Lo nuevo acaba de nacer
Fue Bertolt Brecht quien dijo aquello de que «la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer». Hablaba en sentido metafórico del paso del tiempo y del establecimiento de un nuevo orden. Curiosamente, la historia ama las paradojas y cuántas veces hemos oído aquello de ‘jamás superarán la fama de sus padres…’, aunque eso sea ya agua pasada. Nacer bajo una de las familias más conocidas del planeta y llevar el apellido del cantante que más hitos ha conseguido en la historia de la música es, a priori, harto difícil. Sobre todo, cuando tu padre se llama Julio, se apellida Iglesias, y sigue aún batiendo récords de venta de discos (sí, a pesar de Spotify y otras decenas de listas de descargas), conciertos y giras. Entonces…, ¿cuándo nacerá lo nuevo? Parece que hoy.
Son solo las 10 de de más de 400 metros cuadrados), ocho baños y dos helipuertos. Cristina y Victoria Iglesias salen a recibirnos. Todos teníamos en mente el recuerdo de aquellas pequeñas gemelas, rubias, que posaban muy de vez en cuando para el papel cuché junto a su madre, la espectacular holandesa Miranda Rijnsburger (Leimuiden, 1965), pero hoy, frente a nosotros, hay dos jóvenes espigadas, de 1,76 m de altura y una belleza clásica que recuerda a ese ideal estético de la Antigua Grecia. Nacieron en Miami, Florida, en 2001, y desde aquel día es difícil distinguirlas. Cuentan que Victoria nació siete minutos antes que Cristina, pero son casi idénticas físicamente. No tanto en caracteres. «Ambas somos familiares, aventureras, deportistas, amantes de los animales y leales con la gente de nuestro entorno, pero somos diferentes, aunque nos complementamos para sacar lo mejor de cada una». Cristina es más espontánea, Victoria, más organizada. Hablan en un perfecto español con un pequeño acento americano… ¿u holandés? Lo cierto es que hablan una sobre la otra, se pisan en las conversaciones, una acaba las frases de la hermana, y viceversa. Si hay alguna palabra que no recuerda en español, su gemela se la traduce; si no la recuerda en inglés, su hermana la intenta buscar en holandés… Cristina me mira fijamente y sonriendo dice con sorna: «Sí, somos muy rubias, pero curiosamente ningún hermano hemos sacado los ojos azules de Holanda. Tenemos el alma y los ojos de españolas».
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