En aquel entonces
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Gustavo Campopiano
C. G. (Gustavo) Campopiano; Nació en Tucumán, Argentina en Diciembre de 1955. Pasó su niñez y adolescencia en Córdoba, Argentina retornando a Tucumán en 1974. Graduado en Ingeniería en 1982 y escritor aficionado desde los quince años, escribió una veintena de artículos técnico – científicos publicados en Argentina, España, Alemania y México. Ha escrito cuentos y poesía en español, inglés e italiano. Secuestrado en 1976 por la dictadura militar argentina y luego reclutado en 1982 para pelear sin instrucción bélica una guerra inútil contra el Reino Unido, se encontró con la muerte en otras cuatro oportunidades. A los treinta y ocho años fue considerado “demasiado viejo” por las consultoras de selección de personal de Argentina, por lo que desde el año 2000 reside en México, mientras trabaja en proyectos de ingeniería en Rusia, África, Europa, América Latina y Norteamérica.
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En aquel entonces - Gustavo Campopiano
EN AQUEL ENTONCES
GUSTAVO CAMPOPIANO
PangramA
NUEVAS VOCES
Primera edición, 2020
© 2019, Gustavo Campopiano.
© 2019, Par Tres Editores, S.A. de C.V.
Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués,
Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro.
www.par-tres.com
direccioneditorial@par-tres.com
ISBN de la obra 978-607-8656-33-2
Diseño de portada
© 2019, Diana Pesquera Sánchez.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
Impreso en México • Printed in Mexico
C. G. (Gustavo) Campopiano; Nació en Tucumán, Argentina en Diciembre de 1955. Pasó su niñez y adolescencia en Córdoba, Argentina retornando a Tucumán en 1974.
Graduado en Ingeniería en 1982 y escritor aficionado desde los quince años, escribió una veintena de artículos técnico – científicos publicados en Argentina, España, Alemania y México. Ha escrito cuentos y poesía en español, inglés e italiano.
Secuestrado en 1976 por la dictadura militar argentina y luego reclutado en 1982 para pelear sin instrucción bélica una guerra inútil contra el Reino Unido, se encontró con la muerte en otras cuatro oportunidades.
A los treinta y ocho años fue considerado demasiado viejo
por las consultoras de selección de personal de Argentina, por lo que desde el año 2000 reside en México, mientras trabaja en proyectos de ingeniería en Rusia, África, Europa, América Latina y Norteamérica.
Prólogo
«The past is never dead. It’s not even past»
William Faulkner
Requiem for a Nun
Al escribir esta narración sobre mi primera infancia, encuentro casi milagroso que la vida me haya reservado un lugar privado para explorar mis recuerdos, los cuales se erigen en las laderas del alma, en un paisaje virtual poblado de sucesos, de emociones y de personas. Que puedo recorrerlo guiándome únicamente con la brújula de la intuición para arribar a los acontecimientos desde el pasado y desde el futuro
Quizás el asombro y la inocencia de los primeros años estén más cerca de la verdad que las sofisticadas y a veces hipócritas verdades de los adultos.
Quizás al crecer perdemos poco a poco la capacidad de percibir los sentimientos por lo que realmente son, nos inventamos la estrategia de la indiferencia para disimularlos, y en tanto más nos acostumbramos a ella, más y más cegamos nuestra alma, como obligándonos a percibir sólo los grises.
Éste es un intento por describir las alternativas de uno de esos viajes de exploración a la región virtual y privada de mis recuerdos, para observarlos una vez más con la perspectiva de la niñez, para recuperar la memoria. Con la esperanza de hallar, en la visión inocente del niño que en aquel entonces fui, respuestas a preguntas persistentes por años, de hallar las raíces de sentimientos, puros para mí, indiferentes para otros. Con la esperanza de encontrar los colores extraviados hace tiempo.
PRIMERA PARTE
«Let me hear the wind paging
through the trees
and see the stars flaring out one by one…»
Edward Hirsh
I was never able to pray
El nuevo hogar
La historia comienza en 1960 en Jesús María, un pueblito a cincuenta y cinco kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, en Argentina. Emplazado a lo largo de la Ruta Nacional 9, como muchos otros pueblos del interior de Argentina, éste nació hacia fines del siglo XIX con el asentamiento de colonias de italianos alrededor de una parada del ferrocarril «General Belgrano», que unía Buenos Aires con Tucumán.
Frente a la estación de trenes y hacia el oeste, se situaba la plaza principal del pueblo, inmensa y rectangular. Su vereda perimetral estaba cubierta por mosaicos de bordes biselados de colores gris y blanco. En sus jardines interiores, donde se esperaría encontrar flores, predominaba el verde del césped que la Municipalidad cuidaba con esmero militar. En el interior, zigzagueaban generosos senderos de granza(1) anaranjada. En toda su área se habían desparramado bancos con patas metálicas y tablones de madera muy dura que, a desgano, invitaban a sentarse. Según mi opinión de entonces, a juzgar por los cientos de corazones con nombres, iniciales y flechas grabados, debía haber una reglamentación oficial por la cual las parejas de novios de la época debían dejar testimonio de su amor, al sentarse en ellos.
En realidad, la plaza principal estaba casi siempre vacía, excepto en alguna festividad, y con esto armonizaba a la perfección con el carácter apático de sus transeúntes habituales, los lugareños.
La parte más vieja del pueblo se situaba hacia el norte de la Plaza Principal, más allá de las cuatro manzanas de edificios nuevos, de líneas modernas, y pintados en indefinidos tonos pasteles, que la rodeaban. Allí, casas con zaguanes(2) vetustos franqueaban las calles estrechas y húmedas que invariablemente conducían a otra placita, con grandes árboles, umbrosa y con leones de cemento vigilando eterna e inútilmente sus cuatro entradas. En el centro mismo de la plaza, una pérgola anticuada y desecha, hacía mucho tiempo había quedado en desuso.
Hacia el sur de la Plaza Principal, corrían juntas, por quince cuadras, la vía férrea y la principal avenida del pueblo. Las casas más grandes, bonitas y caras del pueblo se habían construido sobre esta amplia avenida con platabanda(3) de tierra, grandes ombúes(4), y palmeras. Allí vivían los «gringos(5) adinerados del pueblo» que no eran otra cosa más que personas austeras dedicadas a su trabajo en algún campo o una empresita de la zona. Nada fuera de lo común en realidad, sólo extraordinario en la mente de vecinos con menos recursos materiales y más capacidad para propagar rumores.
En esta zona parecía haberse reunido toda la imaginación de los habitantes del pueblo. Precisamente allí compró mi abuelo en 1957, un tiempo antes de que muriera, la casita donde fuimos a vivir. Lo hizo con la manifiesta intención de que sus nietos veraneasen allí. No dudo de las buenas intenciones del abuelo, pero también medito acerca de su facilidad para extrapolar hacia nosotros su admiración por la comunidad de «gringos(5)», y con esto justificar el haber elegido un lugar tan aburrido.
Situada a casi dos cuadras del cruce con el camino hacia Ascochinga(6), la casita de aspecto vagamente español, imagino, debió terminarse de construir hacia 1940 y resaltaba entre otras casas de la cuadra por la modestia de su construcción. En los años anteriores a nuestra llegada, la casa había hospedado sólo a uno que otro contingente de parientes que en los veranos llegaban desde Tucumán, en