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Cuando De Poder Se Puede
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Libro electrónico415 páginas7 horas

Cuando De Poder Se Puede

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Es una obra de motivacin de vida, coraje, lucha, valor y victoria basada en una historia que mereci ser contada debido al mensaje que contiene. La fuerza de voluntad demostrada por su protagonista para vencer todos los obstculos que le present la vida donde no existi apariencia posible que pudiera atenuar el sentido de la realidad.

A cualquier ser humano que le toque vivir una experiencia parecida puede inspirarse en esta historia para salir airoso de alguna situacin difcil y manejar su vida de una manera exitosa mientras ensea a otros a lograr los mejores resultados de los esfuerzos puestos en ellos. Esta obra presenta de manera novelizada, una perspectiva diferente de las relaciones humanas en el interior de una familia disfuncional. Pretende a travs de la valenta lograr encontrar el verdadero sentido que tienen las relaciones entre las personas que forman un ncleo familiar.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento10 abr 2015
ISBN9781463397951
Cuando De Poder Se Puede
Autor

Kika Ferrer

Nacida en Venezuela en el año 1954, hija de padre trinitario y madre isleña, estudió administración de empresas en la universidad, así como varios cursos en redacción y artesanía. Su vida profesional ha oscilado entre el tema empresarial y las relaciones públicas. Después de realizar diferentes trabajos artísticos y viajar por algunos países de Europa y Latinoamérica decidió probar suerte en Estados Unidos donde vive desde el año 2001 y donde compagina su afición de escribir con el arte de diseñar piezas y accesorios a crochet realizados totalmente a mano.

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    Cuando De Poder Se Puede - Kika Ferrer

    Copyright © 2015 por Kika Ferrer.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014922831

    ISBN:   Tapa Dura                 978-1-4633-9797-5

                  Tapa Blanda             978-1-4633-9796-8

                  Libro Electrónico   978-1-4633-9795-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 06/04/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    695877

    CONTENTS

    Prologo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    PROLOGO

    Debo mencionar que me ha sido muy difícil plasmar estas letras, es muy difícil para mí poder traer tantos malos recuerdos a mi pensamiento de nuevo, esto me produce mucho dolor y sufrimiento, pero creo que es necesario dar a conocer la realidad de una historia tan dolorosa y que nunca se ha escrito.

    CAPÍTULO 1

    Ahhh…. otoño, la estación de las hojas amarillas, de la reconstrucción de la naturaleza, la estación de la nostalgia. Sí en esta estación vino al mundo una niña en septiembre, en esta maravillosa estación, una hermosa niña de grandes y negrísimos ojos, que venía desde un vientre prematuramente marchito, cansado de una mujer exhausta por tantos partos, del vientre de una mujer que había perdido su primera hija por culpa del sarampión, desde el vientre de una cansada mujer después de acoger diez partos anteriores. Una mujer desilusionada de la vida, deprimida y quien había sufrido de una violencia domestica constante y seguida por parte del donador del semen de todos los partos que había tenido y digo donador porque aquel no era un marido, ni un padre. Aquel hombre era un desalmado sin sentimientos ni remordimientos ni nada que lo distinguiera como ser humano.

    La vida que se presentaba ante aquellos negrísimos y enormes ojos no parecía la más bonita posible, era una vida llevada con mucho estoicismo, mucho sacrificio, mucho sufrimiento; ya que esta mujer, la madre de tan delicada criatura había sufrido mucho, era el estandarte de una disfuncional familia donde dicho progenitor tenía relaciones con otras mujeres quienes vivían cerca, muy cerca, alguna veces al lado una de otra, de esta mujer; relaciones de las cuales surgían frutos, si otros frutos, que nadie sabía a cuantos sumaban. Esta mujer había jurado que este era el último fruto que daría su cansado y marchito vientre, estaba completamente decidida a terminar con aquel infierno. Su idea era, aunque muy peligrosa, dejar aquel abusivo hombre. Y era peligroso porque este hombre era una especie de animal quien sostenía una actitud sumamente agresiva y arrogante, quien la había amenazado en varias ocasiones de matarla si ella lo abandonaba. Él no era un hombre a quien se deja. Simplemente primero él la mataba antes de que ella lo dejara.

    Una madrugada, se dio el momento para dicha huida. Y ella escapó, sumamente asustada, se fue a casa de su cuñada, donde vista la situación tan precaria y peligrosa que vivía esta mujer, dicha hermana del abusador estaba dispuesta ayudarla a escapar y así fue como apoyada por ella, la víctima pudo salir de la casa del horror y esconderse en la casa de Juana, que era el nombre de la cuñada. Después de varios días de angustia y zozobra escondida en esta casa, con el alma saliéndole por la boca cada vez que la puerta se abría, creyendo que era el verdugo en busca de su presa, que era como se sentía ella, finalmente llegó la noticia. Pero tenía que ser de esa manera ya que debía realizar algunos trámites para poderse ir a casa de una hermana y era por eso que tenía que permanecer en la casa de esta humanitaria cuñada hasta que la hermana le contestara a su pedido de auxilio, cosa que sucedió no tan rápidamente como ella hubiera querido, pero consideraba que era la única forma de no arriesgarse ella y a todos los niños a correr mayor peligro, ya que sabía que estaba siendo vigilada y que en cuanto pusiera un pie fuera de la casa donde estaba albergada, este hombre podía hacer cualquier horribilidad posible con tal de que ella no lo dejara, ya que él no era desechable, al macho no lo podían dejar, cómo se atrevió ella hacer eso? y también por la dificultad de comunicación, ya que era muy difícil y tardío enviar y recibir telegramas, las cartas y demás mensajes eran enviados por medio de animales tales como burros, caballos, camellos, etc. Debido a que en esa época en ese apartado pueblo no existía una oficina de correos. Pero afortunadamente dicha hermana le contestó su pedido de auxilio y le permitió alojarse en su casa quien vivía en un pueblo contiguo y un poco más civilizado, pero ella no sabía que la pesadilla apenas había comenzado.

    La segunda huida se llevó a cabo de madrugada para evitar encuentros desagradables y posible disolución de los planes tan cuidadosamente preparados y después de viajar todo un día en un carromato por caminos de tierra, al fin arribó a casa de la hermana más disfuncional que ella misma, quien tenía todos los complejos que pudiera tener un ser humano: envidia, celos, carencias, crueldad, de todo malo, nos trataba a todos requeté mal, pero especialmente a mis hermanos y hermanas los trataba como animales, los hijos de ella robaban en las tiendas y le robaban a ella y esa señora, o sea, mi tía culpaba a mis hermanos y hermanas exigiéndole a mi madre le practicara ejemplares castigos por dichos actos que esos malignos muchachos traían en la sangre y que debían ser corregidos a tiempo para evitar males mayores, eso era su pretexto para de esa manera infligir mayor dolor a los desamparados que ella estaba protegiendo. Era otro infierno pero ahora sufríamos de otra manera, bueno digo sufríamos porque de alguna manera yo recibía toda esa mala energía, ya que aunque estaba muy pequeña, quizás poco más de un añito aproximadamente, podía percibir el infierno en que estábamos viviendo. Hay estudios científicos que declaran que los niños y las personas discapacitadas desarrollan una especie de sensibilidad en momentos traumáticos que aunque ellos crean no recordarlos, si los han experimentado; aunque sea de una manera confusa, pueden recordarlos y sí les afecta negativamente. Meleisa que era el nombre de dicha hermana insultaba a mi madre todos los días y por cualquier motivo no sin dejar de recordarle que ella podía echarla en cualquier momento de su casa y que no debía olvidar lo desamparada que estaba y que además no tenía para donde ir. Mis hermanas, mis dos hermanos y mi madre vivían aterrados, no se podía casi respirar porque el maltrato era tal que casi no vivíamos, sobrevivíamos cada día. Esta insostenible situación se mantuvo durante un par de años aproximadamente hasta que un día, Loaiza la mayor de los diez hermanos, si porque éramos diez, y que tenía alrededor de los quince años cuando había salido a buscar futuro en la capital del país donde se desarrolla esta historia y de quien todo mundo hablaba maravillas; la aventurera hermana estaba de regreso y siendo ya una mujer se apareció con un marido, unos hijos y un dinero para comprar tierras en ese mundo perdido y que, según ella para comprarle una casa a mi madre para que al fin se mudara de casa de la hermana y comenzara una nueva vida y lo que comenzó fue una nueva pesadilla, ya que eran tantas las condiciones que ponía que era casi imposible entender el contrato que le estaba proponiendo a mi madre y que dejaba mucho que desear por su contenido y letra.

    Pero mi madre estaba tan desesperada por salir de ese lugar que no le importó los términos que pusiera la hija con tal de salir del infierno en que vivíamos.

    Después que Meleisa, armara un tremendo show plagado de insultos, ofensas y maltratos porque mi madre se iba y claro como todo sádico no quiere que se le vaya el motivo de su sadismo; más o menos comenzamos a respirar un poco mejor, sin ningún esbirro encima de nosotros, (eso creíamos). Finalmente pudimos mudarnos a la casa que supuestamente mi hermana mayor le había comprado a mi madre, no sin un pequeño extraño detalle que dicha casa estaba ubicada al lado de la casa de la sádica tía y teníamos que continuar aguantando sus insultos y sus abusos constantes porque no nos la habíamos sacado de encima completamente, solamente habíamos dejado de vivir bajo su mismo techo pero aún estábamos bajo su mira de complejos y manipulaciones porque solo nos habíamos trasladado al lado, lo cual yo no entendía la razón por la cual mi hermana tuvo que comprar justamente esa casa, pero ya llegaría el momento de entenderlo todo. Al cabo de un tiempo no muy lejano en esta nueva casa comenzaron a suceder cosas muy raras que yo no entendía ni podía entender debido a mi corta edad, pero sucedían cosas muy raras. Por ejemplo, llegó un momento en que yo no veía mis hermanas diariamente y cuando las veía estaban tan tristes, tan acongojadas, tan extrañas. Aquello no era normal, se comportaban como seres humanos despojados de toda humanidad, las veía llorando a escondidas y por las noches, también sabía que se orinaban en la cama por las palizas que le propinaban cuando esto ocurría y además en ocasiones veía a mi hermanastra, hija del abusador (mi padre) con una de las tantas mujeres que él tenía en un pueblo cercano y a la cual mi madre rescató de las garras de la miseria en que vivía, miseria que era peor que la que vivíamos nosotros que ya era bastante; y después de irse de las garras del abusador, en una de las visitas que hizo a ese pueblo donde ejercía el curandero de confianza de ella, mi madre se la llevó para criarla, pero ahora yo veía a mi hermanastra huyendo por las calles del pueblo zarrapastrosa, sin zapatos. En una de las visitas de mis hermanas a la casa ellas habían abierto un hueco que con la ayuda de todas habíamos abierto detrás de la casa con la única finalidad de que yo le pasara comida por medio de ese orificio cuando se oyera la señal que habíamos acordado. Aquello me parecía horrible, pero al no saber qué era lo que estaba sucediendo creía que era parte de un juego y a la vez sentía que estaba haciendo bien, que estaba ayudándola a sobrevivir, pero no podía imaginarme el terror que realmente ella y mis demás hermanas estaban viviendo, pero yo intuía que debía continuar pasándole la comida de esa manera. Yo era muy pequeña, pero estaba viviendo todo aquello que hoy en día me parece brutalmente horrendo, lo estaba viviendo sin darme real cuenta de todo lo que sucedía, pero no se me olvida. No podría olvidarlo jamás porque fue demasiado fuerte. Definitivamente inolvidable.

    La hija de doña Mariquita, una de nuestras vecinas que vivían del otro lado de la casa y quien estaba enamorada de mi hermano Adolfo, me invitaba a pasear y nos íbamos hacia el bosque y lo encontrábamos a él casualmente en ese lugar y ellos me daban un pedazo de caña de azúcar o cualquier otro manjar que pudiera mantenerme distraída y me sentaban en un árbol cortado que estaba en ese bosque y yo no los veía hasta después de un largo rato, pero yo no podía decirle a nadie de nuestros paseos, ese era nuestro secretico. Pero parece que en una de las noches de agradables paseos, la hermana de la chica en cuestión nos siguió y los descubrió en algo que yo para ese entonces ni me imaginaba que estaba sucediendo y se armó una pelea entre las dos hermanas que era para coger palco. Un rato después que regresamos del paseo, oímos gritos y algarabía en la casa de la chica, y la mamá vino a la casa, hablaron con Adolfo, hubo llanto, me interrogaron, las hermanas se acusaban una a la otra, todo un alboroto; daba la impresión de que la hermana estaba enamorada de mi hermano dada la pasión con que expresaba aquella rabia que sentía hacia el hecho de que su hermana estuviera paseando por el bosque con él, parecía un tanto exagerado como amor de hermana. Yo me fui a la cama y no supe más nada del asunto hasta que la mañana siguiente volvimos a oír gritos, pero esta vez eran despavoridos gritos de la hermana de la chica supuesta novia de mi hermano, quien había amanecido con los ojos completamente hinchados y condimentados con ají chirel sin que nadie supiera lo que estaba sucediendo, pero la chica cuestionada mantenía una actitud maliciosa en un rincón diciendo eso es para que no vea lo que no le importa, castigo de dios! Con tremenda carcajada y dándome una pícara mirada. Yo inmediatamente supe que era ella quien le había echado picante en los ojos a su hermana.

    Adolfo se desapareció por unos días, o sea, yo no lo veía durante unas semanas y cuando apareció ya no habían más paseos hacia el bosque y Mariquita pedía un castigo riguroso y ejemplar para mí, ya que ella consideraba que yo había estado encubriendo aquellas salidas de su hija con mi hermano sin denunciar tan bochornoso acto; pero yo me preguntaba: qué iba a denunciar yo de unos paseos completamente inocentes y que además ella era mi amiga y teníamos un secreto. Yo no era amiga de doña Mariquita ni compartía ningún secreto con ella, yo era amiga de su hija y le debía lealtad a ella. Así es como pensaba y pienso de la amistad. Pasado un tiempo después de este incidente y no sé si debido al hecho de que tenía que ser castigada o porque se enteraron de los paseos nocturnos de mi amiga y mi hermano, me llevaron para La Casa Grande o sea (La Salina).

    CAPÍTULO 2

    Cuando cumplí cuatro año en 1958, año en el cual fue derrocada la dictadura militar implantada en el país por el coronel dictador Mario Pérez Jiménez quien había permanecido en el gobierno desde hacía varias décadas. Yo tenía cuatro añitos apenas y mi madre me envió a un lugar llamado La Casa Grande, este lugar fue una de las tierras que había comprado Loaiza, mi hermana mayor junto con su marido cuando llegaron de la capital hacía un par de años y crearon una institución benéfica patrocinada en parte por el gobierno, o al menos eso era lo que ellos le contaban a la gente del pueblo, en la cual supuestamente nosotros los niños de escasos recursos recibiríamos educación, cuidados, alimentos, o sea, aparentemente era un lugar dedicado a la beneficencia pública para ayudar de manera filantrópica, pero la horrible e increíble realidad de lo que allí sucedía era otra. Nadie siquiera podía imaginar la espantosa vida que llevábamos los niños que vivíamos en esa casa del horror.

    La cruda y oscura realidad era que LA CASA GRANDE como era llamada dicha granja por los que estábamos esclavizados en ese infierno, y digo esclavizados porque los niños que estábamos allí éramos tratados peor que animales. Trabajábamos durante todo el día sin descanso, la comida que nos daban; si a eso se le podía llamar comida, (arroz cocinado con agua del mar, pescados salados y podridos que habíamos pescado nosotros mismos, frutas pasadas y que habíamos robado de los otros fundos, enviados por los directores de dicha granja y cosas tales como esas que me produce mucha tristeza recordar y que no puedo evitar que me salten las lágrimas ante tales recuerdos) era servida en cacerolas de peltre viejas y des charoladas, aquello parecía más bien una cárcel. La educación era inexistente, carecían de toda humanidad en aquel lugar que estaba ubicado en las afueras de la ciudad en la que vivíamos, al sur del país y que colinda con la Isla de Trinidad.

    Me tiemblan las manos, me suda la espalda, siento espasmos por todo mi cuerpo; solo de recordar aquellos momentos tan horribles pasados en dicho lugar. Las personas que atendían este lugar eran muy crueles e inhumanas, eran gente de muy baja calaña. Actuaban a sus anchas y no le tenían que rendir cuentas a nadie y cometían cada barbaridad con nosotros que daba pánico. Nos pegaban, maltrataban, nos abusaban, nos castigaban despiadadamente y nadie sabía nada. Teníamos que delatarnos unos a otros y vivíamos en una manera horrible. Nos cuidábamos y ayudábamos unos a otros, pero algunas veces teníamos que delatarnos para poder sobrevivir porque las palizas eran tan horribles que a veces perdíamos el sentido. Vivíamos en medio de la nada y rodeados de un antagonismo horroroso sin saber qué hacer ante aquella horrible realidad que nos había tocado vivir. He oído decir que cuando se pisa fondo no se puede llegar más bajo, pero yo experimenté que a veces se puede excavar y fue así como me sentí cuando llegué aquel lugar donde me habían enviado a tan corta edad y donde supuestamente sería educada y protegida. A partir de ese momento no puedo describir con palabras como fue que cambió mi vida que no era nada de lo cual sentirse orgulloso y de lo que yo misma pensaba que no se podía vivir peor, pero a partir de ese momento supe que el ser humano tiene la capacidad de excavar tan fondo como sea posible para hacerle la vida miserable a otros seres humanos, pero sobre todo si son seres humanos indefensos.

    Así es como recuerdo comenzó aquella pesadilla: Atrás quedaba el pueblo con sus casas folklóricamente mal pintadas de colores muy vivos y llamativos como queriendo decir aquí estamos no se olviden de nosotros; y empezamos un camino tortuoso de piedras y tierra amarilla donde le era difícil al carromato desplazarse cómodamente y arriba nosotras junto con los pipotes de agua que se desbordaban a cada movimiento, nos tambaléabamos de un lado a otro cada vez que el carromato viraba por una loma de difícil ascendencia o descendencia según fuera la necesidad del chofer de abarcar más camino. El chofer era un hombre con la piel negra y desgastada, prematuramente avejentado y de un semblante mustio y cabizbajo, yo diría que más bien triste. Tristeza que no comprendía, ya que tiene un empleo, con las más poderosas personas del pueblo y debería estar feliz, pero ya iré conociéndole y averiguando el porqué de su semblante tan triste. Hemos avanzado un largo trecho por la cuesta hacia la gran hacienda que nos espera, pasamos por caminos llenos de árboles, animales silvestres, ríos de poco caudal, luego una gran, inmensa e intimidante laguna, y al fin llegamos a lo que aparentemente forma la estancia, aunque aun no se vislumbraba la casa, pude darme cuenta que es el lugar de nuestra llegada, ya que el chofer del carromato hizo una señal a través del espejo y una de mis hermanas se bajó y abrió una especie de verja, sacudiendo las manos en señal de que dos vacas que estaban atravesadas se aparten y entramos, dejando la verja abierta. Ya esta operación la habíamos hecho antes en el camino, pero siempre cerrando la especie de verja que aseguraba la propiedad por la que pasábamos.

    Era una casa muy grande pintada de blanco, pero se veía también triste, como el chofer del carromato. Parece lúgubre, no tiene vida. Está ubicada en medio de una gran extensión de tierra donde no se visualizaba nada, solo hierba y una grama que no parece haber sido cuidada nunca. Al lado de la gran casa había un galpón sucio y lleno de pollos sucios también, más allá hay un tanque de agua y una bomba eléctrica, pero no se percibía vida en esta casa ni en sus alrededores. Sentía escalofríos con esta casa, yo venía con tantas expectativas, tan contenta, a conocer lo que era una gran hacienda rodeada de una flora inmensa y una rica fauna y lo que encontré fue una gran extensión de tierra blandía y un caserón sin vida.

    Apartando el mar, oh el mar es hermoso en este lugar, antes de saber lo que me esperaba fuí hacia el mar, que se encontraba cerca, debajo de una colinita, era otro mundo, inmenso. Es de un azul indescriptible, no se puede poner en letras, debe ser pintado, es una hermosura sin igual. Este lugar seria hermoso sin esta gente, es un paraíso, como es posible que esta gente pudiera lograr convertir este paraíso terrenal en un infierno como este. Pero tuve que salir de mis pensamientos y regresar a la casa donde estaban todos descargando el camioncito donde habíamos llegado, cuando de pronto apareció don Felipe, el gran señor, o sea, el esposo de mi hermana y nos hizo entrar a la casa donde estaba mi hermana mayor sentada como una matrona en medio de la sala y nos hizo una señal para que nos ubiquemos donde nos corresponde, mis hermanas entendieron el gesto y fuimos hacia una habitación llena de sacos y que es donde dormiremos durante el tiempo indefinido que permaneceríamos en ese lugar y colocamos la bolsa que nos acompaña, hasta ese momento no me había percatado que llevábamos una sola pequeña bolsa y que allí estaban todas nuestras pertenecías y que no teníamos nada y es cuando me di cuenta el porqué del semblante triste y desolado de mis hermanas cuando llegaban a la casa y me inundó una ola de tristeza que nunca antes había sentido y mira que con la tía aquella, Meleisa me había sentido bastante triste, pero nada parecido a eso que estaba viendo. Me sentí como desamparada, sentí que algo malo estaba sucediendo o sucedería en cualquier momento, presentí estar en el lugar errado y dejé cavilar mis pensamientos hasta que me quedé dormida en aquel cuartucho mal oliente y mísero que nos asignaron para dormir. Estaba durmiendo en el suelo, encima de unos sacos y oía voces lejanas que gritaban improperios e impartían ordenes acaloradamente como si estuviéramos en una especie de guerra, oí mi nombre y me desperecé confundida, de pronto oí una voz que decía levántate piase floja, tú crees que viniste aquí a vacacionar y a dormir? y cuando menos me lo esperaba sentí una mano que me tomó por los cabellos y me transportaba al galpón lleno de pollos sucios que había visto a mi llegada, y me ordenó que hiciera mi trabajo. Yo me quedé quieta temblando porque no sabía cuál era mi trabajo en ese galpón y ella me dijo en tono autoritario que yo sabía lo que tenía que hacer y si no lo sabía, ella se encargaría de que lo aprendiera; supuse que debía ser limpiar toda aquella porquería, y me dispuse hacerlo, ya que había un tobo, una escoba y estropajos. Cuando creía que lo estaba haciendo muy bien, apareció otra vez Loaiza con voz mandona preguntando si ya terminé; apenas voy por una cuarta parte, me golpea y me tira al piso para de esa manera enseñarme lo rápido que ella podía lograr que yo haga lo que supuestamente debía hacer. Yo resbalé y caí llenándome la cara de excremento de pollos que había en el suelo y comencé a comprender que debía apurarme porque estaba en serios problemas con esta gente que espera de mi algo que yo creo no poder dar. De todas maneras intentaría complacerlos, pero creía que esta gente no se complacía con nada, mientras más hacías más querían, lo digo porque desde el galpón y a través de las rejillas de las jaulas de los pollos veía y oía a mis hermanas realizando trabajos forzados y sin parar en otras alas de la casa: cargando leña, buscando sal, montando a caballo para buscar leche, buscan frutas y verduras (que luego me entero que las roban) para la comida de los amos y estos dando orden a diestra y siniestra durante todo el medio día que había estado haciendo este penoso trabajo. Esperaba que al terminar allí no me esperara algo más rudo porque creo no poder llenar las expectativas de estos amos tan exigentes. Continué limpiando el piso y buscando una razón en mi mente para entender lo que estaba sucediendo y no me quedó otra opción que ponerme a llorar al no encontrar ningún motivo para que esto estuviera ocurriendo. Durante todo ese día estuvimos haciendo todo tipo de labores. Al terminar con los pollos tuve que limpiar la casa con un líquido denominado gasoil, que despedía un horrible olor e impregnaba la casa de un desagradable incienso. Cuando terminamos con toda la faena, comimos un atol mal hecho y continuamos arreglando la leña en otro cuarto que tenía la casa, después había que acomodar la sal que habían cargado mis hermanas durante el día, limpiar toda la casa para después prepararnos para ir a dormir en los sacos esparcidos en una de las habitaciones de la gran casa, previa fregada de los platos en el mar, lo cual le tocaba cada día alguna de nosotras después de la cena que generalmente ellos realizaban alrededor de las siete de la noche en el gran comedor de la Casa Grande y en donde degustaban copiosos manjares y deliciosos licores, pero no solo había que esperar hasta el término de sus cenas sino que lo peor era que debíamos ir solas, estaba prohibido que nadie estuviera acompañada para ir a fregar, la idea era que eso nos fortaleciera, ya que la vía hacia y desde el mar hasta la casa, aunque era cerca, era totalmente oscura, solo alumbrada por la luz de la luna cuando había luna. Y ese camino parecía interminable cuando yo tenía que transitarlo, por lo menos cada dos noches, que era cuando me tocaba el turno del fregado. Por lo general no sabía qué hora, ni que día era, simplemente me los imaginaba en mi pequeña cabecita.

    En la noche cuando al fin pudimos echar nuestros cuerpos sobre los sacos amoldados en el piso con el firme propósito de descansar, comencé a cavilar y a buscar razones para entender el porqué de nuestra estancia en aquel lugar tan horrendo y no es que en la ciudad fuera muy feliz, pero por lo menos no estaba a merced de estos esbirros. En la ciudad, donde vivía mi madre, vendíamos arepas salcochadas que ella elaboraba con una masa de maíz y que la gente nos compraba por lástima, porque eran bien deformes y nada sabrosas y pensando en eso me quedé profundamente rendida. Al siguiente día cuando creí que todo esto era un mal sueño, me encontré con la desagradable sorpresa de que esto continúa y a peor porque cuando voy a pasar hacia el patio para realizar una de las labores que me encomendó el amo, había una serpiente enrollada en la tierra y me asusté y miré al amo diciéndole que no podía pasar por allí a lo que él contestó empujándome sobre el animal. Yo tuve una sensación de muerte en mi mente y me despojé de todo sentir, de toda sensación, me despojé de todo mí ser, me evadí, era como que no estaba allí. Afortunadamente no era venenosa porque de lo contrario no lo estuviera contando, pero de todas maneras no es algo que se le deba hacer a ninguna persona, mucho menos a un niño y peor aun viendo lo asustada que yo estaba, pero eso eran ellos unos desalmados. Luego de pasar lo que para mí pareció una eternidad me levanté y corrí despavorida hacia el patio donde hay muchos árboles y mientras yo corría oía las risas del amo por causa de mi torpeza. La verdad que no recuerdo que tenía que hacer ni cuánto tiempo estuve en el monte, pero cuando regresé me sentía vigilada, amenazada por algo pero no sabía qué era, comencé a realizar labores fuera de la casa como a limpiar la verja y cosas así, pero llena de pánico no fuera aparecer aquel animal de nuevo, no sabía que hacer porque adentro estaban los esbirros y afuera los animales peligrosos y me encomendé a dios para que me guiara para hacer lo mejor que pudiera. Al rato de estar limpiando sentí que me tomaron por los brazos y me arrastraban hacia una letrina que estaba en las afueras de la casa, es una especie de baño, una casucha donde siempre veía que entraba el encargado de la hacienda y cuando atravesamos la pequeña puerta estaba el amo sentado en una esquina en una especie de tronco de árbol. Podía ver sus botas negras hasta la rodilla y sus pantalones de kaki, asi como también podía ver su cinturón desabrochado y oí cuando me dijo: te agarré, creías que te ibas a escapar? serás castigada por tu mal comportamiento, te has portado mal y tengo que castigarte para enseñarte a que te portes bien conmigo y acto seguido se metió la mano en el pantalón y cuando creí que me castigaría con la correa, no, la correa sigue en su lugar, pero sacó un pedazo de carne parecido a un pellejo y comienza a darse con la mano y yo no entendía que castigo era ese?, pero lo que sí podía entender es que esto era mucho peor que todo lo que había visto desde que llegué allí y cuando creí que me zafaría de él, me tomó de la mano y me ordenó que tocara el pellejo que se estaba poniendo cada vez menos flácido, yo lo mire y comencé a llorar y él empezo a emitir unos sonidos extraños y llevaba el pellejo hacia mi boca, yo continué llorando pero ahora dándome cuenta que algo muy feo estaba pasando allí conmigo y comencé a sentir náuseas sin poder evitar que me viniera el vómito y de nuevo sentí en mí la sensación de levitación, no sentía mi cuerpo, elevación total, cero sentidos. Yo no estaba allí. Eso no me estaba sucediendo. Todo olía mal, que mal olía, olía a monte, olía a hierba; que olor tan desagradable, dios mío esto es el infierno. Después sentí que me empujó, se metió el pellejo otra vez en el pantalón y con cara amenazante me dejó bien claro que eso le pasaba a las niñas que se portaban mal y que cada vez que le desobedeciera sería castigada de esa y algunas otras formas, a veces más severas, pero que siempre sería castigada y salió de la casucha donde yo me quedé acompañada únicamente con aquel mal olor tan penetrante y más confundida cada vez, sin saber lo que había sucedido, qué tipo de castigo era ese? Qué era lo que estaba pagando? salí de allí después de un rato y me dirigí directamente a una pila de agua que estaba cerca y me bañé por largo rato con ropa y todo no sé cómo describir lo que sentía, parecía que no sentía nada, pero sí; en medio de todo ese asco estaba sintiendo algo desconocido para mí. No sabía si era odio, depresión, rabia, pena, tristeza o todo eso junto, pero continué caminando hasta llegar a la orilla del mar y comencé a pensar cosas horribles; tales como como tirarme al mar y no volver a la pesadilla que me espera en la Casa Grande, pero tenía que regresar, salir de mi sueño y volver al infierno. Después de eso él empezó a ser como más amable conmigo, menos rígido, me miraba de otra manera y yo entendí que había pagado el mal comportamiento con aquel castigo tan raro, pero que había quedado saldada mi cuenta con él. Pero con esa gente nunca se saldaba nada, ellos eran insaciables, eran horrendos.

    De pronto sentí que la situación continuaba de mal en peor en esta cárcel/casa/infierno, pero yo me sentía como un zombi, no tenía nada por dentro, no sabía que sucedería al siguiente momento, me sentía como un cuerpo sin alma, aun cuando yo no sabía que era tener alma, yo me sentía que estaba en un estado catatónico, pero todo eso lo sé ahora, porque he estudiado, porque me he culturizado, me he preparado para la vida; pero en aquel entonces yo me sentía en total soledad, abandonada; que no valía nada, era algo horrible como me sentía, es mejor decir, que no me sentía. Pero así iba pasando el tiempo y no sé cuánto tiempo pasó, ya que llegó un momento en que nos comportábamos como robots en un campo de batalla. Pero así iba pasando el tiempo sin esperanzas y sin buenos cambios significativos, eso sí cuando cambiaba algo era para empeorar nuestra realidad.

    A veces nos llevaban al pueblo con la finalidad de que vendiéramos los productos del fundo y de los robos que practicábamos en fincas aledañas y sabíamos cuando sucedería dicho acontecimiento era porque ponían sal en las heridas y árnica en los moretones que nos salían en la piel como consecuencias de las golpizas y castigos que según ellos nos merecíamos por torpes.

    Un día, o una noche, o una madrugada, no recuerdo el tiempo, oí una bulla desde el lugar donde yo estaba durmiendo en el deprimente cuartucho que nos habían asignado para dormir lleno de sacos y leñas que habíamos recogido durante el día y que había que separar y cortar al día siguiente, oí un griterío y en medio la voz de un hombre que decía donde esta? búsquenlo por todas partes, hasta debajo de las piedras si es preciso, y ladraban perros y sentía mucho movimiento, luces de linternas, voces indistinguibles, etc. yo supremamente asustada porque no sabía lo que estaba sucediendo, pero de lo que estaba segura era que no era nada bueno, ya que allí nos castigaban muy duramente por lo más mínimo que pasara y todo lo que sucedía nada era bueno. En esta oportunidad con tanto ruido debía ser algo bien grave, yo asustadísima me escondí dentro de los sacos esperando que pasara la tormenta para salir a ver que sucedía, pero en eso vi una silueta de alguien parado en el marco de la puerta, ya que la puerta no existía, y veía como se acercaba, poco a poco y decía, dónde está? Dónde está? Y yo sin saber a qué se refería, no respiraba, tratando de esconderme, de volverme invisible, de morir, hasta que sentí cuando la silueta me agarro, diciendo: mira lo que está aquí, me saco de dentro de los sacos y me puso la cara en frente a él, cara que nunca olvidare, aunque viva cien años. Estaba vestido con un uniforme militar y largas botas, portando un arma en su cintura y tenía otra arma que colocó en el suelo y me preguntó: dónde está él? Y más te vale que me lo digas porque si no tú no sabes de lo que soy capaz y yo temblando, decía quién? Pero quién? Y el militar decía: "ahh tú no sabes quién?, yo te voy a decir quién y me tiró contra el suelo, cayendo yo boca abajo y dejando mis pequeños muslos al aire. El tipo me volteó y comenzó a mirarme de una manera tan extraña que yo no sabía si me mataría, me ahorcaría con sus propias manos o qué; no sabía que pensar ni que hacer y de pronto sentí que aquel horrorosos hombre metió su mano debajo de mi falda y me tocó, puso una cara desconocida para mí en ese momento y que luego he visto muchas veces en mi vida, su cara se transformó. Parecía la misma cara del amo el día del extraño castigo y me subió la falda, nosotras no usábamos pantaletas porque no había dinero para esos lujos. El hombre se quedó mirándome fijamente y comenzó a jadear, me volteo y ya no supe que estaba sucediendo, hasta que sentí que me entraba algo como un mazo entre mis piernas y al hombre jadeando y no supe más nada, no recuerdo nada más. Creo que me desmayé. Después con el tiempo supe que el hombre me había violado……………………………………………………………………. No sabía si con la mano, si con un palo o con que otra cosa se podía realizar aquel acto tan vil, pero lo cierto era que me dolía como si un hierro candente hubiera entrado por mi cuerpo y me recorriera hasta el alma. Y hasta el día de hoy no sé qué fue lo que me hizo. No sé si lo borré, no sé si fue que me desmayé o fue que escapé de mi cuerpo negándome rotundamente a estar en un momento tan horroroso como ese. Lo cierto es que no lo sé.

    No sé cuánto tiempo paso después de esto, no puedo decir cuánto fue, no lo recuerdo, pero luego me encontré en el mar, pensando

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