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La migrante
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Libro electrónico329 páginas4 horas

La migrante

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En el año 2050, la economía de Terrazola se basa en la extracción y venta de los órganos de sus nacionales. Lilac es una joven terreca de quince años, que no se conforma con la vida que han llevado sus antepasados. Sabe que, si se queda en casa, su futuro estará plagado de mutilaciones y dolor. Sabe también que, si escapa, estará diciendo adiós a la vida como la conoce y se enfrentará a la inmensidad de un mundo que parece aterrador. Esta es la historia de una joven migrante que, como muchas otras, se vio obligada a dejar atrás todo lo que ama para enfrentarse al mundo por sus propios medios y tomar las riendas de su destino. Un tirano, un gran amor, amigos que se convierten en familia, matices de un mundo futurista, una serie de migraciones, sorpresivos giros del destino y valiosas lecciones inesperadas, te sumergirán en este interesante viaje
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 sept 2022
ISBN9786287642607
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    La migrante - Laisy Montenegro

    LA VIDA EN TERRAZOLA

    Ubicada entre Eurekia y Coldland, Terrazola es una tierra pequeña, aunque hermosa. Los paisajes verdes cubren la mayoría de la superficie de nuestro país. Nuestra flora y fauna es la más abundante de la región. Los guacamayos azules nos despiertan por las mañanas volando en bandadas hacia el sur y los árboles producen frutos en abundancia.

    En el pasado, Terrazola tenía acceso al mar. Mi familia y yo íbamos a la playa todas las tardes, para ver cómo el sol se escondía detrás de las olas.

    La mayoría de las personas pensarían que somos afortunados por vivir en una tierra tan verde y rica en naturaleza, lejos de las industrias, del esmog y de la tóxica tecnología, pero se equivocan, nuestro país también ha sido industrializado, es solo que el producto somos nosotros.

    Hace veintinueve años, el presidente Mottur ganó las elecciones populares ofreciendo a los terrecos una vida de ensueño. Les prometió vivir de manera cómoda sin trabajar, subsidios para los más necesitados y obligar a la clase alta a compartir sus riquezas con la clase baja. Todo esto a cambio de dos simples cosas: que votaran por él y que continuaran reproduciéndose.

    Lamentablemente, mi pueblo se dejó llevar por sus promesas, y en el año dos mil veinte, luego de que Mottur ganara las elecciones por una exultante mayoría de votos, todos los terrecos perdimos la libertad.

    En un mes se cumplirán treinta años desde ese fatídico día. Mottur celebrará en un gran desfile con una fiesta en la que clasificará a los recién nacidos en las diferentes facciones, y otorgará a los padres la primera herencia de *50,000 terrones. También cosechará por primera vez a aquellos que tengan edad suficiente.

    Si me preguntan a mí, 50,000 terrones es una herencia extremadamente baja para criar a tu propio hijo siendo vendido por partes, como si fuera un animal de granja.

    Sí, Mottur cumplió su promesa, los terrecos no trabajamos, no tenemos permitido hacerlo. Nuestra vida se basa en mantener nuestro cuerpo en estado óptimo para la cosecha.

    El sueño de vivir sin trabajar trajo consigo duras realidades para nuestro pueblo. No existen clases sociales, no se nos permite escoger nuestra ropa, nuestro alimento, nuestra rutina de ejercicios, ni siquiera podemos escoger a nuestras parejas. En fin, no tenemos elección alguna sobre nuestras propias vidas. Vendimos el alma, a cambio de un sueño que nunca se logró.

    Al nacer, los terrecos somos asignados a una facción de la cual formaremos parte por el resto de nuestras vidas. En base a ella seremos alimentados, entrenados y preparados psicológicamente para nuestra única labor, la cosecha.

    El Instituto Biológico de Preparación (IBP) nos recoge al salir del vientre de nuestras madres, analiza nuestra genética y nos asigna dependiendo de nuestras mejores cualidades físicas, para que el cuerpo pueda desarrollar de forma específica los órganos que serán cosechados.

    Los bebés que nacen con desperfectos, son desechados de manera inmediata, sin excepciones.

    Cuenta mi madre, que cuando nací casi fui desechada porque padezco del Síndrome de Alejandría, cuya principal manifestación es tener los ojos y el cabello lila, sin embargo mi padre acudió a los viejos archivos y pudo probar al IBP que mi abuela contaba con la misma condición desde su nacimiento y nunca fue un impedimento para la correcta realización de la cosecha. Así logró que perdonaran mi vida.

    Los padres de los niños viables recibirán la primera herencia una vez el niño haya sido asignado a una facción (asignación). La segunda herencia cuando el hijo cumpla los quince años y sea registrado en el catálogo (registro), y la última en el instante en el que el hijo sea cosechado por primera vez (primera cosecha). El resto de las herencias las cobrará el individuo cada vez que sea cosechado.

    Por eso, los terrecos debemos reproducirnos, si no generamos más personas (en otras palabras: más órganos para cosechar), la economía de nuestro país no podría subsistir.

    En Terrazola, la población está dividida en cuatro facciones: en la facción A se cosechan extremidades y se identifican con el color amarillo; en la facción B se recolectan órganos vitales y usan el rojo; en la facción C cabellos, pestañas, cartílagos, piel y grasa para tratamientos estéticos y se identifican con el azul, y en la facción D se recoge sangre, médula ósea y hormonas, entre otras sustancias, tienen asignado el verde.

    Nuestra única vestimenta permitida para usar en público son zapatillas deportivas blancas, camiseta blanca y un enterizo en tela de jeans, cuyo color dependerá de la facción de la que formemos parte.

    En fin, el presidente nos vende por partes a los países de la región, para que sus habitantes puedan cambiar sus órganos y apariencias cada vez que quieran.

    El año pasado la tendencia del verano fueron las narices respingadas. La demanda fue tan grande que el 35% de las narices de la facción A fueron cosechadas.

    Toman partes de nosotros y las insertan en sus cuerpos para vivir muchos años más de lo que deberían, mientras nosotros morimos mucho antes de lo que nos tocaría. En especial la facción B, quienes tienen herencias exorbitantes, pero vidas tan cortas que no pueden ni disfrutarlas.

    El presidente controla de forma rigurosa la información que se comparte en los medios de comunicación, redujo las horas de clases, aumentó las penas de cárcel para aquellos que intenten escapar e instauró la pena de muerte para los que usen anticonceptivos.

    Mottur vendió a Eurekia nuestro acceso al mar para detener las fugas de los terrecos desesperados, y desde entonces el mundo nos dio la espalda.

    Cuando mi abuela falleció, a la edad de sesenta y seis años, sus cuatro extremidades, nariz y oídos habían sido vendidos. Recibió muchas herencias, no obstante la depresión por perder su movilidad la mató.

    Nona solía contarme historias de cuando ella y mi abuelo fueron parte de la revolución del veinticinco y, de una orden secreta llamada la célula, formada por miembros de todas las facciones que guiaban a los migrantes para salir de Terrazola hacia las naciones colindantes. Incluso, en una oportunidad, me enseñó una cicatriz que llevaba escondida dentro de su párpado superior derecho, una diminuta letra C.

    Mis abuelos se enfocaron en salvar a tantas mujeres y niños como les fue posible, sin embargo tuvieron que sacrificar su propia libertad para asegurar el éxito del último éxodo de Terrazola.

    Mi abuelo Cholo aceptó la culpa y fue encarcelado por diez años. Mottur no fue piadoso, perdonó su vida a cambio de lo más valioso que mi abuelo pudo brindar, información para desarticular la célula.

    Mi abuela creía que a Cholo le lavaron el cerebro en prisión, pues volvió siendo otra persona, simpatizante de Mottur y de la cosecha, hasta el punto de que se lo inculcó a mi padre y a mis tíos.

    Nona siempre se sintió en deuda con él por haber aceptado la completa responsabilidad de las migraciones y haber ido a prisión en lugar de ella. Por esto, nunca volvió a mencionar a la célula, hasta que nací yo.

    Supongo que nuestras similitudes despertaron algo en ella, y definitivamente también lo despertaron en mí.

    Se me hace imposible entender por qué nuestro pueblo, incluidos mi madre y mi padre, aún siguen convencidos de que esta es la manera correcta de vivir, de que debemos devolver al estado todo lo que nos ha dado y de que es mejor morir cosechado con honor.

    Me resulta difícil creer que alguien pueda estar agradecido por esta carnicería a la que llamamos patria, a la que llamamos vida.

    Mi madre y mi padre fueron emparejados porque su perfil genético era un match y sus hijos serían candidatos perfectos para la cosecha de extremidades fuertes y flexibles, no fue difícil para ellos desarrollar un vínculo, porque estuvieron juntos en la facción A.

    Si mis padres se hubieran negado a emparejarse, se les habría esterilizado y asignado una labor dentro del IBP. No se les permitiría tener pareja, no tendrían más ingresos que sus propias herencias y un pequeño salario por su labor en el IBP. Al final, aunque no es menos denigrante, los empleados del IBP son alimentados con las sobras de las facciones.

    Por fortuna no fue así, soy la menor de diez hermanos, todos hemos ido a la facción A, y por eso el único color que he usado en toda mi vida es el amarillo.

    Algunos de mis hermanos ya cosecharon. Mis cinco hermanos mayores tienen amputado el brazo derecho y alguna que otra pierna.

    En unos días es mi cumpleaños número quince. Deberé asistir al IBP para que me hagan pruebas que determinen el valor comercial de mis extremidades, y me ingresen al catálogo donde los clientes compran sus partes.

    Lo sorprendente es que mi herencia corresponderá solo al 2% del precio de venta de mis extremidades y una prótesis de mierda, que se oxida después de unos pocos años.

    Terrazola me alimentó, me entrenó y me preparó, pero no me dio la opción de escoger si esto era lo yo quería para mi vida.

    ¿Estoy en deuda? ¿Debo entregar mis órganos? ¿Es justo que mi destino sea quedar hecha una papa sin brazos ni piernas?

    No lo creo.

    Mi padre me dice a diario, mientras adecua el apartamento con rampas y tubos para facilitarnos el movimiento después de que seamos cosechados: Es lo mínimo que puedes hacer por Terrazola hija, debes ser cosechada con honor.

    He entrenado durante cuatro horas cada día de mi vida para fortalecer estos brazos y piernas, he comido un exceso de proteína que me enferma del estómago… entre otras muchas cosas.

    Yo también me he sacrificado. Me niego a venderme ni a Terrazola, ni a nadie.

    EL INICIO DEL FIN

    Hoy es un día pésimo, es el primer día de mi menstruación, me siento atolondrada y adolorida.

    Son las siete de la mañana y mi cuerpo me pide a gritos que regrese corriendo a mi cama.

    En clase, la profesora preguntó cuáles son los valores de Terrazola y, como de costumbre, Coromoto, la sabelotodo, respondió en mi lugar:

    —Agradecimiento, responsabilidad y sacrificio, profesora.

    —¿Cuán estúpida puede ser una persona? ¿Qué no te das cuenta que le llaman sacrificio a venderte por partes? —¡Ups! He pensado en voz alta.

    Me volteé para ver las caras de mis compañeros y de la profesora. Todos se quedaron mirándome en completo silencio, anonadados, consternados. Creo que nunca había hablado de mi repudio hacia la cosecha fuera de mi casa.

    —Me disculpo compañera Coromoto, gracias por tu valioso aporte —me corregí de inmediato.

    Tomé mi bolsa y salí rápido del aula para dirigirme al baño. Desde que nos quitaron el acceso a las pastillas para el dolor durante la menstruación descubrí que los cólicos son insoportables. El IBP determinó que las pastillas podrían ocasionar cáncer e infertilidad y, como siempre, decidieron quitarnos el único alivio que teníamos, porque solo les importa producir y nada más.

    El baño es una alargada habitación blanca con fuertes luces en el techo. Tiene cinco cubículos de acrílico blanco, y frente a ellos, un largo espejo que cubre toda la pared con cinco lavamanos de cristal transparente.

    Saliendo de mi cubículo me lavé las manos y levanté la mirada para encontrarme conmigo misma en el espejo. Mi piel pálida y mi cabello lila cortado a la altura de las orejas, me hacen ver enferma. Siendo tan alta y teniendo una musculatura tan abultada, parezco un hombre.

    A veces quisiera ser de las chicas presumidas de la facción C. Quisiera tener el cabello largo hasta las caderas, y que, en lugar de vivir en la zona de actividades físicas, pudiera estar en la sección estética poniéndome cremas todo el día para mantener mi piel y cabello sedosos e hidratados. Además, estoy segura de que el azul marino de sus uniformes resaltaría mis ojos.

    La idea de vivir una vida diferente me alegró un poco. Sonreí y me guiñé el ojo en el espejo mientras fingía peinar mi largo cabello imaginario.

    —¡LILAC! —El sonido de mi nombre me regresó a la realidad. Volteé para darme cuenta de que Danny De Luz estaba asomado en la puerta del baño de chicas, mirándome.

    —¿Cuánto tiempo llevas parado ahí? —indagué molesta. No entiendo cómo no pude ver su uniforme rojo a través del espejo. Acabo de hacer el ridículo.

    —Quiero hablarte. Ven conmigo por favor, es urgente —me dijo Danny, entrando al baño y mirando debajo de los cubículos, para asegurarse de que estábamos solos.

    Me encogí de hombros, tomé mis cosas y lo seguí. Salimos muy deprisa del edificio sin encontrarnos con nadie. «Es una suerte que el baño está en la primera planta», pensé para mí.

    Llegamos a la calle donde creía que se detendría, sin embargo, tomó mi mano y siguió caminando cada vez más rápido. Luego de unas cuadras, me percaté de que nos dirigimos al IBP porque pude ver el imponente edificio detrás de las unidades residenciales, que parecen diminutas en comparación.

    «Si quiere hablar conmigo podemos hacerlo en cualquier lugar. Me niego a entrar a ese repugnante banco de órganos, al fin y al cabo, son ellos los que orquestan toda esta matanza», me dije.

    —¡Hey! no voy a entrar ahí. —Solté su mano y me detuve en seco.

    —Escuché lo que dijiste en clase Lilac, todos lo oímos, podrías estar en peligro. Necesito que vengas conmigo, pero no puedo explicártelo aquí, por favor te pido que confíes en mí. Cuando entremos al IBP diré que vas a tu revisión semanal, no hables por favor, ¿sí? —me respondió Danny, dándose la vuelta y caminando a paso acelerado.

    Danny y yo nunca habíamos cruzado ni una sola palabra. En el colegio cada uno prefiere relacionarse con los miembros de su propia facción, por lo que no tenemos mucho en común con la gente de otras facciones. Decidí callarme y seguirlo.

    Así que aquí voy, siguiendo a un extraño en dirección al IBP, después de repudiar de forma pública la cosecha. «Sigue caminando Lilac, vas como oveja hacia el matadero».

    No obstante, había algo en él que me daba seguridad. Pudo ser su hermoso cabello negro, sus ojos alargados, su pequeña naricita, su sonrisa perfecta, o el hecho de que era el único chico fuera de mi facción que era más alto que yo. Este chico era el más guapo de la clase, eso no lo podía negar.

    —BIENVENIDO AL IBP, TARJETA POR FAVOR. — Una voz robótica me trajo de regreso a la Tierra.

    A la entrada del IBP hay dos pequeños policías robot que identifican a las personas que entran y salen del complejo. Que no te engañen con su pequeño tamaño y voz amable, son despiadados y están armados. Si no pregúntale a todos los terrecos que han intentado escapar de su cosecha.

    Pasé por el escáner el brazalete en mi muñeca que contiene mi tarjeta de identificación.

    —¿Trámite? —preguntó el robot. Volteé a ver a Danny confundida.

    —Revisión semanal, código 933199 —respondió con calma.

    Se abrió la puerta frente a nosotros. El olor a vainilla en ese edificio me daba náuseas.

    —¿Código 933199? ¿Qué significa eso? —demandé.

    —Te prometo que te lo explicaré todo en un minuto —replicó Danny, sujetando mi mano fuerte y acelerando el paso.

    Llegamos al lobby, la luz entraba por la cúpula de vidrio ubicada en el techo, a lo que parecen ser cincuenta metros de altura. Todo el edificio estaba hecho de mármol blanco y era exageradamente grande. A la izquierda pude ver pasillos blancos con inmensas puertas doradas, que pensé que eran oficinas.

    A la derecha vi unas colosales escaleras de espiral con unos escalones tan anchos, que hay que dar dos pasos en cada uno, también parecen ser de mármol blanco. Subimos rápido por las escaleras.

    Miré a mi alrededor, vi candelabros de Swarovski colgando del techo y los pasamanos de oro. «Cuánto lujo, ojalá pusieran el mismo empeño en la construcción de las prótesis», pensé. Llegamos a un pasillo blanco y largo, con puertas a cada lado, parecía un hospital.

    De pronto, sentí un jalón a la derecha y entramos a una puerta sin identificación. Para mi sorpresa, era una sala de conferencias. Después de cerrar la puerta, Danny se volteó hacia mí.

    —Gracias por confiar en mí, Lilac Slurk.

    Levantó una mano hacia su rostro para abrir su parpado superior y ¡Santa Rishnak!, no puedo creer lo que estoy viendo, una cicatriz en forma de C. Esto quiere decir que la célula aún vive.

    —Pero, ¿qué hacemos en el IBP? Estamos en la boca del lobo. Si nos descubren nos van a matar, a los dos —dije asustada.

    —Lilac, ¿cuál es la mejor manera de esconder algo? — me preguntó Danny con una sonrisa.

    Esa frase me regresó de golpe a mi niñez. Cuando tenía seis o siete años, pasé días buscando un collar en forma de concha que me regaló mi abuela y le pedí ayuda para encontrarlo. Recuerdo que lo tomó de la mesa en mi habitación y me dijo con una sonrisa: "todo el tiempo estuvo colgado en el espejo. Lili, el mejor escondite es a plena vista".

    —A.. A plena vista —respondí sorprendida, y apreté con mis manos el collar de mi abuela.

    Me miró con ternura y se volteó para escribir algo en la pantalla holográfica de la sala de conferencias. Luego, dijo en voz alta…

    —Identificación: C3045. —Bajo la mesa, en el piso, se abrió una diminuta rajadura con escaleras hacia abajo. Danny me miró entusiasmado y se dirigió a ellas, yo lo seguí sin decir una palabra.

    Ante mis ojos se reveló un mundo nuevo. Tenían un centro operativo de la célula. Al parecer los precursores de la célula habían logrado tallar el mármol entre dos pisos del IBP para crear un escondite y habían dejado ahí tecnología antigua.

    —Ven Lilac, te muestro —me apremió—. Esto es una laptop, que significa computadora de regazo, porque la colocabas sobre tus piernas cuando estabas sentado. Antes de la tecnología holográfica y de espejos, todos los aparatos tecnológicos eran físicos. Este dispositivo se conectaba al internet. ¿Te imaginas cargando este artículo pesado y enorme a todas partes? —me explicó Danny.

    Miré el dispositivo al detalle y lo sostuve con mis manos, en realidad no era tan pesado, pero movilizarlo debió ser incómodo.

    —Y esto, mi querida Slurk, fue la bomba en los dos mil. Se llama Xphone y es una laptop pequeña, donde además podías hacer llamadas de voz. Me pregunto cómo sabrían quien llamaba si no había video en esas llamadas. Bueno, otro misterio sin responder —comentó, y se volteó para ver mi expresión.

    Aunque estaba impresionada, decidí que ese era el momento adecuado para que me explicara qué hacíamos ahí.

    —Gracias por este paseo por el museo de antigüedades, ¿podrías decirme porqué estoy en el IBP? —indagué, reuniendo toda mi valentía.

    —Por supuesto que te explicaré, dame tu collar —replicó Danny.

    Intenté quitármelo, pero me costó ubicar el broche. Danny se percató de la dificultad y corrió en mi auxilio. Puse mi cabello hacia el lado izquierdo y sentí sus manos suaves en mi nuca. Danny era alto, como todos en la facción roja era delgado, pero muscular, tenía un cuerpo muy deportivo porque debía mantener los órganos vitales en excelente estado para su cosecha. En secreto creo que los más guapos son los de la facción B, lástima que vivan muy poco.

    En cuanto lo tuvo en la mano, corrió hacia una mesa de herramientas y con un objeto amarillo y alargado que tiene una hoja de aluminio adentro empezó a abrir la concha de mi collar. Sentí ganas de decirle que se detuviera, pero la curiosidad ganó esta partida y me quedé callada hasta descubrir lo que intentaba hacer. Cuando logró abrir la concha, sacó un objeto cuadrado no más grande que mi dedo meñique y lo insertó en la laptop.

    En la pantalla apareció el mensaje dispositivo USB encontrado, Danny presionó ABRIR y luego REPRODUCIR. Me sorprendió que ese aparato aún funcionara, que ruidoso era. Cada vez que presionaba un botón, ocasionaba un sonido. Miré a la pantalla y me quedé en shock, frente a mí estaba Nona con un mensaje:

    "Hola Lilac, mi preciosa flor de digitalis. Hoy cumpliste ocho años y tuvimos una conversación sobre la cosecha. Sé que no estás de acuerdo y sé que cuando crezcas vas a luchar contra ella tanto como Cholo y yo lo hicimos un día. Quiero que seas libre Lilac y que puedas vivir una vida larga y plena. Por eso, debo darte unos consejos muy importantes. Debes seguirlos al pie de la letra. Escucha con atención:

    »No confíes en nadie, ni familiares, ni compañeros, ni profesores. Mottur paga en secreto a informantes en cada cuadra e institución, les llama ruiseñores. Ellos hacen reportes diarios al centro de vigilancia de la ciudad, los usa para mantener el estatus quo. En nuestro barrio, el ruiseñor es la vieja Inelda, aunque estoy segura de que eso no te va a sorprender".

    Solte una carcajada y le pedí a Danny que detuviera el video.

    —Desde siempre supimos que esa vieja chismosa se traía algo —comenté mirándolo a los ojos. Él asintió y continuó el video.

    "Cuando estés en apuros o si necesitas algo muy importante, debes marcar el siguiente código AXX5945 y adjuntar tus coordenadas. Nona siempre te cuida y enviará a alguien para ayudarte. Si estás viendo este video es porque sabes que la célula vive. Trabaja con ellos, pero Lilac, cuando llegue el momento de decidir, quiero que te salves tú. No cometas el error que yo cometí y que me costó el amor de mi vida, no te quedes aquí por nada, ni nadie.

    Eres una rebelde mi amor, lo llevas en la sangre. Eres la nieta de Cholo y Melida Slurk. Te amo."

    ---------------FIN DE LA COMUNICACIÓN---------------

    Qué linda se veía mi Nona. Fue refrescante volver a verla robusta, fuerte y bella con su piel blanquita y sus rizos lila. La extraño todos los días.

    Se me llenaron los ojos de lágrimas, intenté contenerme, respiré profundo y me mordí los labios para ahogar el sentimiento. Danny interrumpió mi tormenta interior.

    —Lilac, sé que esto te ha tomado por sorpresa, asumo que es duro para ti procesar tanta información de golpe, pero no tenemos mucho tiempo, necesito que vengas conmigo y conozcas a los otros —expuso con seriedad.

    —Tranquilo, está bien. Solo dame un minuto —respondí y anoté el código que me había dado mi abuela en una libreta.

    —¿Sabes? Tengo mucho tiempo observándote Lilac Slurk, sabía que había algo especial en ti en cuanto vi el collar. Estaba esperando el momento indicado para acercarme. Cada vez que te veo en ética de la Terrazola 2, siento que tampoco eres feliz aquí y hoy lo confirmaste —comentó Danny.

    «¿Qué? ¿Danny me ha estado mirando? ¡No lo puedo creer! Mel se va a desmayar cuando le cuente, aunque… no puedo contarle esto. ¿Cómo le voy a explicar que estaba en un cuarto secreto, en el IBP, con el chico más apuesto de mi clase? ¡Oich, me muero!», grité en mi mente.

    —Bueno, ahora ya sabes lo que pienso, solo espero que no me asesines —repliqué, tratando de sonar tranquila.

    —¿Asesinarte? Lo único que he deseado en todo este tiempo es conocerte. Me llena de curiosidad ese cerebro tuyo Lilac Slurk, y aún no me puedo creer que esté aquí contigo —repuso Danny, mientras se agachaba para buscar algo bajo el escritorio, luego se asomó para lanzarme una sonrisa.

    «¿Será que está coqueteando conmigo? ¡imposible! Nona dijo que no puedes confiar en nadie Lilac, respira hondo. No demuestres demasiado interés y responde», me regañé.

    Ok, pero aún tienes mucho que explicar —respondí, cruzándome de brazos.

    —Vas a entender todo ahora —apuntó, sacando un extraño objeto dorado de debajo de la mesa y levantándolo frente a mis ojos.

    Se voltea y empieza a remover con sus uñas un trozo de la pared. Segundos después, cayó en sus piernas una especie de tapa en forma de círculo del mismo color del mármol de las paredes.

    —Antes, mhmmm… —Luchaba con lo que parecía un cerrojo—, no se utilizaban las huellas, ni las tarjetas para acceder a los sitios, se usaban estas cosas llamadas llaves y, esto es... el cuarto de pánico —terminó diciendo, al tiempo que se abría la puerta. Dentro encontramos una estancia.

    «Qué divertido, un escondite

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