PARTE I
LOS AÑOS DE ANTAÑO
Comencemos aclarando la diferencia entre longevidad y esperanza de vida, y veamos qué factores pueden haber influido en la edad que somos capaces de alcanzar los humanos. La esperanza de vida es el promedio de la duración de la vida asociado a una edad determinada y un cierto colectivo. En ocasiones, pensamos en la longevidad de un grupo humano identificándola erróneamente con la esperanza de vida en el momento de nacer, por ejemplo, al decir que las mujeres japonesas viven 87 años en promedio o que los hombres nigerianos viven 53. Veamos en qué consiste este concepto: si yo tomo un colectivo formado sólo por dos personas, de las que una falleció al nacer y la otra vivió 42 años, la esperanza de vida de este colectivo es de 21 años.
Yendo a un contexto prehistórico, si leemos que “los neandertales vivían 40 años”, este dato posiblemente se refiere a su edad promedio de muerte, y no explica la edad máxima a la que podía llegar esta especie humana. Los neandertales que llegaban a adultos vivían más años que 40, pero por el camino morían muchísimos individuos infantiles; el resultado es que la edad promedio de los restos neandertales que conocemos puede estar entre 30 y 40 años. Es curioso que en el Imperio romano la esperanza de vida observada también era la misma, pero más adelante volveremos a los romanos; por ahora, vamos a recoger otro posible dato inquietante de la prehistoria: mientras que la esperanza de vida al nacer de un bebé del Paleolítico podría ser de 35 años, la de un adulto de 35 tal vez sería de unos 25 años. Esto significa que, si