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Guardianes de papel: Una alianza entre lo caótico y lo hermoso
Guardianes de papel: Una alianza entre lo caótico y lo hermoso
Guardianes de papel: Una alianza entre lo caótico y lo hermoso
Libro electrónico348 páginas3 horas

Guardianes de papel: Una alianza entre lo caótico y lo hermoso

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Información de este libro electrónico

No existiríamos de no haber sido escritos.

Cada despertar es la continuación, o el comienzo...

«Cuántas caras en un mismo rostro».

Transformación tras transformación, sentires diversos todos nacientes de un mismo centro: el guardián y el demonio que todos llevamos dentro. Lo hermoso que surgió de desconocernos frente al espejo. ¿Cuál de ellos nos dominará? ¿Cuál de ellos vencerá?

Lo caótico y lo hermoso es la explosión de fuerzas combinadas en cuerpo, alma y espíritu. El miedo que nos sedujo; la parte que desconocemos del dolor; el punto silencioso del amor. El enigma tras los sueños, la sabiduría que, derribada, cayó; la locura que, cegada, lloró; el tiempo que perdió el control, y el destino que, finalmente, «tomó su decisión».

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 feb 2019
ISBN9788417483623
Guardianes de papel: Una alianza entre lo caótico y lo hermoso
Autor

Jo Vargas

Jo Vargas, de doble nacionalidad, colombiana y argentina, nació en Pereira en el año 1988, y se trasladó a la ciudad de Buenos Aires en 2010 para dar inicio a sus estudios de Psicología. Afirma que dicho trayecto le transformó la vida, y que se siente orgullosa tanto de su país de origen como del país que a sus veinte años le abrió las puertas y la formó hacia sus metas. Ganó el concurso del cuento en Colombia en 2003 -mencionó ser uno de los recuerdos más incentivadores de su infancia-. Actualmente reside en Madrid, donde inició su carrera como escritora, entretanto, trabaja en fortalecer sus habilidades como diseñadora y pintora. Tardó seis años en terminar su obra Guardianes de papel, la trilogía fantástica que ahora está revelando al mundo y en la que expone una visión distinta de los sentimientos, de lo caótico y lo hermoso que surge de nuestros guardianes y demonios internos.

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    Vista previa del libro

    Guardianes de papel - Jo Vargas

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Guardianes de papel

    Una alianza entre lo caótico y lo hermoso

    Primera edición: septiembre 2018

    ISBN: 9788417321093

    ISBN eBook: 9788417483623

    © del texto:

    Jo Vargas

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    —Comienza por preguntarte cuál de ellos deseas ser para creer —susurró el Cielo.

    —Un ángel sin alas, que aun sin ellas pueda volar —deseó la Tierra.

    —Entonces un guardián y un demonio, en un alma humana, «serás» —declaró el Universo.

    A lo mejor de mí: Santiago

    Como un demonio, «exigirás un alma frágil» donde descansar.

    Como humano, reirás abrazando la desolación de lo abismal.

    Y, como un guardián, «soñarás luchando contra el miedo en tu diario despertar».

    Amarás desafiando al amor; te equivocarás, madurarás de la mano del tiempo, y «reencarnarás el dolor».

    Prefacio

    En mi despertar, he ido descubriendo diferentes tipos de seres humanos, y no tan humanos.

    Aprendiendo también a identificar el tipo de guardián que todos llevamos dentro desde el día de nuestro nacimiento.

    El mismo guardián que cada uno de nosotros aspira y espera

    «perdurar por siempre en destino a su universo interior».

    Sé que otras alas, al igual que las mías, han experimentado la enigmática sensación de ver la sombra de un guardián camuflado tras el despegar de sus vidas.

    «Guardianes que delicadamente agregaron la misión de cuidar de nosotros al destino de su valentía».

    Secaron delicadamente cada lágrima pensante en nuestro rostro.

    Sin ser doctores, fortalecieron la habilidad de curar cada herida en nuestra pasión. Y, aun sin ser sicólogos, se esforzaron por comprender y consolar cada expresión de dolor revelada desde nuestro corazón.

    Durante siglos, la humanidad ha llamado a dichos seres: «Amor».

    Yo he decidido tomar todo lo anterior y grabarlo en las páginas de este libro con otro valor, dando reconocimiento a lo que verdaderamente son…

    ¡mucho más que amor!

    Guardianes de Papel: no existiríamos de no haber sido escritos es la continuación de una historia que aún no ha sido escrita.

    Son memorias de un sueño gris que reveló mi delirio.

    Siendo nuestra esencia la esfera que alimenta el alma del mundo, escribí sentimientos en honor a los sueños.

    Cuando, gracias a las espinas del amor, adquirimos el valor para enfrentar al tiempo.

    Una historia que trasciende en tiempo y espacio, bajo la protección del manto frío de la Luna, y los cálidos brazos del Sol.

    El pensar en que sucedería; si cada uno de nosotros naciera con la fecha de muerte escrita en las páginas que el Destino escribió.

    Entonces, ¿cuánto más desperdiciaríamos en acciones sin fundamento?

    Preguntarnos si poseemos la destreza para enfrentarlo, para caer, y aun así desde el suelo derribarlos.

    «¿Qué estaríamos dispuestos a hacer por los seres que en realidad amamos?».

    El demonio de plumas y el guardián de escamas que batallan constantemente en nuestro infierno interno representan en la vida el duelo entre nosotros, y contra nosotros mismos.

    La posición del Destino representa el valor mayor o menor que la damos a nuestro existir, sin pensar en lo corto que este podría llegar a ser «y lo mucho que lo estamos desperdiciando»; o la diversidad del mismo, «y lo poco que lo estamos aprovechando».

    La misma magia que dibuja una sonrisa confundida, día tras día, en nuestras perspectivas negadas a despertar es la que nos llevara a exigirnos más.

    Así mismo, con el tiempo, reconoceremos a quienes estuvieron, están o llegarán como guardianes en los que solo creemos y vemos al llorar. Pero que, aun así, ellos siempre estarán. «Tomarán como suyas nuestras lágrimas al quebrantar y nos sostendrán fuertemente en cada nueva lucha al intentar».

    «No existiríamos de no haber sido escritos» es la ilusión custodiada por el sentir de una Luna que soñó un día con poseer los rayos del sol.

    ¡La realidad en la que creemos y en la que no! Pues cada uno de nosotros terminará por convertirse en el guardián o demonio alimentado en su interior.

    Entonces, la coraza con la cual hemos sangrado tantas cruzadas, «subsistiendo incansablemente con fervor» se permitirá concluir la batalla que jamás terminó.

    Siendo ahí cuando lucharemos por proteger desde nuestro celo, lo que queda del perdón.

    Deseo que, a través de estas páginas, aprendamos a hacer uso de las virtudes que nos fueron heredadas por ese gran superior llamado «Amor».

    Descubramos cómo usar las alas que nos ayudarán a volar para alcanzar.

    Cuidemos de los anhelos: símbolo de la riqueza en todo lo que llegara.

    Admiremos a nuestro Sol: luz que no se apaga.

    Y adoremos infinitamente a nuestra Luna: cómplice de nuestras travesías y protectora de nuestra alma.

    Registro #20

    La Muerte

    SERENDIPIA

    Un hallazgo afortunado completamente distinto a lo que estabas buscando.

    Invierno

    El registro que el Destino escribió para ellos se había desintegrado desde el instante en el que Vera cortó sin miedo los lazos de conexión entre su corazón y el tiempo.

    Valentino permaneció de pie junto a Cruz del Sur: el purasangre de brillante y suave pelaje negro, característico por ser el más increíble y hermoso de sus caballos. Mientras, en medio del campo abierto que rodeaba su casa, las hojas otoñales de los árboles comenzaban a elevarse, entrelazándose en el bosque que lo rodeaba.

    Sintió la tenue brisa acariciar su piel y, al cerrar sus ojos inundados de lo que no podía ser, lágrimas de fuego incendiaron su ser.

    «La Muerte continuó a un paso de él, pero esta ya no podía dañarlo».

    Fue entonces cuando el viento sopló con vehemencia ¡y el cielo lloró estallando!

    en tierras donde la lluvia no cesaba, «y las almas se reflejaban en los charcos».

    Engañarse allí era improbable, pues al mirarse a través del agua de lluvia que corría por los suelos, los seres hallaban allí lo que necesitaban, ¡mas no lo que buscaban!

    Serendipia era el bosque de los tres caminos: muerte, tiempo y destino, donde cumplías una cita con tu espíritu. Donde la variación de las distintas fases de tus karmas se transformaba en armas. Donde la felicidad era una elección, mas no un deseo; donde mirar tu reflejo correr entre las aguas hacia la muerte, el destino y el tiempo te llevaba a descubrir lo inesperado.

    Las gotas del rocío que caían del sentir del tiempo marcaron segundo a segundo la etapa final de una batalla.

    Christopher, la Muerte, contempló cuidadosamente a Valentino con ojos que permitían ver la claridad celeste vestida de cielo, confirmando la verdadera identidad del heredero de un ejército.

    Así pues, el palpitar de la sangre que corría por las venas de Valentino llegó a enloquecer aún más los deseos del guardián de la Muerte. Cuando inclusive la energía protectora de aquella alma humana «se hacía aún más poderosa en cada nacimiento de una lágrima».

    Entonces, las estrellas se cruzaron, el cielo y la tierra se aliaron, y la Muerte, en los ojos de un guardián mitad humano, «pudo ver a un demonio evolucionando».

    —Reconocería la sombra de tus alas en cualquier lugar… —mencionó Valentino, relacionando el reflejo de las alas de Christopher con sus recuerdos de niño.

    —La situación se ha invertido ahora, Valentino Chebbar. A partir de este momento, la sombra de mis alas no te perseguirá nunca más —contestó la Muerte, frívola, ocultando de su adversario la desolación que revelaba su debilidad.

    Registro #11

    Valentino Chebbar

    LUMINISCENCIA

    Cuatro años atrás...

    Sentada en aquella sala de espera de Tierras Evanescentes, Vera esperaba a ser llamada para abordar su tren con destino a Luminiscencia: un tren programado que la llevaría a coincidir con quien había sido elegido como el detonante que iniciaría el conteo regresivo de su vida.

    Continuó leyendo aquel libro antiguo que le recordaba la voz de su padre. No tenía recuerdos de haberlo conocido, pero su voz era algo que ella siempre había llevado en su memoria.

    A lo lejos, Valentino la observaba; pues la naturalidad y frescura que liberaba en ella tan triste gracia habían logrado atraer por completo la atención de aquel hombre clandestino que ocultaba su mirada tras exclusivos lentes oscuros.

    Dos guardianes, provenientes de la Legión de la Luna y la Legión del Sol, contemplaron la reacción que surgiría a partir de lo que podría llegar a ser el primer efecto, preguntándose a su vez cuál sería el resultado ante el cruce de miradas generado entre Vera y Valentino. Desde lo que sería quizás la continuación en primera fase del intercambio de sus almas.

    —¿Será esto empírico? —manifestó la Sabiduría, Borja, en voz alta—. Me pregunto qué sacrificios nacerán de las raíces de este Destino —agregó, reflexivo.

    —¿No te estarías precipitando demasiado a considerar lo que aún no ha sido escrito? —estimó la Muerte, Christopher, a su lado.

    —No lo pienso así… —Se sintió Borja seguro de lo que había visto en Vera y Valentino—. Sugiero que te prepares para un nuevo amanecer, Christopher. Porque lo que está predestinado a suceder, podría cambiar todo como lo conocemos a nuestro creer. —Interpretándolo con certeza, se dirigió firmemente la Sabiduría a la Muerte junto a él.

    —¡Te convertirás en lo que siembres! Tan grande como tus sueños o tan pequeño como lo que no te permites ver… —proclamó el guardián de la Muerte sin temer.

    —El libro de la vida es solo una guía, ¡no una ley, Christopher! Cree entonces en lo que te corresponda creer.

    —Habría deseado no ver ni creer en nada desde un comienzo, Borja. ¡Tú deberías saberlo bien!

    Cada guardián protegería su parte sin hacer distinción entre ambos legados. siendo Borja consciente de que Christopher, en determinada situación, tomaría la difícil decisión de dar un paso atrás, actuando de forma egoísta contra su índole esencial.

    Ellos no interferirían en los planes del superior, conocido como Amor; y el hecho de que las ramas del destino de Vera se entrelazaran en el árbol de vida de Valentino «era parte de un hecho».

    Borja, quien había sido también un rey descendiente del Sol, estaba designado a ser el escudo de Vera White desde el día de su creación. De la misma forma que Christopher, «quien no solo era un guardián de la Muerte», sino también un príncipe de evolución lunar, había sido designado a ser la sombra transformada en alas de Valentino Chebbar.

    ¿Pero por qué un guardián de la Muerte aceptaría ser designado protector de la osadía de un mortal?

    Ese era un secreto que el Sol «protegería», y que quizás, al final de todo, la Luna «revelaría».

    La tripulación a bordo anunció la aproximación a la estación principal de Luminiscencia, por lo que desde el momento en el que los pasajeros se prepararon para desembarcar, Valentino permaneció atento a los movimientos, tratando de encontrar a quien, horas atrás, había logrado inquietarlo una barbaridad.

    Pero, aun así, después de transcurridos varios minutos, él no había conseguido encontrarla en la infinidad.

    Buscó durante más de una hora por los alrededores, evitando cruzar las puertas de la estación. Estaba cayendo un diluvio sobre ellos, los truenos se oían impactar en las montañas mientras los relámpagos recortaban la silueta del viejo reloj de la estación que marcaba la media noche.

    Fue entonces cuando, de repente, Valentino escuchó aquella voz. ¡Era ella! Estaba empapada, suplicando ayuda al agente a cargo de la estación; mientras, él, cubriéndose de la lluvia con un fino paraguas, ni siquiera se tomaba la molestia de mirarla a la cara.

    De repente, Vera sintió cubierta su piel helada; Valentino la había envuelto con su gabardina por la espalda, quedando él desprotegido bajo la tormenta.

    —Mr. Blair, qué gusto encontrarnos después un largo tiempo —saludó Valentino indignado al agente a cargo, haciendo intencional y sutilmente una leve interrupción a tan escandaloso acto.

    —Joven Chebbar, el honor es nuestro. ¡Bienvenido a Luminiscencia! —saludó el agente Blair, altamente nervioso y sorprendido, inclinándose por completo ante Valentino al tirar su paraguas, acto que dejó en Vera el primer interrogante con respecto a la identidad de aquel sujeto.

    —¿Puedo ayudarla en algo, señorita? —Se acercó Valentino, decidido, retirando sus lentes oscuros.

    Y entonces, completamente atrapada, Vera fijamente lo miró; atónita con el celeste en aquellos ojos, que a su espíritu desnudó.

    —Se lo agradezco, pero es innecesario de acuerdo a la situación —secamente, ella lo rechazó, no logrando evadir el haber sido intimidada con tal intervención.

    ¡Vera seguía muda! Sus piernas temblaban, sus manos transpiraban, y su corazón saltaba. Jamás había conocido a alguien como él. Jamás la habían mirado de esa forma, jamás le habían hablado de esa manera que te erizaba la piel. ¡Parecía irreal! Valentino no parecía ser un común y corriente, habitual.

    No se trataba solo del celeste en su mirada, sus perfectas cejas alineadas o su nariz respingada; existía algo más atrayente en él, algo mucho más que humano a su parecer.

    —Mr. Blair, le pido, por favor, que asigne a la señorita White a uno de nuestros hoteles hasta que se haya resuelto el asunto de su próximo tren. He solicitado que le preparen nuestra suite imperial de inmediato —ordenó Valentino a su regreso de haber realizado un par de llamadas, dejando tanto a Vera como al agente Blair sin habla.

    La cadena de hoteles de lujo Chebbar era reconocida como una de las más prestigiosas del rubro. Solo los más grandes empresarios, clientes asociados, famosos, deportistas y herederos multimillonarios contaban con membresía para hospedarse en ellos.

    —Lo haremos de inmediato y según sus indicaciones, joven Chebbar. —Tomó la orden el agente Blair sin oponerse, ligeramente avergonzado—. Me retiraré primero —se despidió formalmente—. Madame… —E inclinó su cabeza ante Vera, con la disculpa y la promesa correspondiente exigida por Valentino, para lo cual, sometiéndolos entonces a un silencioso enfrentamiento, Vera y Valentino se vieron obligados a camuflar lo que verdaderamente eran ellos.

    Vera había perdido su tren, por lo que, de no haber sido por la intervención de Valentino, habría tenido que dormir en la estación hasta que hubiera podido comprar otro boleto.

    En un comienzo, había sido ignorada por su aspecto desarreglado y urbano, ya que no aparentaba tener mucho dinero, ni un apellido distinguido.

    —Es demasiado equipaje para ser llevado solo por usted, señorita White. —La caballerosidad de Valentino se ofreció a escoltarla.

    Pero, para entonces, Vera ya se sentía demasiado irritada con el choque de emociones causadas por las limitaciones. Sumando a esto, el delirio constante contra el cual ella luchaba, por lo que su tolerancia no se comportó de la forma más racional frente a quien solo deseaba ayudar.

    —Intentaré ser lo suficiente clara y leve posible con usted, por Chebbar, ¡o como sea que se haga llamar! Agradezco su preocupación hacia mí y el interés que ha mostrado en ayudar, pero soy yo quien no está interesada en recibir absolutamente nada procedente del poder —lo atacó Vera con dureza, no permitiéndole un acercamiento más—. ¡No abuse de la tormenta! Podría contagiarse de ella—Y, regresándole su gabardina, dio ella por terminada la conversación, se dio vuelta y se alejó, reacción que llevó a Valentino a sentirse un tanto ofendido y, a su vez, incómodamente atraído.

    Ambos eran seres que estaban perdidos, que huían de cualquier emoción que los arrastrara a lo desconocido y a los que la vida había elegido para ser brutalmente heridos. Pero no con el propósito de destruirlos; sino con el fin de convertirlos en sus más resistentes guerreros.

    «Cuánta arrogancia...», pensó él, indignado, mientras la observaba alejarse indiferente. Aunque retomando la escena por un momento, Valentino se sintió familiarizado con su pasado, puesto que desde el momento en el que sus miradas hicieron espejo, extrañamente él había sentido como suya la tristeza que nublaba la mirada en ella, sintiéndose sumergir en un bosque gris donde la niebla lo conducía a dar pasos ciegos.

    Fugazmente, los oscuros ojos que la Luna le había dado a Vera se habían convertido en el reflejo de las represiones del alma que el Sol le había dado a Valentino. De la misma forma que los celestes ojos de Valentino, heredados por el cielo, se habían transformado en la voz del espíritu mudo de la tierra que habitaba en el interior de Vera.

    «Estoy seguro de haber visto ya esa expresión en alguien más…», se dijo Valentino a sí mismo, confundido.

    Cuando había descubierto que dicha mujer no significaba para él simplemente un capricho más. «Existía algo mucho más incognito en ella»; algo que había logrado sacudir sentimientos en él, desconocidos a sus sentidos: esa curiosidad de explorar lo que nunca nadie se ha permitido; ese deseo de arriesgarse por lo que no tiene sentido, «aun sabiendo que lo único seguro es que ya has perdido».

    —De nuevo esta sensación… —Con sus manos sudorosas, Vera se desplomó a minutos de aquel encuentro.

    «¡Por qué una vez más atacas mi desesperación!», gritó por dentro. Y, perdiendo el control, cuestionó al demonio en su interior, secando ligeramente sus lágrimas, luchando contra esa fuerza oscura que desde niña la dominaba.

    «¿Acaso no te lo he dicho ya? Cuánto me lastima el verte llorar…», le susurró al oído la voz que con el viento llegó.

    Pero, al darse vuelta, esperando encontrarlo, ¡Vera no pudo hallarlo!

    Inquieta y desorientada, ella estaba experimentando de nuevo esa corazonada cuando, al ver el reflejo de su dolor en los ojos de Valentino, «su instinto despertó del olvido».

    —¡Siento que estoy enloqueciendo! —Se presionó a sí misma, asustada, sintiendo perder el oxígeno.

    «Que el pánico no domine la parte de ti que en tus miedos se ha escondido», la tranquilizó aquella voz, y el viento la abrazó, ayudándola a recuperar lentamente el aliento. Aun cuando ella no podía verlo, aun cuando solo ocasionalmente pudiera oírlo.

    Aquella voz del pasado que había resonado día tras día en lo que quedaba de su memoria había regresado, justo después del momento de haberse topado con quien sería el dueño de su delirio.

    —¿Quién eres? —Vera lo vio tras su reflejo. Recordó sus largos cabellos blancos de aquel sueño, reconoció la sombra de sus alas escamosas en el vidrio.

    Quizás para cada esencia presente ¡exista un destino ya escrito!

    Pero lo que aún no ha sido estipulado es el hecho de que no poseamos la capacidad de cambiar el rumbo de lo marcado...

    Apreciemos entonces cada segundo en el reloj, cada sueño en las estrellas; cada beso bajo la luna, cada abrazo bajo el sol.

    «Sin miedo a sentir y a equivocarse».

    ¡Sin temor a luchar y a perderlo todo!

    Luminiscencia

    Después de un poco más de media hora de camino, desviándose de su destino, Valentino se detuvo frente a las altas rejas que aislaban la mansión del mundo exterior. Y, frente a los muros que protegían el interior, se bajó de su motocicleta y, conmovido, recordó.

    Disfrutó de las memorias que vestían su linaje, columnas que sostenían lo que quedaba de su sangre. El único hogar que él conoció y que para entonces ya no significaba más que una corona de espinas, envenenada de mentiras.

    Intervalo en el cual —desde el interior de la mansión—,

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