Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Peter Hös y la Aldea del Infinito
Peter Hös y la Aldea del Infinito
Peter Hös y la Aldea del Infinito
Libro electrónico334 páginas5 horas

Peter Hös y la Aldea del Infinito

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Luego de haber creado a su personaje onírico Imaginarius Trend, el profesor Péter Hős reunióa cinco investigadores científicos con la finalidad de dar forma, mediante el método científico,a los datos y descubrimientos hechos por él en su primer experimento onírico, el cual fuepublicado bajo el título de Péter Hős y el maravilloso universo en contracción. En la presente historia, los Cinco de Péter viajan en la dimensión onírica, a los confines del espacio y del tiempo en busca de Imaginarius Trend, quien se había negado a regresar al mundo actual dadala belleza y la perfección del universo en contracción recién descubierto por él. Diferentes situaciones determinadas por la condición humana de los Cinco de Péter dan vida emotiva y pasional a los viajes pero, sobre todo, al viaje final que los lleva a la Aldea del Infinito, la morada de Imaginarius Trend.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 mar 2021
ISBN9788418571060
Peter Hös y la Aldea del Infinito
Autor

Jorge Silva Adamicska

Jorge Silva Adamicska, Caracas, 1959, ha vivido una vida intensa, profunda, sensorial y familiar. Se formó en Física en la Universidad Simón Bolívar. Se desempeñó durante su vida profesional en la industria farmacéutica como auditor de ensayos de investigación de nuevos medicamentos, llegando a fundar su propia empresa de consultoría. Es el autor de Péter Hős y el maravilloso universo en contracción, obra de literatura fantástica publicada en julio de 2019. Actualmente vive en Europa y se dedica a la escritura.

Lee más de Jorge Silva Adamicska

Relacionado con Peter Hös y la Aldea del Infinito

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Fantasía para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Peter Hös y la Aldea del Infinito

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Peter Hös y la Aldea del Infinito - Jorge Silva Adamicska

    Péter Hös y la Aldea del Infinito

    Jorge Silva Adamicska

    Péter Hös y la Aldea del Infinito

    Jorge Silva Adamicska

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Jorge Silva Adamicska, 2021

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2021

    ISBN: 9788418570117

    ISBN eBook: 9788418571060

    Primera parte

    Péter Hős y la aldea del infinito

    Mis ojos continúan cerrados. Hace dos días que no los abro. La cama me guarnece con afecto, su comodidad me embelesa después de quince años durmiendo en la dura frialdad del concreto. Algo habré hecho para merecer tal castigo. Pam me llama desde la cocina de nuestro cálido hogar, me invita a tomar mi desayuno.

    Sabe que sólo tomo café, sólo negro y bien amargo. Es la única forma válida para incorporarme al día, un día más en esta llama inocua que es la vida mía.

    Cada palabra tiene su presencia, cada vocablo su significado. El hoy se transforma en el ayer de inmediato, pero el contenido de las palabras permanece incólume en la marea que mece nuestra barca. En el firmamento, el contexto cambia, si, pero las palabras quedan inscritas en la mente. Temo salir de mi habitación. Ya lo he conversado con mi amada, no saldré, ella entrará y me traerá el mundo a mi regazo.

    No se trata de un día cualquiera. Dos días ha, que regresé de la prisión. No es cualquier cosa. Pamela me llama, insiste. No ha dejado de ser la exitosa empresaria que siempre fue, desde que la conocí. Su inevitable influjo finalmente logrará sacarme de este recinto que es mi mente. Ella sabe de eso, conoce el arte de dirigir gente. Nos conocimos en la feria, nos vimos en mi sueño, viajamos en nuestras mentes pero aterrizamos en el campo de batalla. Así lo hizo mi onírico, mi creación extraviada, Imaginarius Trend perdido en su intento por descender de las alturas y quebrar el juego. No, no es cualquier cosa. Soy un trozo de carne organizada reposando en una cama, pero esa es la paradoja. Borges y yo, la marca y su individuo, la persona. Pamela sabe que no iré, no me interesa que el café esté caliente, me lo tomaré dentro de dos horas cuando ella ceda y me lo traiga a nuestra alcoba. Es algo que ha sucedido siempre y podría seguir sucediendo, por siempre.

    En posición decúbito, como si mirase hacia arriba, me descongelo progresivamente desde mis entrañas. El deshielo hace su mejor intento pero el vértigo ancestral de idas y venidas al futuro y su eterna rigidez, me han sumido en esta posición, de despegue fallido, de meditación. Pero también de huída. La mirada interna se fortaleció durante estos años, viví sin vista durante mucho tiempo, me aparté del entorno, fui como una palabra, no permití los vicios, no acepté las mundanas barbaridades que acontecían en prisión, sacrifiqué mi cuerpo pero salvé mi espíritu. La palabra permaneció intacta aún cuando desde fuera, muchos pudieron haberla entendido de otra forma. No es para siempre, eso no. La maleabilidad de mi organismo irá aflorando como el mar que yace debajo del hielo ártico, del glaciar perenne que, finalmente, resultó no ser eterno.

    Claro que espero. Espero que todos se rindan ante las circunstancias así como me rendí yo en medio de la lucha, durante el presidio. No obvié la vida atroz de esos años, consumé el acto magistral de la sublimación, busqué esa ojeada interior que pretendía encontrarse con mi espíritu sin pasado ni futuro, solo con ese fugaz presente que obstinadamente perseguimos pero que se nos escapa de las manos. Era la esencia de mi ser en medio de esa turbulencia moral y asesina en la que me vi sumergido súbitamente. La gloria no se hizo esperar. Fuera de mi habitación sonaba la algarabía de la masa que aún gritaba de ignorancia por haberse quedado huérfana, sin fe y sin dogmas, sin pertenencia más allá de un frío y vil universo que no evocaba al rey infinitamente bondadoso que era Dios, ni a un demoníaco rey del mal, cruel e implacable que acechaba día y noche para cobrar sus servicios poseyendo las almas de sus incautos seguidores.

    La norma era esperar. Desde el primer día, esperar. Cerrar los ojos y esperar. Luchar contra todo, contra el tiempo, contra el pánico, contra los prejuicios y las anticipaciones. Luchar con tesón por lograr ese contacto de paz de vida que me había sido arrebatado vilmente durante la rebelión. Desde mi primer día, cerré los ojos y abrí la panorámica de mi interior. Establecí contacto visual con ese mundo que yacía en mi mente, el universo visto por los ojos ocultos de la misteriosa naturaleza humana. Era el albor de una civilización anterior a la divina, la civilización del saber interior, del acontecimiento ancestral conducido magistralmente por esa intuición universal descubierta por Imaginarius Trend en su odisea hacia el infinito reductor, hacia el universo en contracción.

    Pero lo asombroso fue el método. La máquina que lo transportó hacia el futuro atravesando el inmenso vacío que separaba a los dos mundos. Eso fue lo asombroso, que esa máquina es la mente en su conexión indeleble con el universo, en su dinámica interrelación con el exterior. Es la relación eterna entre los opuestos, entre el adentro y el afuera. Es el mundo interior del cono de luz y el mundo exterior incognoscible, separados matemáticamente por el horizonte de sucesos, estuvieran en contacto. Es la reflexión de Trend sobre la matemática como lenguaje de la ciencia, nace en las redes neuronales del cerebro y que, por esa misteriosa relación entre esos opuestos negativos, describe el mundo que yace fuera de la cavidad cerebral.

    Pamela continuaba llamándome, el tiempo latía rápidamente en su universo mientras que en el mío, lentamente. Entre palabra y palabra de mi amada compañera de vida, transcurrían mis eternidades, se revivían episodios de mi pasado y se animaba las más extensas fantasías por venir, para cuya realización sentía que necesitaba una vida entera más, adicional a la que ya se estaba consumando.

    —¡Péter! ¡Ven amor!— era el llamado consecuente.

    Mi respuesta, en silencio, desde la frigidez de mi invierno:

    —¡Voy! ¡Enseguida voy! Pero no sé cómo levantarme Pam ¡Necesito ayuda!

    Enseguida aparecía mi ángel del ensueño, sentía su presencia bajo el marco de la puerta, con las manos apoyadas sobre su esbelta cintura, exhibiendo la silueta hermosa de su cuerpo parcialmente vestido con una falda corta, como siempre le han gustado, su cabello ligeramente despeinado y su expresión facial, sobre la cual no era la luz la que me informaba sino mi poderosa mirada interna que me decía que contenía una seductora severidad plena de cariño, respeto y amor por mí.

    Cuando aún la visualizaba mentalmente en la puerta, ya sentía sobre mi piel sus delicadas manos comenzando a sostenerme buscando ayudarme en el arduo proceso de incorporación al movimiento. Siento su aliento sobre mi rostro y soy feliz. Recuerdo la feria en la que nos conocimos, el restaurant del desayuno aquella mañana calurosa cuando decidí esperar puesto en el área refrigerada huyéndole al abrasador verano que presionaba desde fuera, dando la impresión de que en cualquier momento los cristales de las ventanas se desprenderían en mil pedazos cual masa de agua represada en una gigantesca piscina de algún mundo futuro.

    Me besó en la mejilla derecha y me susurró palabras de aliento, con ese delicioso aliento supranatural de sus palabras:

    —Ven, levántate poco a poco amor mío, han sido duros estos años, no te aflijas, hace sólo dos días que regresaste a nuestro hogar donde tanto te extrañé, donde tanta falta hiciste todos y cada uno de los días que han transcurrido en este ignominioso tiempo de verdades y revueltas desordenadas de este mundo. No te presiones pero haz un esfuerzo. Sube un escalón más en este proceso de rendición de la maldad ante la bondad, del engaño ante la verdad. Ven, yo te ayudo.

    Poco a poco, centímetro a centímetro, reposando en cada uno como sobre los eslabones de la infinita escalera que conduce a la cúspide de una torre de control, me acercaba a la verticalidad de mi corporación, venciendo con amor los dolores y desgarramientos que ese ejercicio producía.

    Por supuesto que no pretendía que yo fuese a la cocina, no podía. Era su amable forma de acercarme a la cotidianeidad de una vida normal a la que yo tenía derecho y a la que ella estaba decidida a acercarme. Sus tersas manos, sus firmes brazos me levantaron, me sostuvieron y me convidaron un primer sorbo de glorioso jugo de naranja exprimido en nuestra cocina, que me trasladó inmediatamente cual máquina del tiempo de alguno de los más vertiginosos juegos de computadora presentados por su compañía en aquella ocasión, a la mañana del encuentro en Las Vegas. Luego vino el agua, luego el café alternando con delicioso pan tostado con untura de mermelada y margarina. Era el paraíso ¡Cómo no querer volver a eso! En ese ambiente protector me sentí confiado y abrí, lentamente, los ojos.

    Ahí estaba, rubia, sonriente, con su vestido blanco, siempre blanco sobre su piel radiantemente blanca, siempre blanca. Me incliné hacia adelante, apoyé mi cabeza sobre su hombro derecho, moví con lentitud mi brazo derecho hacia ella y torpemente, la abracé.

    *

    Vivíamos en una calle callada. Nuestra casa era cómoda, suficiente para los dos, una sola planta. Las familias estaban dispersas, cada una en su proyecto, construyendo sus obras y afectos, sus historias, creciendo y entregando su esfuerzo a la vida, al universo, al conocimiento global acumulado en la eternidad. Pamela salía todos los días, religiosamente, a su trabajo. Continuaba dedicándose con esmero al negocio de los juegos electrónicos. Nuestra relación nació en ese ámbito y nunca abandonó la influencia de la fantasía, la ficción y la mágica realidad de los viajes en el tiempo y otras atrocidades como los diversos universos posibles en este multiverso cada día más vasto. El costo de la mano de obra de producción, de codificación de las aplicaciones, era bajo en esa Venezuela comunista mientras que la formación de los profesionales de la industria de la computación y la información, era la mejor en el mundo entero. Las universidades Central de Venezuela y Simón Bolívar, formaban a los mejores, los más capaces y mejor cotizados profesionales de todo el mundo. Pamela producía en Cabudare y exportaba al mundo. Sus productos eran de primera. Ningún otro fabricante había podido superar la calidad, robustez y complejidad de sus productos.

    No hay infinito más grande que otro. No hay luz más rápida que otra. Desde cualquier sistema de referencia, la luz siempre viaja a la misma velocidad, la suya, la máxima velocidad alcanzable en el mundo conocido hasta hoy. Donde antes sabíamos de un solo universo, ahora ya tenemos idea de múltiples universos. Nuestra mente trata de generar un espacio más grande que pueda albergar este colosal crecimiento en nuestra comprensión del orbe. Pero el infinito comprimido, seguirá siendo infinito. El universo es un cajón mágico, crece sin crecer, alberga más mundos y sigue siendo infinito, sigue igual.

    Angélica era una vecina. Aún no la he visto, no he salido de casa, Pam me cuida al extremo de pensar que en cualquier esquina me podría desplomar bien por mi debilidad como por la sorpresa ante los cambios radicales que han operado en este mundo durante justamente mis quince años de ausencia. Era una pareja fascinante. Nadaba siempre en aguas oscuras, profundas, indeterminadas. Hurgaban en los recodos más escabrosos de la naturaleza para generar conocimiento. Estudiaban la forma misma del conocimiento. Postulaban la existencia de formas alternas para conocer, para verdaderamente saber cómo se conduce y qué forma tiene el cosmos. Su casa está a la derecha de la nuestra, vista desde la calle. Es parecida, por no decir igual. Su familia, como la mayoría de las familias de esta urbanización, se había centrado en la investigación científica, gente académica cuyo principal interés ha sido siempre generar y divulgar información acerca de la naturaleza en la que vivimos. Su esposo Ángel, ya jubilado, se había dedicado en los últimos años, al estudio de nuevas formas del conocimiento alternativas al saber científico caracterizado por una búsqueda ceñida al método científico y con una capacidad de predicción del futuro de naturaleza causal, determinista y reproducible. Sin embargo, tal como me contó Pam, se ha visto estancado, contrario a sus expectativas.

    La casa del frente era verde. Nos separaba la pequeña calle cuya trocha apenas permitía el paso de dos vehículos que podrían circular en el mismo sentido o en sentidos contrarios. No había rayado ni flechado, era una zona apartada de la ciudad donde no había reglas más allá de las espontáneamente requeridas para mantener un sano nivel de convivencia. Yo continuaba con mis ojos cerrados y veía claramente todo a mi alrededor. Era como ver una película en 3D con mi casco de realidad virtual.

    Tanto me afané en el pasado que logré crear un modelo sobre la base real de una dinámica del funcionamiento mental. Mi idea sobre la interpretación de la matemática como el puente que une la mente humana con el exterior, me permitió desarrollar un sentido extrafino que representa en mi interior, aquello que pertenece al exterior. No fue azar mi conducta de abstraerme en la prisión. Ciertamente fue un recurso de supervivencia pero, en el fondo, no fue más que ese tiempo que yo necesitaba para ejercitar mi destreza mental y desarrollar mi sistema ideal de viaje en el tiempo.

    Las ciertas palabras pronunciadas por el líder máximo de la iglesia científica hace no recuerdo cuantos años, aún reverberaban dentro de mí como biblia abierta que reposa inmóvil en el atril de la sala familiar, finamente tallado en madera dorada por quién sabe qué dorador afín a mis ancestros hace dos siglos; reflexión continua, que mantiene el asombroso tono muscular de mis pensamientos y de las fantasías que se instalan recurrentemente como realidad alterna, en mi mente.

    La utilización de la mente como campo de existencia tuvo diversos orígenes en la humanidad. Hubo antecedentes en casi todas las culturas a lo largo de la historia de la civilización. El Dr. Augustus Reid, fundador de la doctrina eclesiástica cientificista, basó sus postulados en la figura de los experimentos imaginados de Albert Einstein. En realidad, los originé yo. Fui el creador de Imaginarius Trend, el personaje que salió de mi mundo onírico para quedarse entre el futuro en contracción y el limbo eterno del instante en el que el universo deja de expandirse y pasa a contraerse; ese punto inasible que es el instante en el que el día se transforma en noche y la vida en muerte. Pero es la vida, es así, luego de yo – o Trend – haber demostrado experimentalmente la solución a las interrogantes abiertas de la Cosmología, la arrolladora personalidad de Reid, su necesidad de protagonismo y su avasallante apetencia por el poder, lo lanzaron a la carrera pública capitalizando la anarquía ideológica que se produjo en aquellos tiempos debido a mis revelaciones.

    La resurrección tal como la entendía el cristianismo, había quedado experimentalmente demostrada. El mío fue un verdadero experimento imaginario, no como los de Einstein. Mi experimento imaginario trascendió los límites de nuestros sentidos y se mudó a la eternidad de nuestra mente. Las verdades no son propiedad de nadie, yo era el primer divulgador de esa píldora de conocimiento, pues me asqueaba la actitud individualista de la mayoría de los científicos, quienes usaban a la ciencia para sus fines personales, para enaltecer sus inflados pero débiles egos. Y fui yo mismo quien se tropezó con su piedra. Promulgué sin mezquindad mis hallazgos, quizá se los robé a Trend, no lo sé y muchas veces me encuentro debatiendo aún conmigo mismo sobre mi eventual falta de lealtad a mi compañero de hazañas intelectuales, pero lo hice acaso suponiendo que era lo que él mismo habría querido hacer, dar a conocer nuestros resultados para contribuir con el crecimiento del cristianismo, el cual se había visto mermado por la conducta inmoral de una abrumadora cantidad de sacerdotes y, sobre todo, por la cada día más evidente complicidad de la monarquía que dirigía a la Iglesia Católica.

    Pensamos mal. Siempre hay alguna falla, no hay robo perfecto, no hay crimen perfecto. También la naturaleza deja siempre alguna huella y Dios también la deja. Estábamos claros en las predicciones, habíamos visualizado desde hacía mucho tiempo la posibilidad de ese universo en contracción con ese tiempo en reversa que determinaba el desarrollo de los mismos acontecimientos en sentido opuesto, desde el final hacia el principio. Nos atrevimos, basados en nuestro gran maestro Curtois, a romper los cristales de los paradigmas que definían el método científico, para aventurarnos en un mundo en el que las leyes de la naturaleza eran diferentes. Nuestros colegas creían en singularidades, pregonaban que dentro de esas singulares posiciones presentes en el universo, las leyes de la naturaleza eran diferentes, desconocidas. Sabían que cualquier cosa podía pasar en el interior de los agujeros negros pero se negaban a entregar el control del conocimiento manteniendo algunos parámetros en control, la entropía, por ejemplo.

    Pensamos mal porque hicimos bien esa nueva ciencia imaginaria pero perdimos el contacto con las bases de la doctrina, con la teoría del poder y la magia que las mentiras ejercen sobre las masas humanas. Ignoramos, en nuestro trascender por el éxito de algunos pequeños pasos en la ciencia, lo grande de la psicología social. La mentira era el pegamento que amalgamaba a los individuos y las convertía en sociedad. Las mentiras hacían falta para sobrevivir y nosotros perdimos de vista ese conocimiento. Explicamos científicamente una resurrección que no hacía falta explicar y con ello demolimos la mentira que unía a los cristianos. Racionalizamos el dogma de fe creyendo que, una vez demostrada la verdad, más adeptos se unirían a las filas del cristianismo, cautivados por la certeza del conocimiento científico.

    *

    Pamela hacía un revoltillo delicioso. Me convidó su hermosa sonrisa plateada, radiante, que descubrí en ella sólo luego de haberme enamorado. La primera vez que sintió que yo la amaba, acusó recibo de mi sentimiento hacia ella dibujando esa espléndida expresión en su rostro. Hasta yo ignoraba su profunda belleza, y así y todo, me había enamorado de esa gran mujer. Acompañado con pan tostado y mermelada de naranja amarga, el desayuno me supo a gloria. Trajo consigo el calor de un hogar que pensé haber perdido irremisiblemente luego de la violencia de los años de las revueltas, la reestructuración y la cárcel. Era mi tercer desayuno en casa. Amé todo, reviví.

    *

    Aún habiendo hecho el esfuerzo para intentarlo, no he podido hasta ahora levantarme de mi cama. Me convertí en ermitaño, viví en un nicho complejo, repleto de sentimientos encontrados, odio, resentimiento, valores distorsionados, pleno de atrocidades y uno que otro gesto de amor hacia el prójimo. Era un mundo al que yo no pertenecía. Venía de un proceso que me llevó a descubrir la belleza del futuro, de la vida posterior a la expansión, de la vida en la resurrección y me encontré nadando en un mar de odio. Imaginarius lo sabía, era un visionario.

    No podía evitar el desarrollo de mi mundo interior. Ese cocktail de recuerdos, sentimientos y sensaciones que impregnaba mis mucosas olfativas y gustativas como si estuviese ahí, presente, en ese pasado que fue mi vida. Ese todo se expandía vertiginosamente dentro de mí como un universo luego de la gran explosión. La turbulencia impedía que la calma se instalara en mí. Veía una película constante, diferentes películas que se alternaban con la realidad que era Pam, su voz, su desayuno, sus caricias y los olores característicos de mi hogar con ella. La memoria sensorial era algo llamativo. Lograba confundirse con los estímulos detectados por mis sentidos y se creaba un ambiente que fundía mi pasado con mi presente. El futuro aún no protagonizaba ningún papel en ese torbellino pero se hacía presente a través de la expectativa que su ausencia creaba en mí.

    Sonó el teléfono celular de Pam. No entendí muy bien puesto que el sonido se escuchaba de manera homogénea en toda la casa, o en mi consciencia, no lo pude discriminar. El timbre era terso, aterciopelado, de baja intensidad pero categórico. Tenía gran poder de penetración. Sentí que, a pesar del ruido ambiental que pudiera haber, el timbre se oiría perfectamente, siempre. Era algo interior que no pude descifrar. Tuve la sensación de que las cosas habían cambiado más de lo que podía yo imaginar en estos años ¿Cuántos años habían sido? Mi estimado era de quince años pero ese avance correspondía a un período mayor. Era previsible un aumento en la tasa de desarrollo tecnológico pues con el advenimiento de la inteligencia artificial, nanotecnología, comunicaciones y desarrollo de servomecanismos, robótica y extrapolación del modelo cuántico a sistemas macroscópicos, todo apuntaba hacia un cambio radical en el panorama de la vida cotidiana. También la ciencia ficción hacía de las suyas, fungía como guía para los investigadores.

    De pequeño solía tener la sensación intuitiva de que la ciencia ficción era el paso anterior a la ciencia experimentalmente comprobable. La imaginación prefigura a la realidad. Es una relación oculta que existe entre la mente y sus pensamientos, con la naturaleza exterior. O es que la realidad no existe como nosotros la hemos entendido hasta ahora y solo existe el mundo interior del ser humano. El timbre dejó de sonar, Pam conversaba, yo no veía por mis ojos, cerrados, acostumbrados a reemplazar los datos de los sentidos por mis pensamientos e imágenes virtuales espontáneas. Era mi mirada interna, que enfocaba el exterior. Eran mis percepciones.

    Se acercó a mí y me tomó de la mano, suavemente. Yo yacía acostado en mi lecho, me transfirió la llamada sin soltarme la mano, sin darme ningún dispositivo. Súbitamente escuché en mi mente una voz conocida que me saludaba con euforia:

    —¡Péter! ¡Amigo mío! ¡Mi entrañable compañero de siempre! ¡Qué falta me has hecho! ¡Me enteré por Pam que habías regresado! ¡Qué alegría me das!

    Eran varios los sobresaltos que me agobiaron. La tecnología, la conversación telefónica en mi mente, mis respuestas se hicieron esperar, no sabía qué hacer, suponía que debía hablar pues había escuchado a mi esposa conversando en voz alta con él. No me atrevía a pensar pues ignoraba si los pensamientos también se traducirían en información y serían transmitidos por esa novedosa vía telefónica. Luego de unos segundos, Pam soltó mi mano y me dejó a solas con mi nueva experiencia sensorial y afectiva. Tardé en incorporarme a la conversación, el afectuoso saludo reverberaba dentro de mí. Había olvidado el cariño, mantuve un silencio culpable, no quería que mi amigo, a quien no terminaba yo de identificar, colgara la llamada.

    Pero no hablé, no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba de regreso, si, pero de regreso ¿De dónde? Mi mundo se había trasladado a mi mente, se había globalizado. Las distancias y los límites se habían difuminado como la tinta cuando se ve absorbida y difundida por el papel sobre el cual la depositó ordenadamente el escritor, queriendo dejar una huella inteligible. Pam vino al darse cuenta de mi inacción. Tomó la llamada de alguna forma imperceptible y habló. Escuché la conversación de ambos, entendía que entendían qué fue lo que sucedió y también entendí que el amigo estaba ahí, frente a mí, en presencia holográfica, observando mi conducta y mi postura y estado, plenamente. Así fue que entendí su paciencia, él me vio en mi colapso, en mi desazón. Pam estaba vigilante y me protegió de un mal mayor causado por el impacto de las nuevas sensaciones que estaba yo empezando a percibir y que, lucían como miniaturas en comparación con lo que me reservaba el porvenir.

    —La mente es el terreno del futuro querida Pam ¿Quién lo creería en esos años en los que la realidad virtual daba sus primeros pasos? Cuando inicié mi trabajo con Trend hasta yo llegué a pensar que estaba loco. Me apoyaba en el detalle poco publicitado de los gedanken experiments del maestro Einstein. Nadie los asoció con el abordaje de la mente como el futuro medio ambiente del ser humano. Probablemente él tampoco pero lo visualizó sin nombrarlo, demostró modelos matemáticos con experimentos imaginarios en un tiempo de guerras que motivaban la huída, unos de sus hogares en llamas y otros de la realidad.

    —Debes tener paciencia— respondió Pam—, hacer exactamente lo que estás haciendo, protegerte del exterior, ir incorporándote progresivamente pues hay gran cantidad de información y adelantos que se han llevado a la práctica cotidiana durante estos últimos años. El mundo allá afuera no es el que recuerdas. Ignoro si has tenido la posibilidad de llevar ese ambiente físico exterior a tu mente para abordarlo, pero de seguro de impresionará. La sola presencia de los radicales de Dryer, apoyados en la tecnología, es algo aterrador. No hay guerra, solo hay temor.

    —Ya lo decíamos en aquellos años previos al advenimiento del siglo XXI— continuó Péter—, el mundo futuro será de los que saben, el poder se construirá sobre el conocimiento, no sobre la base de la riqueza. La investigación científica y la tecnología arrollarán los cánones clásicos basados

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1