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Persiguiendo El Viento
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Libro electrónico431 páginas5 horas

Persiguiendo El Viento

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Cuando seis niños superdotados desaparecen alrededor del globo, una investigación revela experimentación genética, financiamiento dudoso  y la desaparición de un asistente de investigación. 

En búsqueda de pruebas sobre el Éxodo, la Arqueólogo Biblica Lynne Raven conoce al enigmático heredero multimillonario Connor Mackenzie. Mientras la cercanía entre ambos crece, un perturbador vínculo con los secuestros y un pasado plagado de secretos, visiones y voces cambiará sus vidas. 

En búsqueda de la verdad, ¿podrán los dos descifrar el misterio de la profecía o se quedarán persiguiendo el viento?

IdiomaEspañol
EditorialNext Chapter
Fecha de lanzamiento26 jun 2020
ISBN9781071553633
Persiguiendo El Viento

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    Persiguiendo El Viento - Norma Beishir

    Descripción Del Libro:

    Cuando seis niños superdotados desaparecen alrededor del globo, una investigación revela experimentación genética, financiamiento dudoso  y la desaparición de un asistente de investigación.

    En búsqueda de pruebas sobre el Éxodo, la Arqueólogo Biblica Lynne Raven conoce al enigmático heredero multimillonario Connor Mackenzie. Mientras la cercanía entre ambos crece, un perturbador vínculo con los secuestros y un pasado plagado de secretos, visiones y voces cambiará sus vidas.

    En búsqueda de la verdad, ¿podrán los dos descifrar el misterio de la profecía o se quedarán persiguiendo el viento?

    Biografía De La Autora:

    Norma Beishir no puede recordar alguna vez querer ser otra cosa que ser escritora (Bueno, quizá en aquel breve periodo de su vida, entre la edad de seis y nueve años cuando quería ser jinete de caballos). Una vez picada por el bicho de la escritura, lo único que quería era escribir. Frecuentemente se metía en problemas durante clases porque estaba escribiendo en vez de hacer sus deberes, o prestarle atención de sus maestros.

    Manuscrito

    PERSIGUIENDO EL VIENTO

    Is tric a bheothaich srad bheag teinne mòr.

    Una pequeña chispa a menudo enciende una gran hoguera.

    - Proverbio Gaélico.

    ––––––––

    No importa cuánto veamos, nunca estamos satisfechos;

    No importa cuánto oigamos, nunca estamos contentos.

    La historia meramente se repite a sí misma; nada es verdaderamente nuevo;

    Todo se ha dicho o hecho antes...

    Es una tontería, es perseguir al viento.

    Lo que está mal no puede ser corregido; es agua sobre el embalse,

    Y no sirve pensar en lo que pudo haber sido.

    Todo tiene su tiempo propicio .

    Aunque Dios haya plantado la eternidad en los corazones de los hombres,

    Aún así, muchos no pueden ver el alcance de las obras de Dios.

    Desde el principio al fin...

    Todo se ha decidido por el Destino, es sabido desde antes

    Lo que cada hombre será...

    Eclesiastes 1:8-6:10

    ––––––––

    Para ser realista hay que creer en los milagros

    - David Ben Gurion

    ––––––––

    En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

    Encomendamos esta historia a tí cuando aún era trabajo en progreso, y te lo encomendamos de nuevo ahora.

    Para ti sea la gloria.

    Nota del Autor:

    Escribir una novela es como dar a luz a un hijo. Algunos partos son fáciles y acaban rápido; otros son largos, dolorosos, parecen durar una eternidad y están llenos de complicaciones. Este bebé tuvo que luchar para venir a este mundo, y nosotros estamos profundamente y por siempre agradecidos con las muchas parteras que asistieron, de una u otra manera, durante el nacimiento: Nuestros compañeros autores de Writers of Mass Distraction, especialmente a William Kendall, Mike Saxton, April Morone, Eve Gaal, Lorelei Bell, Mark Hunter and Linton Robinson; nuestros dos ángeles guardianes, Carolyn Crowe and Kathie Chambers, y a sus esposos, Bob y Lee, respectivamente. A nuestros pastores de la Iglesia de Dios en South Side, Brandon Hunter y su esposa Carly y John Morden y su esposa Carole; Cathy Smith, Martin Rus, Nicole Tuberty y Kyle Tuberty de nuestro grupo de escritura; Pearl Wilson, quien nos vio crecer y se convirtió en nuestra familia sustituta cuando no teníamos a nadie más; Maria Carvainis y Damaris Rowland, quienes alguna vez moldearon a un joven escritor en alguien digno de ser impreso; Sabra Elliott, de quien aprendí la importancia del negocio. Jim Moses junto al resto del equipo de The Buder branch de la biblioteca pública de St. Louis (Gracias por llegar temprano y preparar las cosas para el momento en el que cruzabamos sus puertas a las, precisamente, 9am). Dr. Ferris N. Pitts, Jr, MD, quien hace muchos años atrás, vio a un adolescente con mal carácter y fuera de control y encontró potencial en donde pocos podrían haber imaginado. A los Pastores Keith y Penny Holste y a Susan Hunt, en la Iglesia Luterana de Cristo en Webster Groves; Edward Magee de la parroquia St. Joan of Arc, St. Louis; Joyce Moran, Iglesia Católica Anunciación, Webster Groves. Julia Finnegan de la ahora difunta tienda de libros Chapter one—gracias por todo; Michael Kahn, quien es un brillante escritor y abogado. A la fallecida Donna Julian, mi compañera de travesuras, quién se iba a imaginar el camino que ahora seguimos, te echamos mucho de menos, querida amiga. A los muchos otros amigos, asociados y profesionales que nos vieron dentro de la tormenta: Dr. Taylor Bear, MD, Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, Departamento de Neurología; Dr. Robert A. Zink, MD, Centro médico South Side Family Practice; Bob Powell; Jim Wolf; Carol McGrael; Debbie Henderson; Josephine Roe; Karen Alexander; Sue Easterby; Jim Hux; Charlie Kingston; Mike Dickerson; Katie Alexander Greer; Steph Duran; y a la pandilla del Quality Inn Southwest, St, Louis.

    Contamos con el apoyo de varias fuentes de investigación, pero los que más útiles fueron: "Musas, Locos y Profetas:Reflexión de la Historia; Cienca y el Significado de las Alucinaciones Auditivas de Daniel B. Davis, también El Cerebro Creador: La Neurociencia de los Genios por Nancy C. Andreasen, MD, PhD; Clon de Gina Kolata; y La Sangre y El Sudario de Ian Wilson. Por supuesto, nosotros tomamos toda la responsabilidad por los errores de hecho.

    Y a Jake and Lolly Beishir, nuestros padres/abuelos. Ustedes tenían razón. Sí los necesitamos y extrañamos.

    Norma & Collin Beishir

    Caitlin Hammond

    La mujer estaba histérica.

    Su esposo, por otro lado, no estaba mejor. Él casi podía hablar mientras luchaba para responder mi pregunta en frases rotas. Su hija de seis años había sido secuestrada de su patio trasero. No habían testigos , incluso una investigación exhaustiva en el vecindario no ayudó en nada.

    —No puedo entender cómo pudo haber pasado —dijo el padre de la niña ahogándose entre una palabra y otra —. Ella solo dejó de ver a Mandy por un minuto.

    Miró sobre su hombro a su desesperada mujer siendo consolada por un vecino.

    — Ella siempre ha sido una madre sobreprotectora —dijo mientras su tono de voz bajaba—. Mandy es nuestro milagro.

    —¿A qué se refiere? —pregunté al tomar notas. En los años que he estado en el FBI, he encontrado que los casos de secuestro infantil son la mayor prueba de mi objetividad. Si alguien se llevara a mi hijo yo, probablemente, lo cazaría y lo mataría. Los secuestradores y pedófilos deberían siempre ser entregados a los padres. La corte, por otro lado, podría dejarlos ir, pero ustedes no escucharon eso de mi.

    —Estuvimos intentando tener hijos durante años. Casi el mismo tiempo que hemos estado casados — el padre disgustado continúo—. Ambos venimos de familias grandes y queríamos tener la nuestra, simplemente no lo conseguimos.

    —¿Su hija es adoptada?— mi compañero, Jack Farlow, preguntó.

    El padre sacudió su cabeza negando.

    —No, no— respondió—. Es nuestra. Fuimos a una clínica de fertilidad cuando nos dimos cuenta de no podíamos tenerla solos. Tomó todo de nosotros, todos nuestros ahorros, pero Mandy lo vale.

    —Tuvieron problemas para concebir—dijo Jack tranquilamente— ¿De quién era la culpa?

    El hombre estuvo un momento contrariado, luego molesto. —¿Qué tipo de pregunta es esa —preguntó— ¿Qué tiene eso que ver con la desaparición de Mandy?

    —Probablemente nada, quizá todo. Depende de las circunstancias de su nacimiento, Señor —dijo Jack —¿Usaron un donante de esperma o de óvulo?

    El hombre volvió a sacudir su cabeza. —No —dijo—, Mandy es nuestra, completamente nuestra. Ella fue concebida In Vitro, pero nosotros usamos nuestro propio...usted sabe.

    —Es nuestro deber preguntar— dije disculpándome —. Si su hija no fuera suya, entonces tendríamos que tomar en cuenta la posibilidad de que los padres biológicos se la hayan llevado.

    —Nosotros somos sus padres, nadie más— insistió el hombre. Su cara reflejaba un profundo miedo por la seguridad de su hija. —Por favor, traigan a nuestra bebé a casa. Por favor.

    * * *

    —Apenas le dí la espalda, fue solo por un momento —repetía una y otra vez la perturbada maestra —. Nunca me fuí del patio de recreo.

    Un niño de seis años fue secuestrado de una prestigiosa escuela para niños talentosos en las afueras de Seattle. Nadie vio cuando pasó aunque en el patio habían muchos padres recogiendo a sus propios niños. Todo el mundo estaba siendo interrogado.

    —Nosotros entendemos Señora Harwood— dije intentando calmarla.

    —¡Yo no lo entendiendo! —El arranque emocional vino de la madre del niño. —¡Tú eres la responsable de cuidarlo! ¡Se suponía que debías estar atenta!

    —¡Yo estaba atenta!—Intentó defenderse la maestra. — Lo estuve viendo en todo momento, solo lo descuide un momento

    —¡Un momento fue suficiente para que alguien se llevara a mi hijo! —gritó la madre con rabia.

    —Cálmese, Señora Wyndham —pidió Jack—, la Señora  Hardwood no va a ser capaz de recordar nada si usted la sigue atacando.

    Charlotte Wyndham se volteó a la ventana abrazándose fuertemente, como protegiéndose del helado miedo que la consumía. Lágrimas caían por sus mejillas. Había dicho que su esposo estaba en París por negocios, él había reservado un boleto en avión tan pronto como ella lo llamó, pero no llegaría antes del siguiente día.

    —Solo nos teníamos el uno al otros, hasta que Noah nació— dijo—. Ninguno tiene más familiares y los dos queríamos hijos. Cuando nos dimos cuenta de que no podía quedar embarazada por nuestros medios, buscamos ayuda profesional. Nos tomó tres años y miles de dolares tener a Noah, pero él valió cada centavo. Si algo le pasara...

    * * *

    Encontraron el cuerpo de la mujer en su carro, estaba aparcado en la carretera al lado de su casa en Florida. Aún tenía puesto el cinturón de seguridad y estaba atada al asiento del conductor. Le habían disparado en la cabeza desde una distancia cercana. Su hijo de cinco años estaba desaparecido, presuntamente secuestrado del asiento para niños.

    Interrogamos completamente a su esposo quien se sentía frustrado de no ver el final de este. —Mi esposa está muerta, mi hijo desaparecido. ¿Por qué están perdiendo su tiempo conmigo?— demandó.

    —Usted la encontró, Señor——dije—. Por aquí debemos empezar. Con usted.

    —Ella no tenía enemigos—dijo irritado—. Ninguno. Siempre envidié eso de ella. Era una pacifista, yo por otro lado no.

    —¿Usted tenía problemas con ella Señor Reynolds? —preguntó Jack.

    —No, por supuesto que no. —Roger Reynolds no pasó desapercibido ante la implicación. —¿Qué están queriendo decir?

    —Solo preguntamos si habían problemas entre ustedes.

    —¿Ustedes creen que yo la asesiné? — preguntó Reynolds incrédulo.

    —¿Lo hizo?

    —¡No, por supuesto que no!

    —¿Qué hay de su hijo?

    —¿Qué hay con él?

    —¿Hubo algún inconveniente con el niño?— pregunté.

    —¡No sean ridículos!— espetó Reynolds—. Nuestro hijo era perfecto. Perfecto.

    Lynne Raven

    ¡Por todos los cielos!, ¿Cuánto tiempo ha pasado? De pie frente a la ventana de mi habitación de hotel en Londres, mientras miraba la ciudad debajo, me encontré sintiéndome como si repentinamente hubiera aterrizado en otro planeta.

    Probablemente debería explicarme. Soy una arqueóloga de campo. Mi hogar es donde sea que me encuentre excavando.  En ese momento, "Mi Hogar estaba en Egipto. Las únicas personas a las que veo todos los días son los miembros de mi equipo. Restaurantes, cines, centros comerciales; todo eso son rarezas lujosas. Mi guardarropa es simple y funcional, como la mayoría de las demás cosas en mi vida.

    Al tiempo que miraba la túnica azul real que planeaba usar en la noche, me di cuenta de que no la había usado en meses. No había espacio para ella dentro de mi estilo de vida normal: Era demasiado femenina para cavar. Pensando en ello, no pude recordar la última vez que me esforcé para lucir femenina, en parecer una mujer de verdad. No pude recordar la última vez que me sentí una mujer, o que quise sentirme como una. Actuar y sentirme como una mujer parecía que siempre me metía en problemas. Muchos tiempo atrás descubrí que me llevo mucho mejor con la gente que tiene miles de años muerta que con los vivos.

    No soy del tipo que pasa mucho tiempo preocupándose por como luce. ¿Para qué? He estado divorciada por más de una década y no puedo recordar la última vez que tuve una cita. Cumplí 40 este verano, pero en un día bueno aún podía pasar como de 30. Tenía finas líneas debajos de los ojos; la mirada del arqueólogo, un gaje del oficio más que una señal de la edad.

    No he cambiado el estilo de mi cabello desde la universidad.  Es largo, oscuro y deshebrado como hilos de cobre por la exposición al sol todo el día, todos los días. Yo sé que no luzco de mi edad, pero hay veces cuando la siento agudamente. Heredé buenos genes de mis padres. Genes que no he podido dar a ningún hijo.

    El pensamiento de los hijos que nunca tendré y la familia a la que no he visto en años trajo consigo una inesperada ola de tristeza de la que no me pude desprender. Era día de Acción de Gracias en los Estados Unidos. ¿Cuántos años han pasado desde la última vez que fui a casa para Acción de Gracias o cualquiera otra celebración? Le dije a mis padres que estaba demasiado ocupada, pero la verdad es que era demasiado doloroso para mí ver a mis tres hermanas con sus niños. Ver de lo que me estaba perdiendo.

    Siempre creí que este era el camino que Dios eligió para mi. Nunca podría haber estado satisfecha con la vida que llevaban mis hermanas en Missouri. Tomar el camino fácil nunca ha sido mi estilo. Todos tenemos un propósito. Indudablemente creía que el mío era conseguir evidencias que pudieran comprobar que los eventos descritos en la biblia de verdad sucedieron.

    En relación al porqué estoy en Londres, yo no lo había planeado. Tres semanas antes  estaba ocupándome de mis asuntos, trabajando en mis excavaciones en Egipto cuando recibí esa llamada pidiéndome dar una serie de conferencias en Londres para reemplazar a un colega que había resultado herido en un terremoto en China. La petición me sorprendió muchísimo, sobretodo porque no solo la hizo alguien a quien no conocía muy bien personalmente, sino también alguien con quien he tenido desacuerdos profesionales. ¿Cómo fue que el Dr. McCallum me llamó? Ah, sí: Demasiado soñadora para alguna vez ser una arqueóloga seria. Sea cual fuere la razón,  no iba a refutar lo virtud de su petición. Había pasado tanto desde que me tomé algo de tiempo libre del trabajo. Por alguna razón y por mucho que lo ame, estuve sintiendo que necesitaba un descanso desde hace un rato. Era una sensación que no había tenido antes, una que no quería explicar, ni siquiera a mi misma. El trabajo ha sido toda mi vida desde... ¿Hace cuánto? Desde el divorcio.

    Estaba pensando seriamente adoptar un hijo, quizás dos. No bebés, sino niños mayores. Niños que pudieran vivir de la manera que vivo y que de verdad lo disfrutaran. Hay muchos niños en el mundo que necesitan padres. No importaba si yo daba a luz a mis hijos o no.

    Esperaba que estar en Londres me diera la oportunidad de buscar el financiamiento necesario para continuar con mis excavaciones. El tiempo se estaba acabando y las tres fundaciones privadas que habían financiado los proyectos previos ya me habían rechazado. Dios, necesito un milagro, recé en silencio. Eso es lo que voy a necesitar para continuar con mi trabajo, tu trabajo.

    * * *

    Lo vi entrar en la abarrotada sala de conferencias. Era difícil no notarlo, se veía tan fuera de lugar entre el  mar de asistentes vestidos de forma tan conservadora, pero eso parecía no incomodarlo. Llevaba unos jeans descoloridos y una intimidante chaqueta de cuero negra. Él estaba con una mujer joven, una morena bajita quien parecía tan aristocrática como él desaliñado; su cabello marrón claro necesitaba desesperadamente que lo peinaran. Su aburrimiento era evidente en su lenguaje corporal, en la manera en que enterró su manos dentro de los bolsillos de la chaqueta. Decidí que había perdido a mi audience incluso antes de llegar al podio.

    —No logro entender por qué no podías venir a este evento sola, Sarah— dijo él irritado—. Sabes muy bien que no tengo ningún interés en pasar la noche oyendo a un viejo decrépito hablar de un puesto desolado del Hades, desenterrando los restos patéticos de personas que vivieron en otro milenio.

    La mujer sacudió su cabeza en desaprobación.— Si te hubieras molestado siquiera en leer el panfleto que te di, sabrías que el Dr. Raven es una mujer— dijo ella.

    —No hay diferencia— respondió  encogiéndose de hombros despreocupadamente.

    —Cabello gris y rechoncho recogido en un moño como maestra de escuela, zapatos cómodos, sin duda.— Miró el reloj en su muñeca— Voy a necesitar un trago, o dos, para sobrevivir esta noche.Ya regresaré eventualmente. —Se encaminó a dejar la sala de conferencias y nos conseguimos cara a cara. Él sonrío y toda su cara pareció transformarse por ello. Sus ojos, azules e intensos, instantáneamente se suavizaron.

    —Hola —dijo con voz suave.

    La mujer apareció detrás de él. —Esta es la Doctora Raven —le dijo.

    Él extendió su mano hacia mí. —Connor Mackenzie —se presentó a sí mismo. Su acento escocés era inconfundible. Noté que no presentó a su acompañante.

    —Lynne Raven.—Estreché su mano— Dejé mis zapatos cómodos en el hotel— dije fingiendo arrepentimiento.

    Pareció avergonzado. —¿Escuchó eso?

    Asentí. —Me temo que sí.

    —Perdóneme.

    —No se preocupe.— Sonreí —Me lo dicen todo el tiempo.

    Era verdad. Las personas siempre se sorprendían cuando descubrían que soy arqueóloga. Siempre esperan que nos veamos y actuemos como Indiana Jones. Yo sí tengo un sombrero y una chaqueta de cuero, pero no un látigo. Siempre quise tener uno cuando estaba casada. A mi ex esposo le habrían sido beneficiosos unos buenos azotes.

    —No estoy sorprendido —agregó—, ciertamente usted no parece un arqueólogo.

    Él no estaba esperando a Indiana Jones. Tenía en mente, más bien, a un fósil tan viejo como alguno de mis descubrimientos.

    Me reí.— Después de escuchar tu descripción, me siento aliviada de que no luzco como una para ti.

    Me miró directo a los ojos, lo que fue un poco perturbador. —Yo creo que eres ciertamente hermosa —confesó.

    Pude sentir como se enrojecían mis mejillas. No recordaba la última vez que un hombre me había hecho sonrojar. Quizás mi ex esposo, pero fue en otra vida. Una que prefería no recordar.

    —Dios santo —respondí  nerviosa por la intensidad de su mirada.

    —¿Está disfrutando su estadía en Londres? —preguntó en un incómodo intento por hacer conversación.

    —Mucho —respondí agradecida del cambio de tema—. He pasado la mayoría del tiempo en los sitios de excavación. Este ha sido como ir al cielo.

    —¿A dónde irá cuando se vaya? —preguntó.

    —Egipto —dije—. Estamos cavando en el Sinaí, cerca de las montañas donde Moisés recibió Los Diez Mandamientos de Dios.

    Él parecía divertido.

    —¿No esperas encontrar, de verdad, las tablas de piedra... —comenzó.

    Negué con la cabeza.

    —Las tablas fueron llevadas a Israel en el Arca del Pacto —expliqué —. Estaban dentro del Arca cuando desaparecieron del Templo de Salomón en Jerusalem. Se rumora que el Arca se encuentra en algún lugar en Etiopía, pero nadie ha sido capaz de probarlo. Aunque me encantaría ser quien consiga el Arca del Pacto, no espero encontrarla en Egipto. Nosotros solo buscamos evidencias del Éxodo en general.

    Él se rió. —¿Has conseguido el secreto para separar las aguas del Mar Rojo — Quiso saber.

    No lo dudé. —Sí, se llama Fe.

    —Escuché que los arqueólogos de ahora usan tecnología moderna para ayudar en su trabajo —Recordó—. Computadoras, satélites...

    —Sí, los usamos —Respiré hondo, pensando en los equipos que aún necesitaba para continuar con mi trabajo. —Desafortunadamente, no nos ha ayudado en este caso. No hemos encontrado nada significativo aún. Este se a convertido en un proyecto a largo plazo, lo que significa que ha sido costoso. Mi financiamiento se ha acortado, y las otras fuentes que hemos usado en el pasado ya me han rechazado. Tengo que encontrar otra fuente de financiamiento tan rápido como pueda. El tiempo se me está acabando, y si quiero continuar con mi trabajo de campo... —¿Por qué le estaba soltando todo esto a él? Le di una mirada rápida a su acompañante femenina, quien nos miraba atentamente. —Creo que tu novia está teniendo una idea equivocada.

    —Ella no es mi novia —dijo—, es mi hermana.

    Solo entonces noté que me seguía sosteniendo la mano. La retiré lentamente.

    —¿Has comido? —preguntó Connor.

    Negué con la cabeza. —Estoy exhausta. Pensé en pedir comida China después de terminar aquí e irme a dormir.

    Se rió. —¿Vienes en un viaje inesperado al mundo civilizado y tu plan es pasar la noche en tu habitación? Eso es inaceptable —respondió—. Ven a cenar conmigo esta noche.

    —No creo que... —comencé.

    —Quizás yo pueda salvar tu proyecto — sugirió.

    A este punto ya estaba un poco escéptica. —¿Cómo?— él no parecía tener suficiente dinero para pagar una cena. Excepto por el reloj. En la muñeca llevaba un reloj que parecía de verdad costoso. Probablemente lo robó, o eso pensé en ese momento.

    Me guiñó un ojo y bajando su voz en tono conspirativo, susurró. —Mi fondo fiduciario— dijo.

    Yo asentí. —Seguro.

    No se iba a rendir.

    —Te podría sorprender. ¿Qué podrías perder con solo oír lo que te pueda decir? —preguntó.

    Lo dudé por un instante.

    —Está bien —finalmente respondí.

    Aunque no tuviera suficiente para salvar la excavación, había algo atrayente en él y no me podía negar. No me quería negar.

    Pensaba Dios, ayudame.

    * * *

    Se acercó al podio mientras me encontraba hablando con un pequeño grupo de  académicos después de la presentación. Se abrió paso para llegar al grupo y se apoyó lo suficientemente cerca para susurrar en mi oído—: Estaré afuera esperando.

    Asentí. —Solo serán algunos minutos.

    Se alejó con una arrogancia que me inspiró pensamientos que no quería tener, especialmente sobre un hombre al que acababa de conocer. Lo vi salir de la sala de conferencias, parcialmente escuchando al envejecido paleontólogo de Oxford mientras divagaba en un tono tan monótono que me hubiera hecho dormir si no tuviera mis pensamiento en otro lugar. Tan pronto como pude me, decentemente, despedir, tomé mi abrigo y me dirigí a la salida.

    No tuve inconvenientes para conseguirlo afuera. Estaba parado junto a una Harley Davidson con dos cascos en su mano.

    —Toma —dijo acercándome uno—, ponte este.

    Me quedé sin palabras.

    —No lo creo —me las arregle para decir.

    Se rió.

    —¿Gallina? —preguntó.

    —¿Disculpa?— Estaba indignada.

    ¿Qué estaba pensando? Yo no iba a andar en motocicleta con un con un hombre al que acababa de conocer, ni siquiera este.

    Preguntó —¿Tienes miedo de ir conmigo? —Sus ojos azules estaban llenos de mofa. —No hay necesidad de asustarse. Soy un conductor bastante cuidadoso, por lo menos cuando llevo un pasajero.

    —Oh, seguro que sí.— No estaba convencida.

    El aire estaba frío. Yo estaba allí, parada, abrazándome y podía ver mi respiración. ¿Por cuánto más iba a dejar que este debate continuara? Finalmente, me puse el abrigo. Al hacerlo le lancé una mirada al guardia de seguridad cercano a la puerta. El hombre me observó con una mirada que no dejó lugar a dudas de que había tenido una idea equivocada de lo que estaba pasando entre Connor y yo.

    —Ponte el endemoniado casco y vámonos. —Connor estaba impaciente. Se puso el suyo y me gesticuló de nuevo para que me subiera a la moto.

    ¡Me estaba retando! El hombre tenía agallas, debía darle crédito. Impulsivamente y en contra de todo mi buen juicio, acepté el reto. Me recogí el cabello detrás de las orejas y me puse el casco. Me senté en la moto con él.

    —¿Dónde está tu hermana? —le pregunté recordando que no vino solo.

    —¿Sarah? Ella trajo su carro. Tuvo que regresar a la estación.

    —¿La estación?—pregunté.

    —Es periodista de televisión.

    —¿Realmente tienes el dinero para ayudarme?—le pregunté entonces —¿O lo haces solo para conseguir mi atención?

    —Ambos.— Encendió el motor, dijo algo más pero no lo pude escuchar sobre el rugido de la Harley. Me colgué de él cuando aceleró entre las calles de Londres. Me preguntaba en qué me había metido.

    Me sentí como una polilla que volaba peligrosamente cerca de las llamas.

    * * *

    Terminamos en un pequeño e informal restaurante Chino cerca del Regent's Park.

    —Mencionaste la comida para llevar— dijo sosteniendo la puerta para mí —. Espero que no te decepciones por no poder comer de la caja.

    —Creo que sobreviviré —respondí. Tomamos una cabina que nos brindaba tanta privacidad como el lugar permitía en la parte trasera del comedor. Se deslizó dentro delante de mí y tomó dos menús. Tomé uno de los papeles que me ofreció y le di una mirada rápida.

    —¿Sabes lo que quieres?

    Sentí como mis mejillas se sonrojaron. Él está hablando de la comida, idiota, me regañé en mis adentros,

    —Sí —mantuve mis ojos en el menú. —Voy pedir el pollo con anacardo.

    Noté un diario sobre el asiento a mi lado. Lo tomé, estaba doblado de manera que la parte visible era un artículo sobre Células Madre. Sacudí mi cabeza. Puedo ser una arqueóloga, considerada una científica, pero al mismo tiempo soy una Cristina, hija de un Pastor. No importa lo que mis padres creyeran, mi fe se mantenía intacta. Algunas cosas están moralmente erradas.

    Connor me observaba con curiosidad.

    —¿Qué sucede? —preguntó

    Le mostré el periódico.

    —¿Estás en contra de las investigaciones médicas? —preguntó sorprendido.

    —Para nada, el problema es que nunca estarán satisfechos —predije—, van a querer más, como clonar seres humanos. El hombre siempre ha anhelado ser Dios.

    —¿Has pensado que es posible que esto pueda beneficiar a la humanidad? —preguntó— La ciencia está a

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