menores.

    Como Ángela vio a su hermana tan insegura, decidió acompañarla a buscar trabajo el sábado y el domingo días que disponía para hacer esta gestión,  porque el lunes comenzaba sus  labores en el almacén. 

    El sábado se levantaron a las 7:00 de la mañana, como de costumbre, lo primero que hicieron fue tomar el baño, luego sacaron de sus armarios el mejor vestido que tenían, con éste siempre acudían a los sitios más especiales, eran tan viejos, que hasta su color original habían perdido; se maquillaron suavemente el rostro, peinaron sus largas y abundantes cabelleras; desayunaron y salieron. Primero visitaron algunos supermercados del barrio, pero en vista de que en ninguno les ofrecieron nada, se fueron al barrio vecino, que era más grande y comercial; allí estaba la plaza de mercado y otros  almacenes;  a todos entraron y por supuesto la que siempre se dirigía a los gerentes era Ángela, porque Esmeralda de los nervios, no soltaba ni una sola palabra.

    Después de recorrer todo el lugar y hacer largas filas en varias tiendas, le ofrecieron a Esmeralda trabajo en un almacén de calzado, que no era tan grande, pero tampoco pequeño. Las funciones que le correspondían eran: limpiar el recinto diariamente, atender los clientes y mantener la bodega organizada.  Aunque ese oficio no era de su agrado, aceptó y firmó ese mismo día el contrato para comenzar el lunes de 8:00 am a 600 pm.

    3

    Lunes 25 de Noviembre de 1972, exactamente un mes después de la muerte de su madre, Ángela y Esmeralda comenzaron a trabajar. Ese día se levantaron muy temprano las dos hermanas para ir a cumplir las funciones en los diferentes sitios que fueron aceptadas.  Ángela por su parte estaba emocionada, optimista y muy feliz por su primer día laboral; todavía no sabía lo que tendría que hacer, pero cualquiera que fuera el oficio, estaba dispuesta  a dar lo mejor de ella, para que sus jefes estuvieran contentos. En cambio Esmeralda desde que se levantó, no hacía otra cosa que renegar y maldecir en silencio. De la rabia que tenia, ni siquiera tomó el baño, que usualmente acostumbraba a hacerlo tan pronto salía de la cama; de la escasa y vieja ropa que tenia, se puso la peor; lo primero que dijo la dueña es que las jóvenes debían llevar falda y blusa, y ella para contradecirla, escogió un pantalón que usaba en la casa, el cual  tenía parches y remiendos por todas partes. Mientras que Ángela, escogió el vestido azul con rayas blancas, que su tía le regaló en su pasado cumpleaños; era el más bonito que tenia,  y lo cuidaba con tanto recelo,  que cuando se lo quitaba, lo lavaba y guardaba en una bolsa plástica para que se conservara por más tiempo. Después de que se arregló, se maquilló la cara, rara vez lo hacía,  pero estaba tan contenta que quería lucir lo mejor  posible.

    Luego pasaron al comedor a tomar el chocolate con pan, que Jorge les había hecho antes de irse a trabajar.  Cuando Ángela vio a Esmeralda de la forma como estaba arreglada se sorprendió tanto que le dijo:  –Usted se piensa ir así al trabajo?

    –No me voy a ir vestida de ejecutiva, para ejercer un cargo de aseadora, además tampoco tengo nada bueno que ponerme.

    –Mi querida hermanita, por eso es que tenemos que trabajar, al menos para darnos nuestros gustos o por lo menos comprar las cosas que necesitamos; recuerde  que  mi  papá  no  puede solo con tremenda carga, su sueldo apenas si alcanza para medio comer. Tenemos que hacerlo por nuestras hermanas menores; Nelly y Sonia ya les llegó el periodo menstrual y ni siquiera tienen para comprar un paquete de toallas higiénicas. Así pues mijita, ¡póngale toda su energía y entusiasmo al trabajo que va a empezar hoy!,  ¡a ver si salimos de la inmunda!

    ––––––––

    Tan pronto terminaron el desayuno, ambas salieron a sus respectivas empresas; el almacén donde iba a trabajar Ángela estaba ubicado a diez minutos de la casa, mientras que el de Esmeralda, a veinte minutos caminando. Por suerte ambos quedaban cerca,  porque dinero para transporte no había.

    Ambas empezaban a las 8:00 de la mañana, pero Ángela prefirió salir a las 7:15 am, para acompañar un rato a Esmeralda, con el fin de darle seguridad y un poco de ánimos, por que a simple vista se veía que los tenía por el piso.  Era obvio que no estaba contenta con la compañía, y mucho menos el trabajo que allí iba a desempeñar; hubiera deseado encontrar un sitio tan grande y lleno de diversos productos como el de su hermana y sobre todo ejerciendo una mejor función.

    Como siempre lo hacían cuando iban a la escuela, se fueron charlando y cogidas de gancho las dos hermanitas;  eran temperamentos diferentes, pero eso sí,  muy buenas amigas, se querían, entendían y apoyaban en todo momento. Siempre estaban juntas y hacían todo en compañía; ahora iban a estar cada una en diferentes sitios y

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