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Las Cuevas De Cristal
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Libro electrónico189 páginas2 horas

Las Cuevas De Cristal

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Una empresa farmacutica emprende una expedicin cientfica a la selva amaznica, des-pus de que una de sus filiales haya descubierto una planta con impresionantes poderes curativos.
En la profundidad de la selva encuentran a un chamn que les guiar y les ensear donde se encuentra esta planta, adems les mostrar las riquezas de su tierra y les contar el porqu los indgenas, defienden con uas y dientes aquel lugar.
Sin que los integrantes de la expedicin se den cuenta, unos mercenarios les siguen, para poder encontrar unos tesoros que segn una leyenda se esconden por aquellos parajes.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento15 dic 2010
ISBN9781617641077
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    Las Cuevas De Cristal - Joan Comas

    CAPITULO 1

    Los primeros rayos de sol acariciaban los tejados de la ciudad. La gente empezaba a salir de sus casas para cumplir con su quehacer diario. David, era una de estas miles de personas. Ejercía de relaciones públicas en una empresa farmacéutica, situada cerca de Barcelona. Aquella jornada tenía una reunión con el director general. No lo sabía aún, pero aquella entrevista cambiaría radicalmente el rumbo de su vida y le transportaría a una aventura que jamás olvidaría.

    Hacía tres años que trabajaba para la empresa. Le gustaba la función que desempeñaba. Al llegar al lugar, subió al ascensor y apretó el botón que lo llevaría hasta el tercer piso donde se ubicaba su despacho. En la puerta de la oficina, una plaquita de metal dorado llevaba su nombre y ocupación.

    David Villar. Relaciones Públicas.

    El despacho no era muy grande, pero tenía unas excelentes vistas de la ciudad.

    Abrió el ordenador y consultó la agenda para comprobar la hora de la reunión. En la pantalla apareció. <Martes 15. 11.30—DG>

    Sonó el teléfono.

    -¿Sí?

    -¿Señor Villar?

    -Sí, dígame.

    -Buenos días, soy Sara, la secretaria del señor Ricardo Cierva, le llamaba para comunicarle que la reunión se ha retrasado unos quince minutos.

    -De acuerdo Sara.

    -¿Entonces, confirmo su asistencia?

    -Por supuesto.

    -Muchas gracias señor Villar.

    -A usted Sara.

    Sara se despidió y colgó.

    David miró su reloj, quedaba poco más de dos horas. Empezó a leer los correos electrónicos que le habían llegado por si había alguno que tuviera que contestar con urgencia.

    En los años que llevaba en la empresa, había acudido a muchas reuniones, sobre todo, para la presentación de nuevos productos que salían al mercado. Él atendía personalmente a futuribles clientes, medios de comunicación, organizaba todo lo referente a congresos y grupos de trabajo, tanto en Barcelona como en otros países europeos en los que la compañía disponía de filiales, David hablaba distintos idiomas y esto le era de gran utilidad.

    En otra planta del edificio, se encontraba la doctora en botánica por la Universidad de Barcelona, Laura Sánchez. Ella, también había sido convocada a la misma reunión. A Laura, le extrañaba que no le hubieran informado sobre el tema que se trataría, ya que todas las veces que había sido reclamada su presencia, se le había dicho en qué consistía, para poder preparar los informes oportunos.

    Era consultada normalmente sobre propiedades de las plantas y además estaba a cargo del laboratorio donde se investigaban las posibles aplicaciones de estas a la farmacología. A sus 33 años su carrera estaba encauzada y su vida profesional era un éxito absoluto, aunque la reunión de aquel día, también daría un giro total a su vida.

    CAPITULO 2

    David salió de su despacho cuando aún faltaban quince minutos para la hora señalada. Apretó el botón de llamada del ascensor, los números del panel se iluminaban de azul mientras el elevador iba descendiendo, 7, 6, 5, 4 y 3 las puertas se abrieron, entró y pulsó el número 10, el ascensor arrancó dando un leve tirón, de la parte superior de la cabina salía una tenue melodía ambiental. Al cabo de un par de minutos se detuvo. Ya había llegado a la décima planta. Allí era donde estaba ubicado el despacho de Ricardo Cierva. Siguió el pasillo de la izquierda. El suelo estaba enmoquetado de rojo, las paredes estaban forradas de madera de caoba de color marrón oscuro, en los tabiques había colgadas diversas obras de arte. Las puertas de las oficinas situadas en los laterales del pasillo, eran de roble labrado con las típicas placas de color dorado, indicando el nombre y la actividad del inquilino. Al final del largo corredor estaba el despacho del jefe, a ambos lados de la puerta, dos peanas de mármol incrustadas en la pared aguantaban dos enormes jarrones de porcelana china, con grabados muy coloridos y de trazos exquisitos. Como llamador, había un picaporte metálico que tenía la forma de una cobra. David llamó, se oyó un chasquido metálico y la puerta se abrió. La habitación era una antesala enmoquetada del mismo color que el pasillo y las paredes estaban igualmente forradas de caoba. Allí estaba Sara, la secretaria de don Ricardo. Le saludo con una amplia sonrisa y señalándole un mullido sofá de piel, le invitó a sentarse.

    -He venido un poco pronto, espero que no le moleste.

    -En absoluto señor, ¿quiere tomar algo mientras espera?

    -No, gracias. Sara, ¿sabe usted cual es el motivo de la reunión?

    -Pues la verdad es que no, lo único que sé, es qué el señor Ricardo le ha convocado a usted y a la señorita Laura Sánchez.

    -¿Laura Sánchez?

    -Sí, es la doctora en botánica que está al frente del laboratorio de investigación y adaptación de plantas y vegetales.

    Entonces, sonó el teléfono.

    -Despacho del señor Ricardo Cierva ¿dígame?

    -Sí señor, de acuerdo, el señor Villar ya está aquí . . . no aún no . . . entendido señor Ricardo, hasta luego.

    Sara colgó el teléfono y miró a David.

    -Ha llamado el señor Ricardo, dice que puede demorarse unos diez minutos y que le espere en su despacho.

    -De acuerdo.

    -Sígame, por favor.

    Lo llevó hacia una puerta que estaba en la parte izquierda de la habitación, la abrió y le invitó a pasar.

    -Si necesita algo, solo tiene que pulsar el botón. –Dijo Sara señalando un botoncito de color rojo de un intercomunicador que estaba encima de la mesa del despacho-.

    -Muy bien Sara, muchas gracias.

    La secretaria cerró la puerta dejando solo a David, que se entretuvo observando el estudio. A parte de la mesa de pino barnizada de color oscuro, había otra de cristal ovalada. La rodeaban doce sillones de piel de color negro. Encima de la mesa, frente a cada uno de los sillones había una carpeta negra y una pluma, a la derecha de David, había unas estanterías llenas de libros, algunos de los cuales eran primeras ediciones encuadernados en rústica, más a la derecha, una vitrina de cristal contenía una extraordinaria colección de minerales. La habitación también disponía de un mueble bar, constituido por una pequeña barra, dos taburetes y como botelleros unas celdillas de cristal en las que se podía ver una selección de lo más apreciado en licores. Presidían las paredes, un Picasso en la del fondo y un Miró en la de la derecha, aparte de varias litografías de varios artistas de renombre.

    Sara, abrió la puerta acompañada de una mujer de pelo rubio recogido en una coleta y ojos color esmeralda, iba vestida con una bata blanca, parecida a las que llevan los médicos.

    -Doctora, le presento al señor David Villar, relaciones públicas de la empresa. Señor Villar le presento a Laura Sánchez, directora de investigación botánica.

    -Mucho gusto –dijo David tendiéndole la mano-.

    -Igualmente –contestó Laura-.

    El señor Ricardo no tardará en venir, ya saben si necesitan algo, solo tienen que llamarme. Dicho esto, abandonó la habitación.

    David rompió el hielo y preguntó a Laura si sabía de qué iba la reunión, esta le contestó que la única comunicación que había recibido era la de presentarse a aquella hora, ni siquiera sabía que habría alguien más allí. David le comentó, que él se había enterado de su asistencia por la secretaria.

    Entonces, entró Ricardo Cierva. Aparentaba tener unos 58 ó 60 años, de complexión normal, 1,70 de estatura, calvo, ojos grises de mirada profunda, vestía un traje de Armani gris, una camisa azul claro. En la corbata de color azul cobalto, llevaba una aguja en forma de serpiente enroscada en un palo, el ojo de la serpiente era un pequeño rubí rojo sangre, era un regalo que le hizo su mujer el día en que lo nombraron director general. En la mano llevaba un maletín de color marrón oscuro, que hacía juego con sus zapatos. Al dejar el maletín encima de la mesa, asomó de su muñeca un Rolex de oro. En el anular de la mano izquierda llevaba un anillo con una esmeralda engarzada y en el derecho una alianza.

    -Buenos días, siento haberles hecho esperar.

    Tanto Laura como David, se habían levantado de sus asientos al entrar Ricardo. Éste les dijo que se sentaran otra vez.

    -¿Quieren beber algo?

    Laura y David dijeron que no. Ricardo fue hacia la barra y se sirvió un agua Perrier.

    -Bien, vamos a ver como les explico el proyecto para el cual les he elegido. –Se sentó en una butaca frente a ellos-.

    -Como seguramente saben, hay varias sucursales de esta empresa desperdigadas por todo el mundo, en la filial de Brasilia, se está llevando a cabo una investigación sobre un remedio para la cura del cáncer. Doctora Sánchez ¿Qué sabe usted sobre la uña de gato?

    —Pues . . . que la uña de gato . . . o Uncaria Tormentosa, como se le llama en el argot científico, es una parra que crece en el Perú. La planta se llama así por los pares de espinas grandes y encorvadas que crecen a lo largo de la parra. Se usa el ladrido interno y la raíz para hacer té. No atrajo la atención de los científicos hasta los años setenta. Tiene multitud de propiedades.

    -Actualmente la utilizan los herboristas, que la ofrecen en cápsulas, como extracto en líquido para poner bajo la lengua, en bolsas de té para tomar infusiones. Supuestamente fortalece el sistema inmune, sin embargo, todavía no se han documentado los beneficios de la uña de gato en los seres humanos. En algunos estudios realizados en laboratorios, se ha constatado que normaliza algunas de las funciones del sistema inmune, otras investigaciones con personas con sida, han resultado inconclusas.

    -Pues bien –dijo Ricardo—en la filial de Brasilia llevan unos meses investigando las propiedades de esta planta y resulta que se han encontrado con una nueva especie de uña de gato, que incrementa las propiedades de la otra en un 60%, el único problema es que no está tan extendida. Carla Sandín, nuestra directora en Brasilia, la encontró por pura casualidad en un mercadillo nativo, han estado trabajando con esta planta con unos resultados sorprendentes. Investigaron la procedencia de la nueva especie y llegaron a la conclusión, de que venía de un recóndito paraje de la selva, en el departamento de Madre de Dios, en el límite entre Brasil y Perú.

    Por eso, hemos decidido montar una expedición científica, para ir en busca del lugar donde crece dicho espécimen vegetal y pensamos en usted doctora, ya que es experta en botánica y creemos que junto con Carla, son el tándem perfecto para la expedición. En cuanto a usted David –le miró con sus profundos ojos grises—sabemos que estuvo viviendo y trabajando como guía de excursiones turísticas en las selvas brasileñas, además, una persona de plena confianza, nos lo ha recomendado fehacientemente para esta empresa, también nos comentó que usted estaría encantado con la idea de volver a pisar la selva. Esto es todo, ahora solo me queda escuchar su decisión, necesito saber la contestación cuanto antes, para que puedan ponerse en marcha dentro de dos semanas. No tendrán que preocuparse de nada, todos los trámites de visados y permisos legales los llevará a cabo la empresa, incluso nuestro jet privado estará a su disposición para el viaje.

    Laura, se quedó un rato pensativa, miró a Ricardo y –le dijo-.

    -Puede usted contar conmigo.

    Por su parte, David aún estaba anonadado por los acontecimientos, pero se recuperó enseguida –y exclamó-.

    -¡Conmigo también!

    -Perfecto, vamos a ponernos manos a la obra inmediatamente –dijo Ricardo, esbozando una amplia sonrisa-.

    -Cojan esta semana libre para arreglar todos sus asuntos y mantengan los móviles abiertos por si tengo que contactar con ustedes.

    -Disculpe don Ricardo, podría usted decirme ¿quién me recomendó?

    -Por supuesto y seguro que el nombre le sonará, Joan Salvaterra.

    -Me lo imaginaba –dijo David, riendo-.

    La reunión había terminado, se levantaron y se dieron la mano. Laura y David salieron del despacho y fueron hacia el ascensor. Mientras bajaban—David le preguntó-.

    ¿Por qué no comemos juntos mañana y así charlamos sobre todo este asunto?

    -Claro que sí, ¿mañana a la una y media en recepción?—dijo Laura esbozando una sonrisa-.

    -¡Perfecto!

    El ascensor se paró en el quinto piso.

    -Aquí me bajo, hasta mañana señor Villar.

    -Llámame David, por favor.

    -Está bien, David.

    -Ha sido un placer conocerte Laura.

    -Lo mismo digo.

    Se cerraron las puertas y el ascensor siguió su camino. Mientras tanto, David iba pensando en la suerte que había tenido para que lo escogieran para aquella empresa, aunque todo se lo tenía que agradecer a Joan. Hacía un par de semanas que habían hablado por teléfono y el muy jodido no le había dicho nada de nada.

    Al salir de la empresa, marchó directamente a su casa, al llegar, lo primero que hizo fue sentarse frente al ordenador y enviar un correo electrónico a su amigo Joan.

    De sus andanzas con él por Brasil, había surgido una férrea amistad y durante las excursiones por la selva, se habían contado el uno al otro, los diferentes avatares que les había deparado el destino.

    Joan le había referido, que su padre era un empresario con éxito. Todas sus empresas funcionaban a las mil maravillas. Su familia quería que se hiciera cargo del negocio, pero Joan tenía otras ideas en mente, estaba obsesionado con la geología, siempre decía, que se había aficionado cuando de pequeño le regalaron una colección de minerales. Habló con sus padres para decirles que lo que realmente le apetecía era ser geólogo, ellos accedieron creyendo que cuando terminara los estudios aceptaría llevar el rumbo de los negocios familiares. Fue a la universidad y se graduó tercero de su promoción. Casi inmediatamente, le salió una oferta de trabajo en una empresa minera, que tenía su ubicación en Brasil. A los pocos días, comunicó a sus padres que se iba al país de la samba, cosa que les disgustó en alto grado, pero dieron su brazo a torcer, en definitiva, él era lo que más amaban en el mundo.

    Al cabo de unos meses de trabajar para la empresa minera, lo dejó, porqué no le gustaba el poco respeto que tanto esta, como las demás empresas mineras tenían hacia aquel maravilloso país lleno de vida.

    A partir de entonces, se dedicó a viajar por todas las zonas selváticas del Brasil y acabó montando una agencia de turismo ecológico, que llevaba tanto a turistas como expediciones

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