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La conspiración de Phoenix
La conspiración de Phoenix
La conspiración de Phoenix
Libro electrónico515 páginas7 horas

La conspiración de Phoenix

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Información de este libro electrónico

A simple vista, la galaxia parece estar en paz. La humanidad prospera desde el Mundo Capital hasta los confines de El Corredor. Pero para aquellos que pueden ver las señales, está claro que algo anda mal. Unas manos largas y oscuras tiran de las cuerdas dentro del ejército, hacen tratos clandestinos con estados enemigos y llevando a cabo un plan oscuro.

Calvin es un agente de inteligencia que trabaja para el gobierno imperial. Es joven, y aunque sus métodos son poco ortodoxos, obtiene buenos resultados. En el momento en que un ex héroe militar roba una nave de guerra y se vuelve malvado, amenazando con comenzar una guerra, Calvin es enviado a eliminarlo.

Pero mientras persigue a su objetivo a través de las estrellas, se da cuenta de que ambos son peones en un juego de ajedrez sombrío que sacude reinos, divide imperios y amenaza a la civilización. Y si Calvin quiere descubrir el misterio y exponer la conspiración, debe enfrentar los elementos más oscuros de la galaxia y arrojarse a sí mismo, a su carrera y a todos los que ama a la línea de fuego.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 sept 2021
ISBN9781005490881
La conspiración de Phoenix
Autor

Richard L. Sanders

Richard is 34 years old (and holding) and is a Salt Lake City native where he currently lives with his beautiful fiancé Emily and their dogs: June, Bentley, and Mia. (The last of which is technically a cat.) Richard is an attorney admitted to all Utah state and federal courts, but he primarily works as an investigator for the Utah government. He began publishing in 2011 while a first-year law student, and was very prolific with nine publications including eight novels, within five years. In 2016 he took a hiatus from writing, in response to emergent and challenging life circumstances that lasted until 2019. Richard spent these years focused on family, personal growth, and pro bono legal causes. He is excited by his return to the publishing world with several titles planned for release in 2021, including The Gods Who Bleed and Legacy of the Phoenix. In his spare time, he's an avid swimmer, skier, and chess player. (Up for a game? 1. e4 ...)His official website is www.blackoceanbooks.com

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    Vista previa del libro

    La conspiración de Phoenix - Richard L. Sanders

    La Conspiración Phoenix

    Primer libro

    en serie de libros de La Conspiración Phoenix

    por Richard L. Sanders

    Edición de Smashwords

    Derechos de autor 2021 Black Ocean Books, LLC

    Notas de licencia de la primera edición

    Gracias por descargar este libro electrónico. Tiene licencia para su uso personal, pero no puede revenderse con fines de lucro. No hay DRM (gestión de derechos digitales), nunca usaré DRM y te animo a que compartas este libro electrónico con todos tus conocidos. Lo más importante es que, independientemente de cómo obtuviste este libro electrónico, espero que lo disfrutes.

    Este libro electrónico es el primero de la serie La Conspiración Phoenix.

    Para obtener la versión del audiolibro 100 % gratuita, visite www.blackoceanbooks.com y haga clic en audiolibros.

    El segundo libro, El Ascenso del Phoenix, ya está disponible en esta tienda de libros electrónicos.

    Capítulo 1

    Todo parecía estar tranquilo.

    Aquellos que no miraban sus ordenadores, contemplaban los dos monstruosos cruceros que volaban a su lado. Las naves de guerra estaban más interesadas en prevenir su escape que ofrecerle protección.

    Raidan sintió el peso de cada segundo que lo aceraba a lo inevitable, y entre el silencio del vuelo espacial, escuchó las solemnes campanas del verdugo.

    —Esto es todo —murmuró. —Espero que haya valido la pena.

    Su primer oficial levantó la mirada de lo que estaba haciendo, probablemente en respuesta a lo que escuchó. Sus ojos entrecerrados le transmitieron odio.

    Al verla de esa manera, sabiendo que su disgusto estaba justificado, casi lo hizo lamentar su decisión de dejarla en la oscuridad. Ella había sido una amiga fiel en estos últimos años y haberla engañado había dejado un sabor amargo en su boca. Pero si no lo hubiera hecho, si hubiera elegido contarle todo, ella se habría puesto en su contra para comprometer sus esfuerzos. O, tal vez peor, podría haberse puesto de su lado. Raidan dudaba que hiciera algo así; violar la ley y desafiar las órdenes no era su modus operandi. Sin embargo, si lo hubiera hecho, ahora también estaría de camino a la cárcel, algo que no se podría perdonar nunca.

    Pobre comandante Presley. Era una mujer muy hermosa con el pelo dorado, un físico espléndido y, lo más importante de todo, unos ojos verdes que atravesaban cualquier cosa y persona, que no le temían nada y estaban llenos de inteligencia. Ella era más de lo que la mayoría de los oficiales de veintiocho años podrían esperar ser, además de ser un primer oficial sobresaliente. Sus ojos recorrieron su rostro delicado, y parte de él deseaba que ella fuera diez años más joven, como el piloto menor a su lado, cautivado e intimidado por tan impresionante mujer. Con una sonrisa divertida, Raidan se imaginó a sí mismo como el niño que solía ser: el tímido nuevo oficial en el puesto de operaciones, buscando nerviosamente en su mente una excusa para invitarla a salir. El pensamiento le hizo sonreír y, por un momento, casi olvidó la gravedad de la situación. Casi.

    —La nave insignia nos ordena reanudar la velocidad —dijo el piloto.

    Raidan levantó una ceja curiosamente. Tenían miedo de que de alguna manera se escapara, a pesar de la gran fuerza humana que habían enviado para arrestarlo. Quienes tienen poder deben darse cuenta de lo mucho que todavía les amenazo...

    —Sigan todas las instrucciones —dijo, sabiendo que no tenía otra opción.

    —Sí, señor.

    El piloto y el resto del personal del puente se veían elegantes con sus uniformes azules y negros mientras trabajaban incansablemente para mantener la nave averiada bajo control. Tenían cierta dignidad, y había sido un verdadero honor servir con ellos todos estos años. Un honor manchado por el hecho de que él estaba siendo expulsado por la fuerza. Toda esta situación les dejó sorprendidos y confundidos... ¿Por qué las naves imperiales les interceptaron y abordaron? ¿Por qué les escoltaban hasta la estación gubernamental más cercana, Praxis Uno? ¿Y por qué su fiel primer oficial estaba bajo arresto? ¿Su última misión había sido una misión personal del capitán y no de la flota?

    Sus leales oficiales nunca sabrían toda la verdad. Muy pronto todos llegarían a la Praxis, y el tribunal inventaría cualquier explicación para lo que estaba pasando. Nadie podría conocer la historia real. Si solo su tripulación podía saberlo, entonces se darían cuenta de que había hecho lo correcto. Era un conocimiento demasiado peligroso. Por eso, por su propia seguridad, había mantenido a su tripulación al margen de la situación. Si las cosas no salen según lo planeado, si sus amigos no vienen a por él, estaría muerto pronto. No tenía sentido llevarse a hombres y mujeres buenos a la tumba con él.

    —Me voy a mi habitación —anunció, mientras todas las cabezas se volvieron hacia él—. Comandante, se queda encargada de la cubierta.

    —Sí, señor.

    A pesar de que el odio por su traición salía por sus llamativos ojos verdes, su tono de voz era respetuoso.

    —Gracias. —hizo una pausa—. A todos. —Más que un susurro, era un gesto de honor inoportuno, pero sincero.

    Raidan salió del puente, flanqueado por un soldado que lo siguió por tres cubiertas hasta su dormitorio. Raidan pulsó el tablero y la puerta se abrió, pero antes de entrar, se dirigió a su guardia.

    —¿Cuál es su nombre, soldado?

    —Soy el soldado de primera clase Charlie Davis, señor.

    Raidan asintió.

    —Gracias por su compañía, soldado. Eso es todo por hoy.

    Raidan entró a la habitación, dejando claro que el soldado no estaba invitado. En su lugar, el soldado se quedó fuera, protegiendo la puerta que se cerraba detrás de Raidan.

    Al fin, solo, Raidan pudo relajarse. Se cambió la camisa por algo más cómodo y se sentó en su pequeño escritorio. Su habitación era la mas grade de toda la nave, e intentaba mantenerla tan sencilla como la de cualquier alférez. Alfombras rudimentales, paredes grises vacías, una cama estándar y un escritorio sencillo. Su único lujo era el que no podía prescindir: una ventana con vistas a la pared del puerto.

    El panorama estaba dominado por la gran ISS Andrómeda, la nave insignia de la Quinta Flota. Era un espectáculo para cualquiera. Más de cuatro veces el tamaño de la Phoenix de Raidan, era como un tapiz gigante con todos los contornos y bordes y con la mejor estructura e ingeniería de la galaxia. Sus luces salpicaban los colores de la Flota Imperial Real contra su casco, azul y blanco, y brillaba ferozmente contra el fondo negro vacío del espacio. Para Raidan esa nave era un símbolo de todo lo que alguna vez había sido los mejores días del Imperio, y su corazón la latía como nunca por ella.

    Otros no le creerían, pero la verdad era que todo lo que había hecho había sido por el bien del Imperio. Ese conocimiento le dio una pequeña pizca de paz.

    La vicealmiranta Aleksandra Harkov estaba en algún lugar a bordo de esa nave insignia. Ya sea en el puente o en su dormitorio, su presencia llenaba cada centímetro de su enorme nave e impregnaba el espacio a su alrededor. Ella había sido amable con él al permitirle seguir al mando hasta que llegaran a la Praxis, incluso si fuera solo una fachada. Y, aunque ella había sido la única en arrinconarlo y arrestarlo, Raidan no sintió rencor hacia ella. Ella tenía tanto buenas intenciones como ignorancia. Dudaba de que pudiera ver o entender la verdadera amenaza que enfrentaba el Imperio, a pesar de su elevada posición. Lo más probable es que ella era sólo otra peona ciega en el juego más mortífero jamás jugado.

    —No se preocupe, almiranta. No me resistiré... todavía.

    Raidan cogió la botella de güisqui de su escritorio y quitó el corcho. Un viejo proverbio le vino a la mente: «No bebas para emborracharte. Bebe para disfrutar de la vida». Tomó un sorbo, tratando de olvidar que, dentro de tres horas, las autoridades lo detendrían en Praxis. Y, después de eso, o bien sus amigos vendrían a por él o no. Pero al menos había hecho su parte para salvar al Imperio.

    Capítulo 2

    La IWS Nighthawk fue una de las naves furtivas de clase fantasma que el Imperio encargó a su Flota Imperial. Era pequeña y ágil, difícil de ver y aún más difícil de atacar. Era negra de proa a popa, y llevaba sus luces de identificación generalmente apagadas. Su distinción era la de la Sección de Inteligencia; una que, cuando se transmitía a una estación Imperial, decía en términos muy claros: «Haz lo que te decimos sin hacer preguntas. Por qué estamos aquí no es asunto tuyo. Apártate de nuestro camino».

    La nave era rápida y sigilosa, y se centraba en su defensa, utilizando tecnologías que la mayoría de la galaxia ni siquiera sabía que existían. Gracias a esas tecnologías, la ISS Phoenix de Raidan finalmente había sido rastreada. La Quinta Flota había barrido el espacio en busca de la nave durante más de dos días ST (hora estándar) antes de finalmente contactar a la Sección de Inteligencia en busca de ayuda. Dos días más y la Phoenix fue encontrada, nuevamente bajo el control de la Flota Imperial. Ahora la Nighthawk y el resto de la flotilla de interdicción seguían a la Phoenix en su camino a Praxis, donde se haría justicia y, con suerte, el incidente sería investigado.

    Calvin Cross, el oficial al mando de la Nighthawk, seguía inquieto. Todo el asunto no tenía sentido para él. Su investigación sobre el capitán Asari Raidan y la Phoenix había sido desafortunadamente corta; solo dos días habían tardado en encontrar la nave. Sin embargo, Calvin esperaba encontrar un motivo en ese momento que lo explicara todo, pero no fue así. Nadie pudo encontrar nada.

    Raidan, un capitán condecorado, un veterano de la Gran Guerra, inexplicablemente se había vuelto un forajido, había atacado y destruido un convoy civil de comerciantes extranjeros, y después se había negado a comunicarse con las naves y puestos de avanzada imperiales. Luego, cuando finalmente fue atrapado, se había rendido sin resistirse. Ahora esperaba, presumiblemente en su puente, volando hacia Praxis, donde enfrentaría la pena de muerte.

    ¿Por qué lo hiciste, Raidan?

    Algunos creían que se había roto mentalmente; años de excesiva presión, la crisis de mediana edad, o tal vez un desequilibrio químico que se manifestaba en ese momento. Calvin desestimó todas estas teorías. Raidan tenía un motivo; solo tenía que dar con ello.

    —Entrando en el sistema Praxis. Propulsores de frenado activados. Estamos de nuevo en espacio estándar, capitán —dijo Sarah desde la estación de navegación. Ella era una joven morena, un año mayor que él, con ojos marrones y un comportamiento sereno, y muy popular entre su tripulación muy unida. Todos bromeaban diciendo que ella estaría tranquila incluso si la nave fuera atacada y todos estuvieran a punto de morir.

    —Gracias —asintió Calvin. No le gustaba que le llamaran capitán, en parte porque era demasiado formal, pero sobre todo porque no era cierto; no era el capitán. No uno de verdad. En papel, era un teniente comandante, un tecnicismo que pocos fuera de su personal conocían desde que era OC y, por lo tanto, ocupaba el rango de capitán en funciones.

    —Ponte en contacto con la torre de control, realiza una solicitud de acoplamiento y comienza un acercamiento estándar. Ya conoces el procedimiento.

    —Sí, señor.

    Su nave fue detrás de la Phoenix y las dos naves de guerra en sus flancos. La Phoenix emitió una señal lumínica blanca de acatamiento, mostrando su casco dañado y dejando a la vista otro misterio por resolver. Las quemaduras de plasma y los patrones de trituración que marcaban las cicatrices de la nave no habían venido de la operación de interdicción de la Flota Imperial. Raidan no se había resistido. Las lesiones, sin embargo, habían venido de otro lugar. La pregunta era: ¿quién había estado luchando con el capitán? Indudablemente, el daño era demasiado grave para ser obra del convoy civil que él había atacado.

    Una transmisión llegó a través de los altavoces del puente.

    —IWS Nighthawk, desactive sus armas y espere para la autenticación. —Dos centinelas abandonaron su posición y se acercaron en el lado del puerto. Calvin los observó maniobrar en la pantalla tridimensional.

    —Hemos sido atacados por dos pequeños destructores. Las armas siguen calientes —dijo Miles desde el puesto de defensa.

    —Son un poco delicados a esta distancia, ¿no es así?

    Calvin había estado en muchas misiones, pero nunca se había acoplado con ninguno de los puestos de avanzada del espacio.

    —Está bien, apaga todo y haz lo que dicen.

    Un minuto más tarde, las naves patrulla se alejaron y se reincorporaron a su escuadrón.

    —IWS Nighthawk, está autorizada a acercarse.

    Pasaron por las defensas exteriores de la estación y, después de recibir la autorización de Control de Tráfico, entraron en una larga órbita alrededor del planeta, esperando su turno para atracar. Eran los últimos, así que tenían unos minutos.

    —¿Qué crees que pase ahora? —preguntó Sarah.

    —Dos palabras —dijo Miles, girando su silla hacia el centro—. Tribunal Militar.

    —No lo creo —dijo Calvin. —La Phoenix nunca disparó contra ninguna de nuestras naves y, dada la naturaleza internacional del incidente, espero que sea un Tribunal General.

    —Hubiera esperado un consejo de guerra —dijo Shen.

    —Es una situación complicada. Lo que hace preguntarme qué es lo que otras personas están especulando —dijo Calvin, mostrando la sonrisa pícara por la que era tan famoso, la que hizo que la gente adivinara que era incluso más joven que sus veinticinco años—. Escuchemos las noticias locales. Shen, ponlas en las pantallas del puente.

    —Sí, señor —dijo su oficial de operaciones. Su pelo largo descuidado y su figura bulbosa lo hicieron parecer inadecuado para la Sección de Inteligencia, pero Calvin dudaba de que hubiera una persona más inteligente en la nave.

    Segundos después, varias pantallas cobraron vida con la imagen de una reportera, incluida la que estaba en la estación de comando.

    «Hemos recibido informes de que el hombre que la policía militar tomó bajo custodia es el capitán Asari Raidan de la nave Imperial Phoenix. Para aquellos que acaban de sintonizar, hace unos momentos, la policía militar estaba por las terminales del Punto de Acceso Uno y arrestó a quien ahora sabemos que es el capitán de la Armada Imperial, Asari Raidan. Una persona en el lugar pudo grabar esta secuencia».

    La imagen cambió para revelar varios oficiales de la armada vestidos de azul y negro que descendían por una rampa, acompañados por soldados con uniformes grises. Al llegar, el capitán, Raidan, levantó las manos y permitió que varios policías militares lo rodearan, lo esposaran y se lo llevaran. Una multitud de personas, incluido el personal de la estación, trató de ver más de cerca, pero fueron retenidos por una cuadrilla de seguridad.

    «Acabamos de escuchar que Asari Raidan ahora está siendo trasladado al Centro de Detención 201. El ejército se ha negado a comentar oficialmente sobre el arresto, pero hemos escuchado de un oficial anónimo que mañana podría comenzar un Tribunal General. No pudo decirnos si el juicio sería público o no».

    Sarah agitó una mano para llamar la atención de Calvin.

    —Tengo un mensaje de Control de Tráfico. Estamos autorizados a atracar en cinco-B.

    Calvin silenció la transmisión.

    —Muy bien, Sarah, comencemos la conexión.

    Enseguida. Sus dedos tomaron hábilmente los controles y, a través de las ventanas, el muelle estelar se hizo visible lentamente.

    —Copiado, Control, esta es la IWS Nighthawk comenzando nuestro acercamiento, —dijo Sarah por sus auriculares mientras pilotaba.

    Calvin se reclinó en su silla.

    —¿Sabes algo? —dijo, mirando a Anand Datar, su mejor amigo y fiel primer oficial—. Estoy deseando que llegue este descanso.

    —Como si alguna vez pudieras dejar de trabajar.

    —No, lo digo en serio. —Calvin se rio—. Estoy agotado.

    —Si estás agotado, eso significa que el resto de nosotros estamos post mortem o cerca de ello. Cómo nos hacen trabajar, a veces me gustaría estar en la armada y poder descansar en uno de esos cruceros de lujo. —Anand sacudió la cabeza en una exagerada muestra de irritación.

    Calvin sabía que Anand les tenía resentimiento a los habitantes de la nave por tener más comodidades que en la suya: salones, bares, gimnasios; cosas para las que una nave sigilosa no tenía espacio.

    —¿Lo suficiente como para pedir una transferencia? —preguntó Calvin. Su voz tenía un tono burlesco, pero en realidad no estaba bromeando. Sabía que su primer oficial tenía algunas quejas con la Sección de Inteligencia, y probablemente era solo cuestión de tiempo antes de que lo dejara todo.

    Anand ignoró la pregunta.

    —Disminuyendo la velocidad a 7.2 MC por segundo —dijo Sarah mientras la nave se inclinaba en la posición de conexión y se detuviese—. Parada completada. Las abrazaderas están acopladas, lo que nos ha dado otro vuelo perfecto. —Sarah giró su silla para mirar hacia el centro del puente, sonriendo.

    —Buen trabajo, como siempre —dijo Calvin, golpeando el intercomunicador—. Atención, este es el CO. Hemos atracado en la Praxis One, y las pasarelas de acceso están acopladas. Diríjanse a las esclusas para desembarcar la nave. A partir de este momento todos están de permiso oficial durante cuatro semanas. Eso es todo.

    —¿Esto significa que ya no tenemos que seguir tus órdenes, Cal? —preguntó Miles con una sonrisa tonta.

    —Algo así —Calvin sonrió—, pero cuando todo termine, y espero que sea así, haré que limpies todas las cubiertas de la nave. Ahora date prisa y sal de aquí. Tu libertad está en juego.

    Miles se rio; era un hombre grande, y su risa era fuerte.

    —No necesitas decírmelo dos veces. —Se puso de pie y se marchó hacia el ascensor—. Nos vemos en el casino, capitán.

    —Esta vez no. No tengo dinero, y no puedo permitirme perder nada contra ti —dijo Calvin, mintiendo. Siendo soltero con una paga de capitán, tenía más Q de lo que podía gastar, especialmente porque prefería un estilo de vida simple. Además, Miles no era muy bueno con las cartas; Calvin, muy probablemente, se haría con los ahorros de Miles. La verdadera razón por la que Calvin planeó evitar ir al casino en este viaje fue por el caso de Raidan. Calvin quería centrarse en ello sin distracciones, especialmente del tipo que podría convertir rápidamente su riqueza en pobreza.

    —Como quieras, Cal. Tengo dos mil Q que quieren convertirse en veinte mil, así que no te pongas celoso cuando regrese con la casa de alguien.

    Miles mostró una enorme sonrisa mientras la puerta del ascensor se cerraba.

    ***

    Calvin abandonó la nave por la pasarela de acceso de la cubierta dos. A pesar de que las vías de acceso estaban selladas hasta cuatro veces y no eran muy largas, siempre odiaba salir por ellas. De alguna manera, no podía dejar de pensar que podía ser absorbido por el espacio. Tales accidentes nunca ocurrieron, pero de todos modos le molestaba, solo por el hecho de poder imaginarlo.

    Atravesó la escotilla secundaria sin ningún problema y descendió por la escalera hacia la rampa que lo llevaría a la terminal. Antes de alcanzar el nivel del suelo, vio el vestíbulo lleno de gente. Algunos llevaban uniformes de personal, otros atuendos militares, incluidos los soldados en cada puesto de control, pero en su mayoría eran civiles, dispersos en cientos de pequeños grupos, todos esperando ser trasladados después de que la Nighthawk fuera retenida. La cantidad de personas en el hangar lo sorprendió. Pensó que, para ser de madrugada, había demasiada gente, hasta que se dio cuenta de que aquí era casi mediodía. Por lo general, los visitantes tenían el mismo problema cada vez que venían a la estación; por eso había enormes relojes azules en las paredes que decían: 1110 LT y 0230 ST.

    Como era personal del gobierno, el cuerpo de seguridad lo llevó a un puesto de control básico en lugar de hacerle una revisión aduanera habitual con sus engorrosos procedimientos y largas colas. La inmigración era difícil en todos los sistemas imperiales, especialmente la inmigración extranjera. Sin embargo, esto nunca representaba ningún un problema para él, ya que era humano y pertenecía a una rama de élite del gobierno. El oficial de seguridad le indicó avanzar al siguiente escritorio disponible donde había un guardia de mediana edad sentado detrás de varias computadoras. Llevaba un uniforme verde, de la seguridad local, y un enorme bigote.

    —Bienvenido a Praxis Uno —dijo el guardia. —Me facilita su identificación y presione su pulgar sobre el aparato.

    Calvin acató la orden. Esperaron casi un minuto para que la computadora analizara su tarjeta para detectar cualquier tipo de manipulación.

    —Vaya, uh ... negro y plateado —dijo el guardia, silbando mientras miraba el uniforme y los colores de la Sección de Inteligencia; negro desde el cuello hasta las botas con un toque de plata, incluida su insignia de rango y la faja de oficial.

    A Calvin le gustaba su aspecto; era mucho más elegante e interesante que el azul y el negro estándar de la armada.

    —Veamos ... ¿Usted está aquí para algún tipo de misión? Por lo general, solo vemos uniformes azules y negros por aquí.

    Calvin forzó una sonrisa; le gustaba la atención, pero sería un oficial terrible si dejara que su ego controlara sus labios.

    —Lamentablemente, solo estoy de vacaciones.

    —Por supuesto. —El hombre guiñó un ojo—. En ese caso, le deseo buena suerte con sus «vacaciones». —Mientras hablaba, la computadora emitió un pitido de aprobación, y el guardia asintió para que avanzara—. Siga las flechas a su izquierda para su alojamiento, transporte, información y cualquier otra cosa que necesite.

    —Gracias. —Calvin guardó su tarjeta y se dirigió hacia las oficinas que estaban en la pared del fondo. Si hubiera estado en una misión, los oficiales habrían arreglado todo, y alguien lo habría estado esperando justo después de haber pasado el punto de seguridad. Pero como estaba de permiso, aparte de su papel en el tribunal de Raidan, era simplemente un civil. Lo que significaba un alojamiento civil y tener que lidiar con esperas prolongadas, sin vacantes, precios altos y largas colas. Eran inconvenientes que él había olvidado, porque nada de eso existía en su mundo de naves espaciales y espacio abierto.

    Calvin se encontró con una larga fila e intentó no abrirse camino muy bruscamente entre la ocupada gente moviéndose entre oficinas y quioscos. Deseó que Raidan hubiera sido arrestado en un pequeño puesto con menos personas, así no tendría que hacer frente a grandes retrasos.

    Tomó un número y se apartó del resto. Incapaz de encontrar un asiento, se apoyó contra la pared y se preguntó cómo ocuparía el tiempo de espera. Una señora trató de involucrarlo en una conversación educada y muy aburrida sobre nada. El monólogo de la señora rápidamente se convirtió en un interrogatorio sobre la vida personal de Calvin, quien no tenía ni la menor intención de compartir nada con ella. Cuando Calvin demostró ser menos comunicativo, la mujer empezó a hablar muy animadamente de los rasgos positivos de sus nietas, a quienes ella le gustaría que él invitara a salir, o a sus nietos, si eso fuera más de su agrado. Toda la conversación fue muy incómoda. Calvin intentó buscar una manera de zafarse de la situación. Fue entonces cuando vio a una mujer de aspecto familiar y extremadamente hermosa con un atuendo azul marino. Incluso desde esta distancia era sorprendente.

    —¡Qué sorpresa! —dijo Calvin, interrumpiendo la jactancia de la señora sobre las habilidades culinarias de una de sus nietas. —He visto a una buena amiga. Ha sido un placer hablar con usted. —Con eso se alejó a toda prisa.

    La mujer al otro lado de la sala era Summers Presley, primer oficial de la ISS Phoenix y, definitivamente, no era una vieja amiga. De hecho, nunca la había visto, al menos en persona. Era impresionante. Su cabello rubio en forma de cascada y exquisito físico, y su aura de seguridad desarmaba a cualquiera. Calvin pudo reconocerla gracias a una breve investigación que había hecho sobre la Phoenix, y no había cabida que no fuera ella. Su fotografía se parecía más a la de una supermodelo que a la de un perfil militar. Probablemente era la mujer más hermosa que Calvin había visto nunca. Un hecho que sabía le traería más problemas que ventajas.

    —Summers Presley —dijo Calvin. —Me alegro de haberle reconocido. Tengo unas preguntas que hacerle…

    —Perdone. ¿Le conozco? —Ella se detuvo y lo miró, perecía un poco distraída y molesta. La forma en que se dirigió a ella violaba unas cuantas reglas de protocolo.

    Los oficiales desconocidos siempre se referían entre sí por título o rango, nunca por nombre y apellido. El uso de los nombres de pila era algo que solo hacía Calvin, y ciertamente no era alentado por la Flota Imperial o la Sección de Inteligencia. Esta vez no había jugado a su favor, especialmente porque, él era un oficial de menor rango que ella.

    —Oh, claro, lo siento —dijo Calvin, pero el daño ya estaba hecho—. Soy Calvin Cross de la IWS Nighthawk.

    Sus ojos fueron directamente a su insignia de rango.

    —¿Teniente comandante?

    —Sí, pero no dejes que la barra de plata te engañe. Soy oficial comandante.

    Ella levantó las cejas y le dio una mirada extraña, una mezcla de intriga, desdén y escepticismo.

    —Venga aquí —dijo Calvin, alejándola de la multitud—. Voy a asistir al juicio de su OC y, como oficial de inteligencia, he tenido que investigar un poco, y, francamente, no entiendo algunas cosas. Espero que pueda ayudarme a atar algunos cabos, sobre todo la información que se encuentra en los registros, como hábitos, rasgos, comportamientos o cualquier cosa sobre Raidan. Me gustaría entenderlo todo...

    —No comprendo —le interrumpió Summers. No hizo ningún esfuerzo para ocultar su oposición a cooperar. —¿Estoy siendo implicada de alguna manera en todo esto?

    —Vaya, no, en absoluto —dijo Calvin, levantando los brazos inocentemente. —Esta no es una investigación oficial. —Todavía no estaba convencido de que ella tuviera ver en lo que había pasado en la Phoenix, pero su prioridad era investigar a Raidan. Por ahora, Summers era solo un activo de inteligencia y nada más—. No quiero que confunda las cosas. Solo espero que pueda decirme algo que no conozca. Podría decirme algo sobre Raidan. He visto sus notas y la describen como una oficial excepcional, pero más importante, como una amiga cercana. Él confió en usted, y usted estaba con él cuando todo empeoró. Su punto de vista sería invaluable.

    Sus palabras hirieron a Summers por una fracción de segundo. Calvin pudo verlo en su rostro antes de que se volviera un poco frío.

    —El capitán Asari Raidan era un hombre muy reservado y mantenía sus sentimientos para sí mismo. Estoy tan desconcertada como usted, teniente comandante, pero la suerte ya está echada. Él se rompió y se inclinó por la violencia, o sucumbió a un profundo odio hacia el pueblo rothamiano, a quienes nos ordenó aniquilar. Cualquiera que sea el caso, él es un criminal y no está apto para comandar. Nada más que eso.

    —Con todo respeto, comandante, pero sé que hay más, mucho más, y usted debe ser la primera en saberlo. Usted trabajó con él durante seis años y fue su primer oficial durante casi dos. ¿No le molesta pensar que un capitán condecorado nueve veces, de una buena y próspera familia, y ciudadano íntegro, echaría todo por la borda sin ninguna razón, especialmente después de veintinueve años de servicio?

    Ella cerró los ojos por un momento, viéndose completamente frustrada.

    —Usted habla como si yo estuviera involucrada en este crimen, teniente comandante. Lamento decepcionarle, pero no es así.

    —No, lo siento —dijo Calvin—. A veces no soy muy bueno para comunicar lo que estoy tratando de decir. Si no le importa, le haré otras preguntas más sencillas sobre los días previos al incidente en Beotan, comenzando justo antes de que el capitán Raidan ordenara que la Phoenix desactivara su energía.

    Una vez más, él vio el destello de lo que podría haber sido un dolor sincero dentro de ella. Pero esta vez, en lugar de parecer vulnerable, Summers entrecerró los ojos y su voz se volvió de acero.

    —Estoy segura de que todas sus reflexiones quedarán respondidas en el juicio, que, a pesar de lo que usted piense, no comenzará hasta mañana. Ahora, si no le importa, preferiría no discutir nada más de manera extraoficial.

    —Sí, por supuesto —dijo Calvin, asintiendo exageradamente—. Comandante.

    Ella le devolvió el gesto con una sonrisa falsa y se marchó.

    Capítulo 3

    La habitación que se le había dado a Calvin tenía aproximadamente el mismo tamaño que su dormitorio a bordo de la Nighthawk. Era lo suficientemente grande como para tener una cama, un escritorio, varios cajones y un montón de cajas. También era escasa y estéril. Un pequeño armario con licores era el único lujo que tenía, pero como Calvin no bebía, solo ocupaba espacio en una habitación muy ajustada.

    A sus pies, y en montones sobre su cama, estaban todas sus pertenencias que había traído consigo desde la Nighthawk. Incluso habían retirado y hecho añicos los pósteres. Probablemente era el único OC en el Imperio que decoraba su dormitorio con pósteres de músicos y películas. Le gustaba el color y el ruido con el que llenaban el espacio, le recordaban el lado mas corriente de la vida. Sin embargo, debido a la limpieza programada en la nave, todos habían sido removidos y, en su condición actual, nunca los volvería a usar. Por suerte, les habían costado menos de un Q cada uno, por lo que serían fáciles de reemplazar.

    Se movió por la habitación evadiendo alguna de sus cosas, solo desempacó las cajas que estaban sobre su cama. Sabía que lo que debía hacer era organizar todo ahora y evitar hacer la siesta para adaptarse a la hora local. Sin embargo, para Calvin, su mejor idea ni se le asemejaba a lo que debía hacer. Él sabía que no podía ser productivo mientras estaba cansado. Así que, con un jadeo, empujó la última caja fuera de la cama para poder recostarse. Cuando la caja cayó al suelo, se abrió y salió rodando una bola de carga en forma de limón. La cogió, sintiendo el cuero firme mientras la giraba en sus manos. La había usado en un juego y llevaba los colores blanco y carmesí de los Cardenales de Camdale.

    Él, Anand y Miles habían sido parte de la llamada «Clase milagrosa» de 1212. El año en que su escuela pública, de una de las partes mas humildes de Mundo Capital, venció a todas las universidades principales del Imperio en las competiciones académicas y en el único deporte que el Imperio parecía importarle: bolas de carga. Y aunque él y sus amigos nunca fueron a un solo partido, era algo por lo que se sentían orgullosos. Eran los rebeldes menos favoritos con el sorprendente y permanente enfado.

    Calvin sonrió, pensando en algunos de los días de «gloria» de hace solo seis años. Desde incursiones extravagantes, y a menudo infructuosas, con chicas hasta bromas y fiestas que, frecuentemente, terminaban de manera decepcionante, sus años académicos los habían unido a todos. Ahora, en parte como recompensa por sus esfuerzos en la Misión Hadar y por la buena suerte, seguían juntos. Calvin había tenido la oportunidad de elegir a la mayoría de su tripulación una vez que había tomado el mando de la Nighthawk. Él sabía que no duraría para siempre, las transferencias ocurrían muy seguido, pero mientras le dejaran servir junto a sus amigos, lo disfrutaría.

    Acostado en su cama, giró la bola de carga en sus manos y miró el techo. Sus pensamientos cambiaron a su reciente encuentro con Summers Presley.

    Después de que ella se marchara, él había evitado que sus ojos la siguieran. No le gustaban las mujeres arrogantes, en especial aquellas que probablemente tenían todo en bandeja de plata. Todavía estaba irritado y preguntándose cómo podría haber manejado mejor la conversación.

    Tenía una buena memoria fotográfica, y, como había reinterpretado la conversación en su cabeza, podía verla en su mente casi tan claramente como una fotografía. Prestó atención a su lenguaje corporal, que a menudo resultó más honesto que sus palabras, y se sintió inestable. Algo sobre el encuentro le molestó.

    Sí, no le gustaba que hubiera sido frío y sin éxito. Sin embargo, lo más importante, ella inadvertidamente había dejado algo claro: le importaba Asari Raidan. A pesar de su muestra de rencor y frialdad, no podía ocultar el hecho de que se sentía traicionada por él personalmente y no sólo profesionalmente. En un momento u otro, ella había tenido sentimientos hacia él. ¿Qué eran? ¿Admiración? ¿Amistad? ¿Amor?

    Lamentablemente, Calvin no había recogido nada más. Summers le había distraído con su cabello, ojos cristalinos, labios voluptuosos, dientes blancos y brillantes, y una cara delicadamente segura y fuerte. Su belleza opacó su cuerpo en su mente, haciéndola increíblemente difícil de analizar. Finalmente se dio por vencido, decidió que probablemente no era parte del plan de Raidan para atacar a las naves rothamianas, aunque su relación con Raidan fue definitivamente más de lo que ella intentó ocultar.

    El timbre rompió su concentración.

    —Adelante —dijo Cal.

    La puerta se deslizó a un lado, y Anand entró. Llevaba el pelo desordenado y rasposo, lo que encajaba con su piel, pero contrastaba con su uniforme negro excesivamente inmaculado. En una mano sostenía un conjunto de papeles.

    —¿Y ahora qué necesitas? —le preguntó Calvin mientras se sentaba. Le lanzó la bola de carga, pero Anand la dejó caer, arruinando lo que habría sido una buena atrapada con una sola mano.

    Anand se agachó para levantar la bola.

    —No te preocupes por eso —dijo Calvin—. Todo está desorganizado de todas maneras.

    —No serías tú si no lo estuviera —dijo Anand con una sonrisa.

    —Muy gracioso. —Calvin puso los ojos en blanco— ¿Para eso has venido? ¿Para hostigar a tu superior? ¿Para no dejarle hacer su siesta?

    —Tranquilo, Cal. Yo soy el verdadero comandante aquí. —Anand señaló la barra de oro de su solapa—. Así que estoy perfectamente a salvo molestándote a ti y a tu inmerecida siesta, teniente comandante.

    —Esta es la segunda vez que alguien me recuerda eso. No debería volver a abandonar mi nave... y no pienses que solo porque estamos aquí te salvarás de esta. En cuanto volvamos, te tendré vigilado durante días —dijo Calvin—. Estas vacaciones tampoco me harán olvidarlo. Te lo recordaré todo el tiempo. Me tomo mis siestas muy en serio.

    Anand se rio, pero había un toque de tristeza en su risa, y, cuando se detuvo, su rostro se volvió pensativo.

    —En realidad, por eso estoy aquí. No volveré a la Nighthawk.

    —¿De qué estás hablando? — Calvin se puso de pie, y Anand le entregó los papeles.

    —Me han dado el mando de la Phoenix, con efecto inmediato. Parece que la Flota Imperial no está muy segura de que el capitán Raidan vuelva al servicio pronto, y quieren que alguien externo haga una auditoría completa de la nave y la tripulación.

    —¿Y ese eres tú?

    Anand asintió.

    —¿Quién mejor que la Sección de Inteligencia?

    Calvin ojeó los documentos, que eran todos oficiales y con sellos digitales.

    —¿Por qué no me notificó la Flota Imperial sobre esto?

    —Después de que lo supe, le pedí al vicealmirante que me dejara ser yo el que te lo dijera.

    —Bueno... al menos te dejaron hacerlo. ¿Dijeron quién es mi nuevo primer oficial?

    —No. Apuesto a que están esperando que termine el juicio antes de anunciarlo.

    —Sí, eso es. Le doy un noventa por ciento de que ni siquiera lo saben todavía.

    Anand se rio.

    —Esa es la Flota Imperial para ti.

    —Bueno... —Calvin no estaba seguro de qué decir. Se sintió un poco herido, pero disimuló su decepción. —Lo que tu ordenes... —Trastabilló con las palabras—. Será emocionante.

    —Estoy extático —dijo Anand, tal vez con más entusiasmo de lo que pretendía—. No es que no

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