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Huellas de lo insondable
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Huellas de lo insondable
Libro electrónico81 páginas1 hora

Huellas de lo insondable

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Una noche estrellada, fría, como tantas otras de cualquier invierno, se torna ideal en la romántica contemplación de un enamorado. Profundos anhelos que, pronto, en su cama, se convierten en plácidos sueños. Dulce letargo que, inexplicablemente, desemboca en una extraordinaria realidad. Una tremenda calamidad, que supera cualquier pesadilla: Alejandro, despierta, desconcertado, en un inhóspito rincón del mundo, por el que deberá vagar totalmente solo, enfrentando a sus propios miedos, al filo de la muerte, y sin hallar respuesta alguna. ¿Hacia dónde lo llevará su aventura por develar este gran misterio? ¿De qué podrá valerse para regresar a salvo a su hogar?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 mar 2022
ISBN9789878725031
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    Huellas de lo insondable - Adrián David Tinti

    cover.jpg

    Adrián David Tinti

    Huellas de lo insondable

    Tinti, Adrián David

    Huellas de lo insondable / Adrián David Tinti. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

    Libro digital, EPUB

    Archivo Digital: descarga y online

    ISBN 978-987-87-2503-1

    1. Ciencia Ficción. I. Título.

    CDD A863

    EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

    www.autoresdeargentina.com

    info@autoresdeargentina.com

    Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

    Impreso en Argentina – Printed in Argentina

    Contents

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Landmarks

    Cover

    Table of Contents

    "A todos mis seres amados;

    en especial a Pastora Natalia y Franco Antonio, quienes,

    con su luz eterna, me sabrán guiar"

    INTRODUCCIÓN

    Plena de esplendor y desde lo alto, la ancestral bóveda nos convoca con su soberbio espectáculo. Al elevar la mirada para contemplarlo, una inmediata tregua se concreta en el existencial e intangible conflicto que enfrenta al espacio y al tiempo con nuestra razón. Por medio de tan excelsa comunión, tantos inexplicables paradigmas, a la vez, son reunidos.

    Pero… ¿De qué se trata esta maravillosa manifestación?

    En el teatro universal, los eternos bailarines sus rostros ocultan tras pintorescas máscaras y danzan sobre el escenario como bella dupla, al compás de una dulce copla: la que regala el tañido de una lira fabulosa. Con la luz y la oscuridad que los circunda, otra pareja se podría formar, aunque, en verdad no sería nada fácil, pues la vida y la muerte, tras las anodinas caretas, con el cuerpo y el alma se suelen confundir, ya que, en sus movimientos, aquellas y estos en nada parecen diferir.

    Los celestes y audaces danzantes, en el auge de su performance, con sus rápidos giros y cruces, hacen sacudir sus cristalinas prendas, de tal modo que éstas amenazan con volarse. Así, cada astro al desnudarse en brillo ante nuestros ojos, parece de pronto acercarse a cobijarnos, más al enseñarnos la oscuridad que lo circunda, nos hace estremecer de frio. Y lo que allá se confunde con la eternidad, en cambio aquí, los años deshacen en un destello.

    Pero, a pesar de todo, tanta magia derramada sobre aquel cielo que separa lo que conocemos de lo desconocido, hace reverdecer en nuestro interior, el primitivo anhelo por revelar nuestro origen, por saber si también somos parte de esa obra que allí se representa. Por eso, cuando entre la inmensidad, una constelación se destaca por el ocasional cabrilleo de sus estrellas, tal vez sea porque descifra el significado cabal de ciertas reminiscencias de un pasado incierto que, aunque hayan sido desechadas por nuestra memoria, todavía continúan ínsitas en algún lado del espíritu, como surcos de un olvidado camino que nos conduce directamente hacia nuestro verdadero hogar.

    Quizá, por tal motivo, el cielo sea el campo perfecto para que la memoria exitosamente coseche los excepcionales frutos de la imaginación, ya que, allí donde la razón no alcanza, la imaginación nos lleva. Sin embargo, cual pintoresco abanico que se vuelve fuego con el trepidar de la canción, hasta que súbitamente, se apaga en el misterio de la mano que lo cierra, así en una síntesis semejante, la mente despierta y, dejando bien en claro que hará todo lo posible por llegar a tocar aquellas fantásticas cuerdas que han creado tal misterio, la representa a su modo. Así nace el fenómeno.

    Después de dejar la cuna de la sensibilidad, el fenómeno, en manos del entendimiento, se convierte en algo equivalente al botín más preciado de una guerra, seduciendo con sus singulares encantos inclusive a la razón. Entonces ésta, abandonando su alto trono a instancias de una insaciable curiosidad, comienza rápido a trazar un plan para descubrir, que será eso que tanto la fascinó, y mejor aún, cuál será su enigmática fuente. ¡Vaya extraña paradoja de la mente que unge a la materia como necesaria, en lugar de contingente, para luego detenerse a investigar su causa!

    He aquí el principio del fin, ya que tanta es la osadía de la razón en su afán por lograr su objetivo que invade la escena en vez de solo disfrutarla desde las butacas. Así, perturba a los sacrificados danzarines, quienes, espantados por tamaña impertinencia, interrumpen en el acto la demostración de su arte. Con ello, la inmemorial musa se deshace como la burbuja henchida de más por el aire.

    Así disuelto el pacto, recobra el tiempo su autonomía y desenvaina su arma más letal. Entonces, cada inspiración, cada imagen resultante de nuestra creación, en suma, todo, sucumbe bajo el despiadado ataque de un nuevo instante. Y lo propio sucede con el espacio, pues, la sustancia de lo perpetuo, que hace un momento casi tocábamos con nuestros dedos, otra vez se torna inalcanzable. Imposible.

    En fin… ¡Si tan solo bastara mirar un segundo hacia el cielo para hallar la respuesta tan buscada!

    Capítulo I

    El abrigado torso de un joven se descubre. Envuelto por la oscuridad de la noche y en medio de su silenciosa quietud, él absorto permanece. Alejandro es su nombre.

    Y así continuó, buscando el auténtico sosiego, o tal vez recordando su motivación ausente.

    Observaba desde su terraza cómo la brillante Canopus ostenta orgullosa

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