HISTORIA DEL ESPIONAJE
El triunfo universal de la técnica ha puesto patas arriba, en mayor o menor medida, todas las profesiones, pero en el caso del espionaje la revolución ha sido copernicana. Está claro que no es lo mismo transmitir un mensaje mojando la pluma en leche o en zumo de limón que encriptar un documento en base digital. Hoy los espías son un poco ingenieros, un poco químicos, un poco informáticos, un poco de todo, pero antes no era así. A los de antaño les bastaba con tener sentido común, buena memoria, un certero golpe de vista y, antes que nada, una gran discreción.
EL ANTIGUO OFICIO DE HUSMEAR Y VIGILAR
Hablar de los agentes del pasado es forzosamente injusto, ya que los mejores profesionales siempre fueron, por definición, los más discretos: no dejaron tras de sí esculturas ni sinfonías por las que ser recordados. De hecho, la mayoría no dejaron siquiera un nombre; todo lo más, un alias.
Los espías han existido siempre. Si Caín concibió su envidia fratricida fue porque vigilaba a su hermano Abel; de otro modo, no habría tenido motivos para ello. Pero
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