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Cuadernos De La Historia II
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Libro electrónico383 páginas4 horas

Cuadernos De La Historia II

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Bajo el patrocinio e impulso del entonces obispo Juan Luis Ysern de Arce, diferentes localidades del archipiélago de Chiloé escribieron, entre 1983 y 1986, las historias de su comunidad. Gracias a una metodología de investigación participativa, se elaboraba el Cuaderno de la historia donde los mayores relataban a los estudiantes su origen, costumbres, formas de trabajo, incluso sus fiestas y juegos. El propósito más profundo de esta experiencia era generar un sentido crítico para interrogar la historia común; toda la comunidad contribuía en la reflexión de su identidad y los desafíos de un futuro marcado por la implementación creciente del neoliberalismo en el archipiélago.

En este segundo tomo de Cuadernos de la historia se compilan por primera vez los cuadernos de Vilupulli, Río Malito, Huillinco y Lliuco.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 may 2020
ISBN9789563790832
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    Cuadernos De La Historia II - Escritos por la comunidad

    Cuadernos

    de la historia II

    Escritos por la comunidad

    Edición de Matías Galleguillos

    edicionestacitas_logo1

    Galleguillos, Matías (ed) / Cuadernos de la historia II: escritos por la comunidad

    Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2018, 1.ª edición, 344 pp.,

    14,5 cm × 21,5 cm

    Dewey: 983.004

    Cutter: C963

    Colección Ancud

    Relatos testimoniales de los habitantes de Vilupulli, Río Malito, Huillinco y Lliuco.

    Incluye significado de términos antiguos y personas que participaron en la elaboración de los cuadernos.

    Materias: Identidad cultural. Chile.

    Chiloé. Vida religiosa y costumbres.

    Leyendas. Chile. Isla de Chiloé.

    Historia social. Chile.

    Identidad rural.

    Mujer y trabajo.

    Literatura folclórica chilena.

    Transporte rural.

    Pescadores. Chile. Condiciones sociales.

    Crónicas chilenas. Testimonios.

    Cuadernos de la historia II

    Escritos por la comunidad

    Primera edición: Ediciones Tácitas, diciembre de 2018

    © Ediciones Tácitas, 2018

    © Matías Galleguillos, por la edición, 2018

    ISBN 978-956-379-083-2

    Ediciones Tácitas Limitada

    Pedro León Ugalde 1433

    Santiago de Chile

    contacto@etacitas.cl

    Distribuido por LaKomuna (www.lakomuna.cl)

    Nota a la edición

    Este libro compilatorio reúne cuatro de un total de quince Cuadernos de la historia escritos por diferentes comunidades en el archipiélago de Chiloé entre los años 1985 y 1986.

    Bajo el patrocinio y el impulso del obispo Juan Luis Ysern de Arce, se comenzaron a escribir historias comunitarias en las que participaban activamente los niños y niñas de las diferentes escuelas en conjunto con sus docentes y familiares, siendo esos escritos el contenido de estos cuadernos.

    El objetivo era construir el relato de su propia historia e identidad. La descripción del origen de la localidad, del trabajo, de las fiestas y juegos, tenían por sentido generar un espíritu crítico respecto a cuál era la historia común, cómo era el presente y hacia dónde se quería construir. Mediante una metodología de investigación participativa se involucró —a partir de la escuela— a toda la comunidad en la reflexión de su propia identidad y los desafíos que esta enfrentaba.

    Este proyecto del obispado comprendía no solamente la elaboración de los denominados Cuadernos de la historia, sino también la elaboración de otras series de Cuadernos culturalesCuadernos de la actualidad, Cuadernos de temasCuadernos del cambio y Cuadernos del intercambio.

    Toda la experiencia acumulada en este período llevó a que, desde 1998, se iniciara la propuesta metodológica denominada Enciclopedia cultural de Chiloé

    El presente volumen compila los cuadernos de Vilupulli, Río Malito, Huillinco y Lliuco correspondiente a los números 7, 8, 9 y 10 de la serie.

    Se han agregado algunas imágenes de cada cuaderno y notas del editor.

    Cuaderno n.° 7:

    Cuaderno de la historia

    de Vilupulli

    Cuaderno¹ de la historia de Vilupulli

    Elaborado por la comunidad

    Con el apoyo de la Ilustre Municipalidad de Chonchi

    y el obispado de Ancud

    Dibujo de la Portada:

    Fernando Bórquez B., 16 años

    CUADERNO N.° 7

    Publicado en febrero de 1986

    Imprenta Obispado de Ancud

    Ancud (Chiloé), Chile

    Tirada: 500 ejemplares

    7.VILUPULLI edit

    Introducción

    Lo vivido por los antepasados siempre es digno de recordar y preservar, tanto costumbres y tradiciones como las obras logradas con el esfuerzo de toda una comunidad.

    Es por eso que, a petición de nuestro obispo diocesano, monseñor Juan Luis Ysern de Arce, hemos emprendido la tarea de recopilar el pasado de nuestra comunidad.

    Todo este proceso de recopilación se ha realizado durante el año 1985.

    Para llevar a cabo este trabajo se hicieron entrevistas a personas de la comunidad que por su avanzada edad pueden aportar vivencias de gran importancia para nuestro objetivo. Estas entrevistas fueron hechas en su mayoría en sus propios hogares y en forma de conversaciones informales, a través de las cuales íbamos reconstituyendo un pasado lleno de riquezas espirituales, donde se destacan la unidad y fraternidad de la comunidad.

    Deseo destacar la gran labor desplegada por mis hijos: Silvia Alejandra (12 años), Fernando Rafael (16 años) y Diego Eduardo (18 años), quienes aparte de realizar entrevistas, midieron la capilla, desarrollando los planos de ella e ilustrando la portada, además mi esposo Diego Bórquez Muñoz contribuyó participando en las entrevistas y dando ideas en la metodología a seguir en el transcurso de la recopilación de datos.

    Es digno mencionar que cada una de las personas entrevistadas demostró gran voluntad y deseos de aportar con todo lo que les era posible para el buen fin de este trabajo.

    Ha sido de gran valor la labor desplegada por los alumnos de la Escuela C 981 del sector quienes, con gran entusiasmo y deseosos de conocer el pasado que sus ancestros forjaron, no escatimaron su tiempo libre para realizar las tareas asignadas, entrevistando a sus abuelitos o vecinos de edad avanzada y además ilustrando escenas de los relatos conseguidos.

    Fue también valiosa la colaboración de la señora Virginia Pinto Vera, profesora encargada de la escuela del lugar, quien asistió a la jornada que realizara el señor obispo con los profesores en marzo del año 1985, en cuya oportunidad se dieron las instrucciones para el inicio del trabajo y cuya información la señora Virginia me entregó en forma detallada, pudiendo de esta manera dar comienzo a la investigación.

    Personalmente considero que un trabajo de esta índole es de gran valor, ya que permite a través de lo escrito, conservar el pasado y dar a conocer a las nuevas generaciones los cambios en las costumbres y poder así, ellas mismas, juzgar lo positivo o negativo que encuentren en la vida actual tan diferente a la que nos cuentan las personas que vivieron esa época y de esta manera también sentir respeto hacia todo aquello que ya parezca fuera de lugar por los adelantos actuales, ya que conocerán cuánto costaba conseguirlo y cuán útil era en su época.

    Para concluir dejo estampado mis agradecimientos a las señoritas Pilar Reyes y Teresa Riquelme que con dedicación y voluntad nos han guiado en todo el desarrollo de este cuaderno de la comunidad.

    Silvia Bórquez Macías.

    Vilupulli, diciembre 1985.

    El pueblo de antes

    Vilupulli era un pueblo chico, todo a orillas del mar. Había un chorrillo de agua por los dos lados del pueblo. El pueblo era muy pequeño. No tenía muchas casas, en total eran como diez. Había una sola casa de dos pisos.

    Además antiguamente había una iglesia que era la misma de ahora, y una escuela que estaba cerca de la playa.

    Los caminos eran angostos, y solo podían transitar por ellos personas a pie, a caballo, con canoas o carretas y en invierno se transformaban en un lodazal con grandes pozos de agua en el centro, cuenta doña Doralisa Saldivia.

    No había caminos grandes como de vehículos.

    La palabra Vilupulli viene de las palabras indígenas vilu: ‘culebra’, y pulli: ‘cerro’, por lo que Vilupulli significa cerro de culebras.

    Don Vitalio Bórquez recuerda que en el sector había muchos molinos. En un río al norte de Vilupulli estaban los molinos de Miguel Macías, Francisco Quelín, Vicente Díaz y Luis Vera (sector Huenue).

    En otro río más al norte del pueblo había siete molinos que eran de Santiago Vera, Isabel Vera, Paulino Macías, Santiago Oyarzún, Fidel Gómez y Modesta Díaz.

    Al sur de Vilupulli estaban los molinos de Sabino Velásquez y Manuel Oyarzún y en un canal artificial sacado del mismo río se ubicaba el de don Pedro Andrade.

    A orillas de la marina, hacia el norte de la capilla vivió don Liborio Vera, que tenía alambiques para fabricar alcohol de trigo. Don Liborio también tenía gallinetas y pavos reales (Sector Huenue).

    En un río más al sur estaban don Sabino Velásquez y don Manuel Oyarzún, al sur de la capilla estaba don José Muñoz, y en un afluente de ese río funcionaba el molino de don Pedro Andrade.

    En Huitauque, hacia Chonchi, vivió don José del Carmen Vera, que puso un astillero en el que se hacían lanchas. Don José del Carmen, cuenta don Diego Bórquez A., de 69 años, veía en el monte los palos que le servían para quilla de sus lanchas, los cortaba, y les pedía a los vecinos que le ayudaran a bajar los troncos hasta donde él construía las lanchas. Se juntaban ocho o nueve yuntas de bueyes y como los caminos no eran buenos para arrastrar palos tan grandes, pedía permiso a los dueños de los terrenos por los que tenía que pasar, para ahorrar distancia y llegar a su destino.

    Alrededor del año 1900 la villa de Vilupulli estaba formada por 23 familias, la iglesia, la casa ermita y dos escuelas.

    Las primeras familias

    Las primeras familias que llegaron al pueblo fueron las de Enérico Andrade, Tulio Torres, Bernabé Oyarzún, Fabián Vera, Pedro Muñoz, Elías Andrade, Idelfonso Andrade, Sabino Velásquez y Mariano Bórquez. Todas estas personas vivieron antes en el pueblo de Vilupulli.

    También vivieron en el pueblo Juan Torres, Manuel Oyarzún, Julián Vera, Federico Gómez, Pablo Cárdenas, Angelino Cárdenas, Victoria Díaz, Zenón Andrade, José Luis Andrade, Carmelo Vera, Domingo Gómez, Mariano Oyarzún, Elías Oyarzún, Mario Bórquez, Mariano Vera, María Bórquez, Filomena Vera, Antonia Gómez, Francisco Bórquez, Adriano Vera y Vicente Vera.

    Entre los habitantes más antiguos, recuerdan doña Ester Muñoz, de 80 años y Jesús Muñoz, de 70 años, estaban: don José Muñoz, quien llegó alrededor del año 1840 proveniente de Algeciras, Andalucía, España. Otros pobladores de este lugar antes de 1900 fueron los hijos de José Muñoz: Justo y Juan Muñoz Vargas, además tenemos a Mariano Oyarzún y su hijo Felipe Oyarzún, don Isidro Gómez y don José Gómez, don Adriano Vera Oyarzún y su padre Juan Cayún.

    Por el año 1900 Vilupulli era una de las 15 subdelegaciones del Departamento de Castro, y comprendía los distritos de Huitauque, Dicham, Curaco y Vilupulli.

    Los lugares que se distinguían en Vilupulli eran Vilupulli, Puina, Caimo y Huitauque.

    Los antepasados recuerdan, dice doña Ester Muñoz, de 80 años, que el actual puerto de Chonchi iba a hacerse en la ensenada de Vilupulli, pero no se sabe por qué no se construyó allí.

    Recuerdos

    Doña Ester Macías, de 75 años, y don Vitaliano Bórquez, de 85, recuerdan que antes cuando era el carneo de chancho se juntaban los familiares y vecinos, se mataba el o los chanchos el día anterior en la noche y se hacían las morcillas, al día siguiente se derretía. Cada familia invitada llevaba su lloco, con carne y sopaipillas, y a veces se les mandaba lloco a personas que por cualquier motivo no iban al carneo, por lo que muchas veces del carneo solo quedaban la cabeza y las patas.

    Más antiguamente se acostumbraba visitar a los vecinos en las noches de invierno, especialmente después de los carneos de chancho; el dueño de casa cocinaba carne ahumada y a veces hacía milcaos para las visitas. Estas se iban a su casa ya muy avanzada la noche, pues siempre la conversación era muy entretenida.

    Otras veces no se servía carne ni milcao, solo café con tortillas al rescoldo, pero recuerdan que se reunían grupos de jóvenes llegando a haber hasta doce en una misma casa donde conversaban y también jugaban al naipe. Estas visitas eran devueltas por los dueños de casa.

    La gente antes enterraba su plata en ollas de barro o cobre en los montes. Cuentan que en el sector de Puina vivía un sacerdote muy rico que enterró muchas cosas valiosas.

    La gente antigua también recuerda que contaban sus antepasados que un señor mató a otro y que fue condenado a muerte. Su penitencia se cumplió en la plaza de Chonchi.

    Don Jesús, don Diego y doña Ester Muñoz recuerdan que cerca del año 1890 hubo una gran sequía. Los campos no producían y había mucha escasez. Pasaban personas pidiendo ayuda, hasta la cáscara de la papa, que se llamaba raspa, la pedían para comerla; a ese año le decían Año del Sol.

    Como cuarenta años después, costaba mucho conseguir las cosas más necesarias. Los que no tenían harina de sus cosechas conseguían harina integral, que era más oscura. Lo que se cosechaba ya no tenía valor como en años anteriores y una yunta de bueyes, que el año anterior costaba 500 pesos, ese año la podían vender solo a 200 pesos.

    También recuerdan con pena que en el invierno de 1930 quemaron tres casas en la aldea: la de don Bernabé Oyarzún, Fabián Vera y de don Idelfonso Andrade. Casi no salvaron nada.

    Todos comentan sobre el terremoto que hubo el 22 de mayo de 1960 a las tres y cuarto de la tarde. Por su fuerza cayeron galpones, bodegas y las puertas de algunas casas no se podían abrir o cerrar por el gran movimiento.

    Después del terremoto el mar no quedó igual que antes. Todas las casas que estaban a orillas del mar se construyeron en lugares más altos porque en las altas mareas las aguas llegaban hasta debajo de ellas.

    También comentan que a partir de ese año cambió hasta el clima, los veranos no son tan calurosos y los campos no producen lo mismo que antes. Incluso en el sector cercano a la marina no se puede sembrar trigo, pues el manzanillón no lo deja crecer, y solo siembran avena, la que a veces es también atacada por el manzanillón, que antes no había en este sector.

    Las casas

    Las casas de antes eran totalmente de madera. Eran de un solo piso, altas y con ventanas alargadas con varios vidrios chicos.

    La mayoría de las ventanas tenían balaustres de madera y en la parte de arriba de ellas y de las puertas tenían tallados en madera.

    Las casas también tenían una casa más chica, con techo de paja, para la cocina de fogón que a veces tenía solamente piso de tierra. Esta casa estaba cerca de la casa grande.

    Sobre el fogón estaba el quillín. Allí se sujetaban unos palos que tenían una o dos cadenas con unos alambres como ganchos en las puntas. En esos palos con cadenas se colgaban las ollas sobre el fuego. También se ponían las ollas sobre dos rieles de fierro.

    El piso del sobrado era de varas juntas y se llamaba llag-ñe, en esa parte se guardaban los ajos, y frente al fogón se dejaban papas que se ponían dulces y añejas con el humo.

    La familia se reunía después del trabajo para comentar la doctrina, contar adivinanzas y conversar en el fogón.

    A mi abuelito le gustaba estar a la orilla del fogón acalorándose y poniendo leña al fuego, cuenta Yasna Macías Bórquez.

    A la hora de las comidas cada uno se ponía alrededor del fogón y recibía su plato o taza acomodándolo en las rodillas o donde pudiera.

    Casi no se usaba la mesa para comer.

    También había familias que apagaban el fogón cuando se oscurecía y se iban a la casa grande, al costurero. Allí pasaban la noche calentando la pieza con un brasero.

    En el fogón se calentaba arena y cuando estaba caliente se ponían tortillas que se tapaban con la misma arena. Después de que se habían cocido, se raspaban para sacarles la arena que se les podía haber pegado.

    También se recuerda que en varias casas del sector había una casita chica muy cerca de la cocina de fogón donde estaba el horno de ladrillo. En él se cocían el pan, las galletas, las roscas y el milcao.

    Para calentar el horno se le ponía harta leña adentro, manteniendo el fuego hasta que ya calentaban lo suficiente los ladrillos; después se sacaba todo este fuego, se limpiaba bien y se ponían las cosas que se querían cocer, tapando bien la puerta del horno y la tronera (abertura en la parte de atrás que sirve de tiraje para el fuego).

    Las cosas de la cocina eran de barro, de fierro, y los platos y tazas eran en su mayoría enlozados. La loza era muy escasa.

    Las fuentes para lavar la loza o verduras eran de madera, que eran compradas a personas que venían desde Huillinco o Cucao.

    La familia

    Antiguamente los hijos trataban a los padres en forma muy respetuosa. Nunca un hijo tuteaba a su padre. No había tanta libertad y los hijos obedecían lo que sus padres les decían.

    Para salir de la casa a buscar trabajo no había edad. Algunos salían desde los dieciocho años y otros ya se ganaban la vida trabajando a los quince años.

    Las personas iban a buscar trabajo al sur, a Punta Arenas o a la Patagonia argentina. Allí trabajaban en faenas de esquila. Otros viajaban al norte como don Daniel, don Francisco y don Purísimo Oyarzún, que se fueron a Antofagasta para trabajar en las salitreras, dice don Diego, de 69 años.

    Algunas personas también viajaban a Osorno para trabajar en las cosechas de trigo y haciendo cercos y roces.

    También otros trabajaban haciendo tejuelas en las Guaitecas.

    Juegos

    Cuando el abuelito de Maribel Macías Bórquez era niño, se jugaba a la chueca: la chueca se jugaba entre dos equipos, cada uno con seis jugadores. El arco tenía dos metros de ancho. La chueca se jugaba con un palo en forma de bastón y con una pelota de madera de avellano. A veces se jugaba también con una pelota de tronco de nalca, depe.

    Don Diego cuenta que podían jugar hasta diez por lado, según los que se reunieran. El arco era de estacas sin travesaño, no había arquero ni tiempo para terminar el partido.

    Los puestos en el juego de la chueca eran: hoyeros, que hacían el papel de centrales, tacos que equivalen a los defensas y los inalectos que representan a los delanteros.

    Cuando la pelota entraba en el arco se decía raya, que era un gol. El juego era brusco, predominando la fuerza sobre la técnica.

    Mi abuelito me contó también, dice Maribel, que él jugaba al trompo, al linao, a la pelota y a las bochas.

    En años más lejanos se jugaban al linao, pero no se usaba un palo y la pelota se lanzaba de un jugador a otro, recuerda don Vitalio Bórquez.

    7.VILUPULLI-25

    Chueca

    Las niñas jugaban a la ronda y también hacían trenzas de junquillo o cortadera para formar lazos y saltar en forma individual o en grupos.

    Otros juegos de entonces eran: la barra, el compra huevos, la colita, que es parecido al pastor y el lobo, y al quemado en que dos grupos, formando hileras, se tomaban por la cintura y tomándose de las manos las primeras de las dos hileras hacen fuerza tratando de pasar a la fila contraria a su campo (es igual al pasará, pasará), cuenta doña Tránsito Levicán, de 75 años.

    También se jugaba a la descabezadura de gallo. Se hacía un mono de género con forma de gallo y se enterraba en el suelo con la cabeza y el cuello afuera. A la persona que quería participar se le tapaban los ojos y se le daban varias vueltas. Después se le pasaba un palo y trataba de pegarle al mono. Si lo conseguía se le daba de premio el gallo. Esto se hacía en un terreno limpio y plano.

    Cómo se jugaba a la paja, a la pinda:

    Era una ronda de diez niños. Uno estaba al centro y los otros afuera. Los de afuera cantaban: Vamos jugando la paja la pinda, la sombra de un limón, la rama recoge, la rama, la rama recoge la flor, ayayay cuándo veré a mi amor. El de adentro cantaba: Me hinco con un pie amante, me levanto con un pie constante, dame tu mano, dame la otra, dame un besito sobre tu boca.

    También se jugaba al quemado. Se hacía una raya en el piso y se hacían dos hileras de niños tomados de la cintura. Los primeros de cada hilera se tomaban de la mano y hacían fuerza todos para hacer pasar la raya al equipo contrario.

    El juego de las bochas se hacía con piedras. Había varios tipos de este juego: el pique, el choclo, la muerte y el fondo.

    Adivinanzas

    Especialmente en las noches de invierno, la familia se entretenía escuchando cuentos o diciendo adivinanzas, entre las que se recuerdan:

    En el monte fui criada

    ahí me tomé mi figura

    ahora vengo marchando

    chirrín, chirrín

    por las piedras duras.

    (La canoa)

    Cruz arriba

    cruz abajo

    que no lo adivina

    ningún carajo.

    (El aspa)

    Siete hermanitos

    salieron de Francia

    corren y corren

    y nunca se alcanzan.

    (La devanadera)

    Una casa con dos puntales

    los pililines entran y salen

    (La gallina y sus pollitos)

    Fui a Castro y compré un negrito

    llegué a mi casa y quedó coloradito.

    (El carbón)

    Una fuente de avellanas

    de día se recoge

    y de noche se desparrama.

    (Las estrellas)

    De hortaliza tomarás

    una sílaba primera

    y de potencia otras dos

    para segunda y tercera

    y del todo formarás

    una flor de primavera.

    (La hortensia)

    En medio de la gloria estoy

    en misa no puedo estar

    ni menos en el altar

    pero estoy en la

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