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Sigue adelante chico. ¿No ves que está muerto?
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Sigue adelante chico. ¿No ves que está muerto?
Libro electrónico496 páginas6 horas

Sigue adelante chico. ¿No ves que está muerto?

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Atractiva novela de espionaje internacional antiterrrista donde personaejes tan dispares como un famoso agente secreto, un gran financiero, un estudiante milanés, el hijo de un jeque y otros personajes sobresalientes; se unen en una trama que intenta detener el accionar terrorista, planeando una operación perfecta, compleja y arriesgada, En ella los "malos" muestran ciertas perplejidades y los "buenos" un cinismo inesperado, ambos librando una guerra sorda en los más atractivos paisajes europeos. Tensión y final inesperado.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento20 nov 2020
ISBN9781071575840
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    Sigue adelante chico. ¿No ves que está muerto? - Gianfranco Rescina

    Gianfranco Rescina

    SIGUE ADELANTE, CHICO.

    ¿NO VES QUE ESTÁ MUERTO?

    Beryl Reid escribió: Nunca se posee a un gato. Si acaso eres admitido en su vida, lo que sin duda es un privilegio.

    Así que gracias, Loto.

    UNA ESTRATEGIA BIEN ORQUESTADA

    Si tengo tres horas para cortar un árbol, uso la primera hora

    para afilar el hacha.

    Abraham Lincoln

    NOAH DAVID Y MOISÉS LEVITSCH 

    -Cómodo 

    Fue la respuesta murmurada por el Director de la unidad operativa Noah David al jefe de guardia nocturna que, cuando lo había visto entrar en la sede del Mossad, se había puesto firme. Era difícil que el guardia nocturno lo encontrase, incluso si el Director llegaba a la oficina antes que todos, con un termo de café que le habría dado autonomía por una hora. Después sería abastecido con el liofilizado de Sara, la secretaria. Seguirían los acostumbrados gags, exagera con el café... es un potente antioxidante...

    El Director de la unidad operativa del Mossad, David, era un hombre alto, de origen ruso y, a pesar de la edad, vigoroso. Contaba a sus bisabuelos entre los primeros integrantes de los kibutz. Pasaba gran parte del día en una hermosa oficina, amoblada con lo esencial, y con un ventanal con vista al mar. En las paredes estaban colgadas sus fotos preferidas, aquellas de la familia de origen, que había participado en la primera colonización, las diferentes guerras y su permanencia en un hospital por una herida en la pierna. Algunas eran en blanco y negro, con los amigos más queridos de tupidas cabelleras oscuras y claras, y parecían desaparecer dentro de las ropas demasiado amplias y grandes botas de trabajo.

    El Director David se paraba a menudo a mirar esas fotografías. Completaban esta galería algunas decoraciones militares y otros elementos que lo llevaban a sus días de estudio en Inglaterra y a aquellos del MBA en Harvard.

    Calmado, de gustos simples y temperamento de gran trabajador, tenía un aspecto enérgico. También su forma de vestir era simple y, con saco y corbata, se podía confundir con un empleado cualquiera.

    -Soy un Director encubierto, le gustaba bromear.

    Aquella mañana tenía un motivo excepcional para llegar antes de lo habitual. Había subido a su oficina, encendido la computadora y empezado a leer el informe que había llegado por la noche. Era el resultado del trabajo de un grupo de analistas, jóvenes expertos en geopolítica, finanzas internacionales y mercados financieros. Trabajaban en el segundo subsuelo, frente a las pantallas que transmitían en tiempo real, una serie de datos y que venían de fuentes oficiales y no oficiales.

    La premisa del informe era preocupante y el Director se preguntaba si ese grupo de jóvenes brillantes no se deleitarían en ver fantasmas en cada rincón, después había visto una nota firmada por el jefe del grupo, un profesor de relaciones internacionales de la universidad de Tel Aviv.

    La lectura de esa nota lo había preocupado todavía más. El profesor acompañaba el informe, recomendando que las indicaciones contenidas no fuesen tomadas como débiles señales, sino como fenómenos emergentes, en el sentido científico del término, es decir que, precisamente, emergen y se transforman en permanentes. Se sumergió en la lectura sin prejuicios y cuando llegó su secretaria con la tetera del café en la mano,

    -Sarah, llame al Profesor Adler y pregúntele si podemos encontrarnos.

    -Buenos días también para usted. Enseguida lo llamo y mientras tanto conceda a su humilde sierva el honor de servirle una taza de café.

    Poco después, asomando la cabeza por la puerta, le dijo que el profesor Adler ya estaba en Yale para un ciclo de conferencias, pero que había dejado diferentes números de contacto para ser llamado. El Director miró el reloj,

    -A nuestras 3.30 horas de la tarde llámelo, por favor.

    Sacó una hoja de papel del cajón, la plegó en cuatro, cortó ocho trozos de papel más pequeños y empezó a tomar apuntes. Era una forma de obligarse a razonar con precisión.

    ¿Quién había dicho que escribir es la forma de pensar más elevada? Debe haber sido un escritor americano, de esos que escriben un best seller al año. Se prometió decírselo a Sarah, para hacer las paces.

    Escribió en forma desordenada y sintética, para fijar lo esencial del informe, prescindiendo de la secuencia de exposición original. Cuando terminó con los papelitos, los distribuyó en la superficie del escritorio para tener una visión general, los miró con atención y repitió la operación de plegado con otra hoja. La sostuvo en la mano izquierda y siguió concentrando su atención sobre aquellos apuntes.

    Sarah asomó la cabeza con la intención de llenar la taza de café, pero se retiró enseguida, sin hacer ruido, porque sabía bien que cuando ponía en orden sus ideas de aquella forma, no era momento de molestarlo, aunque su nivel de concentración era tal que, si hubiesen llegado a la oficina guerrilleros palestinos, ni se habría dado cuenta. En el pasado le habría dicho que, si lo hubiese deseado, le daría las hojas preparadas para ser divididas de aquella forma.

    -Sarah, soy un viejo judío que tiene costumbres parsimoniosas, en este cajón tengo tantas hojas para recuperar, que sirven perfectamente para este propósito.

    El Director seguía absorto observando las hojitas sobre el escritorio y cada tanto las cambiaba de lugar en la superficie de trabajo y les agregaba otras, breves apuntes que añadía a aquellos de la primera serie. En poco tiempo había utilizado otras cuatro hojas y agregado más reflexiones sintéticas. Las notitas habían cambiado de lugar muchas veces sobre el escritorio.

    A media mañana, el Director miró satisfecho el resultado y gritó

    -¡Saraaah! Y, cuando la secretaria apareció en el vano de la puerta le dijo, buenos días.

    Llevó sin palabras la taza de café ahora vacía, que Sarah tomó  con diligencia mal disimulada, y siguió numerando las notas.

    A las 3.30 de la tarde la solícita y precisa Sarah llamó al profesor y se lo pasó al Director, advirtiéndole que la línea era segura.

    -Profesor...

    -Director...

    -¿Qué solidez tiene el informe?

    -Elevadísima, Director. El fenómeno comenzó hace un par de años. Las transacciones al principio fueron insignificantes, pero muy frecuentes, y sus plazas financieras variadas, si bien secundarias, llevadas a cabo por intermediarios marginales. Fue una acumulación larga y silenciosa. A pesar de los financiamientos de préstamos no reembolsables, seguidos por operadores nominados y, lo que es peor, cronológicamente conectados con hechos muy cruentos, la masa patrimonial es elevadísima y la liquidez también.

    -¿Peor de lo que siempre fue?

    -Sí, mucho peor.

    -¿Qué urgencia de intervención piensa que se necesita?

    -Lamentablemente elevada, si se piensa en una intervención informática, que no sería de todos modos definitiva, sea por el sistema de protección, sea por la posibilidad de recuperar rápidamente las operaciones. Para una acción resolutiva, se puede tomar el tiempo necesario y planificar una intervención que permita, en primer lugar, penetrar en la central financiera y, a continuación, dejarla fuera de juego.

    Después de la llamada el Director volvió a revisar sus apuntes.

    La existencia de una organización, por lo tanto, era un hecho establecido, se trataba de encontrar la mejor solución para neutralizarla y el tiempo no era la variable más crítica.

    Neutralizarla en vez de destruirla.

    Sonrió para sí mismo, pensando en cuanto se había aburguesado. Se había sorprendido pensando en forma burocrática.

    Miró una vez más sus notas juntas y pasó revista a las prioridades y alternativas. Se trataba de individualizar la cabeza de la organización, las bases operativas y las personas claves. Además que las posibilidades de intervención presentaban una gama de posibles alternativas. Algunas directas, que le habrían gustado mucho, otras, indirectas, que habrían resuelto la situación en forma radical. El tiempo habría sido diferente, pero era necesario sacrificar la rapidez a la radicalidad de la intervención. Estaba de acuerdo con el Profesor. Eliminó la intervención por mano militar que habría asegurado la eliminación de la cabeza, del Director de las centrales de operaciones, pero habría dejado inmutable la inspiración original y sobre todo la masa patrimonial y monetaria.

    Pidió a Sarah que anunciara su visita inmediata al jefe del grupo de analistas y fijara una cita con Moisés Levitsch al final de la tarde, recomendándole dejarle preparado café fresco.

    Se dirigió a paso firme hacia la reunión con los cerebritos, como él los llamaba. Los pondría en aprietos con una serie de preguntas precisas que los obligaría a dar respuestas por otro lado exactas y concisas, o, por lo menos, eso esperaba. Había preparado también la linda sorpresa de confiarles a ellos la tarea de actuar en no más de tres días.   

    En la puerta de la sala de reuniones salió a atenderlo el jefe del equipo de analistas, que lucía, como de costumbre, una de sus delgadas corbatas de mariposa, que lo hacían tener el aspecto de un intelectual americano de los años cincuenta. Adentro estaba el grupo de sus colaboradores más calificados.

    Estuve hasta ahora con los cerebritos, tirándose en un sillón con aire cansado, cuando entró al final de la tarde a la oficina de Moisés Levitsch y pidió a su amigo una pausa de descompresión.

    Aquella oficina siempre había tenido el aire de un alojamiento provisorio. El mobiliario era funcional pero sin adornos: un escritorio, tres silloncitos de oficina y un estante casi vacío,  nada personal, ni foto ni decoración. Algunos recortes de periódicos internacionales y apuntes varios estaban fijados con imanes en un pizarrón frente al escritorio y representaban la esencia de la actividad de Moisés Levitsch. No eran noticias olvidadas, sino constantemente actualizadas, nombres de personas, organizaciones, localidades y enlaces relacionados. La única coquetería era una colección de plantas suculentas sobre un estante bajo la ventana y una cafetera, sobre una mesita.

    Pocas personas adentro del instituto habrían podido decir con precisión cuál era el rol de Moisés. Los pocos que lo sabían, habrían dicho que su actividad  era comparable a la de una gran araña que teje su tela y envuelve a su presa. Establecía informes y se comprometía con cualquier cosa que fuese potencialmente útil en lo inmediato o en lo futuro, por amigo o enemigo que fuera.

    A Noah David le parecía haberlo visto siempre con esa ropa beige arrugada, con la marca de las rodillas en sus pantalones y con un reloj que parecía un gadget promocional de algún detergente. Esa ropa lucía en él como si estuviese colgando de un perchero, a pesar que Moisés tuviese todavía un físico atlético y delgado.

    Entre los dos había un entendimiento especial. Moisés había servido en el departamento de zapadores comandado por el Director, era valiente y combinaba esta cualidad con una inteligencia y velocidad de reflejos, fuera de lo común.

    -Fui a hablar con los cerebritos. No fue una pérdida de tiempo porque los intimé a ahorrar detalles y contestar a mis preguntas solo con un código binario: con un sí o con un no.

    -Deberías emitir un procedimiento que prevea que los cuadros directivos pasen, por turno, un período de dos meses en departamentos operativos en las fronteras más calientes.

    Le sirvió una dosis de café en una gran taza azul y quedó en silenciosa espera. Después de dos largos sorbos el Director puso una expresión seria,

    -¿Dónde consigues un café tan perfumado?

    -Lo mandan los míos de Holanda. Te haré llegar un paquete.

    -Te estaré verdaderamente agradecido.

    Le hizo una síntesis del contenido del informe.

    -Moisés, si no hubiese otra posibilidad de intervención que la de una acción encubierta, ¿serías capaz de encontrar un elemento que sepa moverse sin llamar la atención en ambientes financieros? Se trata de una misión verdaderamente importante, tal vez la más importante de las que haya conducido hasta ahora en el exterior.

    -¿Y un ataque informático?

    -Los cerebritos y nuestros expertos en tecnología dicen que sus sistemas tienen un nivel de protección tan elevado que se darían cuenta del ataque antes que se llegue a obtener el resultado. Sobre los líderes solo tenemos algunas sospechas y, admito que si lográsemos alcanzarlos, no bastaría con su eliminación para dar un golpe definitivo. No nos queda más que una intervención directa, un infiltrado precisamente, si bien se necesitará mucho más tiempo. ¿Tenemos alguna posibilidad?

    -Déjame dar una mirada a nuestros archivos y a algunos servicios, como decir, amigos...

    Tres días después el Director volvió a la oficina de Moisés que le puso en la mano la habitual taza azul de café.

    -La acción encubierta es posible, si somos capaces de manejar bien los contactos y las relaciones.

    -Estarás satisfecho. Se vuelve a los viejos métodos...

    Moisés sonrió con la expresión de un gato callejero que descubrió una colonia de ratones.

    No se trata solo de dar un golpe, eliminando las cabezas pensantes y los brazos operativos. Tendremos que provocar una hemorragia fulminante y letal en toda la organización, quizás con la ayuda de un banco neutral que se ofrezca de buena gana.

    -La búsqueda entre los archivos está dando buenos resultados. Mientras tanto mira esto. Moisés abrió el cajón del escritorio, sacó un dosier y estirando el brazo sobre el escritorio se lo pasó al Director.

    -Son cosas del MI6. Este es el mejor. Está casi listo, establecí desde hace tiempo contacto y tengo con él periódicos e inocentes encuentros, cuando voy a Londres...

    -... Pero no sabe nada...

    -No. Ni que está en la nómina.

    -¿La familia?

    -Buena. En su lugar, laica, culta, con óptimos contactos internacionales y, sobre todo... Descontentos.

    -Déjame el dosier para estudiarlo.

    Lo abrió y pasó velozmente el índice. Después tomó el último trago de café, puso la carpeta bajo el brazo y antes de salir se detuvo,

    -¿Cómo está la posición detrás de las líneas?

    -Óptima. Nuestro hombre es cada vez más influyente y está en la posición exacta para llevar a término esta misión. Tendremos que despertar su memoria y ver cómo favorecer sus proyectos personales.

    En su oficina el Director recorrió con atención el dosier, clasificado como strictly confidential y firmado por el Responsable de las Operaciones en el Exterior y por el Oficial de enlace del MI6.

    Los formularios, completados con lenguaje burocrático, daban suficientes indicaciones para hacerse una idea sobre la familia Al Mauri, de las preferencias geopolíticas del Profesor Al Mauri, y sobre todo del joven Sayed.

    Nunca soporté los formularios que obligan a los ojos a un recorrido obligado.

    Veamos qué me preparó Moisés...

    El Director David revisó rápidamente el informe en búsqueda de los elementos salientes.

    -... el tal Sayed Al Mauri... hijo mayor de la familia bien... alta burguesía profesional... padre laico, progresista, garante pro occidental...

    ...Como todos aquellos que pertenecen a una comunidad científica internacional...

    ... cardiólogo y profesor de cardiología en El Cairo... admirador del occidente y de Israel... con cultivada amistad del colega profesor Rosenthal de Tel Aviv, con quien se conocieron en un congreso en Canadá...

    ... ¿cómo es que no está en la cárcel?...

    ... está a cargo de políticos y altos oficiales del ejército...

    Ahora se explica...

    ...controlado por el SSIS (1) en forma más que discreta.

    ...llegamos al tal Sayed Al Mauri...

    ... desde joven edad acompañaba a menudo al padre al exterior... desde ese tiempo entonces el joven de familia... viaja por Europa... fascinado por occidente... con conocimiento de las principales lenguas europeas... visitante en cursos de verano en Inglaterra primero por el idioma... después por sus estudios de economía... no profesaba religión alguna... graduado en Cambridge... curso de especialización en finanzas en la Escuela de Economía de Londres... becas de estudio financiadas por el Foreign Office...

    ...ah, ah, diabólico Moisés, también esta vez había dado en el clavo.

    Actualmente vendedor de Fisher y Spencer corredores internacionales en Londres... un adjunto confirmaba la secularidad revelada directamente por observadores...

    ... de cuántas formas se llamarán los espías, sombras, y tal vez qué más...

    ... había tomado posición contra los estudiantes fundamentalistas que pretendían que la hermana vistiese el velo en la escuela...

    Un trabajo perfectamente hecho por parte de Moisés, que tenía en la mira al individuo también cuando estaba de vacaciones en Egipto, usando sus observadores...

    En síntesis, joven, inteligente y culto.

    Moisés estará sin dudas preparado para convencerlo.

    Seguía una nota manuscrita, firmada ML.

    -Bien hecho, Moisés.

    Fue el comentario del Director David cuando al día siguiente se volvió a presentar en la oficina de Moisés Levitsch.

    -Solo fui previsor. Tomar las oportunidades como esta forma parte de mi trabajo, no podíamos dejarlo escapar. Tengo de todos modos otras cinco posibilidades, en caso que las tratativas con Al Mauri no llegasen a puerto.

    -Si bien el tiempo no es una variable crítica, debemos construir lo más pronto posible una identidad creíble, con capacidad e intereses compatibles con el objetivo y asegurarse que se integre en la comunidad más intransigente.

    -... y poner en acción una acción de distracción...

    -Claro. Encontramos al zorro. Para la distracción, nos sirve también una liebre. ¿Te puedes encargar?

    El Director se dio cuenta que había hecho una pregunta superflua, Moisés siempre estaba listo para las acciones anticuadas y hacía uso de la búsqueda por la perfección.

    -Sí, seguro.

    -Bien, yo busco el refuerzo y tú la liebre.

    -Llamaré a este proyecto El Zorro en el Gallinero, si estás de acuerdo.

    -Seguro Moisés, justo en el clavo.

    El Director volvió a su oficina e hizo una llamada en una línea protegida a un conocido suyo en Nueva York.

    SAYED AL MAURI

    Sayed Al Mauri recordaba bien el tiempo en que esperaba con ansias el verano para acompañar al padre a los congresos internacionales de cardiología. Recordaba cómo le sorprendían los niveles de democracia, la atmósfera de libertad de los países europeos y los Estados Unidos.

    Pensaba muy seguido en el padre, el profesor, que estaba en Alejandría, ciudad que prefería a El Cairo, que se veía obligado a frecuentar para atender a alguna personalidad política o algún poderoso hombre de negocios. Siempre estaba elegantísimo, vestido de azul y con aquellas batas blancas inmaculadas como su camisa,  también cambiadas cada día. Añoraba las largas charlas en las noches de los fines de semana, discutiendo sobre aquello que se debía hacer para cambiar las cosas en Egipto, pero sobre todo de las decisiones referidas a su futuro.

    Siempre lo había alentado en sus decisiones importantes, y desde el principio lo había empujado a frecuentar Inglaterra.

    Sayed se había enamorado inmediatamente de Londres, durante un verano pasado para estudiar el idioma y quitarse su acento de origen, y allí volvía cada vez que podía, si bien por breves períodos. Había vivido junto a familias inglesas en Oxford, Cambridge y Edimburgo.

    Esas experiencias veraniegas, y esas discusiones, habían marcado la evolución de su vida, como si hubiese tomado el tren para un largo viaje y todas las coincidencias hubiesen llegado a tiempo.

    Quizás por añadidura, demasiado a tiempo.

    Esos tiempos parecían lejanos. Ahora estaba confortablemente acomodado en su hermosa casa cerca de Holland Park. Estaba en una situación de tranquilidad, pero seguro de ignorar completamente la verdad. Así como estaba seguro de cuál había sido el lugar y el momento del punto de inflexión.

    Después de haber obtenido el diploma, había ido a Cambridge para realizar un curso de verano y ver qué posibilidades de estudio había, compatible con las finanzas de la familia. Si hubiese dependido de su padre, habría vendido todo lo que poseían para hacerlo estudiar en la cuna de la democracia, como decía él.

    Probablemente habría hecho lo mismo para hacerme estudiar en Tel Aviv.

    Todo había empezado en The Eagle, un lindo pub donde iba por las noches a beber una cerveza con compañeros de estudio, sentándose afuera, casi cerca del letrero que mostraba la especialidad del día.

    Le gustaba la atmósfera de los pub en general y The Eagle en particular. Aquella noche la atmósfera era veraniega, y hacía pensar más en las vacaciones que en el estudio. El pub era frecuentado por otros estudiantes de los cursos de verano y turistas.

    El profesor Clark, en cambio, sobresalía vestido de Profesor de Literatura Inglesa, blazer a rayas rojas y azules, un poco usado, camisa denim con una corbata de seda. Ya se habían conocido en la biblioteca, cuando buscaba un libro de Adam Smith. Con la broma del profesor sobre el hecho que ya eran más los libros de economía que los de literatura los que llenaban las estanterías, Sayed había contestado que de todos modos también entre los economistas había clásicos. Se habían reído y después se fueron a sentar cada uno en su lugar, reprendidos por la bibliotecaria.

    En The Eagle, aquella noche, cuando Sayed se había acercado al mostrador para ordenar su cerveza rubia, el profesor, agarrando su pinta de negra, le había preguntado cómo iban sus estudios sobre los clásicos. Luego le había presentado a una de sus asistentes, muy hermosa, también ella clásicamente inglesa, de un encanto muy discreto, pero indiscutiblemente hermosa.

    Se sentaron afuera en la tranquila noche de verano.

    Había sido una típica conversación profesor – estudiante. Primero hablaron de esto y aquello, del tiempo, de la quietud de la noche, después el profesor le preguntó de dónde era, cómo era que hacía un curso de verano y Sayed le contó.

    El profesor lo felicitó y sobre todo a su padre, tan iluminado, había dicho. Después se habían despedido al final de la noche como si no debería haber una secuela.

    En cambio el hilo del contacto fue retomado por la asistente, con quien se encontraba, siempre por casualidad, en la cafetería de la Universidad.

    -En mi opinión podría ir a visitar al profesor Clark en su oficina esta noche.

    Y Sayed había ido.

    Esta vez el ambiente era académico, en el estudio del profesor, y la conversación era descaradamente dirigida. Una lámpara de mesa iluminaba el escritorio abarrotado de escritos, de los informes de los alumnos, dejando en la penumbra los estantes con libros.

    Se sentaron en el sillón y el profesor inmediatamente fue a fondo.

    -¿Qué piensas hacer, cómo ves tu futuro?

    -Me diplomé y me inscribiré en Economía en la Universidad de El Cairo.

    -... ¿entonces no seguirás tus estudios en el país de los clásicos que te gustan tanto?

    -... bueno, profesor, digamos que hay una notable barrera económica. Tengo un hermano y una hermana, entre otras cosas muy buena en sus estudios, y no quiero drenar el  presupuesto familiar. No me parece equitativo. Estoy seguro de poder estudiar bien en El Cairo, tal vez integrando los estudios con algunos episodios en Cambridge para algún curso de verano.

    -¿Pensaste en una beca de estudio?

    La asistente, que se había materializado en el estudio del profesor sin hacer ruido, silenciosa, pero, atenta y relajada, seguía la conversación.

    Hay algunas organizaciones gubernamentales, aquí entre nosotros, que ofrecen becas de estudio abiertas también a los extranjeros. Si quieres puedo averiguar cuál es la oportunidad más interesante y, quiero enfatizar, más desafiante. Este es el precio a pagar, cuanto más alto es el precio, más alta es la cualidad, o por lo menos así debería ser.

    Se había quedado sorprendido y casi vacilante. No entendía el interés del profesor y quería por añadidura acordarse de agradecerle por haberse ocupado de él.

    -Estoy halagado, si dependiese de mí, aceptaría ya, pero debo hablar con mi familia, si no por respeto al menos para no enfrentarlos a un hecho consumado...

    Había sido un truco para ganar tiempo. Siempre actuaba así, frente a situaciones imprevistas o incomprensibles.

    ¿Cuáles podrán ser las motivaciones del profesor, que me conoció solo por cuatro bromas intercambiadas en la biblioteca y por una noche de verano en The Eagle?

    El profesor sin embargo no había soltado su presa y le había dicho que lo entendía perfectamente, pero que le daría solo dos días para tomar una decisión.

    Sayed le agradeció entonces y respondió que se presentaría en cualquier caso, incluso si pensara que el resultado de sus reflexiones sería positivo, salvo que, de parte de sus familiares, no hubiesen surgido exigencias objetivas que en ese momento no lograba imaginar.

    Subió a la bicicleta para irse al campo y pensar inmediatamente acerca de la propuesta que había recibido. Mientras pedaleaba, volvía a pensar en la motivación del profesor. La excentricidad de los profesores ingleses era universalmente notoria y este era un testimonio excelente, por el modo de vestir, hablar, por el comportamiento, y por esa brillantez que los ingleses llaman wyttiness.

    ¿Pero por qué molestarse en rechazarlo? La oportunidad está, y de gran nivel...

    Aunque era extranjero, lo habría proyectado a un panorama internacional y este era el aspecto que más le gustaba. Pero todo el mix de la propuesta era tentador: el tipo de estudios, el prestigio de la Universidad de Cambridge, Cambridge misma, que le agradaba profundamente, al punto que la sola idea de tener que abandonarla al final del curso de verano lo llenaba de tristeza.

    Al día siguiente pensó solo en cómo presentar las cosas a su familia. Ese era el menor de los problemas. Todos estarían felices. ¿Todos? Bueno, todos no. La madre habría manifestado su dolor, pensando en el hijo tan lejos de casa. La mamá gallina, como todas las mamás de su país  y también de los países vecinos. Probablemente, sin embargo, su padre pensaría en explicarle todo lo importante que era para el hijo estudiar en una Universidad de prestigio, presagiándole una espléndida carrera internacional. Sonrió al pensarlo, y cómo, una vez tomada la decisión, se habría extendido en recomendaciones sobre la salud, su seguridad y sobre conocimientos femeninos.

    Así que hizo la llamada y todavía recordaba cómo se había emocionado durante la conversación. Su padre hizo preguntas detalladas y después de haber obtenidos las respuestas, dijo que era una hermosa, más bien hermosísima oportunidad que no había que dejar escapar. Sayed se sintió totalmente aliviado y él mismo le agradeció de corazón, cuando el padre le dijo que hablaría él con su madre y que por lo tanto estaba de acuerdo con la beca.

    Aquella noche Sayed festejó solo, bendiciendo a su padre y pensando en los años por venir, llenos de compromisos renovados, de estudiar como loco, de nuevas relaciones sociales en una Inglaterra que nunca había visto, la Inglaterra invernal en un lugar mágico como Cambridge.

    Al día siguiente, temprano en la mañana, había ido al estudio del profesor. No estaba, y la asistente, que le pareció más bonita de lo habitual, le dijo que se había tenido que ausentar imprevistamente, pero le había dejado dicho que, si Sayed venía con la respuesta, se ocupase ella de esa cuestión, y que sin duda volverían a encontrarse a su regreso.

    Entonces comunicó el resultado positivo de sus reflexiones y de la conversación tenida con su padre.

    -Tenía razón el profesor cuando dijo que tu padre era una persona iluminada y le dio la documentación para aspirar a la beca de estudio anunciada por la Oficina del Exterior.

    Le había agradecido a la asistente y se había detenido para invitarla a cenar esa noche para festejar, pero fue ella quien tomó la iniciativa, diciendo que esta era una ocasión para un buen brindis. Se encontraron en The Eagle para el aperitivo y después una cena. Sayed dijo que, para la buena suerte, aquella noche debía ser considerada normal, entre amigos y que celebrarían siempre y cuando hubiese obtenido la beca de estudio.

    -Pienso que la ganarás sin duda, le dijo, con una guiñadita de ojo.

    Y así fue.

    A su regreso el profesor había querido tener una conversación en profundidad con él, un coloquio motivacional como lo definió. Escribió una carta de presentación para agregar a la solicitud, que fue enviada inmediatamente.

    Cuando Sayed fue a Londres, al Ministerio del exterior en Whitehall, se había encontrado enfrente, además de un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, típicamente inglés, a cuatro miembros de la comisión, que le hicieron pocas preguntas, pero que escucharon con atención su auto presentación y leyeron con interés la carta del profesor. Una sexta persona que por aspecto y acento no le pareció inglés, había estado callado todo el tiempo, sin mostrar particular atención. Estaba vestido en forma desaliñada, con un horrible traje beige y, al final de la exposición de Sayed, había hecho una pregunta seca, a quemarropa.

    -¿Cómo es que un egipcio no estudia en El Cairo? ¿No hay una facultad de economía en Egipto?

    Sayed había explicado que

    -Sin duda la había, pero que Cambridge, representaba, junto a algunas universidades y escuelas de negocio americanas, los lugares más avanzados de esos altos estudios.

    Después dejó escapar una frase un poco hecha,

    -... y además Inglaterra es la cuna de las teorías económicas...

    -Sí, pero esos economistas están muertos y sepultados desde hace mucho. ¿No sientes que traicionas un poco a tu país? ¿Después qué piensas hacer?

    Sayed estaba por levantarse, pero se contuvo para no seguir el juego de este extraño individuo que, era evidente, trataba de provocarlo. Le habían contado de técnicos de coloquio que ponían en dificultades al candidato para ver sus reacciones. Respondió con calma diciendo que no pensaba en traicionar a ninguno, que no tenía compromisos con nadie, que siempre se había preocupado por tener una visión objetiva de su país y que algunas cosas le gustaban y otras no y que pensaba que tal vez habría podido trabajar en una organización internacional, aunque en realidad no podía decir con exactitud lo que haría después de graduarse.

    -El mundo de la economía es muy vasto, va desde la teoría, a la macroeconomía, a las finanzas...

    -De acuerdo. Ahórrame la conferencia. Entendí.

    Después de eso se había encerrado en su silencio hostil, que había preocupado a Sayed.

    Había salido de la comisión sin haber entendido bien qué impresión había causado y cuál habría sido el resultado.

    Expresó sus dudas también al profesor Clark sin entrar en detalles del tipo de coloquio sostenido, ni el profesor había hecho preguntas al respecto, se había limitado a decir que esos coloquios

    -Son siempre así y que en cada caso la comisión enviaría los resultados del encuentro a los tomadores de decisiones reales.

    Pasadas dos semanas recibió un telegrama que le pedía volver a Londres a Vauxhall Cross (2) y preguntar por el Señor Watson. Estaba muy feliz, porque si no hubiese pasado el examen de la comisión, no lo habrían invitado a un segundo encuentro sino que le habrían dicho que lo apreciaban mucho, pero que la elección había recaído en otro candidato.

    El profesor era del mismo parecer.

    El día establecido había llegado a Vauxhall Cross donde, una vez superados controles mucho más meticulosos, esperó ser presentado al Señor Watson, que se había disculpado por haberlo citado en esa sede y que solo era por propia comodidad, porque tenía una serie de reuniones justo allí, durante todo el día. Lo guió a su oficina y para su sorpresa se encontraba allí también aquel personaje de actitud provocadora que lo saludó como si fueran viejos amigos  y parecía haber perdido su aire de duro.

    -Buenísimo, había empezado Watson, mientras tanto queremos alegrarnos con usted por haber sido admitido para la beca de estudio del curso en la facultad de economía de Cambridge.

    Sayed había agradecido cálidamente.

    Espere antes de agradecer. No será un paseo. La beca de estudio implica muchísimo trabajo y resultados más que brillantes en cada examen y, consecuentemente, como promedio.

    -Elemental Señor Watson, si me permite esta broma, había dicho Sayed, tal vez muchas veces habrán bromeado con su apellido, señor.

    -Muchas, efectivamente, y disculpe entonces si no me rio a carcajadas.

    Pensó que debía haber permanecido más formal.

    -Además de los brillantes resultados, tendrá otro trabajo. Cada tres meses redactará un informe sobre los cursos en los que haya participado, con una síntesis de lo aprendido, sus impresiones sobre los métodos de enseñanza, el clima de las clases en particular, el desarrollo de sus intereses, y nos lo presentará personalmente. Tenga presente que no se trata de una formalidad. Estamos interesados no solo en su aprendizaje, sino también en cómo se llevan a cabo los cursos, quiénes son los demás participantes, cómo es, según usted, el nivel medio de la totalidad.

    -Seré puntual.

    -Para llegar a los aspectos prácticos, nosotros pagaremos directamente la escuela más los anexos y conexiones. Quedará una cifra, modesta en verdad, para sus gastos personales, que abonaremos directamente en su cuenta corriente y de la que no deberá rendir cuentas. La suma será tan modesta que no le permitirá ciertamente hacer locuras.

    Sayed le había agradecido entonces y le dijo que si era necesario buscaría algún trabajito para redondear.

    -Si te queda tiempo para sacarle al estudio... había dicho el provocador.

    Estaba satisfecho y, apenas salió, llamó a su padre, que se había conmovido y le había dicho,

    -En la cuna de la democracia prevalece el mérito, respeto a la familia y a las relaciones. Había agregado que también la madre estaría satisfecha y que el hecho de que

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