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El Regreso de los Terrestres: Videntes de Verde, Libro 2: Serie Videntes de Verde, Libro 2, #2
El Regreso de los Terrestres: Videntes de Verde, Libro 2: Serie Videntes de Verde, Libro 2, #2
El Regreso de los Terrestres: Videntes de Verde, Libro 2: Serie Videntes de Verde, Libro 2, #2
Libro electrónico532 páginas7 horas

El Regreso de los Terrestres: Videntes de Verde, Libro 2: Serie Videntes de Verde, Libro 2, #2

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Información de este libro electrónico

        ¡El futuro del planeta Verde Grande, pende de un hilo! Hasta ahora, Aron Nels ha desafiado a 19 guerreros Sankari en un duelo a muerte. Si fracasa, nunca se sabrá la verdad de los trágicos acontecimientos del Templo Darya. El único Defensor superviviente de los Nuven no es consciente de que otra fuerza está trabajando en su contra: las poderosas Videntes que han mantenido a su gente a salvo de los piratas espaciales Tanlian durante siglos.

        A su vez, en otro planeta, Willa Sydriker lucha por liberar su mundo del yugo de los Tanlian. Para hacer esto, la joven tiene que convencer a su gente de que la respalde en un plan audaz  para  secuestrar la nave de sus odiados enemigos.

        Por su parte Gerro, capitán de la Guardia Tarylan, ha cometido un acto de traición contra las Videntes. El hijo bastardo de una Vidente separada y un padre desconocido, debe cruzar la montaña traicionera para encontrar a su madre en el Valle de los Héroes, hogar de los Defensores.

       ¿Podrán estos héroes derrotar a las fuerzas enemigas que pretenden acabar con su mundo, que existe pacíficamente en la vastedad del cosmos?

       ¡No te pierdas el segundo libro de la saga Videntes de Verde!

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento1 abr 2021
ISBN9781071595015
El Regreso de los Terrestres: Videntes de Verde, Libro 2: Serie Videntes de Verde, Libro 2, #2

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    Vista previa del libro

    El Regreso de los Terrestres - M.L. Williams

    El Regreso de los Terrestres:

    Videntes de Verde, Libro 2

    Por

    M.L. Williams

    Traducción: Gabriel Herrera Cuenca

    ––––––––

    Copyright © 2015 

    Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, organizaciones y eventos retratados en esta novela son productos de la imaginación del autor o se utilizan de forma ficticia. Cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es una coincidencia.

    Todos los derechos reservados, incluido el derecho a reproducir este libro, o partes del mismo, no pueden reproducirse sin el consentimiento por escrito del autor, excepto para el uso de citas en reseñas de libros o publicaciones literarias.

    Diseño de portada: Michele Maakestad

    Foto de contraportada por Robert Davis

    Publicado por All Writes Reserved Publishing, LLC

    ISBN-13: 978-1-944782-07-8

    DEDICATORIA

    A todos mis seres queridos que han fallecido pero que hubieran disfrutado mucho viendo este libro hacerse realidad: mis padres y mis dos hermanos. También para mi querido primo que inspiró al personaje de Tevan.

    AGRADECIMIENTOS

    Mucha gente me ha ayudado a publicar esta historia. Gracias a Tony Brimeyer, Linda Fritts, Barbara Malmberg y Marty Novak por su experiencia y ayuda invaluable.

    Un agradecimiento especial a toda mi familia. Fue su amable empujón lo que me ayudó a volver a trabajar en el proyecto, que se convirtió en dos novelas: Profetas de Verde: La Leyenda Cumplida y su secuela...Algunos de ellos sirvieron de inspiración para los personajes: Stazia, Verinya, Amaura, Flyn, Gerro, Lyllen, Grig (Videntes), Nyrthka (Vidente), Xander (Vidente), Athal, Maelys, Varie y, por supuesto, Tevan (ver Página de dedicación).

    Muchas gracias a Dennis W. Green, Rob Cline y S.V. Brown por sus amables palabras.

    Otros títulos de M.L. Williams:

    Videntes de Verde: La leyenda Cumplida, Libro 1: Videntes de Verde, Libro 2

    Antología: The Fixer: Death of the Demon Machine: https: // mlwilliamsbooks.com/2016/08/16/anthology-of-death-of-a-demon- machine /

    Cornfield Chronicles: Featuring Snowball, Pony From Hell

    ––––––––

    La Leyenda Cumplida:

    Videntes de Verde, Libro 1

    El planeta XR-309 parecía una esmeralda brillante cuando fue descubierto por los bioformadores Terrestres. Un espeso musgo verde cubría las montañas y los valles. La vida vegetal simple era una prueba de que el nuevo mundo podía sostener la vida y ser perfecto para la colonización.

    Poco más de un siglo después de su descubrimiento, una nave espacial que transportaba a 2.000 colonos partió para asentar el planeta, bautizado como Verde Grande – Nombre dado  - en el español de la antigua Tierra. La nave arribó de manera trágica, pues fue recibida por un ataque de los temibles merodeadores espaciales  Tanlian.

    Las últimas personas que desembarcaron se separaron del Grupo principal y volaron sobre una cadena de montañas, en un intento desesperado por alejar a los merodeadores de la gente indefensa que ya se encontraba en la superficie del planeta. Los colonos de ambos lados de las montañas pudieron luchar contra los viciosos Tanlian, pero la victoria tuvo un alto precio: toda la tecnología se perdió y la nave espacial en la que llegaron también fue destruida.

    Un segundo ataque de los Tanlian fue repelido con la ayuda de Taryl Bryann, una woven Vidente. Creyendo que su gente había sido asesinada o capturada, el patrocinador de la colonización del planeta abandonó el mundo recién descubierto.

    En los años siguientes se desarrollaron dos culturas muy diferentes. Un poderoso Grupo de Videntes, descendientes de Taryl Bryann, usan sus habilidades de control mental para vigilar y proteger a su gente en el gran Valle de Verdan, de los sobrevuelos intermitentes de los Tanlian. Sin embargo, la existencia pacífica del pueblo Verdan, se lograba a expensas de los otros, los Nuven al otro lado de la cordillera.

    Durante dos siglos, las Videntes han desviado la atención de los Tanlian hacia esta sociedad de cazadores que ha prosperado a pesar de repeler los continuos ataques de los merodeadores. Los Videntes también han mantenido las dos culturas separadas en un esfuerzo equivocado para proteger a los Verdan.

    Para gran consternación de las Videntes, unos jóvenes Nuven, liderados por una misteriosa joven que es inmune a sus poderes mentales, logró encontrar un camino a través de la montaña, que era antes intransitable.

    Los esfuerzos para evitar que los Nuven entrasen en contacto con la población  de Verdan tuvieron consecuencias trágicas cuando la confrontación se convirtió en una lucha a muerte.

    Incapaces de detener la inevitable invasión de miles de Nuven que fluyeron hacia el Valle de Verdan, las Videntes contrataron a un Grupo secreto de guerreros, los Sankari, para matar y aterrorizar a los paganos intrusos con la esperanza de hacerlos retroceder a través de la montaña.

    Enfrentados a otra amenaza para una existencia pacífica, los Nuven se enfrentan al desafío y se defienden de un ataque tras otro. Cansados ​​después de una generación de luchas, los Nuven en el Valle de Verdan buscan ayuda en su hogar ancestral: el Valle de los Héroes.

    Los guerreros Elite Nuven, aquellos que son llamados Defensores, son reclutados para ayudar a enfrentarse a los Sankari. Es así como entonces se produce una situación sin salida  entre los Sankari y los Defensores.

    Los Videntes y los Sankari se desesperan después de ver a los Nuven expandirse y construir sus templos por todo el Valle de Verdan.

    Es entonces cuando ellos deciden aumentar las hostilidades al enardecer a la población de Verdan con falsas acusaciones de crímenes cometidos por parte de los Defensores.

    Las fuerzas de Verdan avanzan sobre los templos, pero los Nuven vuelven a mantenerse fuertes y repelen a los atacantes.

    En un esfuerzo por calmar a los Nuven para que relajen sus defensas, los Videntes organizan una falsa tregua. El líder Sankari tiene un plan para atacar por el aire, algo que no se había logrado antes. Solo diez jóvenes guerreros Nuven se interponen en el camino de su objetivo: eliminar a los Defensores de una vez por todas.

    . . . Y ahora

    El Regreso de los Terrestres:

    Videntes de Verde, Libro 2

    SAQUEADORES

    Capitulo 1

    Los niños de la aldea chillaron de alegría ante la maravillosa vista de cientos de planeadores que salían del cielo y aterrizaban en el campo de trigo cercano. Incluso los adultos de la remota aldea de montaña miraban lo que parecía una bandada de enormes pájaros negros que se acercaban suavemente a ellos.

    No era inusual ver un planeador solitario o, a veces, dos o tres, pero nunca cientos. Sin embargo, una vieja Nuven estaba molesta por la llegada de los intrusos. Ancia Fawzer gritó mientras marchaba hacia los Verdan que estaban pisoteando el campo del pueblo. Divertidos y curiosos, todos los habitantes del pueblo se pusieron detrás de la decidida mujercita.

    —¡Para, detente! ¿Es que acaso no tienes respeto?— le gritó a un Verdan que estaba de pie con los brazos cruzados mientras mostraba una sonrisa satisfecha. Este trigo es nuestro y lo necesitamos para pasar el invierno espetó Ancia. "¡Oh, por mis antepasados! ¡La mitad del campo está arruinado!

    El Verdan se encogió de hombros mientras examinaba la escena. —Mis disculpas, pero mis hombres y yo necesitábamos un área abierta para aterrizar.

    Ancia no se iba a aplacar. —Esperamos ser compensados por este daño, Verdan—gruñó, señalando con un dedo torcido al extraño. — ¿Quiénes son ustedes y por qué son tantos?

    —Somos simplemente cazadores—se rió entre dientes el Verdan mientras observaba a los aldeanos Nuven apiñados alrededor de la anciana enojada. —Parece que todo el pueblo ha venido a recibirnos—respondió, haciendo un gesto hacia los curiosos.

    Ancia se volvió y miró a la multitud detrás de ella. Se dio cuenta, que los cuarenta y siete aldeanos, sus vecinos, estaban reunidos a su alrededor. —Humph, no vemos a muchos extraños por aquí, y nos gusta así— dijo. — ¿Cazadores dices? ¿Qué están cazando y por qué hay tantos de ustedes?

    El extraño le sonrió a Ancia. Detrás de la anciana, vio a sus hombres cerrar filas lentamente alrededor de los desprevenidos Nuven. Dio un paso adelante. —Nuestra presa es la más peligrosa del Valle de Verdan y tenemos la intención de exterminarla de una vez por todas.

    Ancia negó con la cabeza. —Si lo que buscas son los gatos monteses, ustedes son demasiados. Se espantarán.

    El Verdan le guiñó un ojo a la anciana. —No, nosotros cazamos algo aún más peligroso: Defensores. Antes de que pudiera reaccionar, le clavó un cuchillo en el pecho y lo sacó rápidamente. Ancia jadeó, dio un paso atrás y cayó entre el montón de personas que la rodeaban. Los aldeanos no tuvieron tiempo de reaccionar cuando docenas de jabalinas se lanzaron hacia ellos. El ataque ocurrió tan rápido que solo unas pocas personas lograron gritar de miedo. Hombres, mujeres y niños colapsaron rápidamente por el ataque de los mortíferos proyectiles.

    Uno de los otros voladores se acercó al primer Verdan. — ¿Alguna otra orden general?

    Manor Stillinger inspeccionó el montón de cadáveres con satisfacción sombría. — Sí, teniente, asegúrese de que todas esas alimañas estén muertas y luego revise la aldea por si quedase alguien con vida. Después de eso, bloquee todos los accesos a esta aldea. Corte árboles, arrase el terreno, lo que sea necesario. No necesitamos ningún invitado no deseado que nos delate.

    El general fue distraído temporalmente por un niño que lloraba, pero su grito se cortó abruptamente. El teniente miró con los ojos muy abiertos a todos los Nuven muertos. —Cumpla con su deber, hijo—dijo Manor con total naturalidad. —Una vez que acabemos con los Defensores, los otros Nuven se irán o se convertirán y adorarán a la Madre Verde. Entonces habremos terminado con este asunto indecoroso.

    ———

    En la mayoría de los casos, los intentos de los Videntes por ganarse a los Nuven en el Templo Darya, especialmente a los Defensores, habían fracasado. Las mujeres eran vigiladas demasiado de cerca como para convertirse en espías confiables. Verinya no se había atrevido a revelar su historia de amor con Aron Nels a los demás, a pesar de que esto era, justamente, lo que la Alta Vidente Rufina esperaba que sucediera. La joven Vidente, no había seducido al Defensor. Por el contrario, los dos se habían enamorado y habían jurado guardar el secreto.

    Solo el Defensor Egan Pozos sospechaba, pero había prometido lealtad a su hermano en el círculo y a Verinya.

    Durante la primera comida, Lanella les dijo a sus compañeros que su trabajo había terminado en el Templo Darya. El Alto Consejo estaba llamando a casa a todos los Videntes que había enviado a los templos Nuven. Su ayuda ya no sería necesaria, explicó Lanella. Ella había hecho arreglos para su transporte. Debían irse poco después de la comida.

    Verinya intentó sonreír ante la noticia, pero se le hizo un nudo en el estómago. Lanella se sorprendió por el poco entusiasmo de Verinya ante la noticia. — ¿Te sientes bien? Te ves sonrojada.

    Verinya luchó por controlar sus emociones. La idea de irse sin contactar a Aron la llenaba de desesperación. —Estoy bien Lanella. Estoy cansada, cansada de este lugar—dijo en voz baja.

    Lanella sonrió. —Entiendo. No veo la hora de volver a mis aposentos en la fortaleza y darme un encantador baño privado. Las otras cuatro Videntes estuvieron de acuerdo con plenitud. Era una práctica común para los Nuven bañarse en grandes piscinas públicas de agua fría. Muchos Verdan estaban acostumbrados al lujo del agua caliente en habitaciones privadas.

    Verinya no tuvo oportunidad de alejarse de los otros Videntes o incluso de escribirle una nota a Aron mientras se preparaban para realizar su viaje a casa. Con solo una hora para prepararse, las mujeres se apresuraron a recoger sus pertenencias.

    Un grito familiar detuvo a Verinya cuando los Videntes subieron al carruaje que los ancianos Defensores les habían prestado. —Vera, ¿A dónde vas? —El rostro de Tevan estaba contorsionado por la preocupación mientras corría hacia ella.

    La Vidente lo abrazó y le dio un suave beso en la mejilla. —Me voy a casa con los otros Videntes— dijo lentamente. — Extrañaré ir al mercado contigo, amigo mío.

    Tevan negó con la cabeza con incredulidad. —No me gusta. Aron se va. Vera se va. Tevan está triste, quiero ver a mamá y papá—. Verinya parpadeó para quitarse las lágrimas mientras miraba a su amigo. No sabía que Aron había abandonado el templo antes. Ahora no habría despedida entre ellos.

    Tevan sonrió, casi como si entendiera las emociones revueltas de ella. —No te preocupes Vera, Aron me dijo que él volvería y me llevaría a casa. Yo lo esperaré. Y luego nos vamos a casa. Montaré a caballo todo el camino a casa.

    Ella asintió. —Cuida de Aron por mí—le susurró Verinya al oído. Él se rió y le dio una palmada en el hombro con su habitual gesto afable. Verinya se colocó junto a una ventana para poder ver a Tevan quien la despedía mientras el carruaje se alejaba del templo.

    —Tuviste la idea correcta de usar a ese tonto para llegar hasta su primo— cacareó Lanella mientras se inclinaba para ver a Tevan decir adiós. —Lástima que no funcionó. Quizás si hubieses tenido más tiempo.

    Verinya luchó por contener el dolor que la inundó. —Sí, fue una buena idea—dijo mientras el carruaje doblaba ligeramente por la carretera, bloqueando su visión de Tevan.

    Capitulo 2

    Natono Gallu caminaba, cansado, por una de las caminerias del templo Darya. El aprendiz de Defensor apenas podía mantener los ojos abiertos. Él y la mayoría de los jóvenes Nuven estaban exhaustos después de tres días de celebrar la retirada del ejército de Verdan. Aún estaba oscuro, pero los primeros rayos del amanecer comenzaban a asomarse sobre las montañas.

    El joven se detuvo para mirar a Luz Primo pero se quedó observando, desconcertado, por la curiosa vista. La luna llena parpadeaba intermitentemente como si las nubes pasajeras la ocultaran de vez en cuando. Sin embargo, el cielo nocturno estaba despejado. Las estrellas y las dos lunas de Verde brillaban intensamente. Se extrañó al notar el motivo de unos extraños ruidos en lo alto, cuando de repente un silbido lo hizo girar.

    Natono no tuvo tiempo de reaccionar cuando un planeador Verdan cayó en picada y lo derribó de su posición. El único sonido fue un ruido sordo cuando su cuerpo golpeó el suelo, matándolo instantáneamente. Las aeronaves de Verdan repitieron con éxito sus ataques contra todos los vigilantes del templo.

    No sonó ninguna alarma cuando varios cientos de guerreros Verdan se deslizaron silenciosamente sobre las paredes y aterrizaron dentro. Una vez en el suelo, los veteranos de Sankari se acercaron sigilosamente y superaron a los guardias en la puerta. Las enormes puertas que se habían mantenido tan firmes bajo el ataque de la catapulta ahora se abrieron fácilmente para permitir que más enemigos ingresaran al templo. Los Sankari y sus compañeros guerreros Verdan corrieron por los pasillos en busca de los barracones de los Defensores.

    La primera alarma finalmente sonó cuando se abrió una puerta a una habitación llena de Defensores dormidos. La mitad de los Nuven en la habitación fueron masacrados antes de que pudieran protegerse, pero uno de ellos logró alcanzar la campana de la ventana. La campanilla solo había sonado tres veces antes de que el Sankari invasor cortara el timbre. Sin embargo, la alarma había hecho su trabajo.

    Casi instantáneamente, los Defensores de todo el templo salieron de sus habitaciones como abejas enojadas protegiendo una colmena. Muchos de los Nuven cargaron de cabeza contra un abrumador número de Verdan que los estaban esperando. Ahora sonaron campanas por todo el templo para advertir a los Defensores de la presencia del enemigo, pero los invasores Verdan estaban por todas partes. Sabiendo que su ataque sorpresa finalmente había sido descubierto, los agresores tomaron antorchas y prendieron fuego a cualquier cosa que pudiera arder.

    La batalla se libró en todo el templo: en los pasillos, comedores y finalmente en la plaza exterior. Muchos otros Verdan, que habían estado esperando una señal de las aeronaves, ahora atravesaron las puertas abiertas para llevar refuerzos a los invasores.

    Los arqueros Nuven corrieron hacia los caminerias, pero no pudieron disparar con precisión. Tanto Defensores como Verdan  estaban por todas partes. Era imposible disparar a un objetivo identificable en la penumbra del amanecer. Los arqueros Nuven se vieron obligados a abandonar sus posiciones después de haber sido objetivos de los tiradores enemigos.

    Un Grupo de Defensores veteranos hizo un esfuerzo heroico para llegar a las puertas del templo. Con frenética determinación y desprecio por su seguridad, los Defensores  atravesaron salvajemente el centenar de guerreros Verdan que les bloqueaba el paso. Pero, a pesar de sus esfuerzos, los guerreros Nuven finalmente sucumbieron a la aplastante oleada de sus atacantes. El último Defensor del Grupo estaba a menos de 10 metros de la puerta cuando colapsó debido a más de una docena de heridas infligidas por las jabalinas y cuchillos Verdan.

    ———

    Egan Pozos se tomó un breve descanso de cortar a través de la espesa maleza de árboles caídos cuando un Grupo, en formación circular, de asesinos del Grupo Mata-  Sankari intentaba llegar a una aldea Nuven que había estado fuera de contacto durante días. Trepó por una roca para tratar de mirar por encima de los árboles que bloqueaban su camino.

    Incapaz de ver nada, Egan miró montaña abajo hacia el Templo Darya. Incluso desde donde se encontraba, pudo apreciar que algo parecía que no estaba bien. Una enorme nube de humo surgió de la dirección del templo, que estaba a casi un día de camino.

    El Defensor le gritó a Witt Peyser que echara un vistazo. El senescal refunfuñó mientras se subía torpemente por la roca junto a Egan. Witt solo necesitó una mirada repulsiva para interpretar la trágica escena. Maldijo en voz alta mientras saltaba. — ¡El templo está en llamas! Parece que está siendo atacado.

    Como uno solo, el Grupo de asesinos Mata-Sankari y Witt corrieron montaña abajo hasta donde habían dejado sus caballos atados. Parecía que les tomó una eternidad hacer el descenso. Sin embargo, recorrieron la distancia en menos de la mitad del tiempo que habían tardado en escalar la pendiente. A toda velocidad, los Defensores saltaron sobre sus caballos y galoparon a toda prisa hacia el Templo Darya.

    ———

    Con curiosidad por saber de qué se trataba todo aquel escándalo, uno de los jóvenes en el cuartel de aprendices de los Defensores se asomó por la puerta, miró un momento con incredulidad y luego la cerró de golpe.

    — ¡Los Verdan están en el templo, están al final del pasillo! —gritó mientras se agarraba a una viga transversal para asegurar la puerta. El chico apenas había gritado la advertencia cuando la puerta se estremeció por el choque al otro lado.

    Farren Hamish instintivamente gritó órdenes: —Agarren sus arcos y formen dos filas. Esperen a disparar hasta que hayan entrado, primera línea y luego segunda línea. Un joven corrió hacia él con los ojos muy abiertos por el miedo. —Tevan, quédate detrás de mí —ordenó Farren.

    Antes de que el aprendiz pudiera decir más, la puerta explotó en pedazos seguida por un enjambre de Verdan. — ¡Fuego! —gritó Farren. El ataque inicial de los Verdan se detuvo cuando las flechas de los aprendices Nuven los derribaron. El ataque continuó mientras la segunda oleada de flechas volaba hacia ellos y dejaba caer a muchos de los invasores.

    Los aprendices solo lograron lanzar sus flechas por tercera vez cuando los Verdan llegaron hasta donde estaban ellos. Uno de los atacantes lanzó una jabalina a Farren. El joven la esquivó hábilmente, sacó su cuchillo y lo clavó en el esternón de su enemigo.

    Farren acababa de sacar su cuchillo del Verdan caído cuando la empuñadura de una jabalina se estrelló contra su rostro y lo tiró al suelo. Con un ojo lleno de sangre, trató de enfocar con su ojo bueno e hizo una mueca de resignación cuando vio al atacante levantar la jabalina para un golpe fatal.

    Una sombra pasó sobre Farren y luego un repugnante sonido de huesos aplastados resonó en la habitación. El atacante de Verdan se derrumbó instantáneamente, con una mirada de sorpresa brillando en sus ojos moribundos.

    — ¡No! —Gritó Tevan—blandiendo su bastón favorito mientras se paraba junto a su amigo herido. Se trataba de una pieza de nogal maciza y retorcida, tallada para Tevan por su carpintero favorito y reforzado con hierro la punta, que goteaba la sangre del Verdan caído. Farren se estiró y trató de tirar de Tevan hacia atrás, pero el jovenzuelo miró hacia abajo, negó con la cabeza, calmado, le tomó la mano.

    —Yo cuidaré de ti, Farren—dijo Tevan con una madurez que nunca antes había mostrado. El ataque había desencadenado algo que había permanecido inactivo en él, durante la mayor parte de su vida, pero ahora se esparcía haciéndolo un guerrero Nuven, un Defensor, que estaba preparado para lo que se avecinaba. Por primera vez en su vida, Tevan vio el mundo como un adulto. Su mente estaba clara.

    Profiriendo un grito de guerra y recordando las tácticas que había visto practicar a los hermanos del Grupo de asesinos Mata-Sankari durante sus ejercicios de combate, Tevan entró en la batalla balanceando su bastón a una velocidad cegadora. Verdan  tras Verdan fueron cayendo ante sus furiosos golpes. Moviéndose con la experiencia de un Defensor veterano, el joven y furioso Nuven esquivó y detuvo los intentos de sus atacantes de derribarlo con sus jabalinas. Y por el contrario, con sus golpes Tevan, destrozó cráneos, rompió mandíbulas, costillas, brazos y piernas. Los gritos de dolor de sus víctimas solo fortalecieron su determinación y pusieron nerviosos a los Verdan. No se detuvo a matar a un enemigo herido, sino que siguió adentrándose en el enjambre de atacantes blandiendo su arma mortal.

    Tevan casi había forzado al Grupo de Verdan a salir por la puerta, cuando un nuevo Grupo de Sankari se abalanzó sobre él en masa, impulsado por un furioso Manor Stillinger, que había corrido al lugar de la escaramuza. Esta vez, el joven Nuven no pudo defenderse de todas las jabalinas que se lanzaban salvajemente hacia su cuerpo. Gimiendo de dolor, Tevan agarró la garganta del Verdan más cercano y la apretó con lo que le quedaba de su fuerza. Ambos hombres murieron antes de caer al suelo.

    ———

    Un chorro de agua en la cara despertó finalmente a Farren. El aprendiz de Defensor tosió cuando recuperó el conocimiento. La habitación estaba llena de cuerpos, Verdan y Nuven. Muchos de los enemigos estaban gritando de dolor y estaban siendo atendidos por técnicos médicos. Su ojo derecho estaba hinchado y cerrado por el golpe que había recibido anteriormente, y su cabeza latía dolorosamente. Farren intentó moverse pero descubrió que sus brazos y piernas estaban bien atados. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra la pared.

    —Bien, estás despierto—gruñó una voz profunda a su lado—. Mis hombres parecen pensar que eres el líder de estos jóvenes. Ustedes cachorros y este Defensor pelearon con valentía y mataron a muchos de mis hombres—dijo un Sankari de aspecto brusco mientras señalaba el cuerpo de Tevan, que yacía a los pies de Farren.

    A pesar de los intentos de ser valiente, las lágrimas corrieron por el rostro de Farren cuando vio a Tevan y luego vio los cuerpos de sus compañeros aprendices alineados cerca en el suelo. El joven miró a su interrogador y luego miró los rostros de los hombres que estaban a su lado.

    En lugar de encontrar a los Verdan riendo y regodeándose por su victoria, se quedaron mirándolo con expresiones sombrías. La mayoría estaban cubiertos de sangre y muchos lucían vendas. A pesar de que los Verdan habían logrado su ansiada victoria sobre los Defensores, habían pagado un alto precio.

    Los Nuven habían luchado furiosamente, matando a cientos de atacantes Verdan. Muchos Sankari habían caído ese día. Apenas treinta habían sobrevivido a la sangrienta batalla. Durante la pelea, se hizo común para un Defensor abrirse paso frenéticamente a través de un contingente de soldados Verdan, aún sin poseer un entrenamiento adecuado, con el objetivo de alcanzar y finalmente dar muerte a un Sankari. Únicamente por el gran número de oponentes a los que se enfrentaron,  fueron vencidos los Defensores.

    Manor Stillinger se arrodilló junto a Farren. —Aunque mataste a muchos Verdan este día, entiendo que solo estabas tratando de protegerte. Te tengo una propuesta. Si pides mi perdón y niegas cualquier lealtad a los Defensores, te liberaremos. Imagino que tu madre y tu padre estarán ansiosos por verte. Manor se echó hacia atrás y le dedicó una generosa sonrisa. —Si te niegas, sufrirás el mismo destino que tus mayores: la muerte. Bueno, jovencito, ¿tienes algo que decirme?

    Farren echó la cabeza hacia atrás y asintió. — ¡Muy bien! — finalmente, un joven Nuven con sensatez—gritó Manor, haciendo un gesto a sus hombres. — ¿Qué es lo que tienes que decirme?

    Farren susurró algo ininteligible. —Habla jovencito, ¿de qué se  trata? —Dijo Manor acercándose. Al decir una oración en silencio a sus antepasados, el último aprendiz de Defensor arrojó una bocanada de sangre directamente sobre el rostro de su torturador y sonrió ante su pequeña victoria. El general aulló de sorpresa y farfulló furioso. Después de limpiarse, Manor sintió un gran placer al matar al joven Nuven.

    No mucho después, un teniente sin aliento corrió hasta Manor. Murmurando ante el lío que el joven había hecho con su rostro y su uniforme, el general miró ceñudo a su oficial subalterno. — ¿Qué sucede, que novedades me traes? Que sea rápido, tenemos heridos para reunir y cuerpos para recolectar.

    El oficial, de rostro pálido, parecía enfermo mientras saludaba. —Señor, tenemos informes alarmantes de los otros nueve templos Nuven. Ha habido contraataques. Nuestras fuerzas han sufrido grandes bajas.

    Manor lo miró con incredulidad, luego agarró al teniente por el cuello y lo sacudió.— ¿Contraataques? ¿De quién? ¿Gente común Nuven? El joven oficial tembló de miedo al ser maltratado por el hombre más temido de la sociedad Verdan, tanto era su terror que terminó orinándose en los pantalones. Manor maldijo ante esa vista patética y de un golpe arrojó al teniente contra una pared. — ¡Maldito seas, dame tu informe!

    Uno de los ayudantes del general se interpuso entre los dos hombres. —Señor, no lo mate antes de que nos dé su informe. Es solo un mensajero. Manor asintió y dio un paso hacia atrás con los brazos cruzados con fuerza. Sus ojos aún brillaban de rabia.

    —Señor, los otros templos han sido invadidos y nuestras fuerzas han sido expulsadas por, por. . . —el joven oficial tartamudeó y luego se atragantó. Parecía que iba a vomitar. Al ver que el rostro de su comandante se volvía carmesí brillante, el ayudante agarró al mensajero por los hombros. —Dilo de una vez, hombre o es probable que el general te cuelgue de los talones—dijo con toda la calma que pudo imprimir a su voz.

    Tomando una respiración profunda, el teniente soltó su impactante mensaje. —Ha sido un ataque producido por cientos de mujeres Nuven. Han matado a todos los Sankari y expulsado a los combatientes comunes Verdan que quedaron en los templos. Las mujeres se dirigen al Templo Darya. Puede que estén aquí al anochecer.

    La expresión de Manor cambió de rabia a sorpresa en un abrir y cerrar de ojos.  — ¿Mujeres matando a nuestros hombres?—espetó con incredulidad. —Nunca hemos tenido informes de mujeres guerreras.

    El joven oficial asintió y se aclaró la garganta. —Señor, las mujeres llevan muchas armas: arcos y flechas, jabalinas, cuchillos y garrotes. Se llaman a sí mismas las Hijas de los Defensores.

    El ayudante de campo, un Verdan de edad madura que llevaba la insignia de coronel, se volvió rápidamente y saludó a Manor. —General, con su permiso, le recomiendo que nos retiremos a un lugar seguro. Muchos de nuestros combatientes están heridos y exhaustos. No estamos en condiciones de poder resistir un ataque.

    Hizo una breve pausa para leer un informe de la situación que le entregó un oficial subalterno: —Señor, una anciana Nuven está rezando elegías donde se encuentran un montón de cadáveres. Está llorando por la muerte del Grupo Mata-Sankari.

    Manor se permitió soltar un suspiro de alivio. —Hemos logrado nuestro objetivo, los Defensores están muertos. Ya nos ocuparemos de eso más tarde.

    ———

    Al salir del Templo Darya, Manor Stillinger y sus soldados se cruzaron con una mujer alta con una larga trenza gris que lloraba ruidosamente sobre los cuerpos de diez hombres jóvenes. Ella estaba sentaba con las piernas cruzadas en medio de ellos y se balanceaba de un lado a otro en su dolor. El general detuvo su caballo.

    — ¿Se trata del Grupo Mata-Sankari? —preguntó. Su ayudante asintió y sonrió. Manor resopló, sin disimular su burla. —Se ven tan jóvenes. Menos mal que no permitimos que esos jovenzuelos crecieran. Manor giró y ordenó a sus fuerzas que continuaran su salida al doble de tiempo. No quería que su victoria se convirtiera en una derrota humillante.

    La desconsolada mujer continuó con sus fuertes lamentos hasta que los Verdan estuvieron fuera del alcance de poder escucharla y luego, de pronto, se detuvo  abruptamente. —Lo único que lamento es que mis Hijas de los Defensores no llegaron a tiempo para vengarse de estos asesinos—le gruñó al enemigo en retirada. Una joven se apresuró a ayudar a Nyrthka, la última hija superviviente del héroe Raaf Vonn, a ponerse de pie. La anciana de repente se sintió vieja y frágil. Sus hermanos estaban muertos y ella acababa de presenciar la mayor tragedia que había sufrido el pueblo Nuven.

    —Asegúrate de que estos arqueros sean recibidos por sus antepasados, ​​en una pira de héroe. Nos honraron bien en vida y nuevamente, lo harán en la muerte. Hazlo rápido. Esos monstruos pueden regresar con refuerzos—dijo Nyrthka, señalando a los Verdan que se retiraban. La primera Defensora se volvió hacia su compañera más joven. Extendió el brazo para apoyarse mientras las dos mujeres se alejaban lentamente del templo.

    Nyrthka se volvió una última vez para contemplar con tristeza las ruinas del templo que llevaba el nombre de su tía: Darya, aquella quien, siempre calmada, había llevado a los Nuven al valle de Verdan. —Rezaré hasta mi último aliento para que el Grupo de los Mata-Sankari esté a salvo— dijo. —Son los únicos que quedan para vengarnos.

    Capitulo 3

    El Grupo Mata-Sankari cabalgó con fuerza a sus monturas durante más de dos horas cuando se encontraron por primera vez con los Nuven que huían. Los Defensores escucharon con tristeza mientras un viejo comerciante sollozaba explicando cómo los invasores Verdan habían volado sobre los muros del templo y habían tomado a los Defensores por sorpresa.

    Witt simplemente negó con la cabeza ante la impactante noticia. No podía creer que el impenetrable Templo Darya hubiera sido asaltado. — ¿Cuántos Verdan había en la fuerza de ataque? —le preguntó al anciano.

    El comerciante se encogió de hombros. —Al menos cientos. Fue difícil saberlo con todas las peleas y los gritos. Los Verdan estaban en todas partes, especialmente cuando ellos abrieron las puertas.

    Los jóvenes Defensores nunca habían visto a su senescal tan apesadumbrado. Una mujer de rostro rubicundo cacareó con simpatía mientras acariciaba la cabeza de Witt. —No hay nada más que pueda hacer por los del Templo Darya ahora. Usted y estos jóvenes también habrían sido asesinados si hubieran estado allí. Quizás los ancestros estaban cuidando a este Grupo. Hemos visto supervivientes de los otros templos, pero todos los Defensores han sido asesinados.

    Witt la miró, demasiado aturdido para decir algo. — ¿Qué? Los otros templos, ¿todos han sido atacados? —tartamudeó. A estas alturas, una gran multitud se había reunido alrededor del Grupo Mata-Sankari. Varios de los otros Nuven se hicieron eco de lo que la mujer le había dicho a Witt.

    —Me estaba preparando para abrir mi puesto de verduras en el Templo Arafa, temprano, esta mañana, cuando los Verdan se abalanzaron sobre nosotros—dijo un hombre alto con cabello fino y despeinado de color pajizo. —Mi mujer y yo apenas salimos con vida cuando lo quemaron todo, como en el Templo Darya. Afortunadamente, teníamos los caballos a la mano y pudimos escapar antes de que los Verdan acabaran con todos.

    Witt luchó por ponerse de pie y miró a los jóvenes Defensores. Estaban demasiado sorprendidos por la noticia como para decir algo. La idea de que todos los demás Defensores del Valle Verdan estaban muertos era casi imposible de aceptar para ellos.

    — ¡Oh, no, Tevan! — Aron Nels gritó cuando la realidad finalmente lo golpeó. El Defensor corrió hacia el viejo comerciante. — ¿Los jóvenes también escaparon del templo? Mi pariente Tevan estaba con ellos. ¿Los viste?

    El anciano negó con la cabeza. —Conozco a Tevan, todos los comerciantes lo conocen, pero no lo vi a él ni a los otros chicos. Hubo demasiadas peleas, la gente corría por todas partes. Sin decir una palabra más, Aron salió disparado del Grupo, saltó sobre su caballo y lo espoleó furiosamente para que galopara.

    — ¡Deténganlo, lo matarán!—Gritó a los otros Defensores que también corrían hacia sus caballos. El Senescal corrió hacia su caballo, sabiendo que tenía que detener a sus Defensores antes de que murieran como mártires en un ataque sin sentido contra un enemigo que poseía un número abrumador de soldados. Por una vez, Aron no montaba el caballo más rápido. A los pocos minutos, sus hermanos Defensores lo alcanzaron. Sin embargo, nadie intentó detenerlo. Todos corrieron juntos en decidido silencio hacia el Templo Darya.

    Witt logró unirse al Grupo después de incitar furiosamente a su caballo para que lo alcanzara. Los jinetes solo redujeron la velocidad para buscar a una partida de fugitivos en un intento frenético por encontrar a Tevan o exigir noticias sobre él y los otros jóvenes. Sin embargo, ninguno de los Nuven que encontraban en el camino, huyendo, tenían informes esperanzadores.

    Era casi la puesta del sol cuando el Grupo de Mata-Sankari llegó a la cima de un escollo, que se encontraba no muy lejos del templo. Los ruidos del entrechocar de las armas, demasiado familiares para ellos, los detuvieron. Incluso el frenético Aron se vio obligado a pararse en seco. El Grupo se horrorizó al ver que las paredes del Templo Darya se derrumbaban bajo una constante lluvia de rocas de cuatro catapultas. Esta vez las máquinas estaban mucho más cerca de lo que habían estado durante el asalto anterior, por lo que las piedras golpeaban con mucha más fuerza, que en el primer ataque de los Verdan.

    El humo aún salía del templo cuando las rocas Verdan seguían tronando contra las paredes. Donde se encontraban las puertas del templo, un enorme agujero se había ensanchado cada vez más con cada golpe de los proyectiles. Se habían destruido secciones enteras de las paredes.

    Profiriendo una maldición, Aron trató de cabalgar hacia el templo, pero nueve pares de manos lo sacaron de su montura. Trató furiosamente de luchar contra sus hermanos del Grupo, pero se aferraron a él con obstinada determinación. Todos sabían que le aguardaba una muerte segura si lograba llegar al templo.

    Witt observó atentamente a las catapultas durante unos momentos y luego hizo un gesto a los Defensores para que escucharan sus órdenes. Incluso Aron se había calmado un poco, pero dos hermanos del Grupo estaban cerca por si acaso decidía escapar de nuevo.  — Puede que no podamos salvar a nadie en el templo, pero podemos detener esas catapultas. Los Sankari no estarán en ningún lugar cercano una vez que esas rocas empiecen a volar.

    Egan examinó la situación y asintió vigorosamente. — Esas catapultas solo están manejadas por seis u ocho personas— dijo. — Apuesto a que no esperan ser atacados.

    Aún con el ceño fruncido de preocupación, incluso Aron estuvo de acuerdo con el plan. Tal como esperaban los Defensores, los soldados que manipulaban  la catapulta fueron tomados completamente por sorpresa. El Grupo Mata-Sankari barrió la primera máquina sin que nadie se diera cuenta. Los soldados  murieron en el acto, asesinados gracias a la puntería mortal de los arqueros Defensores. El Grupo masacró con éxito a los Verdan de  las otras cuatro catapultas sin ninguna resistencia.

    Uno de los Verdan que manejaba la última catapulta intentó escapar, pero Aron atropelló al desventurado. El Defensor enojado tardó más de lo necesario en matar al hombre, apuñalándolo repetidamente con sus cuchillos. Solo renunció cuando la sangre de su víctima cubrió su rostro y goteó en sus ojos.

    ———

    Los jóvenes Defensores se sintieron desfallecer por la carnicería que los recibió cuando finalmente entraron en el Templo Darya. Los cuerpos estaban esparcidos por todas partes: Verdan y Nuven. Sus monturas se resistieron y se negaron a moverse.

    El olor a sangre y muerte asustó a los animales. Incluso Witt Peyser, el Senescal probado en batalla, se sorprendió y asustó por la visión. Varios de los jóvenes Defensores se cubrieron los ojos y tuvieron que darse la vuelta.

    — ¿Por qué los Verdan no se han ocupado de sus propios muertos? — Preguntó Egan Pozos después de que recuperó la compostura.

    Witt examinó la escena. —Probablemente enviarán un destacamento de limpieza con carros para recoger sus cuerpos y llevarlos de regreso para el entierro. Aron se abrió paso lentamente a través de los cuerpos, buscando cuidadosamente cualquier rasgo reconocible. Dudaba que Tevan y los otros jóvenes estuvieran entre los combatientes asesinados, pero no había forma de saber adónde los había llevado la batalla.

    Mientras el Grupo se movía hacia el centro del templo, una vista milagrosa los recibió. Tres ancianos Nuven se pararon solemnemente a la entrada de uno de los barracones. Uno de los ancianos pidió que el Grupo se detuviera y solicitó una audiencia privada con Witt. El Senescal entró en la habitación y regresó en breve, con el dolor grabado en el rostro.

    Temblando de terror, Aron se acercó a Witt seguido de sus hermanos del Grupo. — ¿Es Tevan?— preguntó con una voz ronca, apenas audible.

    Witt asintió y rodeó al Defensor con el brazo. —Tevan y los otros aprendices fueron asesinados—dijo, tratando de contener las lágrimas. —Por favor, no lo mires Aron, no es la forma en la cual querrías recordarlo.

    El joven Defensor no se dejó disuadir. —Tevan es mi pariente. Soy responsable de que él esté aquí. Tengo derecho a verlo. Los ancianos y Witt se hicieron a un lado a regañadientes, pero hicieron señas para que los otros miembros del Grupo lo siguieran. El estómago de Aron se revolvió violentamente cuando vio los cuerpos empapados de sangre en el suelo de los barracones.

    Aturdido, el Defensor caminó hacia una figura familiar. Un primitivo grito de rabia y dolor se derramó cuando Aron cayó al suelo abrazando a su primo muerto. Las lágrimas corrían por los rostros de los hermanos del Grupo mientras miraban impotentes a Aron acariciar el cabello rubio de Tevan. Los otros Defensores caminaron con cautela entre los otros jóvenes muertos, arrullando a algunos de ellos suavemente.

    Witt atendió a Farren. Notó las múltiples heridas

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