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Valentín Trujillo. Una vida en la música
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Libro electrónico163 páginas1 hora

Valentín Trujillo. Una vida en la música

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Este es sin lugar a dudas un justo y merecido reconocimiento de la SCD al maestro Valentín Trujillo, a sus ocho décadas de éxitos como persona, profesor, director y virtuoso intérprete. Alguien que encontró su vocación a los tres años. Un amor a primera vista. Un amor inseparable. Una simbiosis perfecta y misteriosa entre su existencia humana y un talento extraordinario. Esta pasión irrefrenable, irresistible, hace que cuando se instala frente a su inseparable piano se le vea seguro, cómodo, mágicamente conectado con su más profunda vocación. Esas 88 teclas de ébano y marfil se fusionan con sus manos, y sus dedos bailan sobre ellas tocando, acariciando, con cariño y devoción, y van apareciendo los acordes, las melodías, las armonías y contrapuntos, con una habilidad que sin duda le nace del alma.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 sept 2017
ISBN9789563241990
Valentín Trujillo. Una vida en la música

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    Valentín Trujillo. Una vida en la música - Darío Osse

    LEGADO

    PRESENTACIÓN

    La colección Nuestros Músicos, creada por SCD, no podía estar completa sin un libro dedicado a uno de los músicos más queridos de nuestro país, y uno de los de mayor trayectoria.

    Valentín Trujillo ha sido un aporte a la música popular chilena en diferentes frentes: como intérprete, como difusor de la música en un medio tan masivo como la televisión, como colaborador permanente y referente indiscutido de tantos y variados artistas nacionales, y como una enciclopedia viva de la historia musical en Chile, recordando cada anécdota, cada detalle y cada fábula en torno a ella. 

    Esto es en parte lo que este libro busca retratar y resaltar, mostrando al Maestro en todo su carácter afable y cercano, el mismo que lo convirtió en uno de los artistas más reconocidos del país.

    Posee una amplia discografía que comenzó en 1958 con su trabajo Un piano con alma, y que incluye colaboraciones con músicos de diversos estilos y generaciones. En su trayectoria ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Presidente de la República de Música Nacional 2004, y su trabajo también ha estado fuertemente vinculado a la defensa de los derechos de los músicos, formando parte del Consejo Directivo SCD, del cual es hoy Secretario General.

    Las razones por las cuales el Tío Valentín es una figura relevante en nuestra música son conocidas por todos. Las que lo convierten en uno de los artistas más queridos y populares del país, se delinean en las páginas de este libro.

    Alejandro Guarello F.

    Presidente

    Sociedad Chilena del Derecho de Autor, SCD

    PRÓLOGO

    Me han pedido escribir el prólogo de este libro. Antes de hacerlo debo confesar dos cosas: la primera es que me sentí honrado y halagado, porque se trata de alguien al que considero un amigo entrañable... Un artista hasta la médula, un maestro... 

    Es alguien con quien he compartido la vida desde hace medio siglo, en pantalla y fuera de ella, y que ha tenido la difícil virtud de poner música y ritmo a mis palabras. Es más, no he sido muy buen alumno, pero lo que sé de música se lo debo a él. No en vano es uno de esos artistas que pueden considerarse con oído perfecto.

    Lo segundo que tengo que decir ante la tarea que me encargan, es que no es fácil escribir sobre alguien que se admira profundamente, porque se corre el riesgo de caer en exageraciones o calificativos que van mas allá de lo que el lector puede percibir como un texto objetivo.

    Pero soy sincero con ustedes, y con respeto se los digo, hagan los juicios que deseen pero sobre él tengo que escribir con el alma, porque a través de estos años me ha enseñado que la vida es como la música: una organización coherente de sonidos y silencios... A veces todo a nuestro alrededor parece una gran sinfonía, pero también hay momentos en que nos movemos al ritmo de un blues, un boogie-woogie, un swing, un rock, un heavy metal, o por qué no, un reggaetón. Pero lo más importante que aprendí con él, es que aunque haya cansancio, dolor o tristeza, a todo siempre hay que ponerle un poco de salsa.

    Es difícil creerlo, pero es así. Valentín encontró su vocación a los tres años. Según me ha contado, fue un amor a primera vista. Un amor inseparable. Una simbiosis perfecta y misteriosa entre su existencia humana y un talento extraordinario que nació con él hace 80 años.

    Esta pasión irrefrenable, irresistible, hace que cuando se instala frente a su inseparable piano se le vea seguro, cómodo, mágicamente conectado con su más profunda vocación. Esas 88 teclas de ébano y marfil se fusionan con sus manos, y sus dedos bailan sobre ellas tocando, acariciando, con cariño y devoción, y van apareciendo los acordes, las melodías, las armonías y contrapuntos, con una habilidad que sin duda le nace del alma.

    Antes dije que me enseñó también a poner una cuota de salsa a la vida. Es que Valentín tiene una capacidad exquisita para combinar su talento musical con una sonrisa bonachona, una actitud alegre y positiva, y, cuando corresponde, un toque de picardía que le es muy característico. 

    Estimado lector, estoy seguro que leer este libro será para usted un privilegio, porque resumirá en palabras la vida y trayectoria de un hombre lleno de conocimientos, sabiduría y experiencia. Es un gigante, un ser humano excepcional, un talento insuperable.

    Este es sin lugar a dudas un justo y merecido reconocimiento de la SCD al Maestro Valentín Trujillo, a sus ocho décadas de éxitos como persona, profesor, director y virtuoso intérprete. Y a todo debemos agregar su vocación de esposo, padre, abuelo, bisabuelo y amigo. Y digo amigo porque Valentín vaya que los tiene. Un día alguien le preguntó por qué jamás ha tenido licencia de conducir, o por qué nunca siquiera intentó manejar un automóvil. Respondió que no lo necesitaba, porque siempre ha tenido un buen amigo que le ofreciera llevarlo donde necesitaba ir.  

    Quienes lo conocemos personalmente, o quienes lo han disfrutado a través de la radio o la televisión, vamos a coincidir en que a través de estas páginas estamos premiando dignamente a un hombre que por décadas ha acompañado musicalmente a la familia chilena, y entre todos le entregamos un gran abrazo nacional de reconocimiento y afecto.

    Mario Kreutzberger B.

    Don Francisco

    INTRODUCCIÓN

    Una de las cosas que cuenta Valentín Trujillo en este libro es que el compositor cubano René Touzet, cuando murió George Gershwin, comentó que si este hubiera vivido diez años más se habría quedado con toda la música.

    En este lado del mundo, Valentín Trujillo en cierto modo se quedó con toda la música. La lleva dentro de su propia memoria, que debe ser uno de los archivos más completos de la música popular del siglo XX. En este archivo él puede ubicar rápidamente cualquier tema que le pidan. Basta mencionarle una canción para que la toque en su piano, o nombrarle algún compositor o intérprete para que casi instantáneamente nos haga oír sus temas más conocidos, agregando información sobre la importancia que tuvo, el ambiente en que se movió y parte de su anecdotario. Si no me creen háblenle de Agustín Lara, de Cantoral, Cavanharo, de Francisco Flores del Campo, Rosita Serrano o de Lucho Gatica. 

    En el magnífico archivo de su memoria hay personajes como George Gershwin, que ocupa un lugar privilegiado. Además pueden encontrarse asuntos tan diversos, como la música de las películas de Gardel o las canciones de Marlene Dietrich en El ángel azul; temas de compositores e intérpretes judíos de Europa central; boxeadores y boxeo, los grandes personajes de la vida política, cultural y sindical de Chile en el siglo XX y mucho más.

    Creo que con este libro hemos conseguido que Valentín Trujillo traspase al papel parte de su prodigioso archivo cerebral, y que cuente su vida llena de música y de músicos, pero también de recuerdos de los hombres y mujeres con los que se codeó, con las peleas de Arturo Godoy, de Alí, de Paterson, de Mano de Piedra, con la poesía de Nicolás Guillén, con las proclamaciones de las candidaturas parlamentarias de César Godoy Urrutia y muchos etcéteras.

    Los recuerdos del maestro son la atmósfera que rodea cada momento de su vida. Las dos grandes peleas de Godoy con Joe Louis, las rancheras mexicanas y otros temas que oía tocar a sus hermanos en el piano de la casa familiar fueron parte del aire que respiró en su infancia. De ahí en adelante, Valentín Trujillo siguió incorporando a su vida las historias de boxeadores, de músicos y poetas. Tuvo cercanía y familiaridad con algunos personajes, como Francisco Flores del Campo, y una afinidad por sobre el tiempo y el espacio con otros, como George Gershwin.

    El maestro Valentín Trujillo tiene una presencia permanente en la música popular chilena desde mediados del siglo XX hasta hoy. Su trabajo en la música es completo. Va desde la composición de temas originales, los arreglos para discos y conciertos, hasta su labor como pianista y director de orquesta. Todas sus grabaciones, desde 1957 en adelante, las ha hecho con arreglos propios. Ha tenido participación en los principales movimientos que han surgido en la música popular chilena, en las nuevas y en las viejas olas, y acompañó con su piano a grandes figuras de la música popular, chilenos como Lucho Gatica, Cecilia y Gloria Simonetti, y extranjeros que han actuado en Chile, como Nat King Cole, Sarita Montiel y Domenico Modugno, entre otros.

    Inició su vida profesional cuando todavía era un niño y una de sus profesoras del conservatorio, saltándose las normas de ese establecimiento, lo recomendaba para que fuera a tocar en las radios. A los veintidós años, en 1955, ya era un pianista bastante completo. Podría haber quedado como una de esas grandes figuras que brillaron en las décadas del cincuenta y del sesenta: Pedro Mesías, Tito Lederman, Don Roy, Roberto Inglez o Isidor Handler, pero que hoy son objeto de un culto nostálgico. Y Valentín Trujillo sigue vigente.

    En la Historia Social de la Música Popular en Chile, 1950 – 1970, se lee que varios directores e instrumentistas chilenos y extranjeros estaban activos en Chile, en los años 50 y 60, haciendo de la música orquestada e instrumental una realidad cotidiana para el público nacional, y se agrega que: "De todos los directores populares chilenos, se destacará la trilogía de Federico

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