Seis noches de seducción
Por Maureen Child
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Para Tessa Parker lo más embriagador de trabajar en la destilería Graystone Spirits era su jefe, que era un territorio prohibido. Sin embargo, no había conseguido que Noah Graystone, director de la empresa, la considerara algo más que su eficiente secretaria. Al final, harta, presentó su dimisión, aunque accedió a ir con Noah a Londres de viaje de negocios y aprovecharlo para tener una aventura sin compromiso. Pero ¿esos seis días apasionados serían su última oportunidad?
Maureen Child
Maureen Child is the author of more than 130 romance novels and novellas that routinely appear on bestseller lists and have won numerous awards, including the National Reader's Choice Award. A seven-time nominee for the prestigous RITA award from Romance Writers of America, one of her books was made into a CBS-TV movie called THE SOUL COLLECTER. Maureen recently moved from California to the mountains of Utah and is trying to get used to snow.
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Seis noches de seducción - Maureen Child
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2021 Maureen Child
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Seis noches de seducción, n.º 2149 - julio 2021
Título original: Six Nights of Seduction
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-687-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
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Capítulo Uno
–Llama a Matthew –Noah Graystone miró a su secretaria, Tessa Parker–. Quiero saber cómo va la búsqueda de un distribuidor en Míchigan.
Tessa tomó nota en el iPad y dijo:
–Veo que va a llamar a las cuatro para ponerte al día.
Noah volvió a mirarla, esta vez fijamente, a los azules ojos.
–Ya sabemos que no lo va a hacer. Es un estupendo vendedor y tiene buenos clientes, pero informar a la hora convenida no es uno de los puntos fuertes de mi hermano menor.
Los tres hermanos Graystone trabajaban en la destilería Graystone Fine Spirits y habían convertido el sueño de su abuelo en una empresa multimillonaria. Pero Noah sabía, hacía tiempo, que ni su hermano ni su hermana estaban tan comprometidos con el negocio como él.
Su despacho, en la última planta de un edificio de Newport Beach, en California, tenía vistas al puerto y al mar, aunque él pasaba la mayor parte del tiempo mirando la pantalla del ordenador. El despacho era grande y lujoso. En las paredes colgaban fotografías de la destilería y las estanterías estaban llenas de los premios que habían ganado los licores que en ella se producían.
Pero faltaba uno, que Noah estaba resuelto a ganar: el del mejor vodka del mundo. El vodka Graystone era creación de su abuelo, y Noah centraba sus esfuerzos en ganar esa distinción en su recuerdo de él. Cuando lo hubiera conseguido, seguiría ganando todos los premios existentes. No se detendría ante nada.
–Sí, Matthew no respeta los horarios, pero tú eres tan puntual que le sacas las castañas del fuego.
Noah enarcó las cejas.
–¿Es una indirecta?
–Posiblemente –miró la tableta y dijo–: Tu hermana ha mandado un correo electrónico para decirte que tiene que hablar contigo de las ofertas que está llevando a cabo.
Su hermana Stephanie era la directora de operaciones, así que él no tenía por qué actuar como tal.
–Dile que haga lo que mejor le parezca. Además, hoy no tengo tiempo para otra reunión.
–Muy bien. Hablando de reuniones, y de esta no te puedes librar, la que tienes con la empresa que va a realizar las nuevas etiquetas se ha trasladado a las tres.
–¿Qué? –el horario de Noah era inamovible, y él esperaba lo mismo de las personas con las que trabajaba–. ¿Por qué?
–Parece que la canguro de la señora Shipman no puede ir hoy. Se reunirá contigo en cuanto llegue su madre para quedarse con los niños.
¿Por qué las familias con hijos se empeñaban, además, en dirigir empresas? O una cosa o la otra. Las dos a la vez no podían hacerse bien. Era el motivo principal por el que evitaba cualquier clase de compromiso con una mujer. Hacía tiempo que había decidido dedicar su vida a honrar a su abuelo y a enmendar lo que su padre había estado a punto de destruir.
Cuando deseaba a una mujer la tenía, pero no dejaba que se quedara mucho tiempo. Si eso lo convertía en un canalla, al menos era sincero.
Negó con la cabeza y murmuró:
–Me está bien empleado por arriesgarme con un empresa pequeña.
–Recuerda que hicimos un concurso para encontrar una nueva porque nuestro fabricante de etiquetas se había quedado anticuado.
–Lo recuerdo –fue idea de Stephanie. Recibieron miles de propuestas de empresas grandes y pequeñas y la publicidad aumentó las ventas durante meses.
–Pues tranquilízate y dale la oportunidad a la señora Shipman de demostrarte que te equivocas. Tiene muy buena reputación y sabes perfectamente que el logotipo que ha ideado es fantástico.
Noah la miró con el ceño fruncido. Llevaba cinco años trabajando para él. ¿Lo había visto relajarse alguna vez?
–Nada de eso importa, si sus hijos le impiden trabajar.
–No lo hacen. Solo la han retrasado un poco hoy. Y tú vuelves a hacer lo mismo.
–¿El qué?
Ella ladeó la cabeza y el cabello rubio se le desplazó hacia el hombro.
–Lo de que, si las cosas no se hacen como quieres, tenemos una crisis.
Noah la fulminó con la mirada y no le extrañó que ella no se inmutara. Había dejado de hacerlo un mes después de empezar a trabajar y a veces discutía con él, cuando creía que estaba equivocado. Ahora no se equivocaba. Casi nunca lo hacía.
Sin embargo, se había percatado de que le resultaba útil su sincera opinión, aunque él no estuviera de acuerdo con ella.
–Muy bien, la señora Shipman a las tres.
Ella apuntó algo en la tableta. Él fingió que no había visto la sonrisita de satisfacción que esbozó. A menudo, evitaba mirar a Tessa porque, como era su empleada, no era correcto que percibiera el aroma a flores de su cabello ni se fijara en las curvas de su cuerpo, que él no podía tocar. Así que, en vez de despedirla y contratar a una secretaria menos atractiva y eficiente, fingir era su única opción.
–No te olvides de que nos vamos a Londres dentro de unos días.
–Es poco probable que me olvide.
Él tampoco lo haría. Los premios internacionales a los mejores licores del año incluían los que se concedían a los mejores vodkas, y eso no se lo perdería por nada del mundo. Entre las grandes marcas que se presentaban, el vodka Graystone era un recién llegado, por lo que tenía pocas posibilidades de ganar. Pero el concurso era importante, porque se darían a conocer, se hablaría de ellos. Y, al año siguiente, lo ganaría y brindaría a la memoria de su abuelo.
–Tengo que zanjar algunos asuntos antes de que nos vayamos, entre ellos el de la nueva etiqueta. Espero que la señora Shipman venga.
–Lo hará. Y quedará zanjado el asunto a las tres, en vez de a las dos –dijo Tessa. Y añadió–: Creí que serías algo más comprensivo. Callie Shipman dirige la empresa de su difunto esposo. Quiere expandirla y crear algo para su familia. ¿Te suena?
Noah se tragó su respuesta. Claro que le sonaba, ya que era lo que él estaba haciendo con la destilería fundada por su abuelo.
–La diferencia está en que yo mantengo mis citas.
–Y ella también lo hará. A las tres.
Como no podía hacer nada al respecto, Noah se dio por vencido.
–Muy bien.
–El hotel Barrington de Londres nos ha enviado un correo electrónico para confirmar las reservas y asegurarnos que tendrás las cosas especiales que has solicitado.
–Perfecto –sabía que Tessa hacía las cosas bien, aunque a veces lo distrajera, como, por ejemplo, ahora: ¿por qué olía tan bien? Pero era la persona más organizada que conocía. La verdad era que no sabía lo que habría hecho sin ella los cinco años anteriores.
–¿De verdad necesitas sábanas de mil ochocientos hilos? –preguntó ella.
–Si las probaras, no me lo preguntarías.
–¿Es una invitación?
–No.
Ella no estaba flirteando, sino que tenía sentido del humor. Aunque si no fuera su secretaria… Largo cabello rubio, ojos azules como el cielo de verano, piel suave y blanca, alta y con más curvas de las que estaban de moda.
«Y la estás mirando. Basta», se dijo con firmeza.
–De acuerdo. El director del hotel también te ha conseguido el coche que quieres, aunque escapa a mi comprensión que tenga que ser un Aston Martin.
–James Bond –bromeó él.
–Claro –se dio golpecitos en la barbilla con el dedo–. Tal vez pueda conseguirte una reunión con M y Q.
Noah la miró, sorprendido.
–¿Te gusta James Bond?
–En dos palabras: Daniel Craig.
–¿En serio? ¿Es tu tipo?
–Veamos: guapísimo, fuerte, musculoso. Y, además, está el acento.
Él la miró con el ceño fruncido, aunque no sabía por qué le molestaba que a ella le atrajera un actor.
–Bueno, yo lo que quiero es su coche.
–Por supuesto.
–Me parece que no lo apruebas, pero me da igual.
–Muy bien. La embotelladora de Arizona tiene problemas para atender los últimos encargos que le hemos mandado.
–Son buenas noticias, porque eso significa que pronto tendremos que contratar otra embotelladora. Dile a Stephanie que comience a tantear el terreno.
Llevaba años trabajando para dar aquel paso adelante. Estaba muy bien que la familia tuviera dinero, ya que hacía más fácil dirigir la empresa. Sin embargo, reconstruir Graystone Spirits era la fuerza motriz de su vida y no pararía hasta que hubiera llevado la empresa a lo más alto.
–Graystone va a crecer como nunca y nos harán falta empresas que estén a la altura.
–Se lo diré a Stephanie.
–¿Algo más sobre el viaje a Inglaterra? –preguntó él.
Era importante tanto para él como para el futuro de la empresa.
Graystone llevaba veinte años hundiéndose; mejor dicho, hasta el momento en que él, hacía diez años, se había hecho cargo de la empresa y se había esforzado en cambiar de rumbo. Ahora se hallaba en el buen camino. Un día brindaría ante la tumba de su abuelo para decirle que su nieto había salvado su sueño.
Aunque la fortuna familiar procedía del whisky, su abuelo soñó con crear un vodka de primera clase como homenaje a su padre. Pero se dejó vencer por su espíritu competitivo y convirtió