El Mercenario Maya
Por Allan Lathrop
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Los Mayas han sobrevivido invasiones, epidemias y genocidios. An ahora continan viviendo sus tradiciones en medio de nuevos invasores econmicos, milicias contrarrevolucionarias y traficantes de drogas
Silvio y Melcxor son compaeros de escuela. Silvio es hijo de un dentista en Managua, capital de Nicaragua viviendo los inicios del gobierno sandinista y lo que queda de la dinasta dictatorial Somoza de Nicaragua a fines del 1970. Melcxor es un hurfano maya, protegido por los jesuitas, a quien poco le conocen de su vida familiar. Ambos atienden la escuela catlica del cura Demetrio Domnguez. Alberto Bernales es el comandante del ejrcito del nuevo gobierno sandinista. Bernales ha sido vctima de las torturas de los Somoza. Bernales es quien lleva a cabo la primera matanza de las aldeas Misurasatas, quien son considerados rebeldes por el gobierno sandinista.
Estos son los caracteres centrales de El Mercenario Maya donde la intriga entre milicias, genocidios, trata de blancas y trfico de drogas en medio de la selva centroamericana, constituyen el cuadro magistral de esta novela donde la ficcin se mezcla con la realidad histrica y lo sobrenatural.
Aqu esta entrelazada la lucha por el poder en medio de una cultura hermosa que se ha sabido armonizar con su medio ambiente para sobrevivir los embates de todos sus invasores.
el desenlace final ser en medio de la selva Maya con los nativos dndoles nueva vida a todos los caracteres ficticios de sta pica narracin novelada que tiene como principal fondo los hechos socio-polticos Centroamericanos de la dcada de 1980.
Allan Lathrop
ALLAN LATHROP, nació en Valparaíso, Chile. Hizo sus estudios de periodismo en la Universidad Católica de Santiago. Posteriormente trabajó como reportero y cronista de los diarios La Unión, El Mercurio y La Estrella de Valparaíso. En 1973 emigró a Canadá donde realizó estudios de Ingeniería Comercial en la Universidad de York, en Toronto, y luego estudios de Ingeniería Mecánica en el Instituto Tecnológico Humber de la misma ciudad. En Canadá trabajó para la cadena de diarios comunitarios del Toronto Star y luego en el ámbito publicitario del diario nacional de Canadá, The Globe and Mail. Posteriormente dedicó 15 años de su vida profesional trabajando en la industria aeronáutica canadiense. En 1995 escribió su primer libro sobre administración de empresas titulado: Aprendiendo del Milagro Japonés: Tecnología ejecutiva y su aplicación a empresas latinoamericanas, publicado por editorial Grijalbo en México. Allan Lathrop ha escrito y publicado numerosos artículos y papeles sobre materias tan diversas como prosa literaria e ingeniería informática. El Mercenario Maya es su primera obra narrativa de ficción.
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El Mercenario Maya - Allan Lathrop
Copyright © 2012 por Allan Lathrop.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una novela de ficción. Todos los hechos narrados y sus caracteres son ficticios y han sido puestos bajo un marco narrativo contemporáneo. Cualquiera similitud es mera coincidencia.
Portada por Fotografía de M. Angelica Lathrop
Ilustración por Neal Burstyn
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408391
Tabla de Materias
Agradecimientos
Advertencia Al Lector
Primera Parte
Capítulo 1
Los juegos infantiles
Capítulo 2
Los primeros vuelos
Capítulo 3
El padre de Melcxor
Capítulo 4
Yaklan: esta es mi vida
Capítulo 5
El vicio de Bernales
Capítulo 6
La captura
Capítulo 7
Su primer y único amor
Segunda Parte
Capítulo 8
Las enseñanzas del cura Demetrio
Capítulo 9
El amor y Ana
Capítulo 10
Su verdadero amor
Capítulo 11
La primera misión Misurasata
Capítulo 12
El anuncio de Ana
Capítulo 13
Melcxor, Ignacio y los jesuitas
Tercera Parte
Capítulo 14
El inicio de los Contra
Capítulo 15
El precio de la libertad
Capítulo 16
La Fiesta de Matilde
Capítulo 17
La Cena
Capítulo 18
La sobremesa
Capítulo 19
La iniciación y el primer canje
Capítulo 20
La conexión
Capítulo 21
El primer ataque
Cuarta Parte
Capítulo 22
La tortura
Capítulo 23
El reclutamiento
Capítulo 24
El dilema de Silvio
Capítulo 25
El cambalache
Capítulo 26
El enviado del Martillo
Capítulo 27
Preparando el Coup D’Etat
Capítulo 28
La reconstrucción
Capítulo 29
La búsqueda
Capítulo 30
La cita doble
Capítulo 31
Cierre del Círculo
Capítulo 32
El regreso al comienzo
Epilogo
La Calumnia
..Dormidas o no dormidas, allí llevan cien años, mil años, mil veces mil años…Pero son suaves, con una conocida ambigüedad metaterrena, aspirantes a quedarse y a irse. Y esa sonrisa de suavísima piedra, esa majestad imponderable hecha sin embargo de piedra dura, ¿a quién sonríen, a quiénes, sobre la tierra ensangrentada?
Confieso que he vivido memorias- Pablo Neruda
Agradecimientos
A mi querida esposa de toda una vida Maru, por su comprensión, gran ayuda como editora y por haberme mostrado el camino hacia los Mayas. A mis hijos Derek y Vanessa, por su gran pasión a la naturaleza. A mis estimados amigos: Walter por haberme ilustrado en el sufrimiento de los Centroamericanos; Rolando, por sus historias sobre Chiapas; y Neal, por las ilustraciones gráficas de la portada. A mis padres Hugo y Lía por haberme dado los genes de escritor. A los miles mayas y misurasatas que aún habitan la región y mantienen en vivo su cultura, así mismo como aquellos que compartieron conmigo sus vivencias, sufrimientos y forma de enfrentar su paso por este mundo actual. Allan Lathrop
Advertencia Al Lector
Esta obra de ficción no se ciñe a una realidad absoluta. Parte de la narrativa contiene material explícito de violencia y sexualidad no apta para audiencia general. Discrepancias en su interpretación están sujetos al pensamiento de cada lector.
ALLAN LATHROP.
Primera Parte
Nuestra magnífica ignorancia es la oculta realidad que nos conecta al resto de nuestro universo…
Del texto Yoga denominado Avidya.
Capítulo 1
Los juegos infantiles
Los mayas dejaron de contar el tiempo en su calendario a partir del 2012. Muchos piensan que eso señalaba el fin del mundo. El real significado del calendario es que ellos median el tiempo en katuns, equivalente a 7200 de nuestros días. Los katuns eran convertidos en ciclos de vida, no necesariamente humanos, los cuales podían extenderse a miles de años. Todos los ciclos, incluyendo el de la vida humana, se regeneraban en algún momento de acuerdo a esta medición.
Las actuales mediciones del tiempo son lineares en lugar de circulares. Muchas personas actualmente piensan que vivimos en una eterna regeneración.
Lo que yo sé es que nuestra realidad nos indica a diario que nacemos en un instante, más bien solitarios. Luego comenzamos a entender que nuestro ciclo de vida puede ser largo o terminar en un instante, en medio de una soledad absoluta. Más aun, la vida puede acabarse en el próximo juego que estamos por comenzar. Un juego más en esta frágil existencia nuestra.
Porque jugamos desde que nacemos. Lo seguimos haciendo de niños, luego cuando somos adolescentes y de adultos al convertirnos en padres. Con suerte, en el ocaso de nuestra vida, jugaremos también con nuestros nietos al ser abuelos.
Con nuestra creatividad, inventamos todo tipo de juegos para deshacernos de nuestra terrible soledad.
Siempre continuamos jugando a distintas cosas, hasta que en soledad nos vamos consumiendo lentamente. Ese es el ciclo ideal de la vida. Jugamos principalmente para distraernos.
Los juegos son continuas variaciones de los que aprendimos desde que tenemos uso de razón, y les damos gran validez, hasta que nos enfrentamos con el juego final y más duro: el de la muerte.
Pero los juegos son siempre infantiles.
A medida que crecemos los elementos del juego pueden variar. Pero en el fondo todo sigue siendo igual.
Es nuestro desesperado esfuerzo por envolvernos en algo que nos permita sentirnos útiles para así olvidarnos de nuestra mortalidad.
Así nos vamos sumergiendo para hacernos invisibles - ocultándonos de aquello que nos hace vulnerables - evadiendo la realidad que nos rodea, viviendo con simpleza, en ignorancia completa y aparentemente felices.
La muerte nos parece inicialmente un espejismo. Uno que se acerca en forma veloz a medida que envejecemos.
Recuerdo haber leído en el escusado de una gasolinera que aquel que tiene los juguetes más caros al morir, es el que gana.
La verdad es que todo depende que entendamos por juguetes, como los utilizamos y que beneficio adquirimos con ellos.
Aquel día fue otro más de ir a la escuela católica del cura Demetrio. De diabluras y de juegos infantiles.
La escuela estaba casi al tope de la colina.
El recinto había sido construido de cemento con techos de latón rojo y sus murallas pintadas amarillas. Las salas al estilo colonial español, enmarcaban en el centro un patio donde había pequeños arcos de fútbol y tableros de balón cesto con hilachas colgando como tratando de simular ser verdaderas redes. La falta de manutención bajo el implacable sol y lluvias de la región, apasionadamente nos pedían a gritos que continuásemos dándoles vida a cualquier costo.
Nuevos episodios de diabluras a las espaldas de las maestras, quienes trataban estoicamente de entregarnos su conocimiento, para que tal vez algún día no muy lejano, lo utilizáramos para nuestro propio beneficio.
Estábamos más atentos a escuchar el toque de la campana para salir al patio a jugar fútbol, o correr a escondernos en la parte trasera de la escuela para fumarnos un cigarrillo sin que el cura nos descubriese. En aquel entonces no deseábamos aprender nada de las formas de vida indígenas, la biología y química, o tal vez las matemáticas.
Éramos novicios de la vida tratando aprender a convertirnos realmente en personas útiles. El juego era una forma inocua de demostrar nuestro machismo a través del enfrentamiento. Todos los recreos se convertían en una diaria pugna por la búsqueda de quien era el más hábil con el balón a medio inflar, o cualquier simulacro de pelota fabricado con un atado de calcetines sucios enrollados en forma casi circular.
Los equipos estaban divididos en tres grupos.
El primero lo integraban los hijos de indígenas, reales dueños de esta tierra que les había sido usurpada por los conquistadores europeos. El segundo eran los hijos de los terratenientes, todos colaboradores del ahora caído régimen de Somoza, esperando el próximo cambio auspiciado por la Casa Blanca. Y por último estaban los hijos de mestizos, mezcla española e indígena, ahora convertidos en los nuevos Sandinistas, gobernantes del país, quienes se auto denominaban los libertadores de las supuestas injusticias sociales albergadas por las diferencias económicas y los abusos del régimen anterior.
A mí me identificaban entre los del segundo grupo: los terratenientes.
Mi padre había sido un exitoso dentista que aun contaba dentro de su clientela con lo que iba quedando de la familia Somoza. En estos momentos había tenido que cambiar su práctica y comenzar a aceptar pacientes de las familias Sandinista en forma gratuita. Con ello pensaba que podía evitar amenazas a nuestra familia durante esta época de transición que se desenvolvía a pasos acelerados.
Esto había puesto una gran presión emocional y física en sus hombros. Estoicamente toleraba todas las demandas extraoficiales que ahora debía cumplir como penitencia por haber sido un profesional exitoso en su práctica durante la anterior administración.
Yo era lo suficientemente adulto para percatarme que mi padre se iba desgastando rápidamente, al tanto que mi madre con dedicada devoción de esposa, le trataba de dar ánimo y soporte moral durante estos tiempos difíciles. La excesiva presión, finalmente terminarían por destruir su vida.
El cura Demetrio ya había intercedido ante los Sandinistas para que mi padre no se convirtiera en otra víctima del proletariado y fuese encarcelado o enviado en misión a aldeas del interior.
El nuevo gobierno tenía el pronunciamiento de convertirse en la mejor idea de como distribuir en forma igualitaria la poca riqueza de nuestro dilapidado país, hasta que no quedase nada por repartir.
Los abanderados de este régimen aspiraban a liberarnos de las garras americanas y de la United Brand, con la intención de quitarle a los ricos para darle a los pobres para que todos fuéramos iguales.
En la escuela todos sabían que mi familia había estado por mucho tiempo íntimamente ligada a los Somoza. Esto me hacia perfecto blanco de violencia frente a los hijos de los mestizos, quienes me utilizaban para satisfacer las ansias de venganza contra el régimen anterior.
Melcxor, sin embargo, no se identificaba con ningún grupo.
Para muchos Melcxor era un verdadero enigma.
Poco conocíamos de su pasado.
Sabíamos que su familia provenía de una tribu de los Miskitos. Melcxor nunca hablaba de sus padres o de su hogar. Se mantenía callado y observante, envuelto en sus propios pensamientos y prefiriendo no involucrarse en lo que el consideraba solo juegos de niños. Buscaba la soledad, sin participar en nuestras partidas de fútbol donde nos enfrentábamos dándonos de puntapiés para aliviar nuestras propias frustraciones. Su pasión era salir del enmarco de la escuela y perderse entre los arbustos por la parte trasera que colindaba con la montaña.
Múltiples veces lo encontré en medio de las cañas observando la tierra, las hormigas, ciempiés y pájaros que se acercaban a la escuela. Parecía que el reino animal y vegetal lo rodeaban como si el fuese el príncipe al cual había que darle un reporte de lo que estaba aconteciendo en la selva que se empinaba por el cerro.
- Este es el verdadero origen del mundo y lo que somos - me dijo una vez –jugando con un ciempiés y luego tomando un puñado de tierra con sus manos para dejarlo escabullirse finamente entre sus dedos.
- Antes que existieran los pájaros, insectos, cangrejos y seres humanos, solo habían piedras, cuevas y barrancos- me continuó diciendo - Y mucho antes de todo esto solo existía el cielo. Mi padre me decía que para transformarnos en seres humanos nos habíamos escapado de la inmovilidad y del silencio del cielo. Por ello le tenemos miedo a ambos. ¿Cuándo fue la última vez que concienzudamente estuviste inmóvil y en silencio por más de un minuto?- me pregunto. Anda a jugar con esos otros ignorantes igual a ti.
Luego me obligó a marchar para que lo dejase en su soledad mirando fijo en cuclillas el polvoriento lugar que había escogido para ese recreo.
Ese día había decidido mezclarse con nuestro grupo de ignorantes y ser parte de mi equipo. Si Melcxor era participante, el equipo iba a ganar. Garantizado. Melcxor tenía una habilidad innata para el deporte. Era siempre el más hábil y aplicaba su bien constituido cuerpo para controlar el juego. A su lado, todos éramos novicios.
Mi equipo ganaba faltando pocos minutos para el fin del recreo, cuando el negro Víctor Mateluna, capitán del equipo Sandinista, decidió tratar de emprenderlas conmigo. Haciéndome una zancadilla se dejo caer sobre mí para en volteretas comenzar una pelea. Tenía las de perder. El negro era inmenso y maceteado. En buenas cuentas, el doble de mi tamaño. Era obvio que quería demostrar, que los somocistas éramos todo un atado de culeros débiles, quienes no teníamos fuerza y coraje para contribuir al nuevo dictamen de la izquierda proletaria.
Trate de levantarme y escabullirme. Se sentó sobre mi estómago haciéndome perder la respiración al mismo tiempo que me daba fuertes bofetones en las mejillas. Atine a cubrirme la cara, a la espera de la campana salvadora, o de la aparición de las maestras o del cura Demetrio. Esto no sucedió, y otro par de golpes en mi cabeza me hicieron tragar más polvo mientras desesperadamente me cubría con mis brazos mi rostro.
Preparándome para más golpes y puntapiés me enrollé como culebra para evitar una paliza de proporciones, mientras escuchaba el griterío del resto de mis compañeros quienes incitaban al negro Mateluna para continuar con su castigo. De pronto hubo un silencio sepulcral. Pensé que había aparecido el cura o una de las maestras a mi rescate. Benditos sean ellos, suspiré. En ese instante me percaté que el negro ya no estaba encima mío, y experimente un gran alivio. Al abrir mis ojos pude apreciar que Mateluna yacía compungido en dolor a algunos metros de distancia mientras yo trataba de recuperar la respiración. Junto a él, Melcxor lo miraba y esperaba atento. Había llegado a mi rescate.
- ¡Que te metes tu salvaje en nuestras peleas!- gritó el negro.
No hubo respuesta. Solo una mirada fija. Nadie emitió sonido y la rueda de muchachos comenzó a esparcirse rápidamente.
Me levante sacudiéndome la ropa. La campana sonó y todos comenzamos a caminar de regreso hacia nuestras aulas.
- Gracias Melcxor- le dije con la mirada baja.
- ¡Hoy vienes conmigo!- me respondió tajante.
El altercado del patio me había dejado aturdido y perturbado.
- Si, si…- le respondí sin pensar lo que decía.
La siguiente lección del Cura Demetrio se me paso casi por completo divagando. Mi concentración estaba en otras cosas. Como escabullirme de casa para juntarme con Melcxor y acompañarlo a una escaramuza que tenia planificada. Mal que mal, me había rescatado de una paliza mayor.
De pronto volví a la realidad. El cura hablaba sobre la sexualidad.
- La masturbación es algo que está dentro de nuestras cabezas patroncitos y tenemos que tener la suficiente fuerza espiritual en nuestra mente para dominarlo. Me percaté que toda la clase guardaba un silencio sepulcral.
- Mis queridos patroncitos- continuó – es esta fuerza interna las que nos permite tener una claridad de mente para poder abordar temas más profundos. No se trata del Diablo, o del Cielo o el Purgatorio, sino sencillamente un acto individual que cada uno tiene que afrontar con determinación.
- ¿Es por eso que los curas son célibes?- vino la pregunta intempestiva de Melcxor.
El cura Demetrio reflexionó un segundo, al momento que la campana sonó para salvarlo.
- Este es un tema que abordaremos en la siguiente lección - dijo al mismo tiempo que todos comenzábamos la carrera hacia la salida.
- ¿Vienes a la noche?- me pregunto Melcxor, con pequeños empujones por la espalda.
- ¿A la siete?- atiné a preguntarle.
- En la plaza- me respondió.
Pero el llegar al portón principal de la escuela encontramos un grupo que bloqueaba el paso.
De atrás empujamos con vigor, y esto permitió abrir una brecha. Al pasar por el estrecho portón entre apretujas y compañeros caídos pude ver al causante del atascamiento.
Era un hombre delgado con gafas oscuras y barba negra de chivo. Aquel me miro fijamente a la vez que extendía un panfleto.
- ¡Cálmate muchacho!- me dijo en tono suave pero determinante, al tanto que me ayudaba a salir de la aglomeración que yo había ayudado a formar. Continué empujado a alguno de mis compañeros, quienes apilados gritaban improperios. Finalmente logre salir.
- Lee a Segovia – me gritó haciéndome un saludo con sus panfletos- Acuérdate de mí, y lee lo que te acabo de dar. Venme a ver a la Biblioteca.
En ese momento solo atine a guardarme el panfleto en el bolsillo y continuar mi camino.
El tiempo transcurrió rápido durante ese año escolar, y los estudios fueron quedando un tanto abandonados. Llegaba el día de las pruebas donde el reporte con las calificaciones finales eran presentados a nuestros padres. Tenía que ponerme al día en las materias y dedicarme a los estudios para poder salir adelante con los exámenes. Sabía que esta vez no podría falsificar la firma de mi padre en el reporte final como lo había hecho en el transcurso del año. A sabiendas que estaba en el lado errado de la ética paternal, algunas repercusiones no agradables me llegarían de mi padre al enterarse de lo que había hecho.
Pensé en un momento en confesarle mi conducta delictiva. Luego recapacité. El estaba pasando por un terrible momento donde los Somoza estaban sufriendo económicamente por su destrono debido a la ascensión al poder de los Sandinistas. Esto tenia amplias repercusiones en su práctica profesional.
Era imperativo que mejorase mis calificaciones en todas las materias para hacerlo sentir orgulloso del esfuerzo que el realizaba.
Decidí que me encerraría en la Biblioteca un tiempo para no sucumbir a las tentaciones de continuar las andanzas con Melcxor, quién no parecía preocuparse por los exámenes. Melcxor era el mejor alumno en mi curso y nadie se lo podía explicar, por cuanto nunca lo vi abrir un texto.
Estaba concentrado en mis estudios de la literatura española, cuando sentí a mis espaldas la presencia del hombre de las gafas oscuras y la barbilla de chivo.
- ¿Has leído a Segovia?- me preguntó. Como lo mire confundido continuó - El panfleto que te di en la escuela.
- Ahora tengo que leer al Marqués de Santillana- le respondí.
- ¡Y eso que te va a enseñar!. Estribillos sin ninguna importancia, escritos por un español burgués dos siglos atrás- me reprochó.
- Necesito saber esta materia para poder pasar mis exámenes- le repliqué.
- Va a llegar el día en que tengas que aprender a enfrentar la realidad que vivimos en este instante. Aquí esta lo que escribió Carlos Fonseca. Es lo que debes aprender ahora. ¿Sabes quién es Carlos Fonseca?- me interrogó.
- No tengo idea- le respondí con honestidad.
- El fue el creador de Segovia, el panfleto que te di en la escuela. Carlos Fonseca escribió los principios del sandinismo. Fue el fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Hijo bastardo de un terrateniente burgués igual que tu padre, y de una lavandera. Fue asesinado en las montañas de Nicaragua, soñando con liberarnos de los Somoza. En lugar de leer a Santillana debieras leer este otro libro- me dijo extendiéndome una copia de un manuscrito de Carlos Fonseca Desde la Prisión- acuso al dictador.
- Bien…Cuando tenga tiempo…pero no ahora- le respondí.
- El tiempo es ahora- me insistió- Nicaragua no puede ser salvada por los que representan la dictadura económica americana y las clases explotadoras. Como dijo Fonseca, "no es el hombre quien hace de otro hombre una carga, quién ha de crear al nuevo mundo". Tienes que salir de tu ámbito y defender tu tierra y gente en lugar de aprender necedades que te meten los curas en la cabeza- me dijo desapareciendo rápidamente en la misma forma que había aparecido.
Capítulo 2
Los primeros vuelos
Silencio.
Solo el cantar de unos grillos mezclado con el sonido gutural de los sapos celebrando un festín de insectos.
La típica humedad de la noche veraniega de Managua dejada por la última llovizna antes de obscurecer, se había hecho presente como es habitual en esta época del año. Las calles de adoquines a medio alumbrar estaban convertidas en pequeñas lagunas. El agua buscaba salida por las hendidura en las escasas alcantarillas tapizadas de mugre debido a la falta de basureros