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Diario de Estocolmo
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Libro electrónico514 páginas8 horas

Diario de Estocolmo

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Bajo la forma de un diario semejante en muchos de sus pasajes a una bitácora, Luis Enrique Délano, embajador de Chile en Suecia durante el gobierno de Salvador Allende nos introduce en la intimidad de la diplomacia internacional de la época. Ágil, ameno, y abundante en anécdotas e impresiones personales por donde circula una larga galería de personajes diversos, sus páginas tienen el enorme valor testimonial de primera mano que significó ser el jefe de la misión chilena en Estocolmo durante los agitados días de la Unidad Popular. Hechos tan significativos como la obtención del premio Nobel para Pablo Neruda, las negociaciones y acuerdos para pagar la deuda externa de nuestro país, y los angustiosos días posteriores al golpe de Estado, aparecen aquí combinados con gran espontaneidad con los entretelones de la vida familiar, los encuentros con amigos y los frecuentes recorridos del escritor y Premio Nacional de Periodismo por los deslumbrantes paisajes escandinavos.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento30 jul 2015
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    Diario de Estocolmo - Luis Enrique Délano

    lom@lom.cl

    1971, buenos días, Estocolmo

    En el aire, 10 abr. Todavía no acabo de reponerme de las emociones de la partida. Una verdadera algarabía en Pudahuel, con hermanas, nietas, hijo, parientes y muchos amigos. Estaban Ramón, Víctor Puelma, Joaquín (Larraín), Volodia, Carlos Contreras, Sergio Villegas y tantos más. También algunas gentes de Cartagena.

    Los trámites previos han sido largos y de pronto, inesperadamente, llega la orden de embarcar. Ni siquiera alcanzo a abrazar a mucha gente. Las nietas están tímidas, calladas y emocionadas. Nos acompañan hasta la escalerilla del avión Poli y Sergio. Nos instalamos cómodos y apenados. En el asiento de atrás va el embajador en Brasil, Raúl Rettig, conversando con Felipe Herrera, a cuya madre me presentaron en el momento de salir a tomar el avión. Somos parientes, me dijo, Yo soy Lane Délano. Lo sabía, respondo. Es una mujer simpática, que en otra época fue amiga de mis hermanas mayores. Rettig y Herrera van hablando de política, como todos los chilenos. Sin querer escucho algunas de las cosas que dicen. Se refieren ambos con palabras muy elocuentes a Carlos Contreras Labarca, que va a ser nombrado embajador en la República Democrática Alemana.

    Bueno, Lola, ya parece que estamos metidos en el ajo, embarcados en esta aventura de ser embajadores en Suecia, Dinamarca y Finlandia. Hasta hace unos pocos días, esto era una especie de asunto lejano, un tema muy apropiado para hablar con los amigos: Escandinavia, Estocolmo, el socialismo nórdico, las islas Lofoten… Todas las nociones de Suecia que llevo me vienen de lecturas y de largas conversaciones con Joaquín Larraín y Lucila, su mujer. Ellos estuvieron quince años en Suecia representando a Chile y cada vez que hablan de ese país la emoción se mezcla a sus palabras. Te va a ir muy bien allá, me dijo Joaquín, que fue al aeropuerto con uno de sus hijos.

    Pero ya en el avión y volando hacia Suecia, esto de la embajada empieza a ser una realidad y un fantasma que voy a enfrentar no sin temores. Suecia es para nosotros de una gran importancia y su apoyo político nos es indispensable, me dijo Clodomiro Almeyda antes de partir. No tengo experiencia diplomática, no soy hombre de salones, sino más bien tímido en mis relaciones con la gente nueva. Espero que esto no sea muy terrible.

    1. Madrid

    Do., 11 abr. Por la mañana llegamos a Madrid. Me despedí de Felipe Herrera, con quien había conversado un poco en el avión, y partimos en un taxi hacia un hotel turístico donde habíamos estado hace diez años, cuando veníamos de regreso de China. No había habitaciones y seguimos entonces hasta un hotel en el Paseo del Prado, que nos había recomendado Tomás Lago, pequeño y agradable. Pablo Neruda nos había dicho en Santiago que le telegrafiáramos al embajador de Chile para que nos mandara a esperar. Pero la verdad es que lo único que queremos es estar solos y tranquilos y recorrer Madrid a pie, como hace treinta y cinco años.

    Salimos a dar una vuelta hacia la calle Alcalá y la Gran Vía, hoy Avenida de José Antonio.

    Ma., 13 abr. Pasamos la mañana caminando por las calles, gozando un poco de Madrid en primavera. La ciudad sin duda ha crecido, se ha transformado en una capital moderna, con edificios elevados y suntuosos, vitrinas atractivas, gente joven e in, muchas pelambreras, blue jeans, maxiabrigos. Lo que permanece inalterable es la bulliciosa vida de los cafés. Cada café ofrece un ruido de colmena enfurecida, la gente habla en tono muy alto, los mozos de chaqueta blanca no paran de repartir tacitas de express, los limpiabotas van de una mesa a otra. Compro el diario Pueblo y leo que Frei anda en Madrid.

    Decidimos dar una vuelta por los viejos barrios amados, por las calles angostas en torno de la Plaza Mayor, por la Fuente de la Cruz Verde y la calle de Los Mancebos, donde vivimos en 1934. Todo eso ha cambiado: la Plaza de la Cebada ya no existe: en su lugar hay un mercado moderno, sin duda mucho más útil, higiénico y mejor. Pero la gracia y el color se fueron. Decidimos almorzar en el Mesón del Segoviano, tan conocido nuestro, pero hemos olvidado que en Madrid se almuerza tarde; los comedores están vacíos.

    De pronto, mientras miramos las viejas pinturas en un recodo de ese laberinto, surge una voz conocida: Hola, Luis Enrique, sabía que te habían nombrado embajador en Suecia y estaba seguro de que ibas a pasar por Madrid. Es Tito Mund. Tengo viejo y gran cariño por él, pero confieso que no habría querido verlo, porque me contaron en Santiago que está en una posición muy adversa a nosotros. Lo desmiente. Se lanza, como siempre, en un torrente de palabras, habla de muchas cosas a la vez. Me dice que es allendista y que todo lo que desea es trabajar por nosotros en Madrid.

    Mi., 14 abr. Fuimos a Toledo en un tour de medio día. Hoy es el aniversario de la proclamación de la república. Hace cuarenta años justo que fue instaurada. No hay manifestaciones visibles y las que se produzcan no aparecerán seguramente en la prensa.

    En la noche fuimos a casa de Tito Mund a merendar y a beber unos tragos de vino. Converso largo con Tito y le insinúo algunas formas de ayudar a la Unidad Popular. Está muy melancólico y apenas bebe. Nos despedimos a medianoche; nosotros a nuestro hotel, Tito y Kanda, su mujer, al puerto aéreo a dejar a algunas gentes que van a Chile, a la Operación Verdad.

    Ju., 15 abr. Hoy es nuestro último día en Madrid. Lola despertó un poco enferma. Yo tuve que atender a un periodista mandado por Tito Mund, quien insistió en que me dejara entrevistar.

    2. Primavera en París

    París, Vi., 16 abr. Al llegar a París descubrimos que se nos había perdido una maleta, mejor dicho una vieja y destartalada caja de sombreros donde venía el tarro de pelo que me prestó Joaquín cuando le dije que prefería morirme antes de gastar un centavo en comprar prenda semejante. Perdimos no menos de media hora en buscarla, pero todo fue inútil. Air France prometió mandarla a la Embajada de Chile en Estocolmo cuando apareciera.

    Nos instalamos en un pequeño hotel cerca del Odeón. Pablo Neruda nos había ofrecido alojamiento en la Embajada, pero creemos que aquí estaremos más libres y más cerca de los lugares que nos gustan, léase la rive gauche, que hemos aplanado con el mismo entusiasmo de siempre.

    Sá., 17 abr. Fuimos a ver a Pablo y salimos con él y Matilde a dar un largo paseo en automóvil por el Bois de Boulogne y Versalles. La primavera vibra en el aire, en los jardines, en los árboles. En la noche comimos en un restorán del barrio Saint Michel. En La Chèvre d’Or, que le gusta mucho a Pablo, no había sitio, pero como él dice, en París aunque se coma mal se come bien. Yo encuentro que comimos muy bien.

    Do., 18 abr. Hoy fuimos temprano a buscar a Pablo y Matilde para ir al Mercado de las Pulgas. Pasa unos días con Pablo, Antonio Quintana; el pobre cada día más ciego. Se fue a almorzar con Jorge Edwards mientras nosotros hacíamos un prolijo recorrido del mercado. Es maravilloso, pero los precios, que nosotros, instantánea e inconscientemente transformamos en escudos, resultan tremendos. Pablo compró una hermosa cómoda de cuero. Después del almuerzo, en un restorán cercano del mercado, mientras Pablo se iba a dormir su clásica siesta, Lola y yo nos embarcamos en el Pont Neuf en una blanca vedette para un recorrido por el Sena. El que debió dormir la siesta fui yo, porque con el almuerzo y el vino me sentí invadido por la modorra y hasta dormité un poco durante el paseo.

    En la noche fuimos a la Embajada a ver un programa de televisión que le habían hecho a Pablo, de más de una hora de duración. Conocimos a Louis Aragon, con los cabellos muy blancos; al poeta Jean Marcenac, que ha traducido a Pablo; a una novelista Premio Goncourt, de cuyo nombre no me acuerdo, y a otras personas. Estaban también Miguel Ángel Asturias y su mujer, ambos, naturalmente, adoradores de Suecia. Me recomendaron que tomara contacto en Estocolmo con una pareja española, los Úriz. Estaban igualmente los Edwards y Antonio Quintana. Después del programa, que mostró a Pablo en numerosas actividades, incluso hablando en el cementerio, en los funerales de Elsa Triolet, la mujer de Aragon, nos ofrecieron una cena fría. Nos despedimos con emoción de Pablo, pues al día siguiente partíamos a Estocolmo.

    3. Estocolmo

    Lu., 19 abr. Bien, llegamos. Cuando se abre la puerta del avión, penetra una ráfaga fría y hay que ponerse abrigo. Abajo, al pie de la escalera veo a un sueco alto y rubio: debe ser el jefe del protocolo. Junto a él, un hombre más joven y más bajo, con cara de chileno; es sin duda el secretario, Mario Scheggia, y al lado de él, más chica todavía y con un abrigo que le arrastra y un estrafalario sombrero de cowboy, una muchacha, que después sé que es Denise, la mujer de Mario.

    Bueno, parece que ya empezó la cosa; el representante del protocolo nos da la bienvenida en inglés, Mario toma las tres botellas de vino Don Matías, que traigo desde Santiago, cumpliendo un encargo de Joaquín Larraín, y nos llevan a un salón, el VIP, donde nos presentan a dos señoras suecas; la señora Sandström (antigua funcionaria de la embajada desde la época de Joaquín) y la señora Wemström, alta y sonriente, funcionaria también. Varias veces oigo decir Señor embajador y el primer movimiento es para mirar dónde está. Pero soy yo el señor embajador. Se cumple todo el rito, el ramo de flores para Lola, la despedida del jefe del protocolo, a quien le digo que lo que me propongo es encontrar muchos nuevos amigos para Chile.

    Salimos en automóvil por campos nevados, con grupos habitacionales severos y hermosos aunque algo monótonos, y una excelente carretera. A ambos lados se ven a veces trozos de lagos helados. Luego aparece la ciudad de Estocolmo y logramos las primeras visiones parciales del lugar en que vamos a vivir.

    El Park Hotel, como su nombre indica, está frente a un parque nevado y con árboles esqueléticos de invierno, no obstante que estamos en primavera. Por lo visto esta señora llega aquí un poco más tarde que a París y Madrid. Tenemos una habitación grande y agradable, con el aspecto de un salón, pues las camas se embuten en los muros. Un sofá, sillones, flores y un cuadro bastante sofisticado. En un clóset hay una cocinita eléctrica y un refrigerador con hielo y agua mineral. Han tenido la gentileza de dejarme una botella de whisky y una de jerez. Bebemos el trago de bienvenida y luego quedan de recogernos a las 7 para ir a comer en casa de Mario.

    Mario vive en un departamento que tiene dos pisos; el de arriba es amplio y se ve que alguna vez fue el taller de un artista. Allí comemos, con las dos señoras y la familia de Mario, en la que se incluyen Ivonne, hermana de Denise, e Ivo, hijo de Mario y Denise, de quien la mamá cuenta con delicia grandes y destructivas hazañas.

    Nos enteramos de que no hay por el momento departamentos amoblados, que es lo que yo quiero para vivir. Crisis de habitaciones en Estocolmo. Esto es inquietante, porque no sabemos cuánto nos va a costar el hotel y sospechamos que la comida en restoranes no es nada barata.

    Ma., 20 abr. Me habían entregado un juego de llaves de la cancillería y cuando llegué, bien temprano, a Artillerigatan 45, después de caminar algunas cuadras desde el hotel, estaba todo el personal. Puse el correspondiente telegrama a Santiago comunicando que me había hecho cargo, aunque desde el punto de vista sueco no soy aún embajador. El subdirector de protocolo, señor Holmquist, me dijo ayer en el aeropuerto que la presentación de credenciales será el 25 de mayo. Mario Scheggia me entregó un legajo con nociones sobre Suecia, estadísticas, industrias y todo eso, que yo ya conocía a través de los folletos que me regaló en Santiago el embajador De Geer.

    Mi oficina es amplia y agradable, con dos ventanas que dan a un patio donde todavía se ve algo de nieve. A la 1 y media salgo y me voy caminando por Karlavägen para juntarme en el hotel con Lola.

    Mi., 21 abr. Esta es la ciudad triste donde vamos a vivir y esta es la primavera fría (he tenido que comprarme un sombrero) que nos esperaba, nublada y amenazante.

    Después de almuerzo nos recoge Mario para llevarnos en su coche a Seytuna, un antiguo pueblo cercano (unos 40 kilómetros), donde hay viejas construcciones y un café del siglo XVII, que estaba cerrado. Existe aquí un colegio donde estudian los hijos de los nobles. En él se educó el Kronprinz sueco, el que sucederá al viejo rey Gustavo VI Adolfo; aquí estudian también los hijos del embajador en Chile, Barón Luis de Geer.

    De regreso a Estocolmo vamos a la parte vieja de la ciudad, Gamla Stan, una pequeña isla donde se encuentra el Palacio Real. Las calles son angostas y sinuosas, empedradas con adoquines, con viejas y hermosas casas más o menos platerescas. Están las iglesias más antiguas, los mejores anticuarios, boutiques elegantes y restoranes de diversas nacionalidades. Me cuentan que la gente bien se pelea por vivir aquí, aunque los departamentos suelen no ser muy cómodos. Pero están modernizándolos, poniéndoles ascensores y calefacción central. Creo que voy a venir muy seguido a Gamla Stan, sobre todo cuando el tiempo permita pasear a pie, detenerse ante cada casa y ante cada vitrina y mirarlo todo.

    Llovía cuando regresamos al hotel.

    Ju., 22 abr. Hoy es el cumpleaños de Poli y le escribo una carta. A mediodía caminamos Lola y yo buscando un restorán Victoria que nos han recomendado. Lo encontramos, es muy bonito, frente a un parque donde en el invierno patinan en hielo. Lástima que el menú esté en sueco. Hay que adivinar lo que se come. No volveremos.

    Hace frío.

    Vi., 23 abr. Temprano me hace una visita de cumplido el encargado de negocios de Vietnam. Es un hombre joven, muy político.

    A las once me vienen a buscar para visitar la fábrica de Alfa Laval en Tumba, a unos 20 minutos de Estocolmo. Es una planta que confecciona máquinas separadoras que se utilizan sobre todo en la industria lechera. Veo instalaciones formidables que me dejan muy impresionado. Me muestran lo que han hecho para Cuba en este terreno. Alcides Leal, cuando estuvo por aquí hace un par de meses, vio los diagramas y pidió que se estudiara algo modesto y práctico para Chile. Al parecer tienen una carpeta lista, que me encargaré de hacer llegar a manos del subsecretario.

    4. Nieve en primavera

    Do., 25 abr. Invito a Lola a dar un paseo por la ciudad vieja en este domingo sin nada de sol. El frío nos hace caminar rápido. Cruzamos el puente y nos internamos por las callejuelas de Gamla Stan, felices como colegiales, mirándolo todo. Pero no habremos andado mucho cuando de pronto nos llega un frío regalo del cielo. Es primavera pero la nieve ha empezado a caer en pequeños copos y el frío aprieta. Buscamos un taxi; no hay; nos refugiamos en unos portales a esperar que pase la nieve. Que pase la nieve o que pase un taxi. Pero no ocurre ni lo uno ni lo otro. Con la nariz muy roja, digo: Comprenderás que puede nevar en primavera, y que en la primavera las nieves son más crudas. ¿De quién es eso?, pregunta Lola. De Pablo, el nuevo soneto a Helena.

    Lo que pasa primero es un taxi y nos precipitamos a cogerlo. Almorzamos en el hotel y luego, en nuestra habitación, nos dedicamos a ver la TV. Nos han hecho instalar un aparato y cada día hacen subir bonitas flores. Vemos Till Maxim, un programa de viejas películas del año del cólera y una entrevista a Theodorakis.

    Lu., 26 abr. Me visita el jefe de protocolo, Olof Landenius, que estaba ausente el día de mi llegada y quiere conocerme. Es un hombre sonriente y gentil que habla el francés con gran fluidez. Me reitera la fecha de mi presentación de credenciales y fija para el 17 de mayo la visita que debo hacer al ministro de Relaciones Exteriores, herr Torsten Nilsson.

    Mi., 28 abr. Vamos a visitar a la embajadora en Chile, señora De Geer, que ha venido a Suecia porque su madre acaba de morir. Es una mujer de personalidad, que muestra estar satisfecha de hallarse en Chile. Nos cuenta que tienen muchos amigos allá.

    Ju., 29 abr. Hago dos informes para Chile, uno sobre la conferencia de ministros de Relaciones Exteriores y otro sobre la apreciación que tiene el Gobierno sueco acerca del terrorismo.

    Desde Dinamarca me llama el encargado de negocios, Mario Silva, para decirme que el Gobierno danés ha despachado ya mi agreement como embajador.

    Vi., 30 abr. De regreso del almuerzo, en un pequeño restorán de Nybrogatan llamado Kung, el Rey, y al que hemos bautizado como El Rey que rabió, nos encontramos la primera carta de Chile; de Bárbara y Viviana, nuestras nietas.

    5. Primero de Mayo

    Sá., 1 mayo. Nunca, desde hace más de treinta años, he dejado de asistir a las manifestaciones del 1º de mayo, salvo que estuviera enfermo. Es un día en el que se siente la necesidad de estar donde están los trabajadores, de escuchar sus consignas de lucha, de cantar sus himnos. Aquí habrá dos mitines; uno de los comunistas, en la plaza frente al mercado Saluhall, donde nos quedamos una media hora mezclados con la muchedumbre que escucha al líder Hermansson; y otro de los socialdemócratas en el jardín de la LO, la Central Obrera, precedido de un desfile, que vemos en Kungsgatan. Las bandas tocan la Internacional una y otra vez. Siento una gran emoción cuando veo pasar, al amparo de una gran bandera republicana española, a los veteranos suecos de las Brigadas Internacionales. Fueron 500 a pelear en España y regresaron 250.

    Seguimos el desfile hasta la LO, donde habla, desde una terraza, el ministro de Relaciones Exteriores, Torsten Nilsson. Otros líderes del Partido Social Demócrata lo hacen en diferentes ciudades de Suecia.

    De regreso descubrimos una hermosa calle: Drottninggatan, la calle de la Reina, con bonitas tiendas, librerías, un cinema pornográfico, el restorán Chez Maxim… Me propongo volver a esta calle y recorrerla en día de trabajo, cuando todo esté abierto.

    Do., 2 mayo. Fuimos con los Scheggia a dar un paseo en barco, una excursión de dos horas llamada bajo los puentes, que pasa por 16 de los muy numerosos que unen las islas que forman Estocolmo. El paso permite una visión muy interesante, desde el agua, de esta ciudad que algunos llaman la Venecia del Norte. Venecia sin olores, porque las aguas no están estancadas.

    En la televisión, una película de Brigitte Bardot.

    Ma., 4 mayo. Estuvo a vernos Ximena Duhalde, a quien le entregamos unos recuerdos que le manda de Santiago su mamá, Anita.

    Mi., 5 mayo. Visitamos a doña Magdalena Fuentes, una chilena que nos recomendó Joaquín Larraín. Es bibliotecaria; fue becada a Estados Unidos donde conoció a un profesor sueco, con quien se casó. El es figura universitaria importante.

    Ju., 6 mayo. Le hice una breve visita a herr Arne Lundberg, que en otro tiempo fue secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores y hoy es director de la empresa estatal de las minas de hierro de Kiruna, en el extremo norte del país. Algún día tendré que visitarlas. El hierro es uno de los pilares económicos de Suecia.

    En la tarde fuimos a Karlaplan a ver un departamento que se arrienda, de una vieja señora rumana que por lo visto ha tenido sus experiencias.

    J’ai perdu deux villas, une en Roumanie, ma patrie, et l’autre en Hongrie… A cause des russes, vous savez…

    El departamento está bien amoblado, pero no nos sirve, es demasiado pequeño.

    Vi., 7 mayo. Encontramos un departamento en Lidingö, de una sueca, la señora Fernquist, que se va a Estados Unidos por un tiempo. No es muy grande, pero lo tomaremos provisionalmente. Lo fundamental es salir pronto del hotel, que nos cuesta muy caro y nos obliga a hacer nuestras comidas en restoranes, los cuales en Suecia se dejan pedir.

    Do., 9 mayo. Una chilena, chillaneja, la señora Regina, que trabajó en casa de Joaquín cuando estuvo aquí, nos invita a comer empanadas y vamos con mucho gusto. Ha ayudado a Lola a conocer el comercio y es posible que se vaya a trabajar con nosotros. Cocina como un ángel.

    Mi., 12 mayo. Vamos a visitar al escritor Artur Lundkvist, miembro de la Academia Sueca, y a su mujer, la poetisa danesa María Wine. Son amigos antiguos de Pablo, quien les ha mandado algunos libros con nosotros. Viven lejos, en el barrio de Solna, cerca del Filmstade, los viejos estudios cinematográficos donde Greta Garbo filmó sus primeras películas.

    Es un hombre alto, de casi dos metros; ella, una mujer rubia y extraordinariamente viva. Son gentes simpáticas, una pareja de escritores. Artur ha traducido a Pablo y año a año ha librado batallas en la Academia por el Premio Nobel para él.

    He recibido un llamado telefónico desde Berlín de Jorge Ibáñez, presidente de la Cámara de Diputados de Chile. Me dice que está al frente de una delegación de diputados y que tiene una invitación pendiente a Suecia. Hago algunos llamados telefónicos, pero la invitación no llega a concretarse. En la noche lo llamo a Berlín, pero no logro el contacto con él, por lo que resuelvo escribir una carta.

    Ju., 13 mayo. En un diario sueco viene una extraña noticia, según la cual Chile está haciendo gestiones para comprar un crucero sueco, el Göta Lejon. Esto no puede ser cierto. Tendría que saberlo yo, si no, ¿para qué diablos estoy aquí?

    Me comunico con Santiago al respecto.

    Vi., 14 mayo. Efectivamente, los marinos han hecho gestiones reservadas para comprar el Göta Lejon. Envío un oficio al Ministerio expresando mi extrañeza de que no se me hubiera comunicado nada. Al parecer, se trataba solo de sondeos llevados a cabo por el almirante Walbaum, jefe de la misión naval en Inglaterra y agregado naval a esta embajada. Pero los sondeos dieron resultado y el asunto está en marcha.

    6. Torsten Nilsson

    Lu., 17 mayo. A las 10 de la mañana me recibió el ministro de Relaciones Exteriores, Torsten Nilsson, a quien le entregué copia de mis cartas credenciales. Es un viejo obrero socialdemócrata que desempeña cargos ministeriales desde hace más de quince años. Fue conmigo acogedor y simpático. En la breve conversación que sostuvimos surgió de pronto un tema de política europea.

    –Yo coincido en que las cosas, como usted dijo en su discurso del Primero de Mayo, ministro, pueden desarrollarse en sentido positivo…

    –¡Cómo!, ¿Usted conoce ese discurso?

    –Por supuesto, Ministro. Lo escuché en el mitin, aunque naturalmente no lo entendí. Pero al día siguiente me lo hice traducir entero.

    ¿Me estaré volviendo diplomático? Al Ministro le gustó que le dijera esto. Cuando nos despedimos me reiteró:

    –Le repito mi bienvenida. Chile tiene toda la simpatía del pueblo sueco. Y no se olvide de que ustedes y nosotros tenemos afinidades ideológicas.

    En la tarde sostuve una entrevista con la Fürenade Fabrikwerkwn, la empresa vendedora del crucero Göta Lejon.

    Ma., 18 mayo. Le escribí a Poli, que va a venir a la Unión Soviética con otros escritores chilenos invitados a una conmemoración de Pushkin. Creo que viene también Pancho Coloane.

    Sá., 22 mayo. Aftonbladet, diario de la tarde ligado a los socialdemócratas, publica hoy una fotografía del Göta Lejon con un título que dice: ¿A defender el socialismo en Chile?

    ¿Cómo diablos sabrán estas cosas los periodistas? Bueno, alguna vez, como periodista, yo también publiqué noticias que causaron molestias a algunas personas.

    Do., 23 mayo. Despierto a las 4 de la mañana y se me ocurre mirar un termómetro exterior a través del vidrio de la ventana; hace 5 grados bajo cero. ¡Y estamos en plena primavera!

    Me pongo a leer unos versos de Patricio Olivos, que estuvo a verme. Desgraciadamente no pude recibirlo, porque tenía todo mi tiempo tomado. Me dejó su libro de poemas, que me ha gustado.

    Lu., 24 mayo. Mañana presento credenciales. La temperatura ha bajado bruscamente y necesito un abrigo negro. Recorro varias tiendas y al fin, cerca ya de las 6, cuando todo el comercio de Estocolmo se cierra, encuentro uno, bueno, caro. Por lo menos no me entumiré en la ceremonia.

    7. Lidingö

    La isla de Lidingö, donde nos hemos instalado, es la más grande de las doce en que se asienta la ciudad de Estocolmo. Está unida al centro por un puente, viejo y estrecho, que se disputan los automóviles y el tranvía eléctrico que llega hasta Gashaga. Cada vez que tiene que pasar un barco alto de puntal, el puente se abre y el reguero de vehículos debe esperar con paciencia. Junto a él, y a mayor altura, se está construyendo un gran puente moderno, de puro concreto y metal.

    La señora Adda nos lleva en su Volkswagen a recorrer la isla, que está llena de elegantes barrios residenciales, puertecitos para botes y yates de recreo y grandes prados y bosques. No se ve ni una sola casa a cuya fachada asome la pobreza. Todos los habitantes (hay obreros de varias industrias) parecen ser gentes acomodadas, que en diez minutos se ponen en el centro de Estocolmo en sus automóviles, o en un poco más si emplean el tranvía 21, que combina con el metro en la estación de Ropsten.

    8. Credenciales

    Ma., 25 mayo. Me pongo por primera vez (por primera vez no solo en Suecia, sino en toda mi vida) la camisa tiesa, acartonada, el frac, la corbata blanca, los zapatos de charol, en fin, la indumentaria para la presentación de credenciales. Pero en el momento de ponerme el sombrero de copa, el tarro de pelo que le dicen en Chile, siento que no soy yo, sino otro, o tal vez que me he disfrazado, obligado por las circunstancias, para un extraño carnaval. ¡Ay, si me vieran así mis amigos de Cartagena, los pescadores, los mariscadores, los carpinteros, no reconocerían al vecino un poco raro, pero respetado, vestido ahora con la indumentaria de un embajador!

    Me irá a buscar el chambelán del Palacio a la oficina y me llevará en automóvil al Grand Hotel, donde subiremos a la carroza que nos conducirá al Palacio Real. Será un día agitado para el chambelán –y también para el viejo Rey– pues somos cuatro o cinco los que presentaremos las credenciales, Oscar Barros-Conti, de Perú; Luis Villar Borda, de Colombia, y creo que los representantes de Portugal y Holanda. Me acompañará mi personal, el secretario Mario Scheggia, y el agregado aéreo, coronel Soler, a quien he pedido que venga desde Londres, donde reside, no solo para este acto protocolar, sino para hablar con él de asuntos importantes.

    Subo a la carroza con el chambelán, que usa un uniforme lleno de dorados, medallas, condecoraciones, espada y un bicornio emplumado, sencillamente fantástico. Yo creía que estas cosas habían desaparecido, sobre todo en la república real de Suecia, pero por lo visto a los hombres les gusta exhibir la chatarra ceremonial. Las instrucciones del protocolo hablaban de frac y condecoraciones, pero yo no tengo ninguna, por lo menos ninguna de este género. ¡Qué entendido en heráldica podría reconocer una condecoración que en algunas oportunidades me he puesto en la solapa con gran orgullo, como es la Medalla Recabarren, que el Partido me dio, aún no sé por qué, tal vez por haber sido un militante de muchos años, discreto y leal! La carroza es un vehículo muy viejo que se usó por primera vez hace más de ciento cincuenta años; es mucho menos cómoda que un automóvil y va arrastrada por dos parejas de caballos. Naturalmente no tiene calefacción (común a todos los automóviles en Suecia) y me felicito de haber encontrado ayer ese abrigo. Los cocheros que van al pescante y los que se sientan atrás (me repugna usar la palabra lacayos que les asigna el diccionario) visten como a comienzos del siglo XIX. No es un vehículo agradable y creo que me pongo colorado cuando en el breve trayecto del Grand Hotel al Palacio Real, veo gentes que se detienen a mirar el extraño coche y a sus ocupantes.

    Antes de llegar a presencia del Rey Gustavo VI Adolfo, hay muchos saludos, presentaciones de armas, reverencias. Por fin me introducen, solo, al salón del monarca, que está vestido con traje militar y lleva al pecho la banda azul de la monarquía sueca. Es muy viejo, octogenario avanzado, flaco y alto. Me da la mano y me invita a sentarme. Le entrego las cartas credenciales y le digo que el gobierno y el pueblo de Chile profesan gran estimación y admiración por Suecia, su pueblo, su impetuoso desarrollo. Esto le da margen para contarme, con gran entusiasmo, que el desarrollo ha sido muy rápido, ha ocurrido en una sola generación, en no más de medio siglo.

    –¡Y estos son cambios que yo he visto! –me dice–. Éramos un país agrario, fundamentalmente agrario. Ahora la agricultura no representa más del 8 por ciento en la economía del país.

    Luego me habla, él, de Chile, como para demostrar que sabe de dónde viene este embajador improvisado que lo escucha con atención y respeto. Un país con diferentes climas, con un norte ardiente y tiritando por los pies (como dijo Diez Canedo en una estrofa muy breve y definitoria).

    Conforme al protocolo, tengo que esperar que el Rey dé por terminada la audiencia. Cuando se levanta, al cabo de quince minutos, le pido permiso para presentarle a mi personal, abro la puerta por donde he entrado y llamo al secretario y al agregado aéreo, a quien el Rey saluda. Después de una reverencia, desandamos el camino, despidiéndonos de los jefes militares y funcionarios que nos han saludado a la llegada. De regreso, no hay carroza, pues como es día de credenciales al por mayor, el vehículo ha ido en busca de otros embajadores. El chambelán y yo subimos al automóvil oscuro y severo, que nos deposita en la embajada, donde ofrezco una copa de champaña al funcionario sueco y a mi personal.

    En la tarde vamos a la recepción del embajador argentino, que a la vez celebra su día nacional y se despide, pues ha terminado su misión en Suecia. Después, cena en Lidingö, con mi personal.

    Mi., 26 mayo. Larga conversación con el coronel Soler y otra, no menos extensa, con el almirante Walbaum, que ha venido desde Londres donde reside. Hablamos, naturalmente, de la compra del Göta Lejon.

    Sá., 29 mayo. Largo recorrido por otros lugares de la isla donde vivimos. Me gusta mucho.

    Lu., 31 mayo. Después de la oficina me junté con Lola y fuimos a hacer un paseo en un velero, el Meta. Sale de su atracadero, en Strandvägen, a motor, pero apenas está un poco afuera, en el mar, despliega sus grandes velas rojas. Es agradable navegar a la vela. Lola dice que hace frío, pero yo estoy feliz en cubierta y hasta un poco quemado por el sol. Entre los marineros del Meta hay una mujer, joven y fuerte, que tira los cabos con mucha destreza. Un niño, después de beberse una coca cola, lanza la botella al mar y los pasajeros lo miran con ceño adusto, casi como a un delincuente. Nadie dice nada, pero se ve que en estos tiempos de lucha contra la polución, aquello ha sido desaprobado por todos.

    El paseo dura 4 horas, al cabo de las cuales volvemos hambrientos y quemados por el sol.

    9. Conferencia de prensa

    Mi., 2 jun. "Me he permitido invitarlos a esta reunión, no solo en mi calidad de embajador de Chile, sino también en mi calidad de periodista. Soy un compañero de ustedes, diplomático más o menos ocasional, pero periodista profesional. Durante cerca de 40 años me he ganado la vida escribiendo en los diarios y hasta hace un mes y medio era columnista de El Siglo y Última Hora, periódicos de Santiago. El año pasado tuve la suerte de obtener el Premio Nacional de Periodismo de Chile".

    Soy yo el que hablo, sentado a mi escritorio, con la señora Adda al lado, que traduce. Me he hecho una pauta y sé lo que voy a decirles a estos amigos suecos, de Dagens Nyheter, de Svenska Dagbladet, de Expressen, de la Radio Sueca, etc. Está también mi joven amiga Bárbara Blomberg, del Göteborgs Posten, vestida con sus sencillos blue jeans. Sigo hablando:

    –"El tema de esta conversación va a ser, naturalmente, Chile. Ustedes saben que los chilenos dimos el año pasado una nota de originalidad política; elegimos a través de los votos y dentro de todas las leyes, un gobierno que se propone abrir el camino del socialismo, un gobierno absolutamente distinto de todos los que Chile ha tenido. Muchas gentes dudaban y hasta se burlaban de nosotros, asegurando que los que aspiran a establecer el socialismo nunca llegarán a conquistar el gobierno por la vía pacífica. Nosotros lo conseguimos. Esto no quiere decir que con ello pretendamos dar recetas políticas a nadie. Por supuesto que no, cada pueblo labra su propio camino. El nuestro es el camino del socialismo, que el pueblo chileno escogió libremente al elegir a Salvador Allende Presidente del país. Ah, pero no queremos engañar a nadie. Decir que en Chile hay un estado socialista no sería verdadero ni justo. ¡Ojalá lo hubiera!… Pero tenemos, sí, un Presidente socialista y una combinación política de gobierno que están luchando decididamente por crear las condiciones que nos conduzcan al socialismo. En rigor, lo que tenemos es un gobierno popular, revolucionario, pluripartidista, en el cual conviven marxistas y socialdemócratas, masones y cristianos, obreros e intelectuales, unidos todos por el ideal común del socialismo.

    "Ustedes tienen que comprender que la tarea no es fácil. Todos los tratadistas y teóricos de la revolución, desde Karl Marx hasta ahora, sostienen que la clase poseedora del poder nunca lo entrega de buenas ganas a la clase que sube. Siempre resiste, por diversos medios, todas aquellas transformaciones que puedan afectar sus intereses. En Chile ya hemos tenido numerosas pruebas de esta resistencia. Primero, quisieron impedir que Salvador Allende asumiera el poder; complotaron y, en su desesperación, hicieron cosas que nunca se habían visto en Chile, como el estallido de bombas, las amenazas de muerte y hasta el crimen político. Nuestra historia registraba solo un caso de crimen político y este ocurrió hace un siglo y medio. Ahora asesinaron al jefe del ejército, general Schneider, únicamente porque se negó a participar en sus conspiraciones.

    "Cuando vieron que era imposible impedir el acceso del pueblo al gobierno (sigo diciendo, mientras los periodistas toman algunas notas) adoptaron el camino del sabotaje económico; paralizaron fábricas, retiraron sus fondos de los bancos, provocaron el pánico financiero, se apoderaron de los dólares que Chile destinaba a las personas que viajan al extranjero, lanzaron a muchos obreros a la desocupación y dejaron de sembrar sus tierras.

    A todo esto se ha hecho frente con decisión y valor y en un estilo de masas, nuevo en el país. El área económica estatal ha crecido notablemente, con la incorporación a ella del cobre, el salitre, el hierro, el carbón, el acero, el cemento y algunas fábricas textiles que han sido nacionalizadas. El entusiasmo que estas medidas han producido en los trabajadores se ha traducido de inmediato en un aumento de la producción. Nueve bancos han sido estatizados a través de la compra de sus acciones y el crédito no lo manejan ya los banqueros a su antojo, sino que favorece a los medianos y pequeños productores. El interés del crédito ha sido considerablemente rebajado. La reforma agraria se ha acelerado y se está haciendo de una manera científica, por áreas de producción. En los cinco primeros meses de gobierno se habían expropiado más de 500 fundos, lo que el gobierno anterior hizo en 3 años. Se ha contenido también una inflación galopante, que constituía la desesperación de los trabajadores. En los 6 primeros meses de gobierno de Frei fue de 16 por ciento. Cada niño chileno recibe hoy medio litro de leche al día, gratuitamente. La medicina en los hospitales se practica gratis y en la educación se han eliminado muchas de las trabas que impedían el estudio regular de los hijos de familias pobres.

    Miro a los periodistas, pensando que quizás esté hablando demasiado. Pero mientras más cosas exponga, menos preguntas me harán. No parecen desesperados de escucharme y continúo:

    "–Hoy los trabajadores no están cerca del gobierno ni están solo apoyándolo. Los trabajadores son el gobierno mismo. A un mes de asumir el poder, el Presidente Allende firmó con la Central Única de Trabajadores, CUT, un acuerdo solemne por el cual se oficializa la representación de los trabajadores en los organismos de planificación y desarrollo económico y social, en la dirección de las empresas estatales y mixtas, en las comisiones que fijan los salarios, en los organismos de seguridad social, etc. Hoy, por ejemplo, un obrero minero es gerente general de toda la minería del carbón; cuatro obreros son ministros de Estado y no falta alguno que se desempeña como embajador de Chile en el extranjero.

    "Pero yo no quiero cansarlos con tantos hechos y cifras. Los periodistas suecos que han estado últimamente en Chile saben que algo nuevo flota en el ambiente chileno, algo saludable, impetuoso, entusiasta. Los estudiantes, por ejemplo, no dedican sus vacaciones al descanso, sino que se reparten por los campos, ayudan a construir casas, calles y canales y enseñan a leer a los analfabetos. En Santiago, casi todos los domingos brigadas de obreros, universitarios, funcionarios públicos y hasta los propios ministros, salen a las poblaciones más pobres a ayudar en la construcción de casas y otras faenas. El domingo 16 de mayo pasado dos millones de chilenos hicieron trabajos voluntarios. El Presidente Allende pasó la mañana clavando tablas en el techo de la casa de un modesto trabajador en la población llamada ‘Che Guevara’. Un periodista francés dijo en Le Monde de ayer algo muy interesante. Dijo que en un país que camina hacia el socialismo, como Chile, el trabajo se ha convertido en un valor sagrado.

    "Y ahora, estimados colegas, quisiera decirles algo sobre mi trabajo en Suecia. El Gobierno chileno tiene el más vivo interés en afianzar y desarrollar sus relaciones con Suecia, un país tan avanzado en conquistas sociales, en tradiciones democráticas y en un desarrollo industrial tan sólido. Lazos políticos, económicos y culturales. Ese fue el encargo que me dio el Presidente Allende.

    "Las relaciones de Chile con Suecia son más antiguas de lo que habitualmente se cree. Desde los primeros días de nuestra independencia nacional, hacia 1810, tuvimos excelentes amigos suecos. Es interesante que ustedes sepan que la imprenta en que se imprimió el primer periódico chileno, Aurora de Chile, que vio la luz el 12 de febrero de 1813, fue llevada al país por el sueco Mateo Arnaldo Heevel, que fue más tarde primer gobernador de Santiago. Otro sueco que vivió por aquellos días en nuestro país fue Carlos Eduardo Eladt, que publicó luego en Suecia un libro muy interesante, titulado La República de Chile. 1821-1828. Después, nuestras relaciones se han proyectado en diversos órdenes. El largo litoral chileno, de 4.200 kilómetros, se llenó en sus lugares más abruptos de faros fabricados en Suecia. Todos ustedes saben, además, que en 1945 Suecia nos brindó a los chilenos una de nuestras más puras y legítimas alegrías cuando se otorgó el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral. Es preciso agregar que todos los chilenos, sin distinción, confiamos y esperamos que el Premio Nobel le sea dado también a Pablo Neruda, sin duda uno de los más grandes poetas vivientes.

    "¿Qué otra cosa espera de Suecia el Chile que está surgiendo? Desde luego su amistad, hacer más sólidos aún los lazos políticos, económicos y culturales que nos unen. Nos interesa mucho poder contar con la asistencia de un país de desarrollo tecnológico tan avanzado como Suecia. Nos interesa también aumentar el volumen del intercambio comercial. Las maquinarias que produce Suecia son necesarias en muchas industrias chilenas, principalmente en el momento que vivimos. Chile, por su parte, exporta cobre, hierro, yodo, fertilizantes, vinos muy buenos, frutas y productos del mar.

    "Compañeros periodistas, tal vez me he extendido demasiado. Ello puede ser producto del agrado de hallarme entre gentes de la misma profesión. Les traigo cordiales saludos de los periodistas chilenos. También les traigo saludos del Presidente Salvador Allende, que guarda excelentes recuerdos de los periodistas suecos que han visitado Chile y han observado nuestro proceso político con seriedad, profundidad y apego a la verdad.

    "Si ustedes tienen alguna pregunta que hacerme, procuraré contestarla lo mejor que pueda. Los periodistas somos muy buenos para preguntar, pero no tanto para responder. Y luego tendremos el gusto de hacer juntos un sköl para sellar nuestra amistad".

    Bien, así terminó mi perorata. Luego algunas preguntas, algunas de ellas bastante extrañas.

    P.– ¿En qué situación se hallan los indios en Chile?

    R.– Durante muchísimos años han estado en el más completo abandono y explotación. Ahora se ha comenzado a reivindicarlos, a dignificarlos, dándoles tierras, educación y representatividad.

    P.– ¿Es verdad que los propios indios, mediante la lucha armada, impulsaron ese mejoramiento de que usted habla?

    R.– Ha habido algunos grupos impacientes que se tomaron la tierra, adelantándose a la acción del gobierno. La política del gobierno popular hacia los indios puede sintetizarse en una frase: Ahora los mapuches son ciudadanos de primera clase.

    P.– ¿Qué piensa usted del MIR?

    R.– Que es un grupo demasiado joven. Los que lo forman son jóvenes física y políticamente.

    P.– ¿Ha habido sabotaje en el cobre?

    R.– Sí. Algunas irregularidades serias que se notaron obligaron al gobierno a tomar el control del mineral El Teniente aun antes de que entre en vigencia la reforma constitucional que nacionaliza el cobre.

    P.– ¿Es verdad que la ASTRA sueca fabricará en Chile proteínas a base de pescado?

    R.– Hay una negociación en marcha.

    P.– ¿Hay en Chile posibilidades de golpe de Estado?

    R.– Ninguna. Esas cosas no se usan en Chile y además el gobierno cuenta con el apoyo de la abrumadora mayoría de los trabajadores del país.

    Hasta ahí llegamos, porque empezaron a servirse vasos de whisky y refrescos. No puedo negar que fue una jornada cansadora, pero quedé contento del resultado.

    Vi., 4 Jun. Por fin llegó nuestro coche de Gotemburgo, donde está la fábrica Volvo. Es el modelo 164, automático, de bonito color burdeos. Contrato como chofer a un rumano, ya jubilado, que algún tiempo trabajó para J.L. (Joaquín Larraín). Antes fue chofer del embajador de Rumania, en la época del Rey Carol (Madame

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