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Ara Pacis: Non, #1
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Libro electrónico154 páginas1 hora

Ara Pacis: Non, #1

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Siglo XXII. La polución indiscriminada, resultado de las decisiones equivocadas de la sociedad, causa desastres climáticos incesantes y rediseña el mapa político del planeta. En ese ambiente de extremos, "AraPacis", a traves de la historia de Sybila, militante del grupo ambiental de orientación anarquista Fuerzas Amadas; Dana, activista ecológica en la Colonia Experimental y Raquel, dueña de la oficina de construcciones sustentables VidaMásNatural, nos cuenta la trayectoria del lider radical Maiko, obstinado líder ambientalista del colectivo EcoIntelligentia, en su lucha contra la incredulidad y la apatía de muchos, reforzada por la actuación de la poderosa Liga Mundial Contra los Alarmistas-LIMCA, cuya avaricia pretende dejar todo cómo está.

Maiko es conocido como "El hombre que no sonríe", él se cerró para el amor, sin embargo, al retornar a la Colonia Experimental, después de un viaje de conferencias, conoce a la nueva compañera e integrante de los organizadores, la vivaz Dana...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 jun 2020
ISBN9781071551585
Ara Pacis: Non, #1

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    Ara Pacis - Ana Margareth Gonçalves da Silva

    A travé s de historias de algunas mujeres comienza el colectivo EcoIntelligentia, que en el siglo XXII quiere transformar la realidad del planeta.

    Concuerdo con las reinas: mi mayor sueño

    es la paz mundial

    Prólogo

    ––––––––

    Ara Pacis...El emperador Augusto levanta ese bellísimo altar para homenajear la paz. La paz...¿de quién?¿Y a qué precio?

    Del siglo I al siglo XXII el tiempo pasó. Pasa...mientras tanto, el mundo no cambió. Este apenas...empeoró. Nosotros lo dejamos así.

    Las grandes potencias en nombre del desarrollo, la población en general en nombre de su bienestar, juntos, contaminan el planeta. Ignoran su efecto sistémico.

    Ahora necesitamos salvarlo, tal vez por ser la única forma de salvarnos.

    Sin embargo...¿sabemos hacer eso? Parece que solo necesitamos entendernos, pero...¿conseguiremos caminar juntos?

    El diseño del mundo ya no es el mismo, cambió conforme a cada lugar que fue afectado por la secuencia de desastres climáticos. La desigualdad, característica de la sociedad humana, se mantiene.

    Una nueva carrera expansionista aconteció. Viejos imperios a conquistar y más destrucción. Surgieron muchos nuevos pueblos a la deriva. Desaparecieron ciudades, se convirtieron en fantasmas, como las que asediaban las cinco plantas nucleares con desechos radioactivos.

    Pero no todos aceptan ir al precipicio, comienza ahora el colectivo EcoIntelligentia y su líder, un obstinado activista ambiental, a través de historias de algunas mujeres, cada una en su camino en un mundo difícil de vivir y ser feliz.

    CONTENIDO

    Sybila ....................................6

    Roma, Campus Martius. Siglo I...................................................7

    Roma, Plaza Palazzo dei Conservatori. Septiembre de 2015.......8

    Brasil, Porto Alegre. Enero de 2016...........................................10

    Brasil, Región Sur. Año 2116..............................................................12

    Brasil, Región Sur. Enero de 2119.........................................26

    Brasil, Región Sur. 22 de abril de 2119......................................31

    Raquel....................................33

    Brasil, Región Sur. Año 2116.............................................................34

    Brasil, Región Sur. Enero de 2119.........................................44

    Brasil, Región Sur. 22 de abril de 2119.....................................48

    ––––––––

    Dana........................................50

    Brasil, Región Central. Año 2116......................................................51

    Brasil, Región Central. Enero de 2119...................................90

    Brasil, Región Central. 22 de abril de 2119..............................95

    SYBILA

    Roma, Campus Martius. Siglo I

    Marforio está agitado. Espera con ansiedad que pase su amada. Ella siempre para y lo admira, hoy no será diferente, esos momentos le dan vida, podría responder a los pensamientos de ella y reclamar poemas de Catulo. Le gustaría pero aún no había conseguido entrar en su mente.

    Igualmente inquieto está Pasquino. Del otro lado de la plaza, bien en frente a Marforio, separados apenas por el pozo de agua, él también espera. Audaz, recitará a ella más versos que compuso apresurado. Cree hablar de amor al contarle sus batallas, momentos vividos de sangre y dolor.

    La buena Sybila, puntual como siempre. Carga debajo del brazo el mismo jarro de vidrio verde que todos los días viene a llenar en el pozo.  Con su andar irracionalmente lánguido, deja de imaginar la forma del  cuerpo, ahora recubierto por un claro tejido blanco con encajes. Sobre su larga cabellera de rizos color cobre tiene seis trenzas adornadas por hilos de lana que le caen en el pecho. Y su brillante túnica púrpura que ellos creen poder hacerla volar.

    Aquella tarde, el sol especialmente fuerte le nubla un poco la visión y al tomar el camino de siempre para la fuente, circundando por la izquierda, pasa primero por Pasquino, solo después intentará desentrañar los secretos del imponente Marforio. Se detiene a apreciar al fascinante guerrero y comienza, una vez más, a imaginar cuáles circunstancias él habría enfrentado para intentar salvar el hombre sin vida que ahora ampara.

    ­—¡Sibilla!¡Sibilla!¡Ven! ¿Ya estás otra vez encantada con tus estatuas? No pasan de piedras de mármol, no pueden hablar contigo, ¡tonta! Vamos, vamos luego, tenemos mucho que hacer en el templo— reclama la otra sacerdotisa.

    Sibilla, molesta por haber sido atrapada en sus sueños fuera de sus obligaciones de vestal, interrumpe el trayecto bruscamente, y retorna sin siquiera lanzar una mirada en la dirección de Marforio. Él no consigue soportar aquello, se siente profundamente humillado. Era más bello, más atrayente, más apasionado que Pasquino. ¿Cómo lo había ignorado Sibilla?

    Inicialmente intentó no responder las provocaciones de Pasquino que se daba vencedor, tenía conquistado el amor de Sibilla. Pero acaba por explotar, humilla el rival con palabras y recuerdos para herirle el orgullo de guerrero e insiste en resaltar que la actitud de ella nada significaba.

    La tarde pasa, la noche viene y, junto a ella, las llamas implacables: Roma arde. El terror se extiende. Los días pasan y Sibilla no vuelve. Marforio se preocupa.  Muchas personas murieron en el gran incendio. Sabe que Sibilla siempre circulaba entre el templo de Marte Vengador y el Altar de Paz—Ara Pacis...¿Será?

    Sibilla nunca volvió.

    *

    Roma, Plaza Palazzo dei Conservatori, Septiembre de 2015

    Sibilla está paseando: es el viaje de sus sueños. Tiene ganas de girar y saltar de alegría. Se había preparado para aquel viaje y hasta estudió el idioma, el hecho de haberlo asimilado con tanta facilidad la sorprendió, al final no tenía nadie en la familia procedente de aquella región. Con los ojos hinchados, era la típica turista deslumbrada con todo. No consigue fijarse más que pocos minutos en la misma cosa, y enseguida su atención ya está en otra.

    De repente, oye una voz de tonalidad muy diferente, como si pegase el oído a una gran concha, de esas que reproducen el sonido del mar, y la voz salió de allá, además de extraña, se mostraba cargada de emoción.

    —Sibilla, volviste...

    Ella gira despacio para todos los lados buscando un hombre. El marido no puede ser, incluso que hubiese cambiado el tono por diversión, no sabía nada de la lengua local. Como no hay nadie alrededor de ella, culpa un zumbido y opta por dejar de lado, no puede perder su rico tiempo con imaginaciones tontas.

    Súbitamente es atraída por una escultura imponente y, a pesar de encontrarse próxima a ella, no la había notado antes. Coloca las dos manos en el rostro, extasiada, no imaginaba poder encantarse aún más.

    —Increíble, esta escultura es tan...¡arrebatadora! ¿Será de mármol? Que aún domado por el hombre aún te da tanta fuerza, ¿tú qué piensas?

    El marido nada responde. Ella continua:

    —Ah, es Marforio, el dios Océano. Intrigante...¿él está acostado?¿O se está levantando? ¡Sensualísimo! El cuerpo exhibido va y va, hasta los vellos púbicos, y entonces...se cubre, ¡Parece haber visto a alguien! Esa mirada...alguien lo dejó abrumado, boquiabierto...

    —¿Vamos para el hotel? ¡No aguanto batir pierna sin parar todo el día!— incomoda el marido.

    —¿Cómo así batir pierna? ¡Estamos delante de las obras de arte que definieron el mundo civilizado! Ah, no, no voy a volver, aun tengo mucho para ver. O revisar. Sabes, no sé por qué, tal vez los libros de historia, ¡pero me siento tan íntima con este lugar!

    —Hay demasiada gente en estas calles, hace mucho calor. Vamos a descansar y salimos nuevamente en la noche, ¡dale!—insiste el marido.

    —No, no, no, y no, ni pensar. No puedo desperdiciar un segundo siquiera. Ve, ve y descansa allá. Te encuentro más tarde en el hotel. Ve derecho, es imposible que te pierdas, ¡solo son dos cuadras!

    Él se aleja murmurando, si no estuviese exhausto, no se iría, pues le gusta tener la compañía de su esposa, pero así son las cosas. Ella, tranquila, lo ignora y sigue desentrañando los detalles de la enorme estatua. Observa una gran concha marina en la mano de Marforio y tiene la impresión de oír nuevamente el llamado.

    —Sibilla...Sibilla...

    Confusa, decide salir de ahí. Tal vez retornase después para apreciar e intentar entender aquella impresionante escultura.

    Camina en dirección a la fuente y, distraída, casi es atropellada por un barullento grupo de jóvenes. Ellos, empuñando pancartas y carteles, se dispersan e interrogan a los transeúntes. Sin interés, da media vuelta para voltear, pero se choca con una mujer del grupo que se aproximaba por su espalda.

    —¡Oh!¡disculpe! Soy del grupo activista In Natura. ¿Podemos conversar instante?

    —Claro, querida, me puedes dar un panfleto, lo leo en el hotel, ¡lo prometo!

    —Responde y notando mejor el grupo, descubre que está compuesto por personas de diferentes edades.

    —No tenemos impresos. Estos acaban volando lejos y probablemente no serán reciclados. ¿Cuántos árboles tumban para hacer papel? Y también hay gasto de energía, y uso de tinta. Preferimos conversar con cada persona. ¿Puedo continuar?

    —Si, claro— asiente educada, apesar de sentirse presionada e incomoda.

    —Nuestro llamado es para un cambio total de comportamiento. El planeta no está aguantando. Si seguimos contaminando, vamos a extinguir los recursos naturales y el clima entrará en crisis, faltará agua y las plantaciones no sobrevivirán, nosotros no sobreviviremos.

    Oyó hasta el fin antes de retirarse. Consideró el discurso largo, aunque parecía bastante consistente.

    De vuelta al hotel, cantando una antigua canción, entra a su alojamiento, encuentra el marido y le cuenta lo ocurrido.

    —¡Para!¡para! Eso no es asunto para vacaciones— interrumpe tajante—, ¡olvida ese grupo de caballeros del apocalipsis! ¿vamos a cenar una típica pasta italiana?

    ¡Esa debe ser nuestra preocupación ahora!

    Brasil, Porto Alegre. Enero de 2016

    Sibilla camina por la ciudad y sus ojos incrédulos acompañan el rastro de devastación dejada por la tempestad del día anterior. Regiones enteras sin energía eléctrica, sin agua, y también muchos lugares donde no está permitido el paso debido a la falta de seguridad. Pedazos de las grandes hojas de palmeras imperiales de la avenida Osvaldo Aranha se mezclan con vidrios rotos, azulejos, persianas y hasta grandes tanques de agua de polietileno. Cuando llega al  Parque da Redenção, entre los barrios  Bom Fim e Cidade baixa, son muchas las ramas rotas, muchos los árboles en el suelo.

    —¿Qué pasó aquí? ¿Pie de viento, huracán,ciclón? ¡Eso no existe en Porto Alegre! ¡No, eso no nos pertenece!— comenta con una pareja desconocida, igualmente parados allí para lamentarse.

    —Si, cada uno tiene una definición diferente para el temporal. Y este mismo  fue extraño, yo nunca había visto nada igual— concordó la señora.

    —¡Supercélula!— exclama el señor con incredulidad— escenarios climáticos extremos acontecen para reequilibrar la naturaleza. Era mucho calor para poca lluvia, dijeron los especialistas.

    —Duele demasiado ver una raíz arrancada y volteada hacia arriba, expuesta y

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