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Bonne Chance & Mariposas
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Libro electrónico227 páginas2 horas

Bonne Chance & Mariposas

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Bonne Chance y Mariposas

Entre viajes y tarot, esta es una historia mágica sobre aprovechar las oportunidades para alcanzar nuestros sueños. Después de perder a su madre, Izzy, con 40 años, emprende un viaje de descubrimiento personal viajando desde Australia hasta Montmorillon, en la Francia rural. Una bonita historia sobre la vida y el amor.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento13 mar 2021
ISBN9781393969136
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    Bonne Chance & Mariposas - Rosie Christopherson

    Bonne Chance & Mariposas

    Rosie Christopherson

    Copyright © 2018 por Rosie Christopherson

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción o el uso de cualquier forma de este libro o cualquier porción del mismo sin el permiso especial por escrito del editor, a excepción del uso de citaciones breves en reseñas.

    Primera edición, 2018

    Agradezco de corazón a mi pareja Huw por su apoyo inquebrantable, experiencia tecnológica y ánimos, a Keith Dixon por compartir sus conocimientos literarios que me permitieron comenzar, a Mike Evans, y a los muchos amigos queridos que son una parte de mi vida en este pueblo mágico.

    No podemos retroceder hasta el principio para cambiarlo, pero podemos comenzar desde ahora a cambiar el final.

    C.S. Lewis

    Montmorillon es un pueblo real en Nouvelle Aquitaine, en la Francia rural. Está situada junto al telón de fondo de la medieval Cité de L’Écrit, ciudad de la escritura. Los eventos y el personaje de Izzy son ficticios, aunque los lugares y algunos personajes son reales.

    Tabla de contenidos

    .....................................................1

    Capítulo 1..............................................8

    Capítulo 2.............................................16

    Capítulo 3.............................................26

    Capítulo 4.............................................31

    Capítulo 5.............................................40

    Capítulo 6.............................................46

    Capítulo 7.............................................53

    Capítulo 8.............................................60

    Capítulo 9.............................................65

    Capítulo 10............................................76

    Capítulo 11............................................84

    Capítulo 12............................................94

    Capítulo 13...........................................101

    Capítulo 14...........................................105

    Capítulo 15...........................................115

    Capítulo 16...........................................123

    Capítulo 17...........................................130

    Capítulo 18...........................................136

    Capítulo 19...........................................145

    Capítulo 20...........................................152

    Capítulo 21...........................................158

    Capítulo 22...........................................167

    Capítulo 23...........................................172

    Capítulo 24...........................................176

    Capítulo 25...........................................186

    Capítulo 26...........................................190

    Capítulo 27...........................................196

    Capítulo 28...........................................202

    Capítulo 29...........................................206

    Capítulo 30...........................................210

    Capítulo 31...........................................216

    Sobre la Autora........................................220

    Capítulo 1

    El ataúd turquesa de Harriet le dada un toque de luz al Salón Bautista de Park Orchards.

    Se veía extrañamente fuera de lugar subido al coche austero. Ramos de rosas blancas, gentileza del comité femenino, hacían lo posible para suavizar el entorno desolador. Jesús en la cruz de madera observando las filas de asientos incómodos.

    La única calidez de la sala ofrecida por el bautismal, oculta debajo de una rampa, calentada a una constante de 20 grados y lista para lavar los pecados del convertido siguiente.

    El comité de la iglesia votó hace dos años el cese del plan para centralizar la calefacción, resistiendo con tres pequeños calentadores de pared.  El dinero es mejor guardarlo para las misiones, declaró el Pastor Jean. Nadie se atrevió a votar en su contra. Realmente impedía que la gente se durmiera, para mi suerte Harriet murió en invierno.

    Australia conjura visiones de arena y mar, pero un invierno en Melbourne es extremadamente frío. Harriet está cómoda en su ataúd, arropada con su chaqueta de ante jade y su falta de Tartán. Con mis botas de borreguito ajustadas y mi abrigo de color naranja quemado largo hasta el suelo, he decidido unirme a la calidez con el color. Ladrillos, mortero y la ausencia de ventanas hacían parecer éste salón Bautista más bien una celda sin alma que un lugar sagrado.

    La entrada de doble puerta permitía el paso de un destello de luz.

    Silvie, la asistente del funeral, camina solemnemente por mi lado y coloca mi reserva de gerberas amarillas en el ataúd de Harriet.

    Izzy, ¿has traído la foto?

    Es mi foto favorita de ella. Tomada en el desfile de capotas de Pascua de la residencia de ancianos del año pasado. Harriet no estuvo satisfecha hasta que cada centímetro estuvo cubierto de pompones y flores amarillas. Su pequeña carita radiante bajo su capota, así es cómo intentaré recordarla. Fue un día muy feliz.

    Harriet, mandona y rechoncha, se convirtió en un gorrión frágil en los últimos tres meses. Solamente un arrebato ocasional, una pataleta infantil, a menudo sobre el color de su taza de té.

    Guantes de gamuza verde escondían mis manos secas y ensangrentadas. Esta semana mis uñas han cargado con todo, casi todas mordidas demasiado lejos.

    Ooops casi te me caes.

    Allá vas, Harriet, entre las gerberas, perfecta.

    Consolándome, Silvie me acaricia el brazo, guiándome hacia mi asiento en mitad de la primera fila. Prefiriendo estar en el fondo y salir rápidamente, mi asiento fue una decisión de Betty, la jefa diaconisa. Dictando que me siente en el asiento opuesto al púlpito del pastor, justo delante del ataúd de Harriet. Betty no ha perdido el tiempo ocupando el lugar de Harriet de directora de tráfico de la iglesia.

    Maria y Joe Bartolo, nuestros alegres vecinos italianos, o italiano-estadounidenses, cómo Harriet solía llamarlos, están sentados detrás de mí. Son las únicas personas que quiero ver hoy.

    Habiendo emigrado desde Sicília en los años sesenta, Maria sólo tenía 20 años, una hija pequeña y apenas hablaba inglés. Abrieron una pizzería local que fue un gran éxito para un suburbio que sólo tenía un comercio de comida china para llevar. El buen trato de Maria con los adolescentes locales y el horno de madera de Joe dieron muy buenos resultados.

    Sin creerse que les pudiera ir tan bien, Harriet estaba convencida que su restaurante vendía drogas y mandaba el dinero a la mafia italiana.

    No todos los italianos están involucrados con la mafia, Harriet querida,

    Murmuraba papá.

    Papá a menudo confrontaba a Harriet, esta vez tan sólo le recordó que simplemente eran gente muy trabajadora que merecía su éxito.

    No podías tener una opinión diferente a la de Harriet. Bueno, sí podías, pero debías prepararte para una batalla verbal.

    Maria y Joe eran gente real, que comían alimentos reales, con una manada de niños que para mí fueron lo más cercano a una familia.

    Harriet se hubiera mortificado si supiera cuántas veces fui a la misa de noche de los sábados, a casa con ellos con un ponche de ron para calentarnos. Boles de espagueti humeante, cargados de ajo y hierbas frescas del jardín de Maria, que siempre terminaban por colarse en nuestro lado de la valla.

    Después de la muerte de papá, Maria y Joe fueron buenos con Harriet, pero su generosidad no fue devuelta. Aun así, Maria jamás dedicó una mala palabra a mi madre. Su alma generosa y amabilidad destacaban en el mundo hipócrita de Harriet.

    Los católicos no parecen tener las restricciones que yo tuve mientras crecía. Puedes confesarte y comenzar de nuevo al día siguiente.

    Ir a misa era muy parecido a visitar una galería de arte. Cuadros preciosos, ornamentaciones doradas, bolsos perfumados siendo balanceando y cantos. Demasiado místico para mí, después de la atmósfera del servicio bautismal de la iglesia. Después de la misa de noche de los sábados, se les permitía a todos los niños tomar un chupito de vino de fuerte aroma con un chorrito de limonada.

    El alcohol no estaba en los planes del bautismo. Junto con los bailes y la música (que no fueron los himnos). Canciones de Alabanza era el programa de televisión favorito de Harriet. Los domingos por la noche a las 17h eran mi hora de salida, con Harriet tarareando sus himnos favoritos y mis tareas domésticas terminadas, solía correr a través del pasaje compartido con el jardín de Maria. Seis niños solían ocupar el televisor en blanco y negro, viendo Disneyland, peleándose por un asiento en su sala de estar humilde pero hogareña. En órdenes estrictas de estar de vuelta antes de las 18h para cenar antes del servicio de noche de la iglesia, dejar detrás el aroma que te hace la boca agua de la sopa de lentejas y cordero de Maria era tarea dura.

    Harriet era una cocinera terrible. Nuestras cenas de los domingos solían ser tostadas de guisantes en conserva. La prioridad de Harriet era pasarse todas las tardes de domingo escribiendo la siguiente edición del Buletín del Salón Bautista de Park Orchards.

    La comida de los domingos iba después del servicio matinal de la iglesia. Pareciéndose más a una bota de plástico ennegrecida y carbonizada que a un pollo asado. La cena era simplemente un mejunje rápido.

    Los días de té y cacerolada una vez al mes eran mi evento favorito de la iglesia. Tanto mi padre como yo amábamos las albóndigas de puercoespín de la Sra. Sullivan, pequeñas bolitas sabrosas de carne molida rellenas de arroz y hierbas.

    Los intentos de Harriet de comidas exóticas quedaban entre paquetes de risotto y arroz con curry precocinados. No supe que las judías eran verdes hasta probar las de Maria.

    El sábado era el único día en que se me permitía cocinar. Harriet haciendo sus visitas a los enfermos y las personas mayores, la cocina se convertía en La Cafetería de Izzy. Cargada con boles de hierbas frescas de al lado de casa, inspirada por la cocina italiana de Maria, me esforzaba al máximo para prepararnos un festín de sábado por la noche.

    Tan pronto cómo Harriet cruzaba la puerta, papá y yo abríamos el Saturday Sun Herald. Pasando las páginas directamente a la sección de la mitad del diario, la sección de los pasatiempos, me lanzaba sobre los códigos de palabras mientras papá leía las pistas de los crucigramas.

    Hirviendo el hervidor por turnos y rellenando la tetera, poco a poco con los años papá me enseñó los trucos de los crucigramas.

    Los sábados por la tarde solían ser cortar y probar.

    Harriet no disfrutaba de mis esfuerzos culinarios, apartando la comida del plato, quejándose de demasiadas especias.

    Izzy, podía oler el ajo mientras aparcaba el coche afuera, ya sabes lo que le hace a mi estómago.

    Papá solía hacerme guiños. Más para nosotros entonces, Izzy.

    Harriet era inmigrante, una británica muy delgada que hizo el largo viaje desde la Londres de postguerra, solamente unos días después de casarse con mi padre Stan a finales de los cincuenta.

    Papá ya tenía su billete para dar la vuelta al mundo. Harriet debía haber viajado en la clase más baja que su billete por poco peso permitía. Unas cuantas cartas poco amables del Alcalde de Melbourne, que era un amigo de la familia, permitieron a Harriet viajar en la cabina de segunda clase de papá.

    Tal vez ese viaje le dio un sentimiento de superioridad.

    Harriet consideraba al vecindario como inferior, después de todo no hablaban el inglés de la Reina...

    De adolescente, Harriet se reconfortaba en la iglesia local, buscando un refugio de su padre alcohólico y su madre gravemente afectada por el estrés postraumático de la postguerra. Los Bombardeos de Londres se llevaron muchas vidas de su vecindario y nadie la podía culpar por escapar de esos recuerdos.

    Conocer a mi padre en una coral fue un sueño imprevisto.

    Solamente unos días después de su boda, su madre la amenazó, Si nos dejas y te vas a ese país primitivo, jamás volverás a oír de nosotros.

    Era una amenaza muy seria.

    Harriet jamás supo nada sus padres, tenía que contentarse con pequeñas noticias que sus amigas le hacían llegar por carta. Con el paso de los años las cartas cesaron.

    Stan y Harriet navegaron a Melbourne dos días después de su boda.

    Maria tose detrás de mí, poniendo su mano sobre mi hombro. Me doy la vuelta y le doy una pequeña sonrisa. Tenerla detrás de mí me reconforta. Estoy contenta de llevar el sombrero verde que me trajo de Machu Picchu durante su último viaje.

    Pienso que es una falta de respeto llevar un sombrero en la iglesia. Junto con el ataúd turquesa de Harriet, hoy no es el día para las convenciones.

    La caja de Rocher sabor a coco en mi bolso me reconforta, manteniéndome en calor y comiendo chocolate es la única forma en qué podré sobrevivir al día de hoy. Oh, eso y unas copas del licor casero de Joe.

    Harriet se revolvería en su ataúd si supiera que ahora su nevera está llena de botellas de chardonnay y ginebra, ahora que ya no hace falta esconderlas debajo de una pila de ropa en mi armario.

    La Pastora Jean alza sus manos Levantémonos todos para Rezar ante Dios.

    De vuelta a la realidad, me meto un bombón Raffaello en a boca.

    Respira, sólo respira.

    Silvie y sus camaradas permanecen solemnemente de pie, listos para acompañar a Harriet en su último viaje. Silvie coje con precaución la fotografía de Harriet de su ataúd y me la entrega. Con la visión borrosa por las lágrimas ardientes corriendo por todo mi rostro busco detrás de mí, con dificultad para ver a Maria. Estirando el brazo para alcanzarla, caminamos juntas detrás del ataúd.

    Abrazando la fotografía de Harriet contra mi pecho, siento que es el abrazo por el que esperé toda la vida per nunca ocurrió.

    Las asistentas de la ceremonia forman una línea. Llevando sombreros blancos, parecen chicas vaqueras. Harriet es levantada con maña y metida dentro del coche fúnebre lleno de flores.

    Su ataúd parece un árbol en flor.

    El ataúd se ve precioso, Izzy, tu mamá estaría orgullosa.

    ¿Qué voy a hacer ahora, Maria? sollozo.

    Te encontrarás a ti misma, Izzy, pero llevará su tiempo.

    El coche fúnebre se aleja despacio y te veo desaparecer.

    Adiós, mamá.

    La Pastora Jean espera, mirando a Harriet hasta que el coche fúnebre ya no se ve, de camino al crematorio.

    Espero verte en el encuentro de alabanza esta semana, Izzy, ahora necesitas el amor de Dios, estamos todos aquí para ti.

    Gracias, Pastora, veré cómo me siento. Sé que Harriet te agradecería todo lo que has hecho por ella.

    Mentir parece ser lo único que puedo hacer ahora.

    Tal vez una pequeña donación para el donde de misiones, Izzy, pienso que es lo que tu madre hubiera querido.

    Joder...

    Pero que les pasa a esta gente, ¡acabo de perder a mi madre!

    Respira, respira.

    Gracias, Pastora, estamos en contacto.

    Subiendo al coche de Maria sin mirar atrás, no tengo la menor intención de volver a esta iglesia nunca más.

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