Patos en el río de madera
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José María Aristimuño Peraza
Aristimuño, de profesión originaria Ing. electrónico, permite crear instancias complejas en la fusión de lenguaje abstracto y música. Músico y compositor permite que su obra contenga ritmo en el lenguaje: imaginación y virtuosismo. Sus ensayos, así lo definen, Ciudad mutante, La felicidad permanente, Inconsciente genético, La deriva humana y La cascada del poder. Se adentra en lo cuántico, no es negro ni blanco, ni 0 ni 1, es esa línea extraña y sutil entre lo que es y no es. Su poesía se adentra en el haiku de los nuevos tiempos, siempre breve, salta a la realidad aparente, conecta en demasía diciendo lo mismo, es llevar con permanencia la vida cotidiana a la naturaleza. El árbol en la puerta, Botella a la deriva, Círculos de viento y agua, Puntos y curvas, Ikebana, El vuelo azul de la gaviota…, es adentrarse con una venda en las ojos en el laberinto que hay más allá del más allá.
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Patos en el río de madera - José María Aristimuño Peraza
Proemio
El preludio, ese fragmento cantado, Patos en el río de madera. ¿Cuál es el sentido? Ver todo en el conjunto, ayuda de manera ostensible a comprender el sentido de la vida, sobre todo en su movimiento, encontrar la manera más elocuente de salir del mareo constante, el giro, el vaivén que aturde, como no hay manera de detenerse, en esas condiciones reflexionar se torna complicado, por lo cual, abstraerse y mirar entre líneas lo invisible, la luz inaccesible, es lo plausible, puede dar respuestas necesarias para calmar las dudas e incertidumbre a que diera lugar y, si en realidad somos aves de paso al menos atenernos a la realidad circundante para protegernos de los embates del tiempo y, con frugalidad, vivir el viaje de manera sencilla.
Los patos en el cielo representan lo repentino de la vida, llegan, están, van y desaparecen. Los profetas son asertivos.
Zacarías 5:9
Luego alcé los ojos y miré, y he aquí dos mujeres salían con el viento en sus alas; y tenían alas como alas de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y el cielo.
¿El río de madera?
Una contradicción, la diferencia entre una astilla y una pluma enhiesta de un ave no existe, las dos forman parte del madero. Una es cabello de la veta y la otra se reclina obedeciendo designios del viento.
Es un movimiento in crescendo, jamás hacia el caos, sino el periplo hacia la armonía, representada en la parvada música en el cielo, cuando en la tabla de salvación sobre el río aguardan con paciencia los silencios.
Patos en el río de madera
La madera llena de celos se redime en su inquietud, revolcada su naturaleza en giros concéntricos por las aguas y embates del tiempo, el roce con lo foráneo formaba parte de la corriente, se comportaba dependiendo de las vetas. La corteza revelaba su edad, provenía del corazón de ella, aquel hilo de vida buscando la bendición del cielo que de manera circular, con décadas superpuestas, se fue engrosando, buscaba el secreto de permanecer en las alturas, la luz, tenía parte de lo originario. La vena interpuesta, llevaba consigo la lectura del crecimiento por elongación, por lo tanto, serle testigo a la bandada de patos en su paso, impertérritos desde las alturas, en el paisaje, evocaba fascinación. A la parvada desde arriba su deseo de encantar, ver los intersticios, los recodos, el escondrijo húmedo enraizado de juncos, el hostal, si era de cedro dulce mejor, se caracterizaba por ser en la clasificación de distinción y separación a lo largo de cualquier escala, actividad y potencialidad, en el baremo del vuelo, un lugar 5 estrellas, alegorías al bienvenido. El aroma cautivaba, y sabía que esa fragancia limitaba el peligro. El olor peculiar, la vida de los muertos, ahuyentaba insectos y gusanos, su putrescencia mágica, dueña de la dignidad, abrigado en el contenido de sarcófagos y cofres, los primeros devoradores de carne, la intención custodiar el cadáver ante de partir a la vida eterna, bien representado en mariposas, la metamorfosis de psique siempre presente, en su última partida. Hubiese sido mejor para el buen uso de la transmigración, la silueta de un pato que tuviese el encomio y la obligación de volver, y no resucitar en una fecha precisa, aún por determinar, con todos los llamados a esa reunión el día después del juicio final. La redención aviar.
El fin de los tiempos, supuestamente ese momento de luz, sea del sol o del reflejo de las estrellas, que está por venir, según las sagradas escrituras, de acuerdo al apocalipsis según San Juan, donde supuestamente habrá una retribución por el sufrimiento, la dificultad máxima probablemente la tendrían los animales, a nivel escatológico, pues según el sentido de congregación incluso de reconciliación con los otros, además del sentido de supervivencia, a veces por la vía de la depredación, podrían ser acusados, culpables a medias romper la estructura de la cadena no sería fácil cuando se trata de poner encima de la vida, la palabra resucitar, se despiertan todos los inconvenientes en las relaciones, al estimar en profundidad la conjunción de cuerpo y alma, desentrañarlo nada fácil, lo cierto es que al parecer, ese paso, será otro estado de conciencia. En relación a los segundos en la madera, los cofres, siempre la pregunta curiosa y obligada qué habrá detrás de la inminente apertura, escudriñando hacia el contenido, y con la seguridad de que no son patos encerrados, esperando la libertad que no llega, conociendo de antemano que el final en el tiempo: perdurar.
En el cofre, por suponer que en el encierro existe algo más allá del vacío, antes de tomar la decisión de proceder a destapar el acertijo, desarrollar un poder de deducción con gotas de imaginación, decir de la invisibilidad, generalmente ocurre un segundo escondite, la envoltura, el pañuelo con pequeños nudos logrados por manos femeninas, entonces toca desatarlos un acto de pureza, se intuye que hay un tesoro detrás de aquello, probablemente lujurioso: diademas, pulseras, anillos, camafeos, ornamentos para un cuerpo ultrajado, riqueza superflua; la forma eleva el objeto, y el brillo lo realza. Toca dejar limpio el piso de los vellos cortos y densos, el terciopelo cobija poder. Objetos que en el tiempo representaron un intercambio de sensualidad, algunos casos, el desato de una sonrisa de agradecimiento, genuflexiones y en algunos casos fue botín de un egoísmo desmedido de la avaricia, atesorar sin medida, quien sabe si contiene gotas acidas de dolor, probablemente una despedida con lágrimas incluidas.
El cofre de la primera mujer, Pandora, modelada por el Dios del fuego y la forja, Hefestos decepcionado de lo viviente, con el dominio absoluto de la piroquinesis. El cofre al ser ungido de los Dioses, esta logrado y labrado con madera viva. Ella tenía que ser prudente y temerosa, adicionalmente en lugares diferentes, también a los patos, les ha tocado estar rodeado en el río por un círculo de fuego, para ellos siempre existe la posibilidad de alzar el vuelo. Pandora, no tuvo esa oportunidad, con no abrirlo hubiese sido suficiente.
Pandora de extraordinaria belleza, pero con fortalezas malignas, la mentira y la persuasión desmedida, realmente una máquina del mal. El cofre su tesoro, mágico extraño misterioso, pequeño en apariencia, la atracción detrás de aquello, lo prohibido es objeto de atención desproporcionada, la imaginación da para suponer que es un poder arrebatado, hacerse de él, es romper el paradigma. Una vez, tener el arrojo y abrirlo, las consecuencias sin límite, poseía en su interior todas las virtudes