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Tragos Amargos
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Libro electrónico623 páginas10 horas

Tragos Amargos

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Tragos amargos es una historia basada en la vida de Pedro Antonio Plata, un joven proveniente de una familia de clase media. Quién narra sus anécdotas, vivencias y aventuras desde niño. Su malicia, picante humor y sus cómicas aventuras hacen de esta historia que sea entretenida y divertida. La vida en el campo, los misterios que habitaban en él, la inocencia, las ocurrencias y travesuras, mezcladas con la dura realidad de la época hacen que Pedro Antonio a pesar de los problemas, creciera en un ambiente felíz. Su imaginación y ocurrencias lograron superar todos los obstaculos incluso los maltratos recibidos.

Cada hoja de este libro nos retrocede y nos sumerge en un mundo de ilusión y aventuras.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento14 ene 2019
ISBN9781506521947
Tragos Amargos

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    Tragos Amargos - Luis Alfonso Gamboa Arguello

    Copyright © 2019 por Luis Alfonso Gamboa Arguello.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2017913509

    ISBN:            Tapa Dura                     978-1-5065-2196-1

                          Tapa Blanda                  978-1-5065-2195-4

                          Libro Electrónico         978-1-5065-2194-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 11/01/2019

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    767029

    AGRADECIMIENTOS

    A mis padres que me dieron el privilegio de la vida, me enseñaron a amar y el valor del amor, por haber sido el motor de mi vida enseñándome el camino que debía seguir para encontrar mis metas, cubriendo todas las necesidades que tuve en unión con mis hermanos, económicas, intelectuales, físicas y espirituales con el fin de preparar el mejor camino de éxito para sus hijos, enseñandonos los valores fundamentales que nos servirían para enfrentar la vida. Como también por todos los sacrificios que hicieron y el tiempo que me dedicaron en unión de mis cuatro hermanos.

    Con llanto los extraño, pero a la distancia convertidos en dos estrellas les envió todas las noches mis besos y caricias, sé que desde allí nos están cuidando como cuando éramos pequeños.

    Gracias Padres por darme la vida, por convertirme junto con mis hermanos en una persona de bien, íntegra y honesta.

    A mis hermanos que durante la niñez y adolescencia fueron mis compañeros incansables de alegrías, juego, sufrimientos, exploraciones que me llevaron con el tiempo a convertirme en escritor de nuestras propias historias, apoyándonos en las buenas y en las malas. Gracias hermanos por haber compartido todos estos años conmigo y por todo lo que eso ha significado.

    Especial agradecimiento a mi esposa Amparo por ser el mejor regalo junto con mis tres hijas Sandra, Diana y Andrea más maravilloso que el Mundo me ha dado. Doy gracias al cielo y a Dios Padre por haberme regalado y traído a mi lado tan excepcionales mujeres que con su presencia se convirtieron en una constante en mi vida. Para ellas tengo esta pequeña ofrenda a cambio de todo el amor, cariño, ternura comprensión y apoyo que me han entregado en todos estos años y, es decirles que las amo, las adoro y las quiero mucho y si hay algo que deseo es simplemente envejecer con ellas siempre a mí lado, hasta mi muerte y más allá de la muerte.

    Me siento el hombre más afortunado del mundo de tenerla como esposa y como hijas, porque con sus sonrisas calmaron y calman mi cansancio por el trajín entre caminos algunos muy largos llenos de espinas y uno descalzo se hace más difícil, pero camino al fin y al cabo es y, otros llenos de flores de indescriptible belleza que me llevaron a dónde deseaba ir, pero en especial por su amor y comprensión en el paso de mis años haciéndome entender que los problemas y las crisis se dejan atrás y se pueden solucionar si estamos siempre juntos y unidos.

    Agradecimientos a mi suegra también llamada como su hija Amparo por creer en mí y su apoyo incondicional. Fue una mujer maravillosa y por tal razón Dios y el Cielo le premio de tener una hija y nietas maravillosas. Siempre estuvo disponible para enfrentar los momentos malos que nosotros tuvimos demostrando su valor humano y la gran persona que fue.

    Siempre con su hija y sus nietas le llevábamos en nuestro corazón recordando su imagen, sus sonrisas, su cariño, es nuestra tercer estrella que desde el cielo y al lado de Dios nos sigue iluminando y cuidando cada día como nuestro Ángel de la Guarda.

    Agradecimientos a mis grandes amigos y compañeros de trabajo. Gracias por haberme dado la oportunidad de trabajar y aprender de ustedes; gratitud infinita es la que tengo y guardo en un rincón de mi corazón por siempre. Una amistad que fue fortalecida por la confianza, sin llamarlos siempre estuvieron a mi lado en los mejores y en los peores momentos. Gracias amigos, sin ustedes mi vida y la de mi familia no sería la misma. Gracias desde el fondo de mi corazón, jamás podré retribuirles tanto apoyo que siempre estuvieron dispuestos a darme.

    INTRODUCCIÓN

    Tragos amargos es una historia basada en la vida de Pedro Antonio Plata, un joven proveniente de una familia de clase media. Quién narra sus anécdotas, vivencias y aventuras desde niño. Su malicia, picante humor y sus cómicas aventuras hacen de esta historia que sea entretenida y divertida. La vida en el campo, los misterios que habitaban en él, la inocencia, las ocurrencias y travesuras, mezcladas con la dura realidad de la época hacen que Pedro Antonio a pesar de los problemas, creciera en un ambiente feliz. Su imaginación y ocurrencias lograron superar todos los obstáculos incluso los maltratos recibidos.

    Cada hoja de este libro nos retrocede y nos sumerge en un mundo de ilusión y aventuras.

    LA VIDA ES UN TANGO CON MUCHOS PASOS DIFICILES PERO FANTASIOSOS

    Nací el primero de abril de mil novecientos cincuenta y dos, estoy próximo a cumplir 59 años, en el hogar conformado por Valentín Plata Velandia y Graciela Abella Vargas, somos seis hermanos, el mayor Ulises, no tuvimos la fortuna de conocerlo, murió de meses, por un error de mi abuela Gracia madre de mi padre, privándonos de jugar y compartir el resto de nuestras vidas. Raquel, graduada en filosofía y letras, Ovidio Graduado en alimentos, Octavio hoy en día es General de la Policía Nacional en servicio activo, comandante de la zona Norte de Colombia, y la menor o cuba Érica, también graduada en Filosofía y letras, después de retirarme de mi carrera militar me fui por los negocios, mi padre hace tres años falleció. Nací en la vereda de Alto Cantáno, del Municipio de Puente Nacional, donde viví mis primeros años, hasta los siete aproximadamente, en la finca de mi padre, había una casa de habitación antigua grande, un lugar de profunda felicidad, de paz, de calma, donde se serenan los deseos y las nostalgias, ubicada en un sitio fantástico y privilegiado, con una vista panorámica de cientos de kilómetros, era increíble, todo era hermoso, tanta diversidad de horizontes, con sus llanuras, montañas y hondonadas, que atesoran una belleza paisajística singular como rica, y desde donde divisabamos los pueblos, Providencia, Puente Nacional, Moniquirá y Santa Sofía, bañados por sus ríos, quebradas y saltos de agua cristalinas de gran pureza (para esa época), sobresalían sus grandes bosques de arrayanes, robles, pomarrosa, y diferentes cultivos de caña de azúcar, café, yucales y bonitas ganaderías.

    Lo que más salta a mis recuerdos, eran esos despertares mañaneros de las aves, como azulejos, turpiales, toches, que se agrupaban, y volaban de rama en rama, para formar un canto armonioso a nuestros oídos, en sintonía con los gallos del gallinero entonaban grandes melodías, conformando una gran orquesta, dirigida por extraordinarios maestros, que sin estudio alguno, únicamente dotados por el don que Dios les dio y la libertad de volar libremente, se ponían de acuerdo todos los días, a la hora exacta, para deleitarnos con su música, como si supieran que nuestras almas necesitaban de esa hermosa realidad, éramos sus únicos espectadores, mi familia y empleados de la finca sentíamos una atmósfera de emoción extraña, nuestros corazones palpitaban de inmensa alegría en el escenario de los cánticos. Con estas extraordinarias aves arquitectas de su canto y de su música, nos ligaba una gran amistad, posiblemente lo hacían retribuyendo y agradeciendo por los alimentos que mi padre cultivaba y cuidaba para ellos. Estoy completamente seguro que si Mozart, Chopin y otros grandes artistas los hubiesen escuchado, se habían muerto por envidia por su arte y su dulzura. Estas melodías, conjugadas con el viento y la brisa suave mañanera, que acariciaba y alimentaba nuestros cuerpos y nuestras almas despertando nuestra mente, limpiándola de toda impureza, eran momentos alucinantes y un delirio de voluptuosa felicidad, que pasábamos con mis padres y trabajadores de la finca. Este dulce despertar musical ofrecido por nuestros grandes maestros (aves), todos los santos días, desde las cuatro y media de la mañana, hasta las siete de la mañana, es decir, dos horas y media de concierto, con las mejores obras, con mucho arte y magia milagrosa por tratarse de pequeñas aves, lo hubiesen deseado vivir, desde el Presidente de los EE.UU., hasta los más grandes Magnates del mundo, púes ese delirio y sentimiento fantástico, de la fenomenal presentación, no lo pueden sentir los que están acostumbrados a transformar el mundo, tal vez por sus múltiples ocupaciones o por seguridad.

    Al atardecer, la sensación de la noche que va cayendo, había una nueva presentación de maestros de menor categoría como, ranas, sapos, grillos, y un pájaro llamado copetón, con una lenta perfección en el arte de la música, presentación menos austera que invitaban al reposo y al descanso, después de un arduo y pesado día de trabajo de todo el personal de la finca.

    Durante el día, pese a mi corta edad, siempre estaba pendiente del paso del Tren y el Auto Ferro que a lo lejos se divisaba, llegando a la estación de Providencia, arrastrando cantidad de vagones, llenos de gente y otros de carga, haciendo sonar su sirena, y desplazando su eco y su llamado de vapor, por todo el filo de la cordillera y la llanura, dando un toque de alegría a toda la región, rematando el concierto que horas antes habíamos vivido, y avisando a la gente que ya llegaba, dejando una estela de humo de cientos de metros, que combinaban con el color negro de sus vagones y con la apuesta del sol, adornaban y armonizaban las mañanas y los atardeceres de espectacular belleza, dando un espectáculo de singular fantasía, y en dónde con mi familia teníamos y creíamos que habíamos encontrado la felicidad. Pero por culpa de algunas personas malvadas todo fue una falacia, un tópico como más adelante lo relatare.

    Viene a mis recuerdos, un trabajador de nombre José Antonio, chaparro de rostro atezado, tenía un perro de cacería llamado Sargento, quien le ponía éxtasis, a las imperfecciones y decepciones de la vida cotidiana de la finca, cuando estaba de cacería. Con mis padres y hermanos, lo seguíamos con la vista desde el patio de la casa, persona alegre y folclórica, siempre tenía dichos para cada labor que desarrollaba. Llegaba a una loma, soltaba al perro, especializado en cazar tinajo y picure, comenzando a gritar: Sargento, corra, corra, corra, cójalo del rabo y camine, así durante varias veces. JA. JA. JA., unas veces acertaba llevando la presa para la casa, y otras no. Además José Antonio de ser buen trabajador, hablaba demasiado y nos contaba historias de caza y pesca con sus perros, hay una que se me hace muy graciosa JA.JA.JA., decía que tuvo un perro llamado Bambuco, que le había salido muy buena para la pesca, lo llevaba a un lago y otras veces a ríos en plan de pesca, José Antonio se sentaba a descansar y bambuco le decía: "Don José descanse tranquilo que ya vuelvo y se lanzaba al lago, y en el término de minutos volvía con una trucha de más de cinco kilos en la boca, diciéndole aquí está don José, pispée (comer) para que después no me trate mal y me diga que lo dejo morir de hambre, ya vuelvo regresando Bambuco de nuevo al lago, lanzándose de nuevo trayéndole otras truchas de más de cinco kilos, porque según José Antonio, bambuco no coge truchas que tengan menos de cinco kilos. JA. JA. JA. JA., se sonreía y nos hacía reír a todos. Al anochecer, todos los trabajadores descansaban en bancos de madera ubicados en el patio de la casa, otros se acostaban en el piso, contaban cuentos e historias de espíritus, que asustaban a la gente en la región, como la pata sola, la coja, el jinete sin cabeza, el paso de las ánimas o almas, haciendo reír y poner nerviosos a todos los que escuchábamos, algunos pasaban mal rato, entre ellos mi madre y mis hermanos y se iban a buscar refugio en sus habitaciones, porque según ella el relato de estas historias le daban dificultades para dormirse, no sin antes recomendar a los trabajadores que apagaran antes de acostarse los candelabros que iluminaban el salón, y que cerraran bien las puertas y ventas. A mí me encantaba escuchar todas esas historias de miedo de los trabajadores y por su puesto tenía mi sitio elegido, no sólo yo, sino todos ocupábamos en las noches el mismo sitio y en las mismas bancas, excepto otros como Ferrer que siempre se acostaban en una esterilla en el piso. Había noches que transcurrían entre risas, burlas y carcajadas, pero había noches que los nervios empezaban a aflorar cuando escuchábamos ruidos a causa del viento que a veces apagaban los candelabros. Todos con el resplandor de la luna, miramos a nuestro alrededor y yo observaba como el terror se apoderaba de la mente de algunos de los trabajadores. Los más cobardes entre ellos Ferrer y José Antonio, simulaban el miedo que sentían se estremecían con una risa burlona, diciéndose del uno al otro, camine me acompaña que estoy que me orino; Ferrer lo acolitaba diciendo yo también. Mientras los dos juntitos caminaban hacía el potrero cagados de miedo las carcajadas burlonas entre ellas las de Guadalupe la cocinera que les grita que se escuchaban murmullos al tiempo que mandaba un palo de leña contra un arrume de palos para asustarlos. José Antonio que era el más jodido le contestaba: Vieja verrionda, el murmullo lo va a escuchar cuando una de éstas noches le caigamos a su habitación para pegarle un redoblón (hacerle el sexo) con Ferrer. Se oían carcajadas de parte y parte. En fin casi todas las noches eran de francachela por el buen humor de la mayoría de los trabajadores.

    Mi padre, por razones de negocios, permanentemente se trasladaba a la población de Moniquirá, donde tenemos una casa muy bonita y el negocio de compra y venta de ganado, en píe y sacrificado, surtía a los habitantes del pueblo, su traslado lo hacía a caballo, animal de mucho brío y resistencia, color castaño claro, a veces me llevaba en el anca del animal, colocando una silla pequeña acolchonada, para protegerme del sudor y del maltrato, era un niño muy feliz, divisando el panorama, desde el camino angosto y peligroso, por todo un desfiladero de la cordillera, con precipicios de más de trescientos metros de altura, en el setenta por ciento del trayecto. Sin tener en cuenta el peligro, me deleitaba mirando el paisaje de largas cordilleras, terrenos quebrados de labranza, con infinidad de horizontes, donde cualquier viajero se extasiará ante la belleza, y no abandonaría el camino sin admirarla, embelesándome especialmente con la cascada de agua pura e imponente, que se veía caer al otro lado de Moniquirá, ubicada en una de las fincas de mi abuelo Alejandro Plata, llamada Alto Bello, y algunos carros que diminutamente se divisaban, dejando hilos de polvo por la carretera serpenteante y peligrosa, que comunica la capital de Colombia (Bogotá), con la costa Norte, pasando por Bucaramanga, muy peligrosa en algunas partes como la cumbre y hormas, con precipicios de más de 200 metros, donde varias familias perdieron sus vidas o a sus seres queridos.

    Nuestra primera parada y punto histórico de encuentro, era una casona grande, ubicada en el sitio denominado Alto del Granadillo, construida en teja de barro, paredes anchas en piedra y adobe, con un gran corredor tallado en piedra, en donde los jinetes, entraban con sus caballos y mulas sin apearse (bajarse), y acampaban de los aguaceros borrascosos y el difícil camino que hasta ese momento habían recorrido, allí se vendía toda clase de alimentos y bebidas, su propietaria doña Ofelia, preparaba, almojábanas, panes, mogollas de exquisito sabor, que se comían junto con la chicha (bebida fuerte hecha de maíz, miel, después de varios días de fermentada), doña Ofelia, una mujer de más de 50 años, experta en la preparación de una chicha que la llamaba de siete granos, fuerte pero con mucha vitamina y algunos parroquianos se burlaban de ella, por que tenía algunos granos o enconos pequeños en los brazos, y en el momento de pedir le gritaban: Señora Ofelia, véndanos una totuma (vasija) de chicha de siete granos y ocho con el granos de quien la prepara, JA,JA,JA, riendo a carcajadas, las personas que se encontraban departiendo. Ella era una persona, delgada, alta como de metro ochenta, muy seria, de piel blanca, pero a pesar de eso, algunos viajeros se burlaban de ella por sus enconos o granos en su piel, en razón que al momento de la preparación de la bebida, se batía la miel, maíz y otros ingredientes dentro de una olla grande de barro con la mano, alcanzando hasta el brazo. Tenía como ayudante a un bobo llamado José, quien se encargaba de dar de beber aguas a los caballos y mulas, por pocas monedas los lavaba y peinaba, con mi padre era muy especial, el caballo lo llevaba a la talanquera, lo arreglaba y le deba alguna ración de comida, siempre le dejaba muy buena propina. Este era un sitio obligado, para un corto descanso para parroquianos y animales, donde se tertuliaba, comentando lo difícil y peligroso del camino, aconsejándose unos con otros la manera como se podía seguir sin tropiezo alguno, el camino estaba considerado como el mas peligroso de toda la región, en especial, desde el alto de granadillo, hasta muy cerca de la llegada a la población de Moniquirá, el terror y el sufrimiento era para todos los que lo transitaban. Algunas mulas, por la angostura del camino, por lo resbaloso y cascajoso se iban por el precipicio, muriendo, en otros pasos quedaban enterradas, llevando a la desesperación a los arrieros, en especial el paso denominado De las Almas ó Animas, de quien se decía que después de las seis de la tarde, ya oscuro se le aparecían a los transeúntes de un blanco puro, o se escuchaba ruidos extraños, dando un buen susto a los parroquianos. Las personas que lo cruzaban después de la seis de la tarde, eran consideradas muy valientes, por la dificultad del camino, por el terror, el miedo y el respeto por esos seres de otro mundo que se aparecían en las noches. Mi padre era un valiente, terminaba su trabajo en Moniquirá, y se trasladaba a la finca tres o cuatro veces por semana, saliendo a las ocho de la noche, y llegando entre las 11 y 12 de la noche, nosotros lo escuchábamos cuando le comentaba a mi madre del sufrimiento y el temor que sentía en el trayecto. En el alto del granadillo, el camino de herradura partía la cordillera en dos, y se comenzaba a bajar a los diferentes lugares, Puente Nacional, Moniquirá, por estrechos senderos en cascajo resbaloso, a causa de la caída constante de agua que brota de la cordillera, yo, me sostenía muy duro de la correa de los pantalones y zamarros de mi padre, el bajar era muy lento y pausado, sin poder apreciar la belleza del paisaje, por temor que el caballo resbalara y cayéramos al precipicio, mi padre y yo, teníamos plena confianza en el caballo llamado Relámpago, extraordinariamente valiente y buen trochador. Mi pensamiento volaba hacia el paso de las ánimas, tal vez por los diferentes comentarios que había escuchado de mi padre, arrieros y parroquianos, que a diario transitan por allí, sus experiencias vividas eran escalofriantes, sentía una extraña sensación de llegar pronto al sitio, como se alguien me atrajese, deseaba ver la presencia de por lo menos uno de esos seres de otro mundo, entre mas cerca estábamos mi ansiedad era más intensa, excitaba mi imaginación, sin dejar de pensar en mi viejo, con cierta tristeza y melancolía al recordar las palabras y comentarios que le hacía a mi madre y al tener que pasar permanentemente, por esos desfiladeros y pasos que no le tenían compasión a nadie, mi deseo era muy grande de compartir con mi padre el estar allí, esto me sucedía cada vez que me traía al pueblo, y sin pensarlo dos veces le dije a mi padre: Padre quiero acompañarlo en las noches cuando va de regreso a la finca, quiero sentir la presencia de los espíritus, no siento miedo y puedo ayudarlo y reemplazarlo. Mi padre se quedó en silencio y al cabo de un rato dijo: Este es el paso tenebroso, donde han asustado mucha gente, entre ellos a su padrino Alberto Beltrán, a mí y otras personas, hijo usted no se imagina el escalofrío, y el miedo, que se siente cuando se va solo y de noche por este lugar. Una noche Relámpago en el paso se rechazó, dure mucho tiempo insistiendo y fue imposible, se escuchaban unas voces muy finas como rezando y algunas piedras caer, y tuve que devolverme para el pueblo. Paro el caballo, nos apeamos (bajar), y comenzó a rezar algunas oraciones, mientras tanto yo observaba el puente hecho en palos grandes y largos de roble, por donde escurrían varios hilos de agua que brotaban de la peña muy pura que calmaban la sed de los caminantes, y sentí que mi piel se ponía de gallina, pero sin sentir ningún miedo ni temor, mi padre me observaba y sonreía, tome un poco de agua cristalina que recogí con mis manos, sin dejar de mirar a mi alrededor, como tratando y retando a los espíritus para que me dieran una señal de su existencia, de un momento a otro, resbale hacía la parte donde se encontraba mi padre, como unos dos metros, ensuciando mi traje de barro negro del cascajo y dándole un gran susto, al mismo tiempo me tranquilizaba diciendo que donde la Mechuda me lo hacia limpiar, este era otro sitio de descanso de los parroquianos, donde bebían su chicha y cervezas y se comían unas genovas y quesos de cabeza muy ricos, pero yo le tenía cierto asco, pues la señora tenía una cabellera, larga, crespo y muy sucia, y desordenada, parecía que nunca se bañaba y además era muy pecosa como de unos 55 años y le insinúe a mi padre que lo hiciéramos donde la señora Consuelo, púes con su esposo Ramón, eran los administradores de la finca de mi abuela Débora, quien era la mamá de mi madre. La señora Consuelo, de contextura gruesa, gorda y alta, piel blanca muy fina, muy educada, buena trabajadora, contrastaba con su marido un hombre chaparro, pequeño como de 1,50 metros, trigueño, piel curtida por el sol, y muy perezoso, además borracho, algunos de sus amigos le molestaban diciéndole que cuando lo iban a contratar para algún trabajo, él se refugiaba en la cama entre las cobijas y las piernas de doña Consuelo, ella era demasiado alcahuete con él. La señora Tenían tres hijos de un primer marido, el mayor Edgardo, Julia, y la menor Juliana, todos vivían en la finca de mi abuela, buenas personas y colaboradores, se comentaba que Ramón también tenía amores con Julia, quien sufría de una enfermedad en la piel, por todo su cuerpo llamada siete luchas o carranchín, a pesar de ser joven con una cara muy bonita, ningún hombre se le arrimaba por la enfermedad, defecto que aprovecho Ramón para enamorarla. Mi traje, pantalón corto y camisa, me fue arreglado por ellos, mientras mi padre hablaba con Ramón y Edgardo departiendo unas jarras de chicha con almojábanas y pan, prácticamente nos encontrábamos en las goteras del pueblo, donde nos esperaba mi madre, que supervisaba la terminación de la casa. A pesar de lo exhausto que era subir la cuesta, siempre anhelaba hacerlo una y otra vez, impulsado por algo extraño que sentía en mi interior, posiblemente aquellas almas que estaban en pena y que pedían ayuda, la compañía con mí padre, su charla y sus consejos sobre el paso de las almas, para mi fue una gran experiencia, que me retaba a regresar en cualquiera de las noches, oportunidad que yo debía buscar para tal fin. Como al cuarto día de estar en el pueblo, a José Antonio le cogió la noche, con ocho mulas, para trasladarse a la finca, insistiéndole a mi madre que debía llevar un acompañante por lo difícil del camino, tal vez lo pedía por miedo al paso de las ánimas ocasión ésta que no podía desaprovechar, ofreciéndome acompañarlo, y aprovechando una bonita noche de luna. La alegría de José fue tal, que sin esperar respuesta de mi madre, grito, vámonos niño Pedro Antonio, va a ser un berraco como su padre, mi madre se sonrió y me dio la bendición, tomándola como un sí. Los chiflidos y las canciones comenzaron a salir de adentro de José Antonio, sin atreverse a comentarme sobre el paso de las ánimas, posiblemente por temor a perder a su compañero, pero en el fondo mi alegría era muy grande como presagiando que algo raro iba a suceder esa noche. Notaba a mi compañero nervioso, mientras me susurraba diciendo: Niño, pídale el favor a mi tocayo Ramón que nos acompañe, diciéndole que es una orden de su abuela o de su mamá, haciendo estación en la casona de la finca de mi abuela y preguntando a doña Consuelo por su marido, contestando que se encontraba enfermo, me di cuenta cuando éste corría bamboleándose de un lado a otro de la borrachera, hacía la pieza donde dormía, recostándose en la cama y tapándose la cabeza con una ruana susurraba, yo no puedo ir con ustedes, no quiero que las almas me arrastren por el desfiladero y me peguen mi paliza, JA, JA, JA, y proseguía, mi viejita me prohibió salir después de las siete de la noche, y si no le hago caso, me quita los servicios que más me gustan en esta vida (hacer el amor). JA, JA, JA,. José Antonio entró en cólera diciéndole a doña Consuelo que no debía tener un zángano de esos, acostumbrado a comer y meterse entre, el culo y las piernas de ella, que ella se merecía un marido mejor y trabajador como lo era él, no un borrachín perezoso, la señora Consuelo le contesto que un hombre como Ramón a esa edad no es sino solas vergüenzas sumerce Ja.ja.ja risas, José Antonio en medio de las risas le dijo, que si ella le daba una amarradita a él (acostarse y hacer el amor) le demostraba como era un verdadero hombre, doña Consuelo le contesto, ala José Antonio no me haga orinar de la risa. Me dijo: Vámonos niño y murmurando en voz alta le dijo a la señora, usted debía cobrarle por los servicios prestados (hacer el amor) al dormir y estar con ese vago. Escuchándose risas y carcajadas de doña Consuelo y su marido, quien con su borrachera y voz entrecortada por la fuma que tenía burlándose le dijo: Ve con Dios hasta el paso de las Ánimas, allí ellas le van a pegar su tunda por desear la mujer de su prójimo, risas de ellos dos. Después de un buen trayecto de camino comenzamos a subir la cuesta, con la sensación de la noche, de las estrellas que aparecen en el cielo, la luna y el ruido de los cascos de las mulas, y José santiguándose a todo momento, y un poco pálido dando signos de miedo sin pronunciar palabra alguna, de vez en cuando un silbido, con la ventaja que las mulas conocían el camino, encabezadas siempre por una llamada princesa y el macho El Rey, animales éstos que se encargaban de orientar y llevar al destino sin extraviar camino a las demás de la caravana. Mi padre nos comentaba que había ganado varias apuestas con la Princesa, la aperaban junto con otras y la mandaban de Moniquirá a la finca o de la finca al pueblo sin arrieros y la mula llegaba con las demás Como a unos veinte metros, en la curva antes de llegar al paso de las animas, vi en varias ocasiones santiguarse a José, diciendo, en nombre del señor vamos bien. Una vez llegamos al puente las mulas pasaban normalmente cuando de pronto hubo un estampido de todas y se sintió un ruido como cuando caen piedras de la peña y un susurro muy fino al parecer cuando un tumulto de personas rezan. José Antonio, entró en pánico comenzó a correr detrás de las mulas, y al mismo tiempo gritaba, corra, niño, corra, Dios mío son las almas benditas, yo quede quieto en la mitad del puente, y sentí una sensación extraña que jamás había experimentado, miraba a todas partes pero no veía caer nada, el murmullo muy fino cada vez era más cerca, de pronto en el filo de la peña, en el extremo del puente observe que me miraban unos bultos, misteriosos, blancos como copos de algodón, sus miradas la acompañaban una luminosidad extraña y una brisa suave, permitiéndome ver la finura de sus figuras, caras sonrientes y perfectas, que me invitaban a estar cerca de ellas, todo era milagroso y maravilloso, mi corazón palpitaba de alegría, por el encuentro que tanto había deseado con éstos seres de otro mundo, parecía como si yo perteneciera a esos espíritus, sentía el sudor por todo mi cuerpo, ese era el momento más tímido que a mis escasos seis años y medio o siete había tenido, pero en ningún momento sentí miedo, esos bultos misteriosos los observe por espacio de unos treinta o cuarenta segundos, fueron desapareciendo, y poco a poco crea la impresión de una realidad que se deshace, que se evapora, que huye como la forma inasible de las nieves en un día de viento muy fuerte, pero me detuve en el sitio por espacio de más de tres minutos y enseguida experimente un sentimiento de liberación, como si ellos se hubiesen apoderado de mí, sentía una paz y una sensación superior indescriptible ya que ellas las animas irradiaban sólo paz y amor razón esta posiblemente por la que no llegue a sentir ninguna clase de miedo y más bien me dejaron una profunda huella en el fondo de mi alma. Mientras el pánico se apoderaba de José Antonio, gritando, cuesta arriba, que corriera, que estarse parado en el puente era peligroso, y que las mulas se había desbocado que iban muy adelante, me eche la bendición, tome un atajo, para reducir distancia y alcanzarlo, mi sorpresa fue grande cuando vi a cuatro de las mulas, paradas esperándome en la mitad del desecho, y concluí que por el susto no se había dado cuenta de las bestias, gritándole que parte de las mulas estaban detrás de él, que esperará, cuando llegue a donde él estaba, lo vi sentado, muy pálido, me abrazo diciéndome que susto tan hijueputa niño, si usted no hubiera venido, seguro que me había cagado en los calzones", y comenzó a llorar, pude concluir que un ser humano, cuando se trata de casos intimidantes el miedo oculta reacciones extrañas, nunca había visto aculillado a José Antonio, manifestándome que todos éstos sacrificios lo hacía por el aprecio que nos tenía, que para él, éramos su única familia, diciéndome que en el alto donde doña Ofelia me gastaba gaseosa con pan, usted es un gran compañero, valiente como su padre, le pido un favor no le cuente lo de las mulas, del susto si, de vez en cuando, descansábamos algunos segundos, mirando desde el desfiladero la apacible luz del pueblo, y nuestra adrenalina fluida sin control. Cuando llegamos al alto del Granadillo, se encontraban varios parroquianos que iban para Moniquirá departiendo, José Antonio con una totuma (recipiente) llena de chicha en una mano y en la otra una mogolla o pan muy grande al que le daba grandes mordiscos comenzó a narrarles el susto que habíamos pasado, claro está que exageraba dándoselas del valiente que no sentía miedo alguno por aquel paso de las animas al transitarlo de noche, trataba de meterles miedo en su relato.

    Me di cuenta por las preguntas que hacían que todos estaban nerviosos y le tenían mucho miedo al paso de las Animas, uno de ellos fumándose un cigarro y votando grandes bocaradas de humo haciendo una especie de figura en el aire mientras los demás tomaban chicha y devoraban su pan, propuso a los parroquianos que no debían continuar el camino esa noche, que ya habían tenido esa experiencia, todos aterrorizados por las experiencias vividas y contadas por otros su miedo y las extravagancias en el relato de José Antonio les llevo a rendirse, estuvieron de acuerdo en pedirle posada a doña Ofelia, no sin antes para evitar ser objeto de burlas y comentarios porque eran varios, empezaron a contar historias sobre los asaltos y masacres que venía haciendo en la región el sujeto Efraín González Téllez. José Antonio, comenzó a burlarse de ellos por lo cobardes aconsejándoles que no se dejaran vencer por el miedo tirándoselas de valiente se puso y me puso como de ejemplo, despidiéndonos y diciéndoles en mofa que todo cobarde no consigue mujer bonita ja ja ja carcajadas. Continuamos nuestro camino por todo el filo de la cordillera acompañados con el dulce resplandor de la luna, y una infinidad de estrellas que nos permitían observar los horizontes, y lo esplendoroso del paisaje, pero con mi imaginación jugando con la sensación de la noche de la luna y del silencio, haciendo más pasajero nuestro recorrido hacía la finca, sin dejar de pensar en esos secretos que guarda la naturaleza y la vida, manifestándole a mi compañero el deseo de volver a sentir esas emociones por que no decirlo alocadas que jamás había experimentado, dándome como respuesta una sonrisa de satisfacción y aprobación, pero en el fondo yo sabía por la reacción cobarde que tubo en el paso de las ánimas, que él desearía nunca más volver a pasar de noche por ese lugar, lo hacía por disimular la tensión y el miedo que llevaba, y que posteriormente mi padre desaprobó al no estar de acuerdo por haberme llevado. Desde entonces, una extraña agitación interior me impide estar tranquilo, con apariciones de espectros andantes o almas en pena que merodeaban varios de los lugares por noche donde quiera que yo estaba, porque posiblemente no encontraban descanso, sintiéndome atraído por el aura y la energía de esas almas o espectros que emanaban de un momento vagando y lamentándose por la eternidad. Algunos me pegaban un gran susto porque adoptaban las más espeluznantes figuras y caras que transmitían gran terror asustando a las personas que se les aparecían; pero también otros espectros buenos que me daban compañía y no me trasmitían temor o miedo por sus figuras finas que se regocijaban por ver a sus familiares y amigos que tanto ellos querían, entre ellos yo. Estoy seguro que estas almas buenas no vagaban en penas, ni en busca de la paz y el descanso que se comenta que ellas necesitan, sino por el contrario su visita eran de cortesía para ver a los que más habían amado o querido. Narraré más adelante historias reales de terror en las que puedo afirmar por lo que me solía suceder y veía, que un ser humano puede servir de portal con seres de otro mundo.

    A los pocos meses, mi padre decidió trasladar a toda la familia a la población de Moniquirá, para iniciar nuestros estudios, también por seguridad o que quedaban reductos de esas cuadrillas que participaron en la violencia, entre ellos un personaje llamado Efraín González Téllez, cuya popularidad ascendía rápidamente en toda la región de Boyacá y Santander en especial nuestra región y Jesús María su tierra natal, a nivel nacional era de los más buscados por las autoridades y de los más ayudados por la gente de todas las clases sociales y políticas.

    Mi padre comentaba que a una persona con esas actitudes era imposible negarle favores y, de hacerlos había que tenerlo a distancia, como enemigo era muy peligroso, se consideraba como el Robin Hood de la clase menos favorecida, se decía en toda la región que ayudada a los pobres, tenía una guerra con el ejercito, emboscándolo en muchas ocasiones por que según se comentaba le habían matado a una parte de su familia, padre, madre y hermanos, era un hombre muy zagas y hábil e inteligente; en términos generales era un berraquito que se enfrentaba a muchos gigantes como lo eran las fuerzas militares, decían que tenía parte con el diablo, por la forma de evadirlos y escabullirse sin ser detectado, comentaban que cuando el ejercito lo tenia rodeado y a punto de capturarlo o darlo de baja, desaparecía como si hubiese sido tragado por la tierra, en casi todos los enfrentamientos con el ejercito siempre salía triunfante, no lo podían matar o coger, en toda la región era muy querido, todos los finqueros le ayudaban de una o otra forma según mi padre ninguno quería ser su enemigo, la vida de él no era fácil, infringía las leyes por motivos muy poderosos, había implantado una conducta de rebeldía incendiándose de furia contra la fuerza pública, en especial contra el ejercito a causa de la muerte de una parte de su familia y cuyos autores según él era el mismo ejercito, quienes tenían la orden de cogerlo vivo o muerto, pero más que todo muerto, posiblemente para esa época ya existían los falsos positivos, y él tenia mucho que contarle a la justicia, pero prefirió la venganza y hacer justicia por cuenta propia. Procedía de una familia de origen conservador y humilde pero por lo general era ayudado por gente de ambos partidos; de vez en cuando llegaba a la finca de mi padre o de mi abuelo, era muy desconfiado con los empleados de las fincas por su seguridad, por lo general andaba sólo o máximo dos o tres acompañantes, muy bien armados todos con metralletas y pistolas y muchos proveedores en las mochilas; viene a mi pensamiento dos recuerdos de las dos únicas ayudas prestadas por mi padre. Una tarde que huía del ejercito llegó a la finca, en la noche, por estar muy cerca sus perseguidores mi padre me pidió el favor de sacarlo por un desecho, junto con dos de sus acompañantes cogimos rumbo a un lugar llamado el tablón ubicado en el extremo occidental de la finca de mi padre, que se convertiría en el camino de la salvación para él y sus tres acompañantes alargando los linderos de sus vidas que lo conduciría de Santander a Boyacá para despistar el accionar de la tropa, durante el trayecto me hizo confesiones de su vida personal, me daba consejos en voz baja, diciéndome que lo más importante para un niño o un joven era el estudio, igualmente me instruía en la forma como evitar el miedo ante la oscuridad y el peligro, al tiempo que me manifestaba que cuando yo fuera grande entendería por que huía él de la justicia.Tambíén me comento sobre la experiencia que había vivido con la masacre de sus seres queridos por el Ejercito o militares y en el que él pudo escapar de la muerte por su habilidad que tenía desde niño. Continuando con el relato de sus tácticas como manera de desplazarse sin hacer ruidos ni cometer errores, como prender cigarrillos o linternas, pidiéndome que aplicara el consejo al regreso. En el tablón recostados al lado de unos árboles, prendieron cada uno un cigarrillo fumando por debajo de la ruana o poncho, sin permitir el reflejo de la cerilla al prenderla, con su mirada triste y melancólica dirigida hacía el horizonte, bastante meditabundo como presintiendo que algo iba a suceder algún día o esa misma noche tropezándose con la muerte que pretende arrebatarle su deseo de venganza, o posiblemente este astuto hombre estaba discurriendo todo tipo de estratagema para despistarla, y demostrando que en su mundo interior su vida seguiría en la sombra sin permitir que se viera la colilla del cigarrillo al fumarlo, de un momento a otro apagaron los cigarrillos contra la matas y sus colillas las enterraron al lado de sus raíces, tapándolas con tierra y dándome palmaditas sobre mi cabeza se despidieron diciendo gracias, y enviándolas también a mi padre, a pesar de haberlo visto meditabundo y triste, me pareció una persona muy tranquila, no se alborotó a pesar de estar la tropa muy cerca, me pareció que tenía algún nivel de estudios. Una vez los dejé en el tablón, me quede más de media hora sentado viéndolos perder por el desfiladero, al tiempo que observaba la aurora de la noche y la iluminación impactante de los horizontes; mi única compañía eran las estrellas que aparecían en el cielo romántico, todavía rosado de la luna y del silencio de la noche. A mi regreso como a unos quinientos metros escuche unas voces que me llamaron, pelao, pelao, acercándose dos de ellos que por su uniforme inmediatamente concluí que eran del ejercito, preguntándome que si había visto a tres personas, y que hacía a esa hora solo, viniendome las palabras mágicas y precisas diciéndoles que se me había olvidado apartar un ternero y que me habían castigado mandándome solo, otra voz me volvió a preguntar si había visto a tres sujetos, respondiendo que había visto uno o dos bultos que iban muy rápido, camino arriba por la vía a Santa Sofía; hubo una seña de uno de ellos y al tiempo decía, los tenemos, salieron de lado y lado como unos quince soldados, comenzando a correr por el camino indicado por mí, cuya información era completamente distinta, púes ellos habían cogido desfiladero abajo, sentí una alegría y una sensación de tranquilidad, sonriendo y frotándome las manos por el hecho de haber salvado esas tres vidas, ya me consideraba a pesar de mi corta edad en un niño vivo e inquieto. Una vez de regreso en la casa, comenté a mi padre lo sucedido, contestándome, hijo ha hecho una gran obra de caridad, pueda que algún día este muchacho le cuente y aclararle todo a la justicia, no puede seguir viviendo así, en cualquier momento lo van a matar. Mi padre y mi abuelo, no eran partidario del paso de vez en cuando de este personaje por sus fincas, pero por ser territorio dominado por él, tenían que ser permisivos cuando pasaba. Al poco tiempo fue herido en un pueblo denominado las Palmas, en un enfrentamiento con el ejercito, un campesino lo encontró en un zanjón mientras ordeñaba sus vacas y lo llevo para su casa escondiéndolo en el cielo raso, y prestándole sus primeros auxilios, según nos comento, la tropa llegó a la casa del campesino donde estaba escondido a preguntar por él y a pedir algo de comer, Efraín los miraba desde el techo empuñando su ametralladora. Para su rescate pidió al campesino se trasladará a una de las poblaciones donde tenia unos amigos en Moniquirá y preguntara por unas personas que lo podrían ayudar, dándole el nombre de mi padre, de Matias Cañas y del director del hospital doctor Edmundo Fonseca y el de un ingeniero que era el gerente de la empresa Chivas y obras, encargada de la construcción de todas las carretas de la región quienes se organizaron, enviando al campesino adelante con dos potes de suero metidos dentro de un mercado de tienda, dándole las instrucciones para su aplicación mientras llegábamos, se cargaron seis volquetas de material piedra, regando tal cual viaje en los puestos de control haciéndole creer a los militares que patrullaban la zona, que se iba a arreglar la carretera y llenándolos de mucha alegría, descargando uno de los viajes al frente del rancho donde se encontraba el herido, todos nos fuimos disfrazados de campesinos, en alpargatas, ruanas y sombrero, incluyendo al médico menos el ingeniero, previa instrucción del campesino con nombres de fincas vecinas a las de él, nombre de la vereda y algunos sitios claves, para poder responder sin despertar sospecha algunas preguntas que podrían hacer los militares. A pesar de ser una región, completamente diferente y en donde había mucho brote de violencia, la tranquilidad del equipo era admirable, todos eran unos verriondos bravos de la vieja guardia como ellos mismos se decían. El engaño fue perfecto a los militares, se la creyeron que se les iba a arreglar la carretera, llegando a donde estaba el paciente, quien con lágrimas en los ojos por el dolor y la desesperanza nos agradeció la operación doble y perfecta que hacíamos, púes pensaba que iba a morir. El médico Fonseca lo examinó e hizo algunas curaciones en forma rápida, lo montaron en una de las volquetas, yo iba en el canto de Efraín González como si fuera su hijo con nuevas instrucciones, a mi lado el chófer, quedando en medio de la caravana de las seis volquetas, Efraín disfrazado de campesino, con ropa y sombrero del dueño de la casa, y por debajo de su ruana llevaba una metralleta, advirtiéndome que si se presentaba algún enfrentamiento armado, me votara al piso de la cabina de la volqueta, y recordándome que si algo preguntaban, mi respuesta era que él era mi padre, y que me quejara duro del dolor de estómago por que me había tomado un liquido que estaba en un botella de gaseosa por equivocación, y era un veneno para ratas, esta trama, para evitar interrogatorios y que nos dejaran continuar rápidamente, eran momentos de intolerable tensión nerviosa de todo el equipo de rescate, púes estábamos a la orilla de un abismo muy terrible, púes Gonzales y uno de sus compañeros el ganso Aríza mantenían la atención Nacional por sus despliegues y acciones criminales en radio prensa, todos los informes de los noticieros eran seguidos con atención por su violencia contra los culpables del asesinato de su familia, el nerviosismo, el terror y hasta la locura asaltaba de vez en cuando en Matias Cañas quien era el mas nervioso y chinchoso de todos, para calmarlo había que darle tragos de aguardiente controladamente por temor a que la embarra, mi padre le decía que si el ejercito los llegaba coger dijera que trabajaba para don Valentín osea mi padre, que nada sabía de lo que ocurría, recibía órdenes de su patrón. Iniciamos nuestro recorrido hacia Moniquirá todo echado a la suerte, no había tiempo que perder teníamos que decidirnos de una buena vez, y hacer de tripas corazón y acabar pronto esta odisea, el enfermo no podía dar ni un solo grito de dolor, estaba al alcance de sus enemigos, había que ir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos, teníamos que conservar la serenidad, el tiempo pasaba y yo seguí allí inmóvíl como una estatua tratando de no causar ninguna incomodidad al herido. Llegamos al primer reten, como íbamos en caravana algunos militares se acercaron afortunadamente por la parte del conductor a cada una de las volquetas en la que íbamos; a la nuestra se acerco el comandante, el susto para mí fue terrible, supongo que para el conductor y Efraín Igual, pero debíamos permanecer serenos, por lo alto de las volquetas se le alcanzaba ver el casco verde y la punta de su fusil y parte superior de su cara es decir las cejas y los ojos, se mostró agradecido por la labor de arreglar la carretera y pidiendo que se hiciera lo más pronto posible, respondiendo el conductor muy seguro y sereno que la orden que tenían era terminar lo más rápido para prestarle un buen servicio a los campesinos con sus cosechas y ganadería, como en el caso que llevaba un niño que por error se había tomado un veneno confundiéndolo con una gaseosa; en ese instante comencé a quejarme cogiéndome mi estomago al tiempo que mi supuesto padre me frotaba con su mano, el comandante pregunto al conductor que si el señor que iba con el niño era su padre, y Efraín sin darle oportunidad de contestar respondió siii señorrr, en un tono campesino y triste, el oficial dio la orden de continuar, manifestando al mismo tiempo que se comunicaría con los demás retenes para ganar tiempo y llevar al niño pronto al hospital para salvar su vida, para nosotros y en especial para el paciente, fue un verdadero milagro, la euforia nos embargo se convirtió en risas y lágrimas, nos dábamos la bendición repetidas veces; Efraín saco un escapulario y comenzó a darle gracias a Dios orando, pero advirtiéndonos que no podíamos bajar la guardia, los conocía muy bien y podían dar una contraorden, en el trayecto del camino se fueron apareciendo los retenes restantes, en el rostro de los soldados veíamos una sonrisa alegre y a la vez alzando su mano moviéndola de un lado a otro diciéndonos adiós, nuestra respuesta se daba a través de las cornetas de las volquetas al tiempo con nuestras manos moviendo las palmas de un lado para otro respondíamos el saludo de los soldados, igualmente lo hacía su rival quien nos manifestaba que esos muchachos no tenía la culpa, eran obligados a prestar su servicio militar, y que en una ocasión en un enfrentamiento tres de ellos lo habían salvado de morir o ser capturado, que él les tenía compasión y que siempre iba por los grados superiores entre los que había gente buena y cabrona, que tenía varios oficiales de amigos. Llegamos a la población de Arcabuco, parando las volquetas en el parque, mientras el médico Fonseca examinaba al herido y le aplicaba una inyección, colocándole suero al tiempo que me ordenaban pasar a otra volqueta, mientras el ingeniero y mi padre los cubrían desde el guardabarros para no despertar sospecha, el deseo de todos era acabar pronto y rápidamente, Matías Cañas era propietario de una chiva vieja y destartalada la habían llevado como estrategia por si había que hacer algún trasbordo de emergencia, ese día la dejo estacionada en el Parque de Arcabuco como estrategia. Mientras me dirigía a otra volqueta y sin que mi padre se diera cuenta, por que estoy completamente seguro no hubiera permitido por la borrachera que traía Matías Cañas, púes se había tomado toda la botella de trago de gusto y alegría después de pasar todos los retenes y, por que además era un borrachín, Matías me cogió de la mano diciéndome, camine conmigo de copiloto chino Pedro Antonio porque ya no veo ni un culo con esta hijueputa pea que llevo y con el torrencial aguacero que se nos viene encima; menos mal no traje mi amante porque de lo contrario tuviese que hablar con la boca cerrada porque esa hija de puta me mata al sentir mi aliento ja ja ja ja carcajadas era muy bueno para reír, al tiempo que subíamos a la chiva continuando nuestro viaje a Moniquirá quedando de últimas en la caravana. Me dijo chino nos vamos songosorongo echando cuentos, me dijo le voy hacer una pregunta haber si la sabe:Cuando se llega a viejo a cierta edad, quien huele peor…el hombre o la mujer, le conteste que ninguno, soltó la carcajada diciendo, no chino Pedro Antonio..el hombre; le pregunte porqué y me contesto: porque tiene el pájaro muerto y los huevos podridos ja ja ja risas; mientras manejaba yo lo miraba y sus ojos eran rojos y uguentos, se le notaba unas pequeñas cataratas, refregándoselos continuamente con los dedos de una de sus manos e inclinándose hacía al parabrisas para poder ver, púes caía un torrencial aguacero que no se veía ni madres; dándome un trapo o valletilla roja para que le fuera limpiando, el vidrio estaba completamente empapado, y según él, el limpia parabrisas se le había dañado j aja jaja, yo lo cogí en la mentira pues la chiva era vieja y destartalada no tenía limpia brisas, preguntándome ¿ por que creía que me había traído?, respondiendo él mismo, para que me ayudara a limpiar el parabrisas porque en este trayecto llueve continuamente, al tiempo rogaba a Dios que le salieran algunos pasajeros, por que llevaba dos días perdidos, que le iba a pasar la factura al médico Fonseca y a mi padre por berriondos y culebros; la chiva se bamboleaba de un lado para otro esquivando los huecos y, más por la borrachera de Matías Caña, el viaje se me hacia largo e interminable, por mi cuerpo sentía una corriente, deseo angustia que me forzaba a salirme de la chiva, venia a mi pensamiento los pasos peligrosos de la cumbre y la roca que ya habían dejado decenas de muertes, estaba oscureciendo y la chiva tenía únicamente una sola farola que alumbraba a medias y según su conductor a veces se apagaba y tenía que insistir con un suiche de botón metiendo y sacando varias veces para que volviera a prender la farola, del techo del vehículo se desprendían gotas de agua que caían en la cabeza del chófer escurriendo por su cara, limpiándolas con la misma valletilla roja que servía de limpia parabrisas, otras goteras caían sobre mis piernas, era tanta el agua que le dije a Matías Caña que tenía que comprar un paraguas o sombrilla y colocarlo amarrado al techo, que la chiva y el dueño se parecían mucho, a la una le entraba agua por todos lados y al otro mucho aguardiente, Matías Cañas no aguanto la risa, y poniéndose rojo como un tomate comenzó a carcajearse, diciendo que esa es la vida feliz de los pobres porque los que bebían trago y cerveza vivían menos preocupados, menos tristes y menos amargados como muchos que él conocía, me pidió en tono jocoso que si sabía de alguno que quisiera dejar el alcohol, que por favor se la dejaran en la casa de él, jaja ja risas y que también le iba a proponer a mi padre para que hicieran una colecta y mandaran arreglar la latonería de el cacharrito por que de motor y demás estaba muy bien, que esta era una muy buena oportunidad para pedir esa ayuda. Llegando al pueblo, mi padre nos esperaba angustiado en el puente, nos habían cogido bastante ventaja, el herido había sido trasladado a algún lugar para su tratamiento, el médico Fonseca, se había encargado de todo. Como a los dos días llegó mucho ejército al pueblo y el comentario era que Efraín González estaba en la población, comentarios que a pesar de mi corta edad me preocupaban mucho, por lo cual decidí recoger información entablando dialogo con algunos soldados, concluí que no estaban seguros de que esa persona que buscaban no se encontraba ahí, dándome tranquilidad por mi padre y sus amigos. Después de un buen tiempo, el señor Gonzales, fue muerto en el barrio San José de

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