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La rebelión de los ángeles
La rebelión de los ángeles
La rebelión de los ángeles
Libro electrónico341 páginas5 horas

La rebelión de los ángeles

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Desorden en el Reino Celestial.

Tras anunciar Dios a sus ángeles su futura creación del ser humano, uno de sus más cercanos hijos alados, Lucifer, se revela ante su padre creador, Dios, negándose a reverenciar al hombre.

Tras intentar en vano que Lucifer entre en razones, Dios decide enviarlo a los infiernos, bautizándolo Satán como parte de su castigo, decisión que provoca una agitada contienda entre los ángeles, dividiéndose en tres bandos, los fieles a Dios, los que toman partido por Satán, y los neutrales que se apoderan del Santo Grial -copa que contiene la realización de las más altas potencialidades del espíritu humano-, descendiendo desde el Cielo a la Tierra persiguiéndose unos a otros.

De este modo, se gesta el sorprendente fenómeno por el cual, al descender hacia la Tierra, todos los ángeles cobran un aspecto humano, y se transforman en ángeles con piel de hombre y de mujer, de entre los cuales se forma una pareja que conoce el amor.

Cientos de años después, creados el hombre y la mujer, y antes de tener noticias acerca del Santo Grial, Dios se entera de que Satán, aún en los infiernos por su omnipotente voluntad, se revela preparando desde su ardiente destino varios ejércitos de demonios. Dios envía entonces desde el Cielo a la Tierra a un seleccionado y reducido grupo de ángeles, motivados por su solo y sagrado amor al hombre y a la mujer, para oponerse a aquel diabólico conjunto de milicias, cuyo objetivo es acabar con la vida humana y sembrar así el definitivo dominio del mal en el Reino de la Tierra.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9788417164225
La rebelión de los ángeles
Autor

Bruno Giannini

Con un nuevo estilo literario que narra las historias en escenas a modo de película, este joven autor llamado Bruno Giannini, cuya formación académica abarca las ramas del periodismo y la dirección de cine y tv, nos presenta dos de sus máximas expresiones artísticas: la novela literaria para adultos titulada La rebelión de los ángeles y La batalla del fútbol en la galaxia, El conflicto interno para un público más juvenil e ideal para aquellos jóvenes que quieran iniciarse como público lector.

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    La rebelión de los ángeles - Bruno Giannini

    caligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    La rebelión de los ángeles

    Primera edición: julio 2017

    ISBN: 9788417120436

    ISBN e-book: 9788417164225

    © del texto

    Bruno Giannini

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Por amor a Esperanza, un ángel con piel de mujer, Yo, Ojos de Cielo, al Creador le confesé…

    Oh, mi Señor, he conocido mujer tal

    que no has visto Tú otra igual

    aun cuando a todas las hayas creado Tú.

    Mis ojos fueron la avanzada de mi corazón

    cuya siembra, maduración y fruto

    son el florecer de este amor que por ella siento.

    Ella es mi poesía, prosa y oración

    mi diccionario

    cuando las palabras de mí se escapan.

    Es la luz del alba que me despierta en las mañanas

    el horizonte que orienta mi camino

    la savia del amor que me da vida

    cuando atraviesa mis poros.

    Es mi felicidad cuando caminamos por el parque

    y sus huellas derraman semillas

    de las que florecen jardines.

    Es agua bendita que limpia los pecados de mi boca

    cuando abrazados al sol

    nos abrasamos.

    Si su cuerpo habré de describir

    diré que a través de sus ojos

    las más hermosas estrellas de la galaxia

    he conocido la intimidad de las tres Marías.

    Sus rubicundas mejillas como púrpura

    su boca de labios cual corales y rubíes engarzados

    rebozan de la miel la sabrosura

    que apaga con frescura

    del fuego su candente quemadura…

    A impulsos de la inteligencia

    sabe enunciar de la palabra su clara diligencia

    que me ayuda a continuar cuando caigo…

    embriagado por su piel al igual que por la uva…

    Sus pechos turgentes y erguidos

    son una tentación

    aun para el más templado en dominar sus sentidos.

    Posee antebrazos suaves y torneados

    cuyas muñecas se derretirían y transformarían

    en plata si las apresara la lluvia.

    Y para concluir, ¡Oh, Mi Señor…!

    y para serte fiel en mi verdad, mi palabra y mi fe

    debo confesarte que…

    … cual abnegado pero humilde ángel de tu Creación

    velo gallardamente por las noches

    de aquel ángel con piel de mujer por su hermosura

    besándola en medio de sus ojos con la mayor ternura.

    Y en tanto ella reposa en paz en su buenaventura

    es aquí donde debo confesarte, ¡Oh, Mi Señor…!,

    tal vez mi único pecado si lo hubiera…

    Porque si lo hubiera

    tal vez mi único pecado fuera

    aquel que menos daño le hiciera…

    O tal vez el que más…!

    Pues ese daño fuera, ¡Oh, Mi Señor…!

    el daño del amor…

    Capítulo 1

    Del Cielo a la Tierra

    Ustedes no reverenciarán a nadie más que a mí…

    … fueron las primeras palabras que resonaron a lo largo y a lo ancho del país Celestial hace miles y miles de años, después que Dios creara a los ángeles y le diera vida al último cuerpo celeste que formaría parte de cierta galaxia, el planeta Tierra.

    Entonces después de mucho tiempo, cuando en dicho planeta ya había luz, numerosas divisiones de tierra y agua, y distintos tipos de semillas y frutos silvestres, lo pobló de animales y vegetales de las más variadas especies. Y así como habitó otros planetas con xenoides o extraterrestres, decidió que la Tierra fuera ocupada también, además de los reinos animal y vegetal, por el ser humano, en sus rasgos de hombre y mujer.

    Aunque quizás jamás imaginó Dios que tal decisión produciría un escándalo en el país Celestial, situado en el mismísimo firmamento, donde Dios y los ángeles convivieran, aunque a Dios no se lo viera físicamente, pero sí se percibiera su presencia, gracias a ese importante halo de Luz que naciendo, surgiendo de la nada, lo representaba en Sí mismo.

    El país Celestial era un reino infinito, y aunque no se pudiera asegurar con exactitud, se suponía que Dios y los ángeles habitaban el centro del firmamento; no obstante, aun semejante dimensión, poco tiempo les llevaba trasladarse de un lugar a otro de aquel espacio que fuera su casa, el Cielo, movilizados por aquella Luz.

    Y aunque pudiera resultar más sorprendente aún, la porción del Cielo habitado por Dios y los ángeles, estaba estructurada por construcciones hechas de derivados de aquella luz original de la que Todo procedía; y si bien esa luz fragmentada en diversidad de parcelas denotaba esa transparencia que le era inherente, dejaba traslucir diversas consistencias acordes a los fines que representaba en cada caso.

    La naturaleza de aquella luz era de tal consistencia que, si bien para un observador desprevenido aquellas construcciones parecían transparentes, sus habitantes, los ángeles, no podían verse entre sí, lo que implicaba para ellos un extraño modo de privacidad.

    Sólo Dios, por el ya mencionado carácter de Padre y Creador de todos los seres vivos y de cuanta forma de existencia hubiera por entonces en el universo, desde su naturaleza de luz, tenía la posibilidad de ver más allá de aquellas construcciones transparentes, de contemplar la actividad o el descanso de cada uno de sus ángeles, por ser Todopoderoso y omnisciente.

    Los ángeles no llevaban una vida celestial muy agitada, su obligatoriedad básica era acudir a las reuniones que se llevaban a cabo a cargo de Dios, en diversos momentos del día llamados por Dios mañana y tarde, en los cuales llegaba un momento en que todo se oscurecía, a punto tal que partícipes del poder de Dios, las estrellas semejaban ponerse de acuerdo iluminando la Tierra al unísono.

    En otros momentos se podía apreciar a los ángeles dando vueltas por todas partes, ocultándose entre las nubes como parte de algún juego, o simplemente conversando entre sí, en un lenguaje sólo comprensible a Dios. Si bien el máximo placer de aquéllos radicaba en que llegaran las reuniones para escuchar a su padre y creador Dios, no se perdían la posibilidad de recorrer el firmamento, cual campo caminado en la Tierra por algún humano, cuando ya creado por Dios, le fuera dado conocer la naturaleza.

    Así se apreciaba el Reino Celestial por aquellos primigenios tiempos, habitado en su centro a modo de país por Dios y sus ángeles, lindando con la infinidad del Cielo cuya vastedad sugería que esperaba aún ser ocupado, salvo por los diversos grupos de nubes que por momentos parecían grandes comunidades de árboles que conformaban bosques, o altas montañas o cordilleras cuyas laderas permitieran el transitar de los ángeles, que si bien poseían alas, sólo las desplegaban en contadas ocasiones, tal vez como un anticipo de lo humano que después vendría, o para ciertos juegos en común con sus hermanos de estirpe, o fehacientemente las usaban cuando alejados en exceso de su hábitat, las utilizaban para regresar con mayor celeridad.

    Por su natural condición los ángeles eran predominantemente de escasa estatura, de rostros delicados y decididamente perfectos en su fisonomía y alegres de espíritu. Parecían niños felices, pero por su citada condición muchos de ellos aparentaban una mayor edad que la que realmente poseían, pues los ángeles podían vivir una incontable cantidad de años, en una longevidad que era el comprensible efecto de la luz divina que los alimentaba. Diez años de cualquier niño o niña de la especie humana equivaldrían, cuando existiera ya esa especie, a cien años de vida de un ángel; por lo tanto, cincuenta años de un ser humano equivaldrían a quinientos años de un ángel…

    Los ángeles eran de sexo femenino o masculino, como anticipo tal vez, dentro de la línea de la creación divina, de lo que luego sería, según el infinito y aquella Luz deífica lo propusieran, la condición y especie humanas. En efecto, los ángeles eran los antecedentes virtuales, espirituales de la especie que alguna vez vendría por voluntad de Dios. Pero tal sexualidad de los ángeles no implicaba relaciones carnales, justamente porque al ser los ángeles los antecesores virtuales del hombre estaban configurados como su antecedente espiritual, por lo que carecían de la consistencia carnal de los humanos que vendrían alguna vez, cuando la voluntad del Todopoderoso lo juzgara oportuno. Por otra parte, la no carnalidad de los ángeles no inhibía situaciones románticas entre ellos, pero algo quedaba claro en la Ley Divina; todo lo relativo a la gestación y creación en cualquiera de sus formas, quedaba limitado a dicha ley.

    Los ángeles, cualquiera fuera su sexo, eran muy bellos. Aun siendo parecidos entre sí, había doce de ellos que se destacaban por sobre el resto, pero no por su mejor condición, sino porque se los consideraba los más cercanos a Dios por el excesivo amor que le deparaban a Él en tanto era su padre y creador; y no se trataba de que los demás no amaran a Dios del mismo modo; pero estos doce ángeles le tenían una adoración excelsa, difícil de describir sencillamente. Por tal motivo, eran considerados por sus ángeles hermanos como los doce discípulos de Dios.

    Entre esos doce discípulos había ángeles de ambos sexos. Los nombres de los ángeles de sexo masculino eran Amor, Compasión, Lucifer y Ojos de Cielo. En tanto los nombres de los ángeles femeninos eran Bondad, Entrega, Esperanza, Experiencia, Juventud, Luz, Paz y Templanza.

    Entre las tareas que asumieran aquellos doce ángeles por propia decisión se encontraban los preparativos que antecedían a cada reunión con Dios, entre los que se contaban dejar de punta en blanco aquel salón, donde también desayunaban, almorzaban, merendaban y cenaban todos juntos, unidos como Dios los deseaba.

    Y si bien dentro de aquel grupo de los doce ángeles discípulos, como los denominara el resto, eran todos muy unidos como buenos hermanos y amigos que eran, había quienes eran más unidos a unos que a otros, lo que daba lugar a la formación de subgrupos; por ejemplo el vínculo amistoso que formaran Lucifer y Ojos de Cielo, ambos masculinos y edad adulta, a tal punto que pasaban gran parte del día juntos, gran parte de lo cual, lo insumía el hablar de quien tanto admiraban y amaban, Dios, su padre creador. Y también, a la hora de realizar las tareas, se complementaban de igual modo entre sí.

    La adoración de Lucifer por Dios lo llevaba casi a un estado de fanatismo, que lo llevaba a pensar en Él durante cada segundo del día; casi podía decirse que descontando el tiempo en que compartía tales sentimientos con Ojos de Cielo, el resto lo destinaba a pensar predominantemente en su padre y creador, pues el ángel Lucifer no hacía más que hablar y hablar de su padre, siendo el más insistente en ese sentido, más que ningún otro dentro de aquel grupo conformado por cuatro ángeles masculinos y ocho femeninos; inclusive más que su mejor amigo Ojos de Cielo, o que el quinteto más cercano a ellos, conformado por los ángeles de fisonomía femenina Experiencia, Juventud, Esperanza, Luz y Paz.

    Experiencia, la mayor del quinteto, era la más unida a Juventud, quizás por ser ésta una de las más jóvenes entre todos los ángeles existentes, o tal vez porque Juventud consideraba a Experiencia como una especie de madre, por su diferencia de edad. Luz y Paz conformaban otro de los duetos más unidos, tal vez por ser sus edades similares entre sí y respecto de Juventud. Esperanza, en cambio, era más bien solitaria y reservada, y su edad, entre las mayores, se acercaba a la de Experiencia.

    En el caso de los restantes ángeles que constituyeran aquel grupo de doce, Compasión y Amor eran muy unidos también, como a su vez lo fueran Templanza, Entrega y Bondad.

    Pasado un tiempo, un día tal vez domingo por ser considerado de descanso, los ángeles acudieron al gran salón para almorzar. Los doce discípulos ya habían preparado todas las mesas. El salón era extremadamente grande, pero dada la cantidad de largas mesas que serían ocupadas por cientos de ángeles no aparentaba sus verdaderas dimensiones.

    Las largas mesas se extendían desde la entrada hasta el otro extremo del salón, donde extensos y amplios escalones derivaban en una especie de gran altar, en cuyo centro había una mesa, y en su centro relucía brillante una copa de oro de dimensiones mayores a lo habitual.

    A medida que los ángeles fueron ingresando al salón ocuparon las mesas sin posicionarse en lugares preferenciales. Cuando todos los ángeles se acomodaron, inclusive aquéllos que para el resto eran los doce discípulos de Dios, en una de las mesas centrales sobre el extremo lindante al altar, un chasquido se oyó por encima del murmullo de todos los ángeles que por entonces hablaban animadamente entre sí, y las velas blancas se encendieron mágicamente, sostenidas por llamativos candelabros que brillando como oro decoraban las mesas. Entonces los murmullos cesaron, como si aquel chasquido hubiera sido un pedido de silencio…

    Los ángeles pusieron especial atención a sus platos vacíos y de pronto, éstos fueron ocupados por el almuerzo del día tan mágicamente, como momentos antes se habían encendido las velas de aquellos candelabros.

    Algunos ángeles sonrieron y otros se regodearon. Dios les había preparado uno de sus banquetes preferidos: semillas de las más variadas especies. Las copas que había por cada ángel se llenaban una vez más de manera mágica; con agua unas y un aparente jugo de uva otras.

    Pero ningún ángel comenzaba a comer todavía; aún faltaba algo más… Segundos más tarde fueron provistos de servilletas que colgaban de sus cuellos unas y posaban sobre sus muslos otras, siempre de un modo mágico. Entonces Dios les dijo:

    "Ya los he bendecido a todos ustedes,

    a vuestros alimentos y a vuestras mesas.

    Ya podéis comenzar a comer"

    Entonces, a modo de coro, en un profundo pero armonioso murmullo, los ángeles expresaron:

    Señor, te damos las gracias por vuestra bendición

    Recibida la deífica bendición, los comensales se volcaron a la generosa tarea de comer.

    Si bien los jóvenes ángeles disfrutaban del apetito propio de su edad, Dios renovaba moderadamente, desde sus facultades omnímodas, las porciones de alimentos sólidos y líquidos.

    Cuando todos habían terminado Dios les dijo:

    ­—"Buen apetito, mis queridos ángeles…".

    Gracias, Señor — respondieron todos al unísono y Dios continuó:

    Cuando hayan levantado las mesas, nos reuniremos nuevamente aquí. Tengo algo muy importante que anunciarles….

    Entonces algunos ángeles se retiraron momentáneamente del salón y otros, que eran minoría, encabezados por Lucifer, Ojos de Cielo, Experiencia, Juventud, Esperanza, Luz, Paz, Amor, Compasión, Templanza, Entrega y Bondad, esperaron a que Dios hiciera desaparecer los platos, copas, candelabros y servilletas dispersos sobre las mesas, y entonces trasladaron los bancos y las mesas hacia ambos lados del salón, despejando su ámbito central.

    Poco a poco, los ángeles ausentes fueron reingresando al salón, y como era costumbre cada vez que se acudía a una reunión, se formaron ordenadamente en filas, que nacían en los primeros escalones al pie del altar y se perdían cerca de las amplias puertas de salida. Los doce ángeles dilectos encabezaban cada uno una de las filas centrales, alineadas frente al altar, sobre cuya mesa posaba el Santo Grial, llamativa y preciosa copa de oro.

    —¿Qué será aquello tan importante que nos anunciará el Señor? —preguntó Lucifer.

    —No tengo la menor idea —respondió Ojos de Cielo.

    —¿Nos enseñará tal vez una nueva oración? —insistió Lucifer, y Ojos de Cielo sonrió junto al quinteto de ángeles femeninos, como aprobando aquella posible idea.

    —Quizás nos hable acerca de esa copa que está sobre la mesa del altar desde hace ya algunos días ¿Podrá ser eso? —imaginó e interrogó Experiencia, sin conseguir respuestas. El grupo miraba la copa de oro devanando sus sesos tratando de imaginar lo que tan divino objeto pudiera significar.

    Momentos después de tal corrillo de curiosidades, nuevamente se escuchó la Voz del Todopoderoso Señor del Universo:

    Mis queridos ángeles… —y los murmullos que aún persistían cesaron hasta desaparecer—. … como les dije hoy… tengo algo muy importante que anunciarles. Pero antes contestaré lo que muchos de ustedes se estarán preguntando: ¿Qué significado tiene esa copa de oro que está delante de todos nosotros?... —un intenso murmullo atravesó el multitudinario ámbito como una ola de mar, hasta cundir el más absoluto silencio como cuando esas olas se diluyen en la playa…—. Pues bien, a esta copa la denominaremos Santo Grial…

    Entonces Lucifer interrumpió, ansioso por saber qué representaba tan sagrado objeto.

    —¿Y qué significa y por qué el nombre de esa copa, mi Señor?

    El Santo Grial representa el camino espiritual que liga los pares de opuestos del bien y del mal, del deseo y el temor, y también todo otro par que obnubile toda pasión o fuerza espiritual. Permite así toda transformación en aquello que ustedes puedan desear, alcanzar y consumar por la vigencia de vuestro propio deseo y voluntad, y lo mismo para los hombres, cuando éstos advengan al mundo por mi voluntad divina. El Santo Grial contiene así la realización de las más altas potencialidades del espíritu humano… —enfatizó particularmente Dios—. Lo humano es la condición de quienes advendrán y habitarán el último planeta que Yo he creado por ahora, el planeta Tierra.

    —Mi Señor, ¿no entiendo qué es el bien y el mal, ni qué o quiénes son los hombres. Tampoco entiendo qué significa la palabra humana, y mucho menos por qué insistes en habitar ese nuevo planeta Tierra, como Tú lo llamas, cuando ya dispones de todo el infinito para Ti? —insistió confundido Lucifer.

    Lucifer —respondió Dios—. y mis queridos ángeles todos… —generalizó luego—. … La palabra humana, o su derivada humanos, denotan la raza que ocupará el planeta Tierra, para lo cual crearé al hombre y a la mujer, cuyos cuerpos serán idénticos a los vuestros, y únicos representantes de la raza humana. Respecto de por qué deseo habitar el planeta Tierra, es porque de nada sirve tener el infinito para mí, Lucifer, si al infinito no se le da vida, no se lo llena de luces… Luces que en el planeta Tierra serán representadas por el hombre y la mujer. Ellos serán la conciencia del planeta Tierra, sus ojos y su voz, y de ellos dependerá la vida de aquel cuerpo celeste en tanto los humanos oren haciendo el bien, protegiendo a su planeta y al prójimo —Hubo entonces gestos de conformidad creciente por parte de los ángeles, en la medida en que sus dudas comenzaban a disiparse…—. Entonces, continuando con mi explicación acerca del Grial, será la naturaleza humana la que busque al Grial, y en él la búsqueda por la sabiduría que tanto la acucia. Es decir, la vida espiritual será el ramillete, el perfume, la floración y la consumación de la vida humana. Así, del mismo modo que ustedes me interrogaran sobre el Santo Grial incentivados por la curiosidad del desconocimiento, el hombre alumbrará su vida espiritual motivado por su origen sobrenatural, procedente de un Dios que ellos desconocen y que soy Yo mismo, desconocimiento que impulsará y dará a su vida espiritual el modo de una interrogación permanente por lo desconocido, todo lo cual estará contenido en el Santo Grial, como ya les dije. Ese sería el sentido del Grial. El Grial se volverá el símbolo de una vida auténtica que es vivida según su propia volición, según su propio sistema de impulsos, que se moverá entre los pares de opuestos del bien y del mal, de la luz y la oscuridad. Porque todo acto en la vida tendrá pares de opuestos en sus resultados. Lo mejor que el hombre podrá hacer es inclinarse ante la Luz, hacia las relaciones armoniosas que vienen de la compasión por el que sufre, de la comprensión del otro. Ahora bien, mis queridos ángeles, ustedes deberán servir al hombre... —a quien Dios tal vez consideraba de una condición más elevada que la de los ángeles, pero sin decirlo quizás, por saber Él desde su omnipercepción que ello malquistaría a sus ángeles…

    —Jamás, mi Señor… —se negó rotundamente Lucifer, en actitud provocativa y casi desafiante, provocando un gran desorden entre todos los ángeles, que se vieron sorprendidos y no entendían la actitud rebelde de su compañero.

    Ni siquiera Ojos de Cielo, el mejor amigo de Lucifer, entendía su reacción ante el pedido del Supremo, a quien su amigo tanto amaba y admiraba.

    Dios interpretó aquella actitud de Lucifer como la expresión de amor de Lucifer a Él mismo en tanto su padre y creador, y como la primera forma de rebeldía a someterse a un ser tan desconocido para él como el hombre, en tanto acción de Dios que podía ser interpretada por los ángeles y en especial por Lucifer, como una pérdida de amor por parte de su padre creador.

    —Mi Señor, Dios Todopoderoso, creador de todo el Universo, yo, el ángel Lucifer, no podré jamás inclinarme ante el hombre, a causa de mi excesivo amor por usted, mi Dios, sólo a usted y a nadie más que a usted podré reverenciar. Debo recordarle, con su anuencia, que sus primeras palabras ni bien nos creara fueron aquéllas de… "No reverenciarán a nadie más que a mí". Ahora, usted, con todo su derecho, nos cambia su orden fundadora. Yo me comprometí con aquel mandato. Y tal fue mi compromiso entonces que ahora, no obstante su nueva convicción, jamás podré violar aquel primer sentimiento tan fuertemente imbuido por Usted a nosotros, sus discípulos y servidores. Mi mente no acepta inclinarse ante nadie más que usted, Dios mío, pero no por rebeldía, sino por amor. Y espero que Usted acepte ahora mi inviolable adhesión a sus primeras palabras, aunque sus nuevas puedan estar imbuidas de la misma fuerza fundadora que aquéllas.

    Lucifer, mi querido ángel… Si como dices tanto me amas, aun por mi primer mandato, deberás aceptar mi segunda voluntad y servir al hombre venidero —exhortó Dios—. En caso de negarte a mi petición, deberás abandonar este Cielo…

    —Pero mi Señor…

    Deberás aceptar o irte. Yo soy el Omnipotente que da las órdenes aquí —impuso Dios.

    —Me iré de aquí pero no lo haré solo ¡Quienes estén de acuerdo conmigo, síganme! —un numeroso grupo de ángeles agitaron sus puños aprobando la decisión de Lucifer. No fue el caso de los once miembros restantes de aquel grupo dilecto de discípulos: Ojos de Cielo, Experiencia, Juventud, Esperanza, Luz, Paz, Amor, Compasión, Templanza, Entrega y Bondad, que miraban aquel acto con asombro, pues nunca hubieran pensado que un grupo de ángeles se revelaría ante Dios, y menos liderados por Lucifer, quien tanto amara al Creador—. Y no nos iremos con las manos vacías. Si el Santo Grial representa la realización de las más altas potencialidades del espíritu de la raza humana, yo impediré tal acto de tu Creación, llevándomelo… —Y Lucifer desplegó sus alas y voló hacia la copa, y mirando hacia adelante, es decir, a Dios representado por aquella luz que aflorara por encima del altar, dijo al tomarla:

    —La Tierra será un planeta muy primitivo en comparación con todos los cuerpos celestes conocidos en todas las galaxias hasta ahora, porque la conciencia humana será muy inmadura sin estos poderes…

    ¡Lucifer, deja el Grial sobre la mesa o arderás en las llamas del infierno, donde vivirás el peor de los dolores al ser separado de mí, de tu Padre al que tanto amas, y créeme que no soportarás esa situación en el infierno, porque lo peor que le puede ocurrir a un ángel, y aun al futuro humano, es precisamente vivir separado de su ser amado...!

    —¡No dejaré el Grial, no lo haré! —retrucó el ángel Lucifer.

    ¡Pues entonces Vete al infierno Satán…! —lo llamó Dios elevando su voz y cambiándole su nombre original por el de Satán, como castigo por su rebeldía. El Grial voló de las manos del ángel Lucifer, ahora Satán, quien increíblemente comenzó a girar sobre sí mismo, como si fuera un trompo atrapado en un torbellino de viento. El Santo Grial fue tomado por uno de los ángeles que optara por el partido de Satán, y tras unos segundos de hipnotismo generalizado, tras observar como el ángel Lucifer se transformaba en Satán gracias a los poderes de Dios, dando vueltas dentro de aquella especie de remolino de viento, los seguidores de Satán que tenían sus manos libres intentaron ayudarlo, liberándolo de aquel tormento, para evitar que fuera enviado al Infierno, pero los ángeles que encabezados por Ojos de Cielo y su grupo continuaran siendo fieles servidores de Dios, se interpusieron en el camino de quienes rebelados portaban el Grial, y la lucha se desató tanto a nivel del suelo como sobre las alturas de aquel salón creado por la luz de Dios en el mismísimo firmamento.

    Entonces, otro grupo de ángeles, que sólo miraba la lucha entre los seguidores de Dios y los de Satán, encabezados llamativamente por Esperanza, tomó cartas en el asunto y volando hacia el ángel que sostenía el Grial en sus manos, se lo arrebataron y tras quitárselo, lo arrojaron contra un extremo del salón, hacia donde deslizó hasta quedar tendido en el piso. El grupo de Esperanza abandonó la contienda, que cesó cuando Satán, aún envuelto por Dios en aquel torbellino, y al percatarse que tal fenómeno lo hacía descender al Infierno, gritó a sus aliados: Los ángeles neutrales se llevaron el Grial, vayan por ellos… —bautizando como neutrales a aquellos ángeles que no optaran por tomar partido ni a favor de Satán ni a favor de Dios—. Entonces, las decenas y decenas de ángeles que tomaran partido por Satán desaparecieron inmediatamente del gran salón, algunos por la puerta y otros atravesando las transparentes paredes celestiales.

    Pero los ángeles denominados neutrales no lo eran tanto, porque su apropiación y fuga con el Grial no significaba el deseo de poseer los poderes de esa copa divina, sino de preservarla del riesgo de ser poseída por Satán en perjuicio de los demás, o peor aún, de ser destruida por él, por lo que la preservación de tan sagrado elemento a mano de los neutrales se extendería tanto como fuera necesario para encontrar el momento propicio para reintegrarla a su Padre y Señor.

    Los ángeles fieles a Dios se quedaron esperando una orden de su padre creador, mientras Satán, como absorbido

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