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El paso de José Goles
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Libro electrónico165 páginas1 hora

El paso de José Goles

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Con nostalgia y entusiasmo, sus familiares recuerdan a  José Nicolás Goles Radnic (1917 - 1993) como un hombre brillante. Brillante cuando tocaba el piano o jugaba ajedrez; cuando pintaba o dirigía un coro; cuando componía y relacionaba las matemáticas con sus obras musicales. Con oído musical absoluto desde los cinco años, todo lo quería hacer bien. Para Goles, como siempre lo llamaron sus seres queridos, la música era una broma. Y lo refleja fielmente su creación más popular y difundida: "El paso del pollo". Cuánta alegría brindó en el ambiente juvenil universitario y en cuanto evento festivo que se hubiera realizado en el Santiago de los años 40 y 50, con sus famosos Estudiantes Rítmicos. A fines de los 60, su alegría sería compartida a través de la naciente televisión chilena por cientos de miles de chilenos, cuando su grupo pasó a formar parte del elenco estable de Sábados Gigantes junto a Don Francisco. Su pasión por la música lo llevó a abandonar el estudio de las matemáticas y la carrera de ingeniería que ya casi finalizaba en la Universidad de Chile.
IdiomaEspañol
EditorialHueders
Fecha de lanzamiento10 jul 1905
ISBN9789563651959
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    El paso de José Goles - Eugenio Rengifo

    prólogo

    palabras del autor

    Conocí a José Goles en el verano de 1969. Yo trabajaba como periodista de Crónica de Concepción, tabloide vespertino del tradicional diario El Sur. Mi jefe en ese entonces era Cristián Zegers, quien me encargó preparar un reportaje sobre la vida musical en el Chile de 1949, año en que Crónica salía a captar lectores por primera vez a los quioscos penquistas un día 8 de febrero. La publicación iba a celebrar los 20 años de vida con una edición especial. Me sugirió varios personajes a entrevistar para lograr la mayor cantidad de testimonios sobre lo que pasaba en el mundo del espectáculo en esa época. Entre ellos, me habló de José Goles, director de Los Estudiantes Rítmicos.

    En una calurosa tarde de enero me dirigí a la casa de mi entrevistado, quien vivía en la calle Manuel de Salas, comuna de Ñuñoa. Muy jovial, con un cigarrillo encendido en una de sus manos, me hizo pasar a su escritorio donde conversamos por más de una hora sobre Los Estudiantes Rítmicos y los distintos estilos musicales de moda que imperaban a fines de la década del 40. Con una memoria envidiable, recordaba nombres de artistas, títulos de canciones, intérpretes nacionales y extranjeros, así como los programas radiales de la época con transmisiones en vivo para difundir lo mejor de la música popular que hacía cantar y bailar a los chilenos en esos años.

    Fue un grato encuentro con un destacado personaje, que siempre vestía impecable, de corbata, que demostraba un vasto conocimiento musical y una gran pasión por la defensa de los derechos de los autores y sus creaciones. Yo había escuchado sobre él en el Pequeño Derecho de Autor, donde me acercaba de vez en cuando a revisar mis también muy pequeñas liquidaciones autorales.

    Más adelante, en 1987, volví a tener contacto con José Goles, cuando participé en la fundación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor invitado por Santiago Schuster y formé parte del Consejo, junto a creadores como María Angélica Ramírez, Juan Amenábar, Scottie Scott, Eduardo Gatti y otros grandes personajes de la música chilena. En ese período, pude valorar muy de cerca la entrega total de José Goles a su pasión por dar una pelea incansable para que se reconociera la obra de los autores y se les retribuyera en justicia; su permanente preocupación por sus colegas más necesitados; su iniciativa de crear un fondo de salud para los socios; el claro interés por vincularse con sociedades autorales extranjeras; la propuesta de ofrecer instancias de capacitación para los creadores e intérpretes chilenos. Sobre todo, su lucha estaba centrada en lograr la modificación de la ley sobre propiedad intelectual, con el fin de obtener el reconocimiento definitivo a los propios autores para que gestionaran sus derechos, lo que se logró en 1992 con una nueva legislación, que permitió que la SCD se convirtiera en una sociedad autónoma.

    Desde la creación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor han pasado más de 30 años, y agradezco a sus directivos la posibilidad de participar en la elaboración de este libro que nos muestra un perfil humano, musical y gremial de José Goles Radnic, verdadero padre de esta institución.

    Eugenio Rengifo Lira

    un hombre brillante

    Con nostalgia y entusiasmo, su hija Daniça recuerda a José Nicolás Goles Radnic (1917-1993) como un hombre brillante. Brillante cuando tocaba el piano o jugaba ajedrez; cuando pintaba o dirigía un coro; cuando componía y relacionaba las matemáticas con sus creaciones musicales y arreglos vocales. Todo lo quería hacer bien. Como buen yugoslavo, también era irascible, seguidor a rajatabla del líder Josip Broz Tito, de cuyas manos recibió un especial reconocimiento y diploma por demostrar en obras su amor a la patria de sus padres. Luchador incansable por los derechos de propiedad intelectual de los autores y compositores chilenos. Con oído musical absoluto desde los cinco años, según reconoce la familia, cuando ya participaba de las veladas artísticas en su hogar junto a sus padres, su hermano Ivo y las amistades antofagastinas.

    Su paso por el Colegio San Luis de Antofagasta y su formación bajo la tutela de los jesuitas lo marcaron en los valores humanistas, en la rigurosidad intelectual y en el profundo sentido de solidaridad que practicó a lo largo de toda su vida, además de haber adquirido un temprano interés por aspectos sociales y políticos, junto a compañeros de banco que, con los años, se transformarían en grandes líderes de la política nacional: entre ellos, sus amigos ­Radomiro ­Tomic y Edmundo Pérez Zujovic.

    Para Goles, como siempre lo llamaron sus seres queridos, la música era una broma. Y lo refleja fielmente su creación más popular y difundida, El paso del pollo. Cuánta alegría brindó en el ambiente juvenil universitario y en cuanto evento festivo que se hubiera realizado en el Santiago de los años 40 y 50, con sus famosos Estudiantes Rítmicos. Con ellos grabó más de 400 temas para el sello RCA Victor y llegaron a participar de forma estable en Sábados ­Gigantes junto a Don Francisco, aportando entusiasmo, baile y música a los miles de espectadores que semanalmente se entretenían con este programa de TV entre 1967 y 1973.

    Su pasión por la música lo llevó a abandonar el estudio de las matemáticas y la carrera de ingeniería que ya casi finalizaba en la Universidad de Chile. Prefirió dedicarse a componer, escribir orquestaciones o, como lo hizo en su última etapa de creador, preparar arreglos vocales y dirigir coros.

    Enamorado, muy enamorado, Goles se casó en tres oportunidades. Según su hijo Eric, su padre amaba a las mujeres de una forma apasionada.

    Primero, contrajo matrimonio con la actriz, cantante y compositora Mercedes Chacc, madre de Eric, quien llegó a obtener el Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1993, el mismo año que murió su padre, que alcanzó a saber del galardón antes de dejar este mundo. Aunque Eric había nacido en 1951 vino a conocer bien a su padre a comienzos de los años 70, cuando se vino de Antofagasta a la capital para estudiar ingeniería y matemáticas en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile.

    Luego, José Goles se casó con Lily Fabres, conocida cantante popular que en los años 50 se presentaba periódicamente en Radio Minería. De ese enlace nació Pamela, que siendo muy joven se fue a vivir y a hacer familia en Estados Unidos.

    Años más tarde, el músico se casó con quien sería su compañera de vida por más de tres décadas: Thelma English, madre de Daniça.

    Su amor y pasión por las mujeres se manifestó más allá de sus matrimonios. La historia de un romance oculto por años junto a la famosa cantante Ester Soré, la Negra Linda, quedó grabada a fuego en su famoso bolero Mi pecado, canción que no solo entonaría la artista, sino que llegaría a alcanzar un éxito latinoamericano a mediados de los años 50 en la cálida voz del popular Ruiseñor de América, el conocido intérprete ecuatoriano Julio Jaramillo: de un pecado me acusan, pero nadie comprende que el amor verdadero, nunca, nunca se vende...

    Sin embargo, Daniça afirma que la amante que Goles nunca dejó a lo largo de su vida, fue la lucha por obtener el reconocimiento hacia el trabajo de los creadores musicales, lo que se llegó a cristalizar en la fundación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor SCD en 1987, luego de más de 50 años defendiendo la dignidad y legitimidad de su gremio junto a figuras como Pablo Garrido, Nicanor Molinare, Luis Aguirre Pinto, Vicente Bianchi, Donato Román Heitman, Fernando Lecaros, Alfonso Letelier, Margot Loyola, Violeta Parra y tantos otros.

    Para la hija menor de este hombre brillante resultaban familiares siglas como Sochayco, Codayco, o nombres como El Pequeño Derecho de Autor o el número de la ley 19.166. En su casa del barrio Ñuñoa eran habituales las reuniones con músicos y autores

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