Ladinastia
Hablar de la familia Aguilar es traer a la conversación a la cultura y el folklore, es enaltecer al género regional, es llenarnos de México y sentirnos orgullosos de ello. Por otra parte, y luego de compartir un día a su lado, podemos contar de su dinámica, de la vida ajetreada que llevan todos, de la atención a los detalles que cada uno de ellos pone en su trabajo, de las bromas y juegos entre padres e hijos, pero, sobre todo, del cariño que existe en una de las familias más queridas y reconocidas.
También, para hablar de ellos quizá debamos viajar al pasado, a la década de 1950, cuando el apellido Aguilar comenzaba a sonar dentro de la escena cultural en México, esto luego de que Antonio “Toni” Aguilar, iniciara una carrera en el terreno musical y más tarde, actoral, pues aquel joven originario de Villanueva, Zacatecas, había vuelto a México para probar suerte en estos escenarios, ello, luego de estudiar música y prepararse como actor en Los Ángeles y Nueva York; gustos heredados por su madre, Ángela Márquez Barraza, quien para entonces era cantante de iglesia. Por su parte, y cerca de 10 años antes, la originaria de Salamanca, Guanajuato, Guillermina Jiménez Chabolla, a