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Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla
Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla
Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla
Libro electrónico131 páginas1 hora

Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla

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Luis Candilla es un joven que vive en las calles de Toledo, vagabundeando de un lugar a otro. Un día se le acerca el prestigioso pintor El Greco para encomendarle una misión importante: ha de informar a la Corte de que el cuadro "Fábula" está terminado. El joven emprende toda una aventura que le llevará de las calles de Toledo hasta los palacios de Madrid y en la cual será testigo de brujería, traiciones, nigromantes y villanos, pero también de amor, compañerismo y, fundamentalmente, arte.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento12 jul 2021
ISBN9788726927054
Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla

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    Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla - Pablo Barrena García

    Fábula de El Greco. El misterio de Luis Candilla

    Copyright © 2014, 2021 Pablo Barrena García and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726927054

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    Resumen: El pícaro Luis, don Greco y el rey

    Contada en primer persona, al modo y estilo de un pícaro.

    A Luis Candilla, joven de malvivir en Toledo, tras burlar alguaciles, unos mandados lo aprensan y llevan al taller del El Greco (proceden de la misma isla griega, y de ahí este ir tras el muchacho). El pintor desea encargarle una misión delicada, propicia para quien se sabe valer en situación difícil: le pide que informe en secreto a la Corte de que está terminado el cuadro Fábula. Se sabrá después que este lienzo es regalo al rey Felipe II, pero el obsequio se ha de mantener oculto debido a los enemigos del propio rey y del pintor.Comprometido, Luis tiene su primera andanza horrible al ver cómo matan en la catedral a su enlace, y después hay otros sucesos, en calles de Toledo, puentes sobre el Tajo, hospital de Tavera, a orillas del río (Él y Dorotea, su amiga, sufren un ataque ahí y la secuestran). Y luego Luis pasa peores ratos en aquel Madrid, de pleno crecimiento, obras en accesos, plaza mayor, etc., y por ello llegada de trabajadores y otras gentes de variado pelaje.

    Son espacios en los que se desarrolla la aventura del pícaro Luis, con amores, amigos, como El Greco, y en brega contra nigromantes, villanos, pero también de contar con ayudas, gracias a cortesanos leales próximos al monarca. La intriga es feroz, por el fuerte complot a alto nivel que va contra el rey y el pintor, contra el infante, en parte por el hundimiento de la Armada Invencible.

    A LOS LECTORES

    La novela picaresca tuvo gran éxito en el siglo de oro y como escuela literaria ha servido de modelo para componer múltiples obras hasta nuestros días.

    Esta que ahora presentamos es una de las más curiosas del género, por los personajes que en ella aparecen, destacando El Greco, en la acción, y por la incógnita de la trama, basada en un posible suceso de gran importancia histórica, y por los lugares donde se desarrolla.

    Esta contada por un pícaro al servicio del pintor, el cual sospecha de un complot contra el rey Felipe Segundo, así que hay mucha peripecia, mucha aventura y muchos momentos con riesgo de muerte.

    Se desconoce la fecha exacta en que apareció y quién fuera su autor; y sobre lo primero se sabe que permaneció siglos oculta entre papeles de cierta biblioteca privada, y de lo segundo solo cabe hacer conjeturas.

    Luis de Candilla, como figura de una época muy estudiada, no está recogido en manuales y documentos que tratan de los pícaros, especialmente de aquellos que dejaron huella escrita de su aventurera vida. Pero merece honores, por sus trepidantes andanzas, tan sustanciosas en humor, peligros y misterios.

    Para el lector será de gran interés este personaje, ya que encarna de manera singular a un pícaro con el que es fácil empatizar, dada su entrañable chispa humana, rica en ingenio y sensibilidad.

    Es, por tanto, historia para el deleite de los receptores de hoy, con comprensión y capacidad para captar lo más sencillo a la vez que lo más hondo, que es el fundamento que nos impulsa a ponerla en sus manos.

    Libro I

    Capítulo I

    En que Luis de Candilla refiere sus comienzos con El Greco

    Señor escribano, bien me parece a mí empezar la cuestión diciendo que iba en carroza el servidor, con caras abominables como compañía, pero no por mi gusto. Me llevaban, sin abrir la boca, a una casa junto al río, que corría el Tajo como la mar serena.

    Llegamos a la puerta de aquella casa, a la luz del sol naciente, siendo yo don nadie pero traído para que me mandase el buen señor. Nada más poner pie en el corral me saludaron gallinas y cerdos y acudieron a verme unos criados, y había una que era de las más perfecta hermosura.

    Me pensé que sería de edad hasta diez y seis años no cumplidos, y se prestaba de cuerpo y cara para un lienzo, y que es hija de una lavandera, que de esto me enteré después por ella misma, como luego se conocerá.

    Siendo un servidor más mayor, poco menos de ser hombre, el rostro de Dorotea mostró enseguida que mi persona era de su agrado. Pero el de peor catadura de los que me llevaban, viendo lo que sucedía entre ella y yo, me empujó hasta el portalón y dijo:

    - En todo estás a voluntad de nuestro señor, y por eso ándate sin alborotos, no tengas que pasar por lástimas y daños.

    Y su aviso de desconfiado fue duro como el hierro, y así bajé la cabeza, aunque de soslayo miraba anheloso a la joven, ya pensando a la vez en los indicios del menester terrible al que conducía mi sino.

    Todo sucedió porque antes me persiguieron los alguaciles por coger melones de un cestón para que comiésemos los que en la plaza de Zocodover estábamos con hambre. Y llegando la noche encontré refugio entre rocas, junto a la muralla, al costado del río.

    Luego, de primera mañana, vino el ser cazado por unos en el cobijo en que me encontraba riendo por escapar de los otros. Fue tal la hora después del alba cuando los cazadores de fea cara me llevaron a la casa de extrañas señales, de las cuales contaré pronto.

    En verdad os digo que en esas y ahí mismo comenzaron mis tribulaciones, pues tras soltarme el salvaje me recibió un caballero alto como una caña de la orilla del río, de barba entrecana, aspecto devoto y de mirada fiera. Estaba a la gran puerta de madera con tachuelas que abría o cerraba la entrada, como esperando mi llegada, y mientras le miraba humilde y atento me soltó un decir y un remirar que me parecían amenaza cierta.

    - No te hemos traído para que seas reo ante mí, ni siervo de criados o señores, sino para que seas mi mensajero, que en el interior te diré después para qué me has de servir, caro mancebo.

    Con esas palabras misteriosas me dejó solo en el patio y el caballero se adentró en la casa, tenebrosa como una cueva. Viendo que iba a huir como una sabandija, pues yo tornaba a escapar más pronto que antes, el abominable apareció veloz a mi espalda. Me dio una puñada en el hombro que hizo viera las estrellas de la noche anterior, y, con voz ronca de beber vino por la mañana antes de comer, dijo:

    - Longaniza, torreznos, pan, queso y otros manjares te esperan en la cocina, Luis de Candilla, conocido por picarón de Toledo, y así verás qué bien te viene tu nueva condición: y jarrón de agua como compañía, no otra cosa, je.

    Por esas que no supe acertar a responder porque de inmediato me dio un empellón por el patio y allí entré por una puertecilla, trompicando, hasta besar una tabla en la que me senté más por la fuerza que por mi deseo.

    Así quedé ante la mesa, cuyo extremo tocaba el hogar, y olfateé las viandas, y alrededor nuestro, en estantes y colgados, cacerolas, sartenes, cazos, jarras, bandejas, platos y vasos y otras lindezas de cocina.

    Ni cocinera ni criadas ni nadie había, y comí sin parar y sin dejar de mirar a un lado y a otro, en precaución por cuanto si es de común que la mala fortuna te sorprenda sin viandas a mano, cuando hay yantar mejor comer antes de que te partan la cabeza, que a eso está hecho uno.

    El de faz fea, bizca, rajada y torcida, de color rojizo, me contemplaba sonriendo como un amo de malas pulgas, listo para hacerme mil ignominiosas afrentas. Se reía, sí señor, viendo cómo me apremiaba yo en comer cebolla de llorar y entonces me dijo por extenso lo que ahora viene, que es de mucho provecho para ver qué camino iban a disponer a un servidor. Y por añadidura está además lo terrible que me esperaba si no resolvía según me mandasen, y pluguiera a Dios que eso fuera bien a mi sino; y así pensaba yo.

    Capítulo II.

    En que Luis refiere sus andanzas y pasos con El Greco

    El Abominable se sentó al otro lado de la mesa, se puso a tamborear con los dedos en el asiento de tabla ancha, que resonaba aquello como un repique de misa fúnebre, y enseguida dio comienzo a su decir:

    - En pasando al taller donde don Domenikos Theotokopoulos, o mejor con nombre en castellano, Domingo Greco, te ha de hablar, y lo que ahora te digo ha de serte útil. Es un taller de espanto y belleza, con figuras de barro, de cera y de

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