Pocos comunicadores españoles han hecho tanto por representar a España en el mundo como Oscar Mariné. Su carrera -que arranca en los 70- es una apasionante aventura, con trabajos para Siniestro Total, Absolut, Foster and Partners, Zara, Matadero o El País Semanal. Pionero en la música y en la prensa (fundó, en tiempos de la Movida, la distribuidora Pancoca y la revista Madrid me mata) ha convertido su trazo y su mirada en un legado vivo. Cada vez más enamorado de su oficio, convencido de su potencia cultural y reivindicador de la excelencia, este gigante del diseño —y de la ilustración, la pintura, la tipografía…— asegura que empezó sin darse cuenta.
¿Cómo es eso de que eras diseñador “sin saberlo”?
Sí, porque yo empecé pensando en dedicarme al cine, como mi padre. El [Juan Mariné, director de fotografía, nacido Barcelona en 1920] siempre me contaba que enpendientes era de llevar el carrete a revelar, del estado del celuloide… A mí siempre me encantó eso de ver las cosas desde ‘detrás de la cámara’. Y toda mi vida ha sido así a partir de entonces.