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El Mono Verde
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Libro electrónico116 páginas1 hora

El Mono Verde

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Ubicada en la Gran Tenochitln este relato de Historia ficcin, recrea la vida comn de los aztecas cuando fue trastocada por la llegada de los espaoles. Un reconocido artista del imperio intenta crear su mxima obra, mientras en lo personal las cosas no le son tan favorables. La guerra y la religin van cambiando el rumbo que Janitzi tena planeado y su familia deber adaptarse a las nuevas circunstancias de vida que van trayendo los arribados.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 dic 2014
ISBN9781463393786
El Mono Verde
Autor

Ricardo Garduño Andrade

Nacido en la Ciudad de México (1961) comenzó una carrera en los medios, especialmente en la televisión, que lo llevó a trasladarse al estado de Quintana Roo. En esta nueva situación de vida encontró el tiempo para poder ensayar su escritura, inquietud que desde muy joven siempre tuvo presente. Actualmente desempeña como profesor de nivel medio superior en la ciudad de Cancún. Esta su primera novela corta, fue producto de varios años de constante lucha con el teclado, propia del escritor empírico, pero finalmente concluida.

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    El Mono Verde - Ricardo Garduño Andrade

    Copyright © 2014 por Ricardo Garduño Andrade.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014918094

    ISBN:     Tapa Blanda            978-1-4633-9377-9

                   Libro Electrónico    978-1-4633-9378-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 11/12/2014

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    678295

    Desde el momento en que descubrió su primera arista, Tolztin supo que había encontrado algo especial. Al continuar limpiando la roca que la cubría la primera impresión del minero tlaxcalteca se confirmaba, era una piedra grande.

    Tal vez como un puño pensó Tolztin cerrando su mano e inconscientemente mirándola, calculaba el tamaño de la gema.

    Después de varias horas de trabajo el minero decidió suspender para salir a la superficie y dar aviso de su hallazgo.

    Conforme escalaba los túneles hacia la salida iba pensando si el capataz le creería, pero sobretodo si le dejaría continuar hasta extraerla. Aunque era joven Tolztin creía tener suficiente experiencia para hacerlo pero cuando se presentaban piedras de ese tamaño el capataz debía decidir si algún otro minero con más habilidades debía extraerla, por eso habría que avisarle.

    Tolztin cerró los ojos al percibir la luz del día de lleno en el rostro, después de recuperar la normalidad en la visión buscó a Zol. El capataz estaba contando piedras bajo la sombra de su tejaban.

    Cuando Tolztin se acercó su jefe le espetó. - ¿qué diablos haces aquí?…- mirándolo de arriba abajo volvió a preguntar - ¿Te sientes mal?.

    Tolztin dudó en responder pensando en la última vez que dio un aviso. Sin embargo en esta ocasión no había duda, era una gran piedra.

    - He descubierto una grande – comentó sin mirar a su jefe.

    Zol esbozó una mueca de ironía – canalla Tolztin, eres un embustero de lo peor… si ya no quieres seguir en la mina probablemente lo que necesites sea unos azotes –

    - Sr. Zol … en esta ocasión de verdad hallé una gema … bastante grande – Balbuceó con rapidez el pequeño tlaxcalteca.

    El capataz reflexionó y preguntó - ¿qué tan grande vil pillo?

    - más grande que un puño – respondió Tolztin con mayor seguridad, aunque él calculaba que tal vez fuera mayor a dos puños.

    Zol se acercó al muchacho, era más alto y fuerte que Tolztin así que el minero se petrificó cuando su jefe puso el rostro junto al suyo y le dijo con rudeza.

    - espero que no sea otra babosada tuya, la vez anterior me hiciste mandar a un mayor para que la extrajera, cuando era una piedra que hasta mi abuela hubiese sacado – El capataz continuó presionando al esclavo – En esta ocasión no voy hacer perder el tiempo a otro y como saliste de la mina fuera de tu tiempo si no regresas con una piedra mínimamente del tamaño de tu deforme puño, te voy a azotar yo mismo -

    Zol dio media vuelta y continuó en su quehacer, Tolztin tardó en reaccionar, pensó que pese a la amenaza se le presentaba la oportunidad de demostrar su valía. Sin aguardar más se retiró del tejaban del capataz y se fue al de provisiones, como pudo convenció al encargado para que le diera su ración de 2 días por que pensaba pasar por lo menos tres abajo en el túnel.

    Hacía más de una primavera que había sucedido lo del aviso en falso, desde entonces las burlas no cesaban, le bromeaban diciendo que iba a encontrar otra gema calavera, tan grande como la del famoso cráneo que heredaban los emperadores desde las épocas del primer Moctezuma. Pero a Tolztin no le importaba sabía que algún día se toparía con una gran piedra y creía que ese momento había llegado.

    Como minero sabía aguantar el arduo trabajo sin descansar pero en esta ocasión su cuerpo parecía ni siquiera resentir el esfuerzo, llevaba más de dos días sin parar y es que conforme se iba desnudando el Jade, su impactante belleza cautivaba más y más a su descubridor. Aún ante la incipiente llama que producía su quemador la piedra lograba destellar la luz con extraordinaria belleza. Ya se imaginaba Tolztin los reflejos a pleno sol. Todos quedarían admirados y nunca más dudarían de él, sabía que a un minero que hiciera un buen hallazgo lo recompensaban y aunque el mérito le era suficiente no desdeñaría algunas talegas de maíz o tal vez una fiesta con pulque en su honor.

    Al tercer día un minero más joven se introdujo a su túnel llamándolo – Tolztin… amigo… ¿estás ahí? –

    - ¿Sí, quién llama? – respondió al momento que alejaba el quemador de la piedra y lo acercaba a la entrada para tratar de observar a quien llegaba.

    - Soy Cozal … me han mandado para saber si no estás muerto

    Los dos mineros ya estaban lo suficientemente cerca para observarse a la luz que irradiaban las flamillas de sus quemadores.

    - Estoy bien… he estado trabajando… ¿traes agua?

    El recién llegado le alargo una bolsa de cuero a Tolztin, éste bebió con avidez y comentó – dile a Zol que me voy a tardar más, que estoy seguro de llevarle una piedra del tamaño de casi tres puños.-

    La cara de Cozal se desencajó.

    - ¿No estás exagerando?… en esta mina no se han descubierto gemas de ese tamaño, déjame verla -

    Tolztin impidió a su compañero aluzar la piedra y lo apresuró.

    - No estoy exagerando, vamos sube y dile al capataz, ya la verás cuando la saque -

    Cozal intentó observar algo pero era inútil, dio media vuelta y mientras se alejaba terminó por decir – Si no es verdad lo que dices vas a tener serios problemas con el capataz –

    Toltzin no respondió, regresó a su trabajo y al volver a acercar el quemador a la piedra ésta lo volvió a conmover hasta hacerle correr lágrimas por el rostro, las seco con el dorso de su maltratada mano y se entregó a la etapa final de la extracción.

    Medio día después protegiéndola como una madre a su bebé, el joven minero ascendió a la superficie pero esta vez no tapó sus ojos, forzó la vista para poder apreciar los primeros destellos que la luz del sol provocarían en esa piedra jamás iluminada desde que los dioses crearon el mundo.

    Varios mineros lo voltearon a ver curiosos a sabiendas que había estado más de tres días dentro de la mina y querían saber si realmente lo que Cozal había contado era verdad. Tolztin caminó entre las curiosas miradas, se acercó a la tienda del capataz y ante la callada observación de éste, depositó la piedra en la arena dejando apreciar su colosal tamaño. El murmullo general de los que se habían reunido

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