Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía
Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía
Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía
Libro electrónico204 páginas3 horas

Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Rojujo Luraja es un personaje de Niqua en Antioquia (Colombia).
El relato trata de la historia de Rojujo con sus travesuras juveniles. En medio de los estudios se sale de la rutina diaria y emprende sin saberlo una aventura en el tren con unos personajes conocidos del vecindario y que no propiamente se trataba de amigos que comparten juegos y conversaciones coloquiales.
Se entera que son otra especie de amistades que tienen un mundo que comparten muy diferente al suyo. Sus conversaciones gravitan en torno al bajo mundo de la delincuencia; all cuentan estos personajes quin ha sido el ms astuto para conseguir dinero a costa de los dems. Ellos desprecian el estudio y viven sin cortapisas, sin que nadie los gobierne, sin Dios y sin ley.
Rojujo se siente incmodo ante esta disyuntiva de elegir entre su vida normal y aquella que habita fuera de su cosmos; no puede contar historias semejantes; quiere contar que estudia y no puede. El estudio no es una aventura que sobresalga all. Su mundo parece desmoronarse.
Transcurren las estaciones sin poder hablar de su gran aventura que es el estudio.
Luego, en un acto desesperado, fue el nico que pudo prenderse del tren en movimiento al regreso a medianoche.
Tambin tuvo, por primera vez en la vida, una decisin que fue la fundamental.
Esas son las decisiones que todos los seres humanos tendremos que afrontar una sola vez en la vida, es una decisin en la que nos transformaremos a los objetivos que queremos alcanzar.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento17 ene 2017
ISBN9781506517971
Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía
Autor

Javier Tamayo Ruiz

Javier Tamayo Ruiz Nació en 1956 en Bello (Antioquia), conurbada con Medellín, la capital. La primaria y la secundaria la estudió en el colegio Jesús de la Buena Esperanza. Sus estudios universitarios los realizó en la universidad Nacional de Colombia. Autor del ensayo La Edad de Dios Editora Libros en Red, 2009; El Todismo, aún no publicado y otros ensayos como La Mente, La Genética en Antioquia, cuentos y relatos varios registrados en el ministerio del interior y de justicia.

Relacionado con Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Las Aventuras De Rojujo Luraja En Niquía - Javier Tamayo Ruiz

    Copyright © 2017 por Javier Tamayo Ruiz.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 07/12/2016

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    INDICE

    LAS RUTAS AL INSTITUTO

    EL COLEGIO

    NIQUÍA Y LA AVENTURA DE LOS CHARCOS

    LOS NIVELES

    LOS TROMPOS Y LOS PÁJAROS

    LOS PASEOS DE OLLA

    LA TALA

    OTRAS DIVERSIONES

    LOS CONSEJOS PARA LA VIDA

    LAS ESTACIONES DE LA ODISEA

    ESTACIÓN BELLO

    ESTACIÓN COPACABANA

    ESTACIÓN GIRARDOTA

    ESTACIÓN BARBOSA

    ESTACIÓN PORCESITO

    ESTACIÓN PORCE

    AIRE DE TANGO Y RECUERDOS

    EL AUTÓGRAFO

    ESTACIÓN BOTERO

    HISTORIAS DE ROJUJO

    EL PASEO A CISNEROS

    EL DEPRAVADO

    LOS SOLDADOS

    MEDITACIONES DE ROJUJO EN BOTERO

    EL REGRESO DE BOTERO Y LLEGADA A HATILLO

    REGRESO POR LA AUTOPISTA

    LA LLEGADA A NIQUÍA

    REFLEXIÓN

    CONCLUSIONES DE ROJUJO

    EL CAMINO DE CORRALES Y EL CEMENTERIO INDÍGENA

    VISIÓN UNIVERSAL

    EL RELOJ

    CUENTOS SOMNÍFEROS

    LAS ABEJAS

    LOS BOMBILLOS

    LA HIERBA

    LA CAPTURA

    EL VENDEDOR REBELDE

    EL SUEÑO INALCANZABLE

    CRÓNICA DE UN AMIGO EN MEDELLÍN

    DEL CÓMO ROJUJO QUIERE ACABAR LA GUERRA

    LAS RUTAS AL INSTITUTO

    E S UN VIERNES de clases en mayo de 19XX. Es la 1:00 p.m. de una tarde calurosa. El sol rechinaba por la llanura de Niquía y a SAMUEL GONZÁLEZ y a ROJUJO LURAJA no les importaba el clima. Rojujo pasó por la casa de Samuel en la 57, después del almuerzo, para ir a la jornada de la tarde en el Instituto. Aun siendo tan jóvenes, casi niños, percibían que la distancia de la casa al Instituto era mayor si se fueran por El Congolo o por el puente de la 51.

    Después supieron y los corregían con vehemencia tanto sus padres como los amigos de ellos, personas ya adultas, que no se decía así— porque sonaba muy feo— sino que el verdadero nombre de ese barrio era Santa Catalina, tal vez, dedujeron luego, era por el nombre de la capilla del barrio.

    Años más tarde Rojujo averiguaba cuál era el motivo de tanto disgusto por esta palabra encontrando que significaba una variedad de semilla de una palmera en las costas de Colombia. Por lo tanto, no era una palabra vulgar por la que ellos estuvieran abusando del lenguaje.

    Retomando el hilo del asunto Rojujo y Samuel comprendían que viajar por la 57 al puente del Congolo, girar a la izquierda para luego dirigirse derecho por la carrera 47 o de Cisneros hasta la calle 49, donde está situado el Instituto, implicaba una distancia mayor que cruzar en diagonal por la Quebrada La García. De igual manera se hacían el análisis de la distancia que había por la otra ruta hacia el Este. Bajaban por la avenida 44 hasta la calle 51. Giraban hacia la derecha, cruzando el puente de la 51 sobre la Quebrada La García. De ahí seguían en línea recta cinco (5) cuadras más. Atravesaban la plazoleta La Madre que, en ese entonces, no tenía el Laurel que hoy en día la distingue porque cubre buena parte de la rotonda con su inmenso follaje. Luego, pasaban por un costado de la plaza de mercado en la calle 49 y una cuadra adelante llegaba a la segunda casa, la del estudio.

    Esta ruta por la 53 les evocaba muchos recuerdos y les fascinaba pasar por sus calles. Se trataba del Barrio El Prado famoso porque sus manzanas fueron alineadas en cuadrados; porque no dejaron espacios para antejardines y porque era un puerto del tango. El barrio carecía del verdor, de la frescura de un árbol. Se respiraba un ambiente desolador. El que transitara por sus calles se preguntaba cómo fue que los diseñadores fueran tan mezquinos con el barrio.

    Teniendo posibilidades de marcar zonas con antejardines y áreas para las viviendas se ciñeron estrictamente a las segundas. Prado rechazaba al visitante por culpa de los planeadores. Por allí se caminaba con cuidado ante el peligro de atropello por parte de los vehículos.

    EL COLEGIO

    E L INSTITUTO ES un edificio en el que antes funcionó el Liceo Caycedo; más tarde lo tomaron los hermanos de La Salle y, por último, la parroquia de Nuestra Señora del Rosario lo adquirió para fundar allí el Instituto Parroquial Jesús de la Buena Esperanza. La estructura es de dos pisos, con columnas y vigas de concreto reforzado; de gran altura los pisos. Se calculaba que podrían tener 3,5m lo que daba un buen ambiente y clima para el estudio.

    Ocupa toda la manzana. Su estructura está construida en el perímetro del cuadrante de la manzana dejando un patio central de grandes dimensiones con canchas de baloncesto, fútbol y voleibol. La superficie es en pavimento asfáltico por lo que los alumnos debían de tener cuidado si se resbalaban o caían en los diferentes juegos. No se resbalaba sino que se raspaba la piel.

    Hasta allí se dirigían de lunes a viernes en dos jornadas diarias por lo que debían caminar en promedio 10 km diarios. Dos idas y dos regresos de 2,5 km en promedio el trayecto desde sus casas. Claro que hay que considerar que sus padres hacían un esfuerzo por darles los pasajes en bus. Mas, de tanto ensayo y error se dieron cuenta que, si algunas veces, no les podían dar los pasajes tenían que caminar y en otras oportunidades eran tan escasos los viajes en bus que preferían caminar y ganarse esos pesos. La razón estribaba en que el servicio de buses, que brindaba una empresa particular, era tan regular que por eso optaban por caminar.

    Bajo esa premisa se puede entender que dos alumnos del Instituto optaran, en una ocasión, meses antes de este viernes, de aventurarse a cruzar la Quebrada La García por la calle 53, donde no existía puente, para de esta forma trazarse una diagonal que los dirigiera de la casa al colegio de una forma más rápida que ir por los lados o catetos.

    Este gráfico lo hacían mentalmente aunque no tuvieran aun una idea clara de lo que eran las figuras geométricas. Esto es lo que se dice que se hace con la mente analógica que consiste en resolver muchos problemas de la vida real sin demasiado análisis como el aritmético.

    Como la mente ha recogido todas las experiencias y observaciones que tiene una persona en el medio ambiente donde se desenvuelve; las guarda en el subconsciente y luego de unas relaciones muy complicadas del cerebro le da la solución a un problema de una manera inmediata que sorprende. Pareciera que la persona no pensara sino que obtuviera respuestas de la nada.

    Por ello, dedujeron, en sus mentes juveniles, que por la 53 era la mejor ruta pero, había que cruzar la Quebrada La García por una parte donde no existía un puente. El paso por la Quebrada no lo hacían en las mañanas sino en las tardes puesto que tenían más tiempo. En las mañanas entraban a estudiar a las 7:00 a.m. y generalmente salían a las 6:15 o 6:20 de las casas y, por supuesto, no les daba tiempo de quitarse los zapatos, los calcetines, cruzar el lecho de la quebrada y luego secar los pies y calzarse.

    Este proceso duraba unos 15 minutos por lo que calculaban con la mente analógica que no había tiempo. Dedujeron que en las tardes sí lo podían hacer porque saliendo a la 1:00 p.m., pasaban por la quebrada y estaban arrancando para el colegio a la 1:30 p.m. por la 53. Como se demoraban 20 minutos en cubrir el tramo de la 53 y la carrera 47 tenían 10 minutos de colchón o espacio para aprovechar en comprar en la tienda o en las afueras algún dulce o bizcochos negros que consumían bastante primero por lo económicos y segundo porque les gustaba bastante. Aseguraban los dependientes de la panadería que estaban elaborados con las harinas que sobraban en la elaboración de panes, bizcochos, pandequesos o simplemente sobrantes. No les importaba que fueran sobrados porque les sabía a torta negra. Se las comían con gaseosas o algunas veces se daban el lujo y el gusto de pasarlas con leche.

    Prácticamente todos los días soñaban con este cruce por la quebrada porque vivían una aventura particular. A pesar de lo repetitivo no lo consideraban una rutina. Esta actividad jamás los cansó y nunca recuerdan haberse enfermado por estar en contacto con estas aguas. Sería por el entusiasmo que le ponían al paso, por la Quebrada La García.

    Esa cuestión no era obstáculo para dos amigos que deseaban cortar camino aparte de la aventura de adentrarse en otro mundo. Sí, era otra situación el cruce por ese lugar. Había que salvar un follaje que crecía a lado y lado de la ribera de la Quebrada. Eran unas plantas de tallos a media altura pero, que los cubrían completamente. Pensaban que se trataba de una selva por lo espeso del follaje, el intenso verde de las hojas, el tamaño desmesurado de estas, el olor que sentían en el sitio. Creían, en imaginación desbordante, que estaban cruzando una selva y para ellos esto constituía una aventura.

    Para este viernes de mayo era ya habitual el cruzar la Quebrada para dirigirse al Instituto. Habían conquistado el paso habilitando un sendero a punta de mucho esfuerzo infantil. Ya se podrán imaginar que sin herramientas se abrían paso con las manos, los brazos, los pies y los mismos libros desplazando tallos y ramas a lado y lado. Por último, lograron tener la ruta por la que se aventuraban casi a diario. Se sentían unos héroes el haber logrado esto: tener un camino diferente a los otros. Algo del subconsciente les decía que hicieran cosas distintas, que no se fijaran en lo que hacían rutinariamente los demás.

    Posiblemente muchos jóvenes anhelan ser diferentes y esto significa un costo. Mas, con el tiempo se dan cuenta que estas ideas refuerzan el carácter y que toman decisiones muy importantes sobre sus vidas.

    Como siempre, y esto se constituyó en un rito, Rojujo y Samuel cruzaban la Quebrada La García descalzos. Previamente, se quitaban los zapatos y los calcetines. Se arremangaban los pantalones hasta la altura de las rodillas pisando con cuidado el lecho de la Quebrada. Pocas veces, en verano, el nivel del agua pasaba de las rodillas. En invierno no la cruzaban porque intuitivamente veían que bajaba mayor caudal y la velocidad del agua era mucho mayor. Algo inherente al ser humano, aun siendo jóvenes, en su escasa experiencia, su mente les decía No cruce al ver una situación semejante.

    Como el afán de aventura era grande no percibían que el tiempo de desplazamiento era mayor al habitual por El Congolo o por la 51. Claro, ahorraban distancia por el cruce en la 53 y no ganaban tiempo. El que ganaban, supuestamente por ir en la diagonal lo perdían con el rito de quitarse los zapatos, los calcetines, cruzar la Quebrada con cuidado, sentarse en la otra orilla a esperar que se les secaran los pies y luego calzarse.

    No percibían esta pérdida de tiempo porque la equilibraban con la aventura y por ello, esta variable poco la tenían en cuenta porque, al fin y al cabo, llegaban a tiempo al Instituto con la satisfacción de una aventura, de cruzar por un lugar que no era el mismo que lo hacían los demás, por un sitio donde no existía la contaminación del humo de los vehículos y por donde no había tanta gente, tanta bulla, como si se fueran por las mencionadas rutas de El Congolo o la 51.

    Cuando se refiere a contaminación se hace en forma satírica porque, hay que reiterarlo, en sus mentes infantiles, no asimilaban lo que significaba este término. Años después lo llegaron a deducir y a asociar el monóxido de carbono que expelían los vehículos por lo que sentían y olían en ese tiempo con un tipo de contaminante sumamente venenoso.

    Querían hacer actividades distintas escapándose de la contaminación auditiva y nasal al tomar la ruta de la 53 pero, en cambio, se contaminaban de las aguas de la Quebrada La García. Aunque la población no era mucha los desechos de las aguas de los alcantarillados o aguas negras ingresaban a estas aguas. Los alcantarillados de las viviendas y de las fincas estaban dirigidos a la Quebrada La García. Se desconocían los pozos sépticos por lo que los residuos orgánicos e inorgánicos iban a parar allí. Es más, el servicio de recolección de basuras en el municipio era muy incipiente, muy regular. Se recogían las basuras en volquetas y aun así, existía la idea entre la población que los ríos servían como cloaca de todos los residuos. Y por eso era familiar ver que estas aguas transportaran toneladas de basuras de toda clase.

    Ya se pueden imaginar a qué se expone quien atraviese las aguas de una quebrada que está transportando toda clase de inmundicias. Pues, a eso hay que referirse con los dos jovencitos: creían estar ganando tiempo, cruzando por la diagonal y ya ven que eso no es cierto; creían estarse librando de la contaminación y ya ven cómo es falsa esta premisa.

    Es más, se estaban exponiendo a sufrir alguna enfermedad producto del contacto de la piel con estas aguas contaminadas. Muchos años después pudieron constatar que, en apariencia, no hubo efecto alguno por alguna circunstancia favorable que se desconoce. Ya fuera que hubieran adquirido defensas en el organismo para resistir los ataques de las bacterias que tenían en los pies o al contacto con la boca; ya fuera que no hubieran caído en cuenta de alguna enfermedad posterior y que el médico desconociera y la atribuyera a otro tipo de circunstancia. Obviamente ni sus padres o los médicos sabían de los antecedentes.

    Ese viernes, como era lo habitual, cruzaron por la 53, hicieron todo el ritual del caso y se alistaron para dirigirse al Instituto. Caminando por la calle 53 se les ocurrió otra brillante idea. Se dijeron: Como es viernes en la tarde podemos irnos a la estación del tren y allí gomosiamos en los vagones. Es decir, irían a montarse y descolgarse de los vagones mientras hacían los cambios de estos entre carrilera y carrilera. Como existe una sola línea del ferrocarril el transporte es en un solo sentido por lo que en las estaciones debían de hacerse los cambios para que no se encontraran dos locomotoras de frente.

    En el colegio no se van a extrañar mucho porque faltan dos alumnos además, tenían dos materias que no les gustaban; iban a hacer talleres con unos ejercicios que ya se los sabían por lo que no perderían mayor cosa. ¡Excelente!

    NIQUÍA Y LA AVENTURA DE LOS CHARCOS

    N IQUÍA, EN CAMBIO, es diferente a Prado. Niquía es un barrio atractivo, y la persona que pasara por el barrio sentía que la acogían. El extraño quería quedarse a vivir en el barrio. Todavía existían inmensos lotes para construir casas de 9 metros de frente por 28 metros de largo. Fuera de esa dimensión tenían 5 metros de ancho en el jardín por los 9 metros de largo. Una inmensidad.

    Niquía se destacaba por los amplios jardines frente a las casas; el planeador sí se comportó a la altura regalándole a la comunidad un trazado como el de un

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1