¿Por qué Michael J. Fox es tan J#*%MENTE FELIZ?
Se despertó en el suelo esta mañana temprano, al lado de su perro Gus.
No se había puesto alarma. Era justo antes del amanecer, como la mayoría de los días cuando se levantaba. Gus –el viejo y gran Gus, un chucho blanco y negro, gran danés en su mayoría, un salvador de hombres– respiraba profundamente, somnoliento, resoplando con aliento de perro. No siempre dormía en el dormitorio principal, pero anoche sí, y cuando Michael J. Fox abrió los ojos fue lo primero que vio.
Esto hizo feliz a Fox. Puede ser inmensamente feliz, algo que la gente no termina de entender teniendo en cuenta… todo. Pero sí, se despertó sintiéndose bastante bien.
Fox estaba en el suelo porque muchas noches la cama no le viene bien. Tiene párkinson desde hace casi 30 años y la discinesia (movimientos anormales e involuntarios) que le provocan sus medicamentos a menudo hace que tire de las sábanas hasta convertirlas en un revoltijo sudado, lo que no puede resultar agradable para Tracy, su mujer, que duerme apaciblemente a su lado. Además, el colchón es demasiado maleable para su retorcida espalda. Es mejor cuando el movimiento de su cuerpo se produce contra una fuerza inamovible, como el duro suelo de su apartamento, con vistas a Central Park.
Se levantó, arrastró los pies por el corto pasillo hasta llegar a la cocina. Hace dos años, en esa misma cocina, sobre esa hora de la mañana, a las 6:30, se cayó. Estaba solo en casa, algo insólito para él, especialmente entonces, que apenas habían pasado cuatro meses desde que lo operaron para extirparle un tumor que tenía en la columna y que podría haberlo dejado paralítico. Aterrizó con fuerza sobre su brazo izquierdo, y se destrozó el hueso. Quedó muerto de dolor sobre el frío suelo de baldosas, mientras intentaba alcanzar el móvil que llevaba en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos. Por lo general, a su alrededor hay gente que lo ayuda. Tracy, por supuesto, o uno o más de sus cuatro hijos, que tienen entre 19 y 31 años. Su fisioterapeuta, tal vez. Y Nina, su antigua ayudante y actual representante, parece que nunca anda lejos.
En ese momento, estaba como no lo había estado desde hacía mucho tiempo: solo. En los años 80, se enfrascó en su trabajo
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